Hace ya veinte días que la voz de María Jiménez se apagó para siempre. La leyenda indomable de la rumba flamenca fallecía el 7 de septiembre en Sevilla debido a un cáncer de pulmón dejando un vacío imposible de llenar entre sus fans, pero sobre todo en sus seres queridos, especialmente en su único hijo, Alejandro Sancho, quien aún le cuesta creer que su madre se haya ido.
- La dolorosa conversación que María Jiménez nunca tuvo con su otra mitad, su hermana Isabel
A pesar de la entereza que demostró durante su entierro, donde pidió que más que llorar la pérdida de su madre se celebrara su vida animando a todos a brindar por ella escuchando sus discos, Alejandro era consciente de que la tristeza y el dolor acabarían llegando tal y como confesaba a las puertas de la capilla ardiente instalada en el en el Salón Apeadero del Ayuntamiento de Sevilla. "Cuando quiera llamarla es cuando me voy a hundir, pero ya estaré solo" declaraba el hijo de María Jiménez.
Y ese momento de soledad, desgraciadamente ha llegado, y Alejando ha comenzado a echar irremediablemente de menos a su madre, aunque, afortunadamente cuenta con la mejor de las medicinas, el apoyo de las mujeres de su vida, su esposa y su hija, tal y como él mismo ha confesado en las redes sociales donde ha compartido una fotografía de ellas junto a este emotivo mensaje: "Comparto esta foto de las mujeres de mi vida, esta noche he tenido una pesadilla… la soledad me hundía. Pero gracias a mis hijos y a mi preciosa mujer… la vida quiero que me sonría. Es muy duro asimilar todo lo que está pasando".
Alejandro siempre fue para su madre "el hombre de su vida" y María siempre fue para su hijo un ejemplo de lucha y valentía. Nunca se dieron la espalda y jamás se soltaron la mano, por eso el vacío dejado por la cantante es tan inmenso para su hijo quien se convirtió en el fiel defensor y protector de la pizpireta artista, tras reconocer la 'relación tóxica' que mantuvo con su padre, el actor Pepe Sancho, a quien María acabó denunciando por malos tratos.