El pasado fin de semana, Jerez de la Frontera se convirtió en el epicentro de la alta aristocracia española e internacional en la boda de Victoria de Hohenlohe -Lagenburg, duquesa de Medinaceli, y su prometido, el asesor financiero de origen francoargentino Maxime Corneille. La pareja organizó todos los detalles de un fin de semana de celebración que comenzó el viernes, la víspera del “sí, quiero”, con una fiesta de bienvenida a sus invitados en el palacio de Campo Real, en el casco histórico de la ciudad. Fue ahí donde quedó desvelada la gran sorpresa del enlace, la asistencia de Guillermo y Máxima de los Países Bajos con la princesa heredera Amalia. Pero la relación de las familias viene de lejos, según hemos podido saber, y su origen está en la gran amistad de la Reina de los holandeses con la madre del novio, Alexia Iribarren, que se remonta a la época de su juventud en Argentina.
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El sábado 14, fecha señalada en el calendario, los Reyes y su hija prefirieron acceder a la iglesia por la puerta lateral —y salieron por la misma— para no acaparar los flashes. El día tenía una protagonista: Victoria, que a sus 26 años es la noble con más títulos de Europa, más de 40, entre ellos diez con Grandeza de España, y duquesa titular número XX de la Casa de Medinaceli, una de las más importantes de nuestro país. Su vida cambió radicalmente con la muerte de su padre, Marco de Hohenlohe-Langenburg, el último duque de Medinaceli, que falleció en Casa de Pilatos, en Sevilla, en agosto de 2016.
La relación de los Reyes de los Países Bajos con la familia viene de la gran amistad de Máxima con la madre del novio, Alexia Iribarren, que se remonta a los años de su juventud en Argentina
Tenía pues 19 años cuando recayó en ella la distinción más importante, el título que los Reyes Católicos elevaron de condado a ducado en 1479 y al que, en 1520, Carlos I incorporó la distinción de Grandeza de España. Y, también, tener que luchar por su legado, porque de momento, y aunque sea jefa de la Casa, sus títulos están desligados del importante patrimonio familiar, aún sin resolverse el enfrentamiento por la herencia, que se conoció en 2021, aunque comenzó en 2013. Un impresionante legado histórico-artístico disperso por casi todas las comunidades autónomas de España que incluye castillos, fortalezas y pazos, entre ellos, la citada Casa de Pilatos; el palacio de Oca, en Pontevedra; el palacio de Tavera, en Toledo; el castillo de Feria, en Badajoz… Ninguno escenario, sin embargo, de una nueva boda ducal en España, cinco años después del enlace de Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo en el palacio de Liria .
Victoria, la noble con más títulos de Europa, no llevó la tiara de la Casa Medinaceli, tampoco quiso ninguna otra, y prescindió del velo para dar todo el protagonismo a su vestido de princesa
A las puertas de la iglesia de San Miguel, decenas de personas esperaban impacientes la llegada de los novios y sus invitados. Maxime, acompañado por su madre y madrina, bajó de un coche de época entre los nervios y la emoción. Minutos después hacía su llegada Victoria, en coche de caballos y acompañada por su padrino, su hermano, Alexander, marqués de Navahermosa y duque de Ciudad Real. Quedaba desvelado así el secreto mejor guardado de toda boda, el look de la novia. Llevó un vestido creado para ella por Mercedes López de Carrizosa, fundadora y directora creativa de T.ba, y su hija, la diseñadora Sol Prado, con quienes mantiene una estrecha relación de mucho cariño. Gonzalo de Prado, marqués de Castiglione de Aragón y padre de Sol, era un buen amigo del padre de Victoria y es padrino de Bautismo de la joven aristócrata. A los López de Carrizosa, una gran e importante familia jerezana, pertenece ‘Salto al Cielo’, la finca donde después tuvo lugar la celebración.
Luis y Rafael de Medina no faltaron al enlace de su querida sobrina. El marqués de Villalba presentó en sociedad a su novia, Clara Caruana, y los duques de Feria se dejaron ver en la finca donde tuvo lugar la celebración
El vestido estaba confeccionado en crepé, organza de seda y tul bordado, con mangas de gasa de seda. El bordado se diseñó especialmente para Victoria inspirado en los mantos de corte de finales del siglo XVIII y estaba rematado a mano con pedrería de cristales crudos que recuerdan a los reflejos del nácar. El patrón del corpiño se inspiró, asimismo, en un ‘dirndl’, el traje tradicional alemán, uniendo de esta manera los dos mundos de la duquesa. La cola, de cuatro metros de largo, era desmontable y estaba sujeta con cordones de gasa de seda, dejando ver, al quitarla, varias piezas de organza de seda rematando la parte de atrás.
De niña, la novia soñaba con casarse con su tiara, como lo hicieron su bisabuela Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, la anterior duquesa de Medinaceli, conocida como Mimi y una de las aristócratas más fascinantes de su tiempo, y otras mujeres de la casa ducal, véase María del Prado, duquesa de Tarifa; Laura Vecino, duquesa de Feria, o Sol Medina, condesa de Ampurias, en sus respectivos enlaces. No fue así, pero tampoco quiso ninguna otra. A Victoria de Hohenlohe no le gusta llamar la atención y prefirió la sencillez lejos de todo artificio. Prescindió también del velo, dejando el protagonismo al vestido de princesa, a su peinado trenzado rematado con un broche y a los pendientes en forma de lágrima de los años 20 del siglo pasado. Eligió calzado nude, de escote cuadrado, de solo cuatro centímetros de tacón, porque deseaba unos “zapatos para bailar”, como explica en sus redes la firma Franjul. Un ramo de rosas completaba el look nupcial.
Mencía Fitz-James Stuart, de 26 años, acompañó a su padre, el conde de Montalvo, y los príncipes Boris y Beltrán de Bulgaria, de 26 y 24, llegaron con su madre, Miriam de Ungría
Antes, los invitados habían ido entrando al templo, el más grande de Jerez. Su torre es el punto más alto de la ciudad y fue declarada en 1931 Monumento Histórico Artístico Nacional.
La madre de la novia, Sandra Schmidt-Polex, había viajado unos días antes desde Alemania para ultimar los preparativos junto a su hija. En la puerta de San Miguel, posó muy elegante y sonriente con su marido, Felix Faskerty. También orgullosa hablaba ante las cámaras la abuela del novio.
De nuevo se ha celebrado en España una boda ducal, cinco años después del enlace de Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo, una de las invitadas más elegantes, con un vestido estilo caftán y una gran pamela
Luis de Medina, tío de Victoria, fue uno de los primeros en llegar. Lo hizo de la mano de su pareja, Clara Caruana, a quien presento en sociedad. Nieta del barón de San Petrillo, José Caruana Gómez de Barreda, y de la marquesa de Villamayor de Santiago, Ethelvina Velázquez Stuyck, impactó con un vestido rojo de Oscar de la Renta y una diadema ancha negra de antelina y velo negro con plumeti de Mimoki.
Los duques de Huéscar no faltaron a la ceremonia, oficiada por Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, que también los casó a ellos y, hace una semana, bautizó a Sofía, su segunda hija. Sofía Palazuelo, una de las mujeres más elegantes de nuestro país y fuente de inspiración para quienes buscan looks de invitada clásicos pero con toques especiales, lució uno de sus estilismos más originales y sofisticados: un dos piezas formado por un vestido interior ajustado negro y un vaporoso caftán con grandes lunares negros estampados sobre fondo beis, de Garaizabal, y una pamela negra de Mimoki para Es Fascinante.
Sandra Schmidt-Polex, madre de la novia, llegó unos días antes para ultimar los detalles y estaba radiante a su llegada a la ceremonia, a la que también asistieron, entre otros, Ana Gamazo Hohenlohe y el príncipe D’Arenberg con su mujer
Una semana después de asistir al enlace de María Francisca de Braganza en Mafra (Portugal), Miriam de Ungría, princesa de Jordania, de Bulgaria y de Tirnovo, se dejó ver de nuevo en Jerez, también acompañada por sus hijos, los príncipes Boris y Beltrán de Bulgaria. Entre los asistentes también estuvieron Ana Gamazo, tía de la novia; Javier Fitz-James Stuart con su hija, Mencía, de 26 años, que actualmente trabaja en Iberdrola; el príncipe Pierre d’Arenberg y su mujer, Silvia de Castellane, y la condesa Hermine de Hemricourt de Grunne, así como una alta representación de la nobleza alemana, encabezada por los Habsburgo.
El vestido de Victoria, diseñado por Mercedes López de Carrizosa y su hija, Sol Prado, aunaba sus dos mundos, España y Alemania, y tenía una cola de cuatro metros
Hubo invitados que prefirieron dirigirse directamente a la finca ‘Salto al Cielo’ o los vimos, como a los duques de Feria, ya directamente allí gracias a las imágenes que compartieron en sus cuentas de Instagram. “Acompañando a mi queridísima sobrina Victoria y a Maxime en un día muy especial”, comentaba Rafael de Medina. Y Laura Vecino, de nuevo, se convirtió en una de las invitadas más admiradas, con un diseño de Johanna Ortiz inspirado en los mantones de Manila, de seda, corte ‘midi’ y llamativo y pronunciado escote cuadrado. Completó su look con unas sandalias de Aquazzura y un clutch de Carolina Herrera. Todos coincidieron en que fue una boda divertidísima y llena de detalles, un día inolvidable para los recién casados, sus familias y amigos.