La madrileña Aurora Guerra es una gran creadora de ficciones televisivas de éxito, guionista y productora ejecutiva de series como El Secreto de Puente Viejo, Acacias 38, Fuerza de Paz y Escándalo, entre otras. Ahora, libre de cualquier atadura o presupuestos que limiten su creatividad, ha escrito La cárcel de aire (Ed. Harper Collins), novela negra sobre el mundo del arte, de ladrones de guante blanco, intrigas y vidas pasadas, con una trama aparentemente sencilla que se va complicando y que logra mantener al lector enganchado a sus páginas hasta el final. Sobre ello charlamos, tratando de no desvelar del todo su contenido y recomendándoles su lectura.
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- En La cárcel de aire sus protagonistas están muy marcados por su pasado y, en buena medida, son sus prisioneros ¿todos lo somos en mayor o menor medida?
No todos somos cautivos de nuestro pasado, pero sí que todos somos presos de algo, sobre todo, del miedo. Estar afectados por la incertidumbre y los temores ante el futuro es algo muy común: miedo a no tener trabajo, a que tus hijos enfermen, a los efectos del cambio climático, etc. Nuestro pasado nos marca si no sabemos lidiar con él, pero sí que todos tenemos alguna pequeña cárcel en nuestra vida.
- En tu novela aparece el tema de los menores que aguardan una familia en los centros de adopción. ¿Querías retratar la triste realidad de quienes ya no son tan niños, aquellos a los que pocas familias quieren ofrecer un futuro?
En mi novela he tocado temas de los que nadie quiere hablar, cuestiones incómodas y dolorosas sobre las que todo el mundo mira hacia otro lado, como ocurre con esta. Efectivamente, hay niños entre los diez y quince años que siguen siendo niños, pero ya parece que no son queribles, nadie quiere adoptar a un chaval de doce, trece o catorce años, cuando realmente son críos que necesitan todo el amor del mundo, incluso con mayor dedicación que cuando son bebés, que no te van a dar una respuesta. Es justo de lo que me gusta hablar, donde nadie quiere mirar, para poner ese punto de vista incómodo.
- Las madres que no son capaces de amar o cuidar a sus hijos, que los abandonan, también tienen su presencia en la novela. Otro tema sensible…
La maternidad es una especie de instinto natural en el que todo se sacraliza. Para la sociedad, todas queremos muchísimo a nuestros hijos y somos madres perfectas simplemente por el hecho de serlo, y esto no es así. Una vez que das a luz, puedes ser una buena madre o una madre pésima. Hay madres que no quieren a sus hijos y otras a las que les parecen un estorbo, madres egoístas para quienes son algo accesorio, quizás un adorno o una molestia.
Esto aparece en la novela porque me interesa precisamente ahondar en algo que la sociedad da por hecho, pero que no tiene por qué ser así.
- La agorafobia, lo contrario de la claustrofobia, es una patología menos conocida e igualmente paralizante para quien la padece. ¿Cómo ha siso sumergirte en ella para retratar a Lula?
La novela me vino a la cabeza al contemplar un cuadro y experimentar una especie de viaje alucinógeno en el que me metía dentro del lienzo, como si pudiera estar en ese paisaje. Entonces, imaginé el alivio que sentiría alguien que no puede salir de su casa, de prisión o de lo que sea, y que tiene como única vía de escape de su realidad ese cuadro que tiene enfrente.
La agorafobia, por lo que he estudiado y consultado a psiquiatras y psicólogos, empieza poco a poco: un día en el metro sufres un ataque de ansiedad y ya no vuelves a cogerlo, otro día vas en coche y lo mismo, etc. Te vas cerrando puertas en tu mente de manera paulatina hasta que acabas encerrada entre cuatro paredes. Lula es millonaria y lo tiene todo, pero en realidad, vive aislada y no tiene nada.
- El amor a la belleza en el arte, la obsesión por poseerla ¿crees que puede llegar a convertirse en una patología?
