“Qué me has hecho?/¿Dónde estoy?/Se me aparecen mil planetas de repente/Esto es una alucinación”. Estas estrofas de su canción Si no estás podrían servir para poner en contexto la locura en la que se ha visto inmerso Íñigo Quintero Dolz del Castellar. Porque efectivamente es simplemente alucinante lo que ha logrado este joven de 21 años de La Coruña, que ha hecho historia en la música convirtiéndose en número uno mundial. Casi de la noche a la mañana, sin una carrera, sin la solidez de una discográfica y comenzando sin medios, ha hecho realidad un sueño que ni él mismo se había propuesto. Cierto es que todo esto no ha sido solo suerte, sino también talento... y estrategia. Lógicamente el mundo digital tiene sus reglas, como también las tenía el analógico, pero ni el más avezado de los gurús tecnológicos, ni el más potentado de los sellos discográficos con presupuestos mil millonarios, ni el más talentoso de los artistas había conseguido nunca antes lo que este joven coruñés ha logrado. Su caso de éxito se analiza ya en innumerables artículos, en foros de debate, y llegará a ser un caso de estudio de universidades. Pero lo que nadie ha buscado hasta ahora en este artista es el componente humano en su éxito. Y eso ni se aprende ni se estudia en ninguna universidad… y es la clave que no ofrece dudas de la realidad de este fenómeno.
Abrumadores titulares
Pero antes de sumergirnos en su verdadera, desconocida y hasta ahora enigmática historia, vayamos a los abrumadores titulares para ponernos en situación: Top uno mundial superando lanzamientos como el disco de Bad Bunny o Taylor Swift ; el tema pop con más de 6.000 millones de reproducciones; primer artista español en coronar en solitario la plataforma Spotify; top uno en España, en varios países latinoamericanos y más de diez países de habla no hispana... O lo que es lo mismo: una fantasía.
Comenzó estudiando Derecho y ADE, pero el confinamiento y una crisis personal le llevaron a cambiar su rumbo y actualmente estudia el doble grado de Magisterio y Psicología
Todo comienza en la localidad gallega de Pontedeume. En este pequeño pueblo (no llega a ocho mil habitantes) situado a media hora de La Coruña, vivió los primeros doce años de su vida, aunque iba todos los días al colegio en La Coruña. Su padre nació en esa misma localidad y es farmacéutico; su madre, madrileña, licenciada en Marketing y Estadística, encontró al hombre de su vida en el que era su destino de veraneo y decidió cambiar su vida y su mundo por amor. Íñigo se convirtió en el segundo de nueve hermanos. Así, por orden: Jorge, Íñigo, Josemaría, Ana, Pablo, Carlos, Bosco, Jaime y Marta. El mayor tiene 23 y la pequeña tiene 7. Creció en esta familia supernumerosa sin antecedentes de carreras artísticas, pero sí con una cultura musical arraigada. De hecho, su padre les ponía desde música clásica hasta Los Beatles. En él caló de forma diferente que en los demás y ya desde muy pequeño no paraba de “aporrear” un piano de juguete que le habían traído los Reyes. Y como había extraescolares de piano en el colegio, sus padres no lo dudaron. Tenía buen oído y sus profesores alababan sus progresos, pero no era ningún superdotado de la música. Cuando se trasladó a vivir a La Coruña tuvo la opción de empezar a ir al Conservatorio, sin embargo, sus padres querían que siguiera también practicando deportes (tenis y fútbol, fundamentalmente) y el piano siguió siendo un hobby. Pero en esta vida siempre hay alguien que te influye, alguien que te despierta algo más... y ese fue uno de sus profesores en la Escuela de Músicos. Le introdujo con un par de nociones y una mesa de mezclas “de andar por casa” en el mundo de la producción. Y así, un jovencísimo Íñigo, de 16 años, comenzó a componer sus primeras canciones. Nada a lo grande. Era algo íntimo, algo para él. De hecho, cuando tocaba el piano en casa, siempre cerraba la puerta. Nadie le escuchaba tocar ni cantar. Y así vamos conociendo el carácter humilde, sencillo y reservado de este chaval que ha logrado poner banda sonora a toda una generación. Porque Íñigo no soñaba con ser una estrella, ni daba los pasos necesarios en esa dirección, sólo se divertía y disfrutaba con su música.
