¿Guapo? Hasta decir basta. Tanto que, a veces, hasta suena que se disculpa. ¿Listo? Mogollón. Las coge al vuelo. ¿Simpático? Lo suyo es una sonrisa continua. Pero es que, además, también es educado, respetuoso, sencillo… Pues bien, su madre lo tiene a raya. Y él, como no podía ser de otra manera, se lo agradece. El que suscribe viviría como una ollita a presión... Sí. Efectivamente, a punto de explotar por cualquier lado y en cualquier momento. Sin embargo, el novio de Lidia Torrent entiende que es por su bien y que esa exigencia le sirve de acicate para ser mejor profesional y mejor persona. Por algo él es Jaime Astrain. Entre otras muchas cosas, nuestro maestro de ceremonias durante una exposición única y sin precedentes. En la que se reunía a dos firmas míticas del lujo, de la exclusividad y del estilo, pero también de la industria de la precisión y la última tecnología. Su título era El motor de la elegancia y, como no podía ser de otra forma, TAG Heuer y Porsche, fueron sus protagonistas. Modelos clásicos y de rabiosa actualidad se daban la mano en el asfalto de la calle de Jorge Juan de Madrid y en las muñecas de los embajadores de ambas casas. Jaime fue el encargado de tomarles el pulso. Y a golpe de micro de ¡HOLA! Hablamos con el exfutbolista, modelo y, ahora, reportero dicharachero de altisísima gama. De belleza, de amor, de familia...
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-Jaime, ¿ésta es la primera vez que te estrenas como reportero dicharachero?
- Podría ser, porque ya he presentado algún evento. Y, en televisión, he trabajo como colaborador... Pero tal y como lo voy a hacer hoy para ¡HOLA!... Sí, es la primera vez.
- Y, ¿es un reto?
- Sí, pero es la forma de vida que tengo. Amo los retos y, cuando me lo propusieron, dije que sí directamente. Me gusta la comunicación y un formato como éste siempre me ha apasionado.
- Cuando uno se dedica a la moda, parece que el salto siguiente es diseñar, pero tú.. Tú, no...
- ¿Sabes qué pasa? Que yo creo que me he reinventado tantas veces que nunca hago nada convencional. Yo empecé en el fútbol y podría haber sido entrenador, pero no lo hice. Di un vuelco a mi vida, me fui a la aventura a Bali y, cuando volví, empecé con la moda. De repente, se abrió la puerta de la comunicación, pero como colaborador… Y me gusta, ¿eh? Pero, ¿solo opinar sobre un partido...? Así que, un día, me dije: ‘Oye, ¿por qué no? Si me gusta el entretenimiento y hablar con la gente… ¿Pruebo?’ Y aquí estoy.
- Además, en mi humilde opinión, creo que dar información y entretener es mucho más dificil que opinar…
- Por supuesto. Pero mucho más. E intentar ser objetivo y divertir y ser rápido y ocurrente.... Es muy complicado. Por eso, empecé a formarme y, poco a poco, voy sintiéndome cómodo.
- ¿Tienes nervios?
- Siempre. Si no hubiera nervios y no sintiera mariposillas, yo creo que no lo estaría haciendo. Es como que no le metes pasión a las cosas, ¿no te parece?
- Tú estás acostumbrado a sentir el juicio de los demás. De la grada, de los followers, de la audiencia…
- Siempre, siempre. Al final, es vivir en un examen continuo. Igual que cuando jugaba al fútbol, sí (risas). Pero creo que llevo bien el tema de las críticas… Sobre todo, las constructivas, claro. Pero a los haters me los tomo también bien. Si lo piensas, son maravillosos.
- Uy, a ti te va la marcha…
- (risas) No me va la marcha, pero, si me critican, pues hacen bien. Yo me río también de mí mismo… Y que siempre depende de quién me critique y de qué forma lo haga. Teniendo en cuenta eso, tendré o no en cuenta las críticas. Sobre todo, para aprender.
- ¿Eres capaz de hacer esa lectura?
- Sí, soy muy autocrítico. Yo llevo muchos años conviviendo con eso, con opiniones ‘no contrastadas’. Otra cosa sería que la crítica me la hiciera Josep Pedrerol ¿sabes? Una crítica suya, para mí, es un consejo. Porque viene de una eminencia, de una persona que tiene una trayectoria. Aunque él me dijera algo horroroso, yo se lo agradecería.
-¿No minan tu seguridad? Tienes una personalidad fuerte por lo que veo...
- Supongo que sí porque he convivido con ello desde que jugaba al fútbol. Tienes que aprender a hacerlo también porque, si no, sería un sinvivir y, además, te puedes frustrar y amargar a la primera de cambio. Y soy el primero en reconocer que tengo la suerte de tener unos padres y unos hermanos que son muy exigentes conmigo, que no me han bailado nunca el agua. Mi madre, incluso, es la primera que me ve en los programas y, aunque sea hasta las tres de la mañana y aunque no sepa de fútbol, ella me escribe para decirme “has repetido nosecuántasveces ‘bueno’ y te has enrollado un montón”.
- ¿Cóoooomo?
- (risas) Sí, sí. Mi madre no ha sido nunca la típica ‘madre del artista’ o la madre del ‘mi hijo es maravilloso’. Para nada. Todo lo contrario. Pero fíjate que yo creo que ha sido bueno para mí. Es mi mejor y mi peor crítica. Es la primera que me saca ‘ese’ detalle que hace la diferencia.
- Pero Jaime, y que me perdone tu madre, pero, ¿no te ha puesto el nivel de exigencia a niveles estratosféricos?
- (risas) Sí, sí, te lo reconozco…En serio, durante toda mi vida, la mirada de mis padres ha sido una vara de medir. A ver, no hasta el extremo de que mi felicidad -o la suya- dependiera de que yo hiciera las cosas perfectas. Eso, no. Pero sí que he tenido una ligera presión, que yo he entendido que es buena, y que sabía que era por mi bien. Confío en ellos, en su juicio y en que sé que quieren lo mejor para mí y que yo sea la mejor versión de mí mismo. Entonces, sé que si mi madre me escribe un WhatsApp a las 2:30 de la mañana es porque lo que me va a decir va a hacer que yo, al día siguiente, rectifique, y sea mejor. Yo, eso, lo agradezco.
- Aha…
- (risas) A ver, es que esa crítica viene de la persona más importante que tengo. Es para bien. Como si me viene de Lidia, que yo, a ella, también le pido ayuda y le pregunto: “oye, ¿y tú como ves esto?”. “¿Cómo empezarías este reportaje…?” Cosas así.
- Y con Lidia, ¿tú haces lo mismo?
- Sí, sí, sí. Igual. Yo también le digo muchas veces lo que opino. “Aquí, te veo más suelta”. “Aquí, más forzada”. Creo que, en lo laboral, también nos complementamos bien. Hacemos buen tándem.
- Los dos, por vuestras carreras, estáis bajo el ojo del huracán, pero, al mismo tiempo, sois una pareja bastante discreta, guapísimos, pero dedicados a vuestro niño y ya…
- A ver, está claro que, cuando se meten contigo en lo personal, te afecta un poco más, sobre todo, cuando es alguien que encima ni te conoce. Yo siempre digo que hay gente que, por desgracia, tiene mucho tiempo y una vida muy poco idílica o maravillosa o afortunada y que su objetivo, para sentirse mejor, es criticar a otras como una forma de autoafirmación. Como si destruyendo al otro les hiciera respirar más facilmente… Bueno, pues así, he de decirte que tengo las espaldas cubiertas. Imagínate cuando jugaba en el Córdoba, a la mínima, te rajaban que si ‘pesetero’, que si ‘golfo’ que, en el fútbol, parece que, con el abono, te venden también el permiso para insultar a quien sea… Yo, con Lidia, le intento quitar hierro al asunto porque, por desgracia, en este país, las críticas son más duras hacia las mujeres que hacia los hombres, incluso, las propias chicas. Intento ponerlas en contexto y entender por dónde vienen, por qué, qué pretende, qué fin… ¿Que me dicen ‘feo’? Vale, ¿y qué quieres que te diga?
- Hombre, yo no sé quién te puede llamar feo a ti, la verdad…
- O que eres malísimo jugando al fútbol. Y te lo dice un fulano que no ha jugado fútbol en su vida y que está en casa comiendo Cheetos desde el año 2000. Pero, a ver, ¿qué criterio es ese?
- Volviendo al ciego ese que te llamaba feo…
(risas).
- … A la hora ponerte delante de una cámara y posar, ¿hay un poco de exhibicionismo en eso?
- (risas) Yo te reconozco que, de pequeño, mi madre me lo decía, que era muy exhibicionista. Entonces, era la tontería esa de: ‘Ay, mira qué guapete y qué físico y qué tal’. Con el tiempo, por supuesto, con los años, esa tontería va desapareciendo. Pero yo creo que, sí que habrá algo de exhibicionismo, pero que utilizo para divertirme y crear un contenido y reírme. No para decir ‘mira qué bueno que estoy o qué alto o qué brazo’, sino para divertirme. Soy el primero que sabe que no sé bailar y yo bailo y yo hago el ‘capullo’, dicho mal y pronto. Y creo que eso a la gente le divierte porque dice ‘coño, pero si es medio normal’. Eso me gusta.
- Ya, porque los que sois tan guapos no parecéis ni medio ni nada normales…
- (risas) Hay tantos clichés… Lo de siempre, ¿no? ‘El guapo es tonto’, ‘el guapo es un crecido’. Yo, a ver, me he dado cuenta, después de 35 años, que… físicamente soy agraciado y que me ha ido bien en la vida.
- ¿Te ha abierto puertas?
- Y me ha cerrado. Como te decía antes, tengo unos hermanos y una familia que son mi cable a tierra, que me ponen los pies en el suelo y a la primera de cambios, zas. Por eso, aunque ‘eso’ (ser guapo) me haya abierto muchas puertas, mi familia es normal, mis padres son funcionarios, mis hermanos son líderes en lo que hacen…
- Jaime, que no tienes que pedir disculpas por estar cañón…
- Ya, ya, ya… pero es que… Fíjate que, cuando empecé en El Chiringuito, estaba súper encorsetado, ¿sabes? Por la imagen que tenía, por ser modelo… Yo qué sé… Como que tenía que decir frases muy medidas, de intelectuales, de Paulo Coelho... para que no pareciera que era retrasado o tonto, no sé… Y Pedrerol me lo dijo un día: “pero tío, si tú no eres así, ¿qué te pasa?” Porque parecía que tenía que dar más o ser de otra forma… Josep me lo dijo claro: “relaja, relaja. Quítate -como se dice vulgarmente- el palo del culo. Suéltate!” Por desgracia, muchas veces, esto pasa. Y yo lo entendí: “Sé tú. Tú no tienes que demostrar nada a nadie. Sabes de lo que hablas. Sabes hablar. No eres tonto. Fin”.
- Exacto, fin.
- Mis padres me dieron la cara que tengo. Yo no hecho nada al respecto. Es una circunstancia de la vida porque el físico no se elige. No es algo a valorar. Todo lo demás, me lo he currado yo.