Alejandra de Rojas es todo un referente de moda y estilo de vida. De su madre, Charo Palacios, heredó su clase y elegancia y, al igual que ella, dio sus primeros pasos en la moda siendo muy joven. De su padre, Eduardo de Rojas y Ordóñez, conde de Montarco —que fue un gran intelectual, articulista y fundador de El País , además de ocuparse de sus explotaciones agrarias—, heredó su pasión por las letras y por el campo. Alejandra ha convertido ese amor por la moda, la decoración, los viajes y la naturaleza en su trabajo y cada mes comparte sus experiencias con los lectores de ¡HOLA! Living. Nos encontramos con la aristócrata, que ejerce de modelo de excepción para la colección cápsula Unique Silbon, a su regreso de Nueva York, donde posó con las propuestas de la firma española. De su faceta de madre —en noviembre de 2019 nació su hijo Pepe, fruto de su matrimonio con Beltrán Cavero—, de su vida entre el campo y la ciudad y sus ilusiones nos habla en esta entrevista.
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—Alejandra, has vuelto a ponerte ante la cámara como modelo. ¿Cómo te has sentido?
—En realidad, cuando hago estos trabajos, no me considero una modelo. Creo que es una extensión de mi trabajo ya que, en los últimos años, mis artículos siempre van acompañados de fotos en las que salgo yo, estoy acostumbrada a ver mi rostro en el papel. Por eso, este tipo de trabajo es como una prolongación de mi trabajo habitual.
“Ser madre me ha hecho mejor persona, me ha dotado de paciencia hasta límites insospechados, me ha tranquilizado mucho y me hace ver la vida desde otra perspectiva”
—Por las experiencias que compartes en tu trabajo, ¿cómo definirías lo que haces: referente, inspiradora…?
—Lo que intento es acercar, lo máximo posible, mi estilo de vida al lector y creo que lo que le gusta de mí es que reflejo algo natural. No retoco mis fotos, lo que muestro es real y los viajes, los hoteles, los restaurantes o las recomendaciones que hago las he vivido en persona. La información es mucho más veraz y se crea una conexión con el lector que hace que se sienta mucho más cercano. El hecho de que salga montando a caballo sin maquillar, con una coleta y con un pantalón y una camiseta hace que la información sea más directa y de una manera más natural.
—¿Qué tiene Silbon para que te hayas decidido a hacer esta sesión?
—Sus prendas son bastante versátiles, se mezclan muy bien, se adaptan a mi estilo de vida. Estoy mucho entre la ciudad y el campo, viajo mucho y me permiten ese juego y esa facilidad que, luego, tienen como resultado unos looks muy fluidos, actuales y con un toque de clase, que es lo que busco.
“La prioridad en mi vida ahora mismo es Pepe. Y cuando Pepe sonríe, no hay nada más”, nos dice sobre su hijo, que está a punto de cumplir cuatro años
—Ahora que tenemos tanta oferta a nuestro alcance, ¿qué es lo que más valoras en una firma de ropa?
—Que sea única. Ahora estamos bombardeados y creo que las redes sociales tienen mucha culpa. Es todo muy inmediato, lo que hoy es tendencia, ya no lo es mañana. Con la edad te vas asentando y vas sabiendo diferenciar, creas tu propio estilo y no te dejas llevar tanto por las imágenes, que tienen mucho poder. Valoro mucho que las firmas tengan un patrón único, o un estilo que se diferencie del resto, que no se copie, que sea Made in Spain. Me gusta apoyar todo lo hecho en España y Silbon es una marca cordobesa, familiar, que transmite el saber hacer...
—Esto que dices, nos lleva a pensar en la sostenibilidad. En este sentido, ¿qué gestos haces en tu día a día?
—Procuro hacer una vida un poco más sostenible. Suelo consumir productos de kilómetro cero, es decir, de productores cercanos de la zona; intento que el pan sea de masa madre, las verduras y hortalizas de huerta; compro carne ecológica de una amiga, que es veterinaria. Sé exactamente la procedencia y cómo se trata a estos animales. En cuanto al consumo de ropa, le doy siempre una segunda vida a las prendas. Ya no es como cuando era adolescente, que comprábamos más por impulso. Ahora soy mucho más consciente y prefiero comprar poco, de calidad y que dure. Y luego siempre reciclo, tengo ahijadas y me encanta hacerles un paquetito cuando hago el cambio de armario, cada temporada, y así doy a las prendas una segunda vida. Y con la ropa de mi hijo hago exactamente lo mismo. Hay webs que venden ropa de niños que han tenido ya una vida. Me parece absurdo comprarlo todo nuevo, es un gasto innecesario.
“Estoy en paz. Es difícil sacarme de mis casillas. Esa serenidad es la que mis padres me transmitieron”
—Por tu trabajo, sueles viajar mucho. ¿Te resulta fácil conciliar con tu vida familiar?
—Sí, me resulta sencillo porque mi hijo está acostumbrado a mis viajes, él sabe que voy y vuelvo, que mamá siempre vuelve y siempre lo hago con un detalle. Le llamo, estoy en constante contacto con él. Y creo que, a la vez, le enseño a ser una persona un poco más independiente. Yo me he criado en una familia donde mi madre trabajaba y viajaba, al igual que mi padre, y gracias a ello, nunca me sentí sola en esos periodos de tiempo. Yo sabía que viajaban y que volvían. A mi hijo le doy esa seguridad. No me marcho para siempre. Está completamente acostumbrado.
—Pepe va a cumplir cuatro años. ¿Cómo ha cambiado tu vida ser madre?
—Pues... ser madre me ha hecho mejor persona, me ha dotado de paciencia hasta límites insospechados. Me ha tranquilizado mucho. Me hace ver la vida desde otra perspectiva. Me ha hecho cambiar la escala de valores y, sobre todo, las prioridades. La prioridad en mi vida ahora mismo es Pepe. Y cuando Pepe sonríe, no hay nada más.
“Hay que saber ser feliz en la tormenta, porque la vida está llena de ellas. Saber bailar en la tormenta resulta necesario”
—¿Cómo te sorprende tu hijo cada día?
—Ahora que está en esa etapa tan bonita de crecimiento y que es una personita que habla, que empieza a tener sus propios pensamientos, que repite mucho lo que decimos los mayores a su alrededor, me sorprende descubrir que tiene los gestos de mi padre: cuando almuerza, cuando se sienta en la mesa con nosotros... Y luego tiene el carácter de mi madre, tiene mucho sentido del humor. Mi madre era así, era muy directa y graciosa, se hacía con todo el mundo. Y Pepe tiene ese carisma, tiene sus ojos marrones grandes... Veo en él muchísimo de ella.
“Un niño muy sociable y feliz”
—¿Y qué más destacarías de su carácter?
—Es un niño muy sociable y feliz. Como pasa largas temporadas en el campo, rodeado de animales y monta a caballo conmigo, le subo en la carretilla, se sube en moto, se mete en el gallinero, se ensucia... Creo que a los niños hay que dejarles ser niños, a mí no me importa que vuelva del parque sucio o con el pantalón roto. Eso es que se lo ha pasado bien. No soy una madre estricta en ese sentido. Un niño con las comisuras manchadas de chocolate es un niño feliz. Y me sorprende por eso, por su sencillez. El otro día un niño no quería entrar en el cole y Pepe le dio la mano y le dijo: “Venga, ven conmigo”. Es un niño solidario, es muy bueno.
“Mi padre era ganadero y me enseñó mucho sobre el trabajo de la gente del campo, un trabajo muy duro, muy poco valorado y del que se aprende mucho”
—Tú siempre te has distinguido por una educación exquisita. ¿Qué tipo de valores quieres inculcarle a Pepe?
—A Pepe le estoy inculcando exactamente lo mismo que hicieron conmigo mis padres y mi tata Marisa, que tengo la suerte de que me cuidó a mí y ahora cuida de Pepe: lleva 40 años en casa y es una maravilla. Los valores tradicionales y los principios, el respeto a los mayores, la buena educación en la mesa, el saber hablar de forma correcta... Todo eso que hoy en día se está perdiendo, porque parece que lo tradicional o lo de siempre está obsoleto. Ahora tendemos a abreviarlo todo. Es decir, escribo un mensaje y me salto palabras, se come de cualquier manera... Pepe se sienta a comer y el tiempo que está con los mayores en la mesa se comporta bien y, sobre todo, respeta al adulto y a sus abuelos. Creo que es importante recuperar esos valores que se están perdiendo y que para mí son válidos y funcionan.
—¿Te gustaría tener más hijos?
—Bueno, eso nunca se sabe. Siempre dejas una puerta abierta.
—Es decir, que no quieres quedarte solo con uno.
—Yo, el hecho de ser madre, nunca me lo planteé como un sueño. Para muchas mujeres puede que lo sea, pero en mi caso vino todo rodado. Yo cuidé de mis padres, que eran mayores, durante mucho tiempo y, quizás, por ello mi cupo estaba mentalmente cubierto. Cuidar de un niño y de un anciano es parecido, la diferencia es la tristeza de que a un anciano lo estás cuidando en sus últimos días. Entonces, nunca tuve esa ansiedad o esa determinación, porque siempre fui muy responsable, cuidando de los mayores desde que era pequeña. Así que, nunca se sabe.
“Me sorprende descubrir que Pepe tiene los gestos de mi padre y el carácter de mi madre. Tiene su sentido del humor, su carisma y sus ojos marrones grandes”
—Vives entre la ciudad y el campo. ¿Dónde pasas más tiempo?
—Entre semana, sobre todo, viajo y estoy en la ciudad, inspirándome, haciendo contactos, veo a mis amigos... Me gusta mucho viajar, planeo escapadas para mis próximos artículos, ya que siempre tienes que trabajar con meses de antelación. Y los fines de semana voy al campo, estoy con mis caballos, que son una parte muy importante de mi vida. A mí el caballo me ha ayudado muchísimo, es un animal que te obliga a ser disciplinada, a trabajar, te enseña mucho, sobre todo, a ser paciente, a ser cercana. Y a mí ese tiempo con ellos y en contacto con la naturaleza me sirve y me ayuda mucho. Me hace ser mejor persona.
“A las seis de la mañana”
—Cuando estás en el campo, ¿qué es lo que más valoras?
—El horario, porque me dejo llevar un poco por la luz del sol; me acuesto temprano y me levanto muy temprano. A la seis de la mañana estoy en pie, echando de comer a los caballos. Luego me voy al gallinero y doy de comer a las gallinas y cojo los huevos, cambio el agua, cargo sacos de pienso. Luego me voy a montar o a dar un paseo con mis perras. Me gusta cocinar, hacer un almuerzo de puchero, unas lentejas, unos judiones con perdiz… Una buena siesta, un buen libro y vuelta al campo a recoger bellotas con Pepe, a recoger piñas e incluso a ver los olivos en temporada con la gente del campo. Me gusta que Pepe tenga referencias. Mi padre era ganadero y me enseñó mucho sobre el trabajo de la gente del campo, porque es un trabajo muy duro, muy poco valorado y del que se aprende mucho.
—Todo un lujo, ¿no?
—Sí, hoy en día es un lujo, todo el mundo está buscando esto, de verdad. No creo que muchos niños vivan lo que vive Pepe, que voy a buscarle a caballo y le digo: “Pepe, súbete, nos vamos”. Esa infancia, esos años, son irrepetibles y yo quiero que Pepe los viva.
—¿Cuál es tu estado de ánimo actual?
—En paz. Es difícil sacarme de mis casillas. Digamos que, a lo largo de mi vida, por todos los baches que haya podido pasar, no ha habido nada que me haya desequilibrado tanto como para perder el norte. Y esa serenidad que yo aprendí a tener es la que mis padres me transmitieron. Hay que saber ser feliz en la tormenta, porque la vida está llena de ellas. Si esperamos a que pase para tener buenos momentos, estamos perdidos. Saber bailar en la tormenta resulta necesario.