De La Coruña a Madrid
Llegado el momento de elegir carrera, decidió irse a Madrid. Comenzó a estudiar Derecho y Administración y Dirección de Empresas y se trasladó a vivir al colegio mayor Moncloa. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no había tomado la decisión que más le llenaba y lo cierto es que el confinamiento tampoco ayudó. Fue una pequeña crisis personal que terminó con la decisión de cambiar su opción de futuro a Magisterio y Psicología en la Universidad Villanueva. En realidad, era algo vocacional. Le encantan los niños y tiene mano. De pequeño, había sido monitor de campamentos y también daba clases de tenis. Había descubierto que lo que de verdad le gustaba era enseñar. En esa vida de ambiente estudiantil andaba, cuando conoció nuevos amigos también interesados por la música y aprendió a subir su música a Spotify. Aunque le había “picado el gusanillo” de compartir, su modestia y pudor le podía por aquel entonces... hasta que un 23 de septiembre de 2022, al fin, se decidió y subió su canción Si no estás, producida por él mismo. Comenzaron tímidamente algunas llamadas (Los 40 principales de Galicia, un festival gallego al que finalmente no fue) y los primeros conciertos entre amigos, en los que ganaba entre 100 y 200 euros a compartir con el grupo.
El fenómeno
El punto de inflexión llegó justo antes de este verano, cuando le llamó la productora Aqcustic para trabajar con él. Y este mismo verano comenzó el fenómeno de viralización nunca antes visto y el nivel de locura desconocido ante una única canción. Pero él siguió con sus planes de verano. Con el dinero ahorrado en sus conciertos, se fue a hacer un voluntariado a La India con Cooperación Internacional (el año anterior lo hizo a Costa de Marfil, pero tuvo que pedir algo de ayuda económica, porque los conciertos aún no daban para pagar el viaje completo). Una experiencia dura a la que siguió su veraneo “de siempre” en familia. Como cada año, porque eso no lo perdona, en Pontedeume, en las rías altas, con los amigos de siempre y los planes de siempre.
Íñigo ha decidido no desvelar el verdadero significado de su canción, ya que para él es demasiado íntimo y personal. Sin embargo, todo apunta a que se trata de un momento de pérdida de la fe
Terminado el verano, regresó a Madrid, ahora ya a un piso compartido con cuatro amigos, después de vivir cuatro años en un colegio mayor. Caminaba hacia su nueva vida —con un teclado que le habían regalado bajo un brazo y una guitarra de su hermano mayor con la funda de la cremallera rota, colgando del hombro...— sin saber que, en cuestión de días, pasaría del anonimato total a estrella mundial. Era la imagen de la sencillez, aunque ya contaba con su primer millón de escuchas.
¿Un antiguo amor? ¿Un himno?
Quizá la pregunta más repetida en este tiempo (al margen del secreto de su éxito) es a quién está dedicada su canción… Se ha hablado de un antiguo amor, de un himno religioso, de la pérdida de un ser querido... Cierto es que tiene profundas creencias cristianas, que su educación ha sido católica y que todo apunta a que habla de un momento de pérdida de fe, pero Íñigo dejará que cada uno elija a quién o a qué va dedicada. No va a resolver el misterio. ¿Por qué? Solo él lo sabe. Pero la comunidad cristiana se llena de orgullo y de emoción al adoptar como suyo este tema, que refleja con tanto realismo poético e inspiración un problema tan común entre la juventud. Sin embargo, para él es algo demasiado íntimo y quiere protegerlo. De nuevo, discreto, profundo y personal. Evidentemente es sensible, sencillo y tímido, pero también un coleccionista de amistades. Dice mucho de él que en su vida le acompañan los mismos amigos que conoció en infantil en el colegio y que ha ido sumando las nuevas pandillas de la carrera y el colegio mayor.
Cuando este verano comenzó a viralizarse su éxito, Íñigo no cambió sus planes. Hizo las maletas y se fue de voluntariado a La India con Cooperación Internacional y los ahorros que había conseguido sacar de sus pequeños conciertos
Cuatro canciones
¿Y cómo está ante este éxito desmesurado? ¿Eufórico? ¿Siente vértigo? ¿Ha despegado los pies del suelo? Lógicamente está contento. Disfrutando del momento. Cierto es que no perseguía este objetivo (quizá demasiado grande incluso para tenerlo como fantasía), pero no deja de ser un sueño para un chico de 21 años (el 12 de diciembre cumplirá los 22). Posiblemente sentirá la misma emoción que Rafa Nadal el día que pisó por primera vez la arena de Roland Garros, pero es una persona con una sensatez y un sentido común tan innato, que no se deja llevar por cantos de sirena.
Seguirá con su vida de siempre, estudiando el doble grado de Magisterio y Psicología en la Universidad Villanueva. Ahora ya tiene cuatro canciones, y quizás algún día falte a clase para terminar los arreglos de un nuevo tema. Pero sigue yendo a la facultad con la misma sencillez y timidez y el objetivo sigue siendo el mismo: terminar la carrera y ver por dónde le lleva, día a día, este camino tan incierto como emocionante que se ha abierto ante él. De lo que no cabe ninguna duda es que su historia es de película: cuando la realidad supera incluso los sueños.