Alejandra de Rojas se asomaba hace unos días a las páginas de ¡HOLA! con motivo de su nueva incursión en el mundo de la moda —ha posado en las calles de Nueva York como modelo de excepción para la colección cápsula Unique Silbon—. A lo largo de la entrevista, la aristócrata recordó a sus padres, Rosario Palacios y Eduardo de Rojas y Ordóñez, condes de Montarco, y habló de la gran influencia que tuvieron en muchos aspectos de su vida.
De su madre, Alejandra heredó la clase y la elegancia y, al igual que ella, dio sus primeros pasos en la moda siendo muy joven. Charo Palacios impulsó la revolución de la moda en España y fue una de las modelos estrella de los años sesenta, como musa de Elio Berhanyer —entonces máximo exponente del prêt-à-porter español—, pasando, años más tarde, a desempeñar el cargo de directora de imagen y mano derecha de Berhanyer.
Hija de uno de los más relevantes físicos españoles, Julio Palacios, en 1968 contrajo matrimonio con uno de los hombres más multifacéticos de su tiempo, el aristócrata, político, ganadero y escritor Eduardo de Rojas y Ordóñez, conde de Montarco. De su matrimonio nacieron dos hijos, Julio y Alejandra.
Dama de personalidad arrolladora, Charo Palacios fue una mujer progresista. “A mí me gustaba, desde muy joven, llevar una vida independiente, vivir sola y trabajar, cuando en esa época ninguna señorita trabajaba”, reveló la propia condesa en una entrevista a ABC en 2010. Ese carácter independiente marcó a Alejandra desde su infancia, ya que, como nos confesó en su última entrevista: “Yo me he criado en una familia donde mi madre trabajaba y viajaba, al igual que mi padre, y gracias a ello, nunca me sentí sola en esos periodos de tiempo. Yo sabía que viajaban y que volvían. A mi hijo le doy esa seguridad”.
La colaboradora de ¡HOLA! Living, siempre ha reconocido que su infancia fue “normal, sin caprichos ni concesiones” y que sus padres “trabajaron hasta muy avanzada edad, y eso es lo que yo veía en casa. Me enseñaron que un título no da privilegios, sino más bien lo contrario, que hay que trabajar por él”.
En este sentido, Alejandra admite que a su hijo, Pepe —nacido en noviembre de 2019, fruto de su matrimonio con Beltrán Cavero— le está inculcando los mismos valores y la misma educación que sus padres le transmitieron a ella: “Los valores tradicionales y los principios, el respeto a los mayores, la buena educación en la mesa, el saber hablar de forma correcta... Todo eso que hoy en día se está perdiendo, porque parece que lo tradicional o lo de siempre está obsoleto. Ahora tendemos a abreviarlo todo. Es decir, escribo un mensaje y me salto palabras, se come de cualquier manera... Pepe se sienta a comer y el tiempo que está con los mayores en la mesa se comporta bien y, sobre todo, respeta al adulto y a sus abuelos. Creo que es importante recuperar esos valores que se están perdiendo y que para mí son válidos y funcionan”.
A Alejandra se le ilumina la mirada cuando habla de su hijo y cuenta cómo ve reflejados en él a sus padres. “Me sorprende descubrir que tiene los gestos de mi padre: cuando almuerza, cuando se sienta en la mesa con nosotros... Y luego tiene el carácter de mi madre, tiene mucho sentido del humor. Mi madre era así, era muy directa y graciosa, se hacía con todo el mundo. Y Pepe tiene ese carisma, tiene sus ojos marrones grandes... Veo en él muchísimo de ella”.
Para la aristócrata, su padre fue su guía y gran ejemplo a seguir. Le transmitió su amor por la escritura, aunque le convenció para que no estudiara la carrera de Periodismo, como era su sueño, y su amor por el campo: “Mi padre era ganadero y me enseñó mucho sobre el trabajo de la gente del campo, porque es un trabajo muy duro, muy poco valorado y del que se aprende mucho”, nos contó.