Pese a que no todos los días se cumplen 75 años, el duque de Alba los ha celebrado de manera íntima y sin grandes fastos, este pasado lunes 2 de octubre. “No he hecho nada especial”, confiesa a ¡HOLA! A priori, esta decisión puede parecer un síntoma de que no le haga ni pizca de gracia eso de sumar años. Pero nada más lejos de la realidad. Carlos Fitz-James Stuart ha afrontado este cambio de dígito “muy bien y muy contento”, sin perder además su particular sentido del humor. “Con mucha ilusión de cumplir otros 75 años más”, nos añade.
Sobre la próxima llegada de su tercer nieto, nos dice: “Estoy con mucha ilusión porque, entre otras cosas, veo otra vez más asegurada la continuidad”
—¿Le gusta cumplir años? ¿O, quizá, es algo que afronta con resignación?
—Me gustaría descumplirlos y tener 74 años. En cualquier caso, se debe de tomar con resignación, como todo lo natural y propio de la vida.
Sin duda, pocas personalidades de nuestro país han tenido una vida tan intensa como el actual duque de Alba, que es la decimosegunda persona que ostenta este legendario título nobiliario, a lo largo de sus más de cinco siglos de historia. El primero de los seis hijos que tuvo la querida Cayetana de Alba con Luis Martínez de Irujo nació en Liria, en Madrid.
Fue el 2 de octubre de 1948, años después de que los casi 3.500 metros cuadrados del palacio fueran prácticamente destruidos por los bombardeos de la Guerra Civil. Por suerte, las obras de remodelación de la residencia familiar concluyeron cuando Carlos tenía 7 años y él pudo recibir allí la primera etapa de su educación. De esta forma, creció entre nannies inglesas e institutrices de gran rectitud, que trataban de enderezar a un niño que se recuerda alegre y juguetón. “Era muy trasto”, se ha sincerado sobre esa época, antes de que estudiara bachillerato en el Colegio de Los Rosales.
Al futuro le pide “seguir con la misma ilusión, ya que ahora tengo muchos proyectos”. A la vez, “pienso muchísimo en mis queridos hijos, que me siguen continuamente”
Sus momentos más felices
Sus primeros años también transcurrieron entre los otros palacios de la Casa de Alba, como el de Arbaizenea, en San Sebastián; el de Monterrey, en Salamanca; o Las Dueñas, en Sevilla, donde pasaba las festividades de Semana Santa. “Probablemente, esos años, los que viví de los 16 a los 20, son los más felices de mi vida, junto con los actuales”, nos confiesa. “También cuando nacieron mis hijos y el día que recogí mi título de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid”, nos apostilla.
Poco después de que finalizara su adolescencia, Carlos recibió uno de los mayores mazazos: la pérdida de su padre. A principios de los 70, Luis Martínez de Irujo fue diagnosticado de leucemia y ni el tratamiento que recibió en la famosa Clínica Anderson, de Houston (Estados Unidos), evitó el trágico desenlace el 6 de septiembre de 1972. Carlos estaba a punto de cumplir 24 años, cuando falleció su padre con solo 52.
Esa fue una difícil lección de vida para el duque de Alba, que ahora se siente más motivado que nunca. “Siempre hay muchas cosas por hacer. Cuanto más haces, más te das cuenta de todo lo que queda por hacer”, nos asegura. Y lo dice después de haber tomado el relevo de su padre, Luis Martínez de Irujo, quien comenzó a modernizar la economía de la Casa de Alba. De ahí que ahora nos diga que se siente “enormemente satisfecho de todo lo realizado” en este aspecto, aunque “echo mucho de menos a mis padres”.
Dos nietas y otro en camino
Hay otro papel del que se siente muy orgulloso y ése es el de abuelo. O mejor dicho, su faceta de grandpa, que es como le llaman sus dos nietas, Rosario y Sofía —fruto del matrimonio de su hijo Fernando, duque de Huéscar, con Sofía Palazuelo— y que le recuerda al cariñoso apodo que él usaba con su abuelo: “Gran papá”. En este aspecto, la familia vive un momento de máxima felicidad, que aumentará a principios del año próximo, cuando nazca el bebé que esperan su hijo Carlos, conde de Osorno, y Belén Corsini. “Lo estoy viviendo con mucha ilusión. Entre otras cosas porque veo, otra vez más, asegurada la continuidad de la Casa”, se sincera ante ¡HOLA!
—¿Qué le gustaría inculcarle a la nueva generación de la familia?
—El sentido de la responsabilidad y el amor a la Casa que siempre me han inculcado mis padres.
—Su madre fue una mujer legendaria y muy querida, con una vitalidad única y desbordante. ¿Qué aprendió de ella sobre el paso del tiempo?
—Todo. Todo lo he aprendido de mi madre y de mi padre.
—Por último, ¿qué le pide al futuro?
—Seguir con la misma ilusión, ya que ahora tengo muchos proyectos para la Casa de Alba, y pensando muchísimo en mis queridos hijos, que me siguen continuamente.