En el proceso de investigación para esta novela, me han llegado informaciones sobre gente que tiene un cuadro muy valioso en su casa, pero me ha sido imposible acceder a verlo. Es algo muy exclusivo y privado, un coto cerrado para el poseedor y su círculo más íntimo, motivado por el deleite personal de poseer una gran obra, algo que le hace único.
En realidad, es una especie de esnobismo mucho más vulgar de lo que nos pueda parecer en un principio. Todos deberíamos poder admirar las grandes obras de arte.
- El amor y el sexo están muy presentes en La cárcel de aire, a veces van juntos, pero en la mayoría de los casos es sólo sexo, voluntario o forzado, sórdido y delictivo. ¿Tenemos un problema con el sexo y los menores en la sociedad actual?
Precisamente tengo un proyecto sobre este tema, el sexo y cómo los menores acceden desde muy pequeños a un sexo que no es el real y los trastornos que ello conlleva. El sexo siempre tiene algo de morbo, pero eso no puede llevar a que sea delictivo o a que se someta a alguien. En el libro hay mucho sometimiento, algo que queda impune y que cada uno tiene que sobrellevar como puede, sin ayuda ninguna.
La novela está ambientada en los años 90 y, en cuanto a las violaciones a menores, el suicidio, el acoso, no creo que hayamos ido a mejor, sino más bien todo lo contrario.
- El lenguaje tan distinto de Carlota y Armando, el humor burdo de ella y refinado de él, la distinta educación, el mundo vivido por uno y otro, se acaba convirtiendo en amor y deseo. ¿Nos sigue atrayendo lo diferente?
Quizás en parte por mi profesión de guionista, sé que hay temas que atraen: las transformaciones de los personajes siempre funcionan, da igual dónde los sitúes y lo compleja e íntima que quieras que sea dicha evolución. Pasa lo mismo con los contrastes. En la novela, Carlota es muy pequeñita, carente de cultura y formación, con mucha vida callejera a sus espaldas; Armando es un tipo muy alto, estirado y elegante, una especie de armadura que él se pone, al igual que ocurre con la chabacanería de Carlota.
Ambos intentan defenderse del mundo que les rodea con lo que han aprendido, pero todas las armaduras se acaban oxidando y dejan agujeros por donde entran los sentimientos.
- Creadora de grandes series de ficción ¿cómo has vivido este proceso de idear y escribir esta novela? ¿Ha sido muy diferente a escribir un guion?
Ha sido un disfrute absoluto. Cuando escribes un guion, tienes que contar con el productor, la cadena, la plataforma, etc. Aquí, si me quiero llevar a los personajes a Florencia, me los llevo, o a Barcelona, y nadie te dice que va a ser muy caro o que grabar en el Thyssen va a ser casi imposible. He incluido lo que yo quería y, aunque haya sido complicado escribir esta novela, también ha sido una especie de liberación.
El mundo editorial es muy respetuoso con los autores y esto no siempre pasa en el audiovisual, donde todo el mundo opina, a veces de una manera correcta y con conocimiento de causa y, otras, con ninguno.
- La novela tiene un marcado carácter visual, seguramente influida por tu trayectoria profesional, ¿habrá película o serie en el futuro?
Me encantaría, por supuesto. Y también escribir una segunda parte, pues el final queda bastante abierto. En lo audiovisual sí que veo una miniserie de cuatro capítulos o una película y voy a tratar de que sea posible, una vez que la novela está publicada y las críticas están siendo muy positivas.
Creo que sería muy entretenida y, tanto para el director, como para los propios actores, un proyecto muy bonito. Ojalá la veamos algún día.
- Por último, ¿por qué recomendarías a la audiencia de HOLA.com leer La cárcel de aire?
Porque la novela habla de cosas que a todos nos gustan, la belleza y las pasiones humanas, con una parte de misterio. Y esa combinación la hace, yo creo, muy entretenida.
Es un libro que no les va a costar leer y eso es muy importante en estos tiempos, que a los lectores no nos cueste leer.