Muchos de sus seres queridos se están enterando ahora. Su madre supo de la feliz noticia hace muy poco. E, incluso, para sus amigas incondicionales de Operación Triunfo va a ser todo un bombazo: ¡Gisela va a ser mamá! En agosto llegó la confirmación. Sin embargo, ella y su chico, José Ángel Ortega, lo han mantenido en secreto. Hasta ahora. Porque no ha sido fácil. Todo lo contrario: casi, calvario. Tanto, que no les quedaban fuerzas suficientes como para explicar el trance por el que estaban pasando, preferían hacerle frente solos. En silencio. De hecho, todavía no se han permitido explotar de felicidad con todas las de la ley. Gisela confiesa que va al ralentí. Porque no quiere que todo se vaya al traste, que eso, desgraciadamente, ocurrió. Dos veces, llevándose consigo su estabilidad mental y sus energías. Ahora, cuando parece haber pasado lo más crudo de su duro periplo y la vida y el trabajo vuelven a sonreírle, nos cuenta el proceso. Y una cosa queda clara y es que, si bien aún no le ha puesto nombre, este es el bebé más esperado, deseado y querido del mundo.
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“Quedarme embarazada ha sido una carrera de fondo”, nos cuenta la cantante, que sintió cómo su salud mental se tambaleaba durante el largo tratamiento
—Lo primero de todo, felicitarte por este embarazo, que ha costado, pero que has conseguido...
—Ha sido un proceso muy largo, muy duro, muy difícil emocionalmente, sobre todo. Y físicamente, también. Llevaba buscando el embarazo unos cinco años, más o menos. Al principio, lo intenté de manera natural, pero tuve dos abortos y… no funcionaba. Entonces, empezamos a plantearnos buscar, mi pareja y yo, otras alternativas porque, con la edad, un aborto significa también todo un proceso de recuperación… Tienes que esperar, tu cuerpo tiene que restablecerse... y se nos echaba el tiempo encima. Nos recomendaron empezar un proceso de fecundación in vitro. Vino la pandemia y el tema se alargó. Mi reserva ovárica no era la idónea… Que para una chica de 25 es más viable, pero yo, con 44… Fue difícil. Tuve que hacer cinco estimulaciones, que eso también es un proceso de mucha hormona, con muchos pinchazos…, en el que tu cuerpo sufre muchos cambios. Y de todo ese proceso solamente me quedó un embrión viable. Imagínate. Entonces, fuimos a por ese uno, que es este que está ahora aquí mismo dando caña (risas). Lo que pasa es que, al mes y medio, tuvimos otro problema: se produjo un desprendimiento del saco gestacional. Fue un momento de crisis, porque después de todas las estimulaciones y todo el proceso... Colapsé. El médico me prescribió reposo absoluto. He tenido que estar casi dos meses en cama, con lo que todo eso conlleva a nivel físico, emocional y laboral: conciliar ya antes incluso de que el bebé nazca, fíjate qué complicado… Tenía compromisos profesionales que había estado batallando durante años, contratos que no habían sido fáciles de cerrar y, aunque todo lo que me estaba pasando era accidental, sentía mucha culpa.
—¿Cómo mantuviste el deseo de ser madre?
—Creo que del mundo maternidad, de la obstetricia, la ginecología... nos falta información. Con el primer aborto te dicen “es normal. Un porcentaje muy elevado de chicas, la primera vez que se quedan embarazadas, tienen un aborto”. Entonces tú, al principio, dices: “Bueno, es una cosa que entra dentro de la normalidad. Es una pena. Es un susto, pero puedo”. Emocionalmente, es un palo, pero es el primer intento. Ahora, cuando llega el segundo, ahí es cuando te asustas de verdad. Es la segunda vez, no hay motivo, no saben por qué te pasa… De hecho, cuando tuve el desprendimiento, tampoco se sabe por qué y no hay tratamiento... Es todo muy random.
—¿Pasaste miedo?
—Claro. Porque no fue tampoco un aborto espontáneo. Fue un aborto con el que tuve que entrar en quirófano, con todo lo que implica. Además de una sedación total...
“José es muy trabajador. Es buena persona, que es lo más importante, y es generoso y familiar. Creo que va a ser un padrazo, porque le encantan los niños”, relata Gisela, que también nos presenta a su pareja
—Y, encima, estarías trabajando...
—Sí, sí. A nivel laboral, vas con los dolores, vas con toda la pena, con toda la desilusión...
—Además, lo habéis vivido solos. En silencio.
—Solamente José y yo. El segundo aborto sí se lo conté a mi hermano, porque ya estaba afectando a mis temas laborales y él es quien me lleva la carrera. Tenía que estar informado. Pero, aparte de él, nadie más. Ni mi madre.
“Este embarazo es un logro y la demostración de que hay que ser fuerte día a día. Aún hoy, nadie me garantiza que vaya a salir bien”
—Pero este embarazo es un logro, una prueba de que los problemas se superan, ¿no?
—Y que hay que ser fuerte día a día. En mi caso, una carrera de fondo. Porque ¡sigue siendo un embarazo de riesgo! Aunque ahora estoy mejor y hemos pasado la fase más aguda, nadie me garantiza que vaya a salir bien.
—Y no te permites estar feliz del todo, ¿no?
—Todavía no. Me cuesta mirar ropita de bebé... Me cuesta todavía creérmelo. Me da miedo hacerme ilusiones. Voy con cautela. Con el freno puesto.
—Que no quieras saber el sexo del bebé también forma parte de esa precaución, pero ¿no hubo un momento de explosión de felicidad?
—A mediados de agosto, cuando supimos que iba para adelante... ¡y que llegará en abril! Será Aries ¡Bien cabezota!
—Y luego, reposo absoluto...
—Uf, ha sido durísimo. Solo puedes leer, ver la tele y poco más. Y la cabeza te va a mil. Que si no va a ir bien. Que otra vez. Que qué voy a hacer ahora... O sea, el ‘coco’ no para. Luego, el trabajo, ¿qué va a pasar? ¿Cuándo voy a poder volver a trabajar? Piensas en los compromisos, ¿cómo se lo van a tomar? ¿Me van a volver a contratar en un futuro? Supercomplicado de llevar porque, además, estás todo el día con las hormonas muy revolucionadas. Y... mucha culpa. ¿Qué he hecho mal?
Gisela y José no han pensado en casarse: “Tú quieres que yo sea la madre de tu hijo y yo quiero que tú seas el padre del mío. Esa es nuestra base, que va más allá de ser ‘una pareja romántica’. Significa ser familia”
—Muy probablemente, muchas de tus personas allegadas se están enterando ahora...
—Sí, porque, por las circunstancias, podía ser que no fuera adelante... Pero, después de lo que hemos luchado por conseguirlo, quería hacerlo de una manera un poco especial. Es la primera vez que doy una información en exclusiva y es la primera vez que estoy embarazada.
—Este proceso lo has vivido junto a José, tu pareja. Eres una persona que, además, siempre ha mantenido su vida sentimental y privada muy privada...
—Hemos ido de la mano en el sentido más amplio del término. Me ha cuidado todo lo que ha podido, apoyándome emocionalmente, animándome... y pinchándome también cuando tenía que pincharme. Una persona sola, con todas las dificultades que yo he pasado, puede entrar en una depresión y puede pasarlo mentalmente muy mal. Al menos, con alguien al lado, tienes un cojincito.
—¿Cómo es José?
—Es muy trabajador. Es buena persona, que es lo más importante, y generoso y familiar. Creo que va a ser un padrazo, porque le encantan los niños. Casi le gustaba más la idea de ser padre a él que a mí. De hecho, él fue quien me animó, porque, para mí, ser madre ocupaba un segundo plano. La vida me parece tan dura que traer una personita a este mundo, tal y como está, tan hostil, para mí es una responsabilidad.
—La pregunta sería ahora ‘¿cuándo os vais a casar?’, pero vosotros no sois de eso, ¿no?
—Pero sabemos que la vida da muchas vueltas. Ahora estamos en este proyecto en común, del que estamos los dos muy convencidos: “Tú quieres que yo sea la madre de tu hijo y yo quiero que tú seas el padre del mío”. Eso lo tenemos claro, al margen de lo que nos pase a nosotros como pareja. Es la base. Y es algo que va más allá que ser una pareja romántica. Es ser familia.
“José y yo hemos ido de la mano en el sentido más amplio del término. Me ha cuidado todo lo que ha podido, apoyándome emocionalmente, animándome... Y pinchándome también cuando tenía que pincharme”, relata Gisela
—¿Cómo te ves como madre?
—Paranoica, estresada, muy preocupada (risas). Yo soy la persona más preocupada del mundo. Lo tengo que controlar todo. Soy muy ordenada. Me gustaría no ser una madre controladora, pero sí tenerlo todo bajo control.
—Me gustaría que dedicaras una frase a tu futuro hijo.
—Que siempre sea él mismo, que trate a los demás como le gustaría que le tratasen a él, que sea empático, fuerte y... que ojalá la suerte le acompañe en su vida.