Hagan este ejercicio si les apetece. Váyanse a Google y escriban: ‘ estilo Sienna Miller ’ y pulsen ‘Enter’, a ver qué les sale. A nosotros, ahora mismo, a jueves 21 de septiembre a las 14:54 de la tarde, en 0,31 segundos y ¡ojo! escribiéndolo en castellano, 788.000 resultados en aprox. Ahora, hagan lo mismo pero sustituyan ‘estilo’ por ‘películas’. Un minuto después del ejercicio anterior, nosotros lo hemos hecho y Google nos ha arrojado otro dato, también abrumador pero… Un poquito menos: en 0,52 segundos, 336.000. Es aritmética básica, pero es evidente que la inglesa es una actriz muy conocida pero, sobre todo, un icono de estilo . Mundial. Planetario. Inconmensurable. Que recuerden aquel ‘docu’ titulado September issue , con Anna Wintour en el papel de bruja y Grