A Javi Martín, reportero de Caiga quien caiga, le diagnosticaron trastorno bipolar hace más de diez años. Desde entonces, ha vivido un auténtico infierno. Momentos de auténtica subida y otros de caída sin fin. Ha estado ingresado en dos ocasiones y una vez estuvo a punto de acabar con su vida. Afortunadamente, no lo hizo y ahora, gracias a un buen tratamiento psiquiátrico y psicológico, puede hablar con total naturalidad sobre su enfermedad y enviar un mensaje de esperanza para todas aquellas personas que estén atravesando una situación similar.
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El punto de inflexión llegó un día en el que tenía que tomarse una pastilla para dormir y se negó. "Vino hasta mi hermana a casa para que me la tomara y como no quería me acabó dando hasta un bofetón", ha recordado en el programa Viajando con Chester, de Risto Mejide. "Yo no sentí nada, estaba sonriendo. Tuvieron que llamar a la policía, a la ambulancia... Yo no sé que se veía desde fuera porque yo por dentro estaba en paz absoluta. No sentía que se me había ido la cabeza", ha añadido.
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En ese momento, le ingresaron en psiquiatría y culpó a su pareja de haberle "encerrado" en aquel lugar, pero no por lo que suponía estar allí sino por el hecho de sentir que no entendía que lo único que le pasaba es que tenía "poderes extransoriales, que podía ver cosas alucinantes". "Yo sentía que era una especie de avatar que me habían ingresado en el psiquiatrico y que m estaban observando para ver que cosas hacía, para estudiarme", ha explicado.
Según ha confesado, todavía no era consciente de la enfermedad que padecía y no lo fue hasta que no le dieron el alta y tuvo la primera depresión. "Fue brutal. Empecé a estar triste y de repente caí en un mundo gris, en una oscuridad... me sentía fatal, no podía ni levantarme del sofá. En las depresiones hay niveles y yo llegué al más fuerte. Y un día, estando en el sofá, sentí como si fuera un rayo atravesándome la cabeza diciéndome que me tirara por la terreza. Me asusté muchísimo. Me di golpes en la cara porque sentía que era un pensamiento muy real", ha detallado.
Pero no desapareció y "ese monstruo se hizo muy grande y constante", se apoderó de él. "Desde que me levantaba hasta que me acostaba solo podía escuchar 'tírate por la terraza'. Estaba con amigos y no me enteraba de las conversaciones, me iba a la compra y lo mismo... así todo el día, era un agotamiento absoluto", ha relatado.
Era tal su desasosiego que sentía que no tenía otra salida que poner punto y final a su vida. "En ese momento yo estaba convencido de que no iba a salir jamás de ese sufrimiento, y como lo sabía, la única salida que me quedaba era el suicidio, cosa que no es cierta", ha reconocido. "Cuando mi marido se acostaba, yo me asomaba a la terraza de mi casa, en una séptima planta, y me asomaba. Hasta que un día me subí a la barandilla. Era cuestión de un pequeño movimiento, pero en ese instante pensé en todo lo que pasaría después si lo hacía y pensé en mi marido, en la cara que pondría... y dije: 'No puedo'", ha contado al borde del llanto.
"A mí me salvó el amor, me hizo bajar de la barandilla y aguantar, porque el monstruo seguía ahí", ha señalado. A su marido nunca le contó aquel episodio, pero sí se lo trasladó a una amiga quien, al escucharle, le recomendó ir a terapia. "Me puse en contacto con mi salvadora. Desde el primer día me enganchó. Fuimos trabajando poco a poco y muy bien", ha asegurado.
Su familia y sus amigos también han sido claves en el proceso. "Yo tengo la megasuerte de tener una familia y unos amigos maravillosos, se ocupaban de mi las 24 horas del día", ha dicho emocionado. Sobre todo, le da las gracias a su pareja por estar a su lado. "Ahora llevamos 17 años juntos, pero cuando todo empezó llevábamos seis y lo pasó muy mal porque no tenía ni idea de lo que me estaba pasando. Él solo decía: 'Javi no es así, qué le pasa que de repente es un santón aquí todo el rato con las conexiones universales y el cosmos. Hay tampocoa información sobre salud mental que no sabes que puede ser un brote psicótico y no sabes como reaccionar", ha manifestado.
Por eso, él comparte su testimonio sin ningún tipo de filtro para dar visibilidad a este tipo de enfermedades. "Llevo años sin depresiones, unos cuatro o cinco, y hace al menos dos años que no tengo fases maníacas (…) No ha sido fácil llegar a este punto, en un conjunto de terapia psicológica, psiquiátrica y medicación, todos los días mis tres pastillitas", ha destacado. También le ayuda hablar de ello con cierto sentido del humor. "Aunque la gente se escandalice yo trato con humor el hecho de haber estado dos veces ingresado en un psiquiátrico y el haberme intentado suicidar, si lo llevo con pena eso es lo que la gente me va a dar, y yo no quiero dar pena", ha finalizado.