Jada Pinkett ha hablado por primera vez de cuando tocó fondo en materia de salud mental cuando cumplió 40 años. Más de una década después se ha sincerado sobre su salud mental en su próximo libro de memorias, Worthy, donde ha confesado que experimentó ataques de depresión y desesperanza, a pesar de su aparente vida perfecta e idílica a la que muchos querrían aspirar. "Sobre el papel, todo parecía grandioso: tenía una familia hermosa, un marido superestrella, un estilo de vida lujoso, fama y fortuna", revela, mientras asegura que fue un periodo en el que "había caído en la desesperación y quería cada vez menos estar en esta tierra".
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La revista People ha publicado uno de los extractos de su próximo libro que saldrá a la venta el próximo 17 de octubre. "Durante dos décadas, había estado poniendo buena cara, dejándome llevar y diciéndoles a todos que estaba bien. Sin embargo, en el fondo, ataques de depresión y desesperanza abrumadora habían ardido hasta convertirse en un infierno furioso en mi corazón roto", revela la actriz que luchaba entonces contra una depresión severa. "Los sentimientos no deseados (de no merecer amor) hicieron que fuera más difícil comprender la desconexión entre la llamada vida perfecta que había logrado y el pozo de pérdida que llevaba conmigo. La terapia me ayudó hasta cierto punto. ¡Me llevó a los 40! Pero, ¿con qué fin?", se pregunta.
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"Más tarde me diagnosticaron y me informaron que sufría un trauma complejo con trastorno de estrés postraumático y disociación, pero sin esta guía, era un desastre crónico sin solución, sin posibilidad de sanar. Cada mañana, despertarme era como caminar sobre la tabla de la perdición: ¿podría llegar a las cuatro de la tarde? Si hubiera podido, habría sobrevivido ese día. Siempre quise dormir, pero nunca dormí bien. Mis hijos podían hacerme sonreír y eran mi única motivación para seguir adelante, pero cada vez más podía sentir que perdía la conexión con ellos", expone mientras trataba de seguir las reglas y hacía sacrificios por sus seres queridos en busca de la ansiada felicidad.
"Sobre el papel, todo parecía grandioso: tenía una familia hermosa, un marido superestrella, un estilo de vida lujoso, fama y fortuna. Tenía mi propia carrera, la libertad y el apoyo para buscar salidas creativas", confiesa. "La parte más dulce fueron mis hijos: Jaden, Willow y mi hijastro, Trey, mis tres personas favoritas en el mundo. Fueron, sin lugar a dudas, lo mejor que me ha pasado en la vida. Sin embargo, nada de eso me impidió chocar contra la pared hacia la que corría a cien millas por hora".
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Jada acudió en busca de ayuda en todos los lugares inimaginables. "Desde reuniones de diosas, retiros de yoga silenciosos, viajar sola con la mochila, estudiar todas las religiones que puedas imaginar, lo que sea. Incluso fui a Cuba y me encontré con un padrino (eso fue intenso). Nada de eso ofrecía una solución duradera", expone. Para aumentar su angustia, Will y ella no estaban en su mejor momento y no lo habían estado desde hacía tiempo. "No pude arreglarlo por mucho que lo intenté. No podíamos oírnos ni vernos... en absoluto. Confiar en mis amigos cercanos nos parecía injusto a ellos, a Will y a mí", señala. "Así, para el Día de Acción de Gracias, había caído en la desesperación y quería cada vez menos estar en esta tierra. Esto no era vivir", concluye Jada de su terrible viaje hacia la recuperación que comenzó en 2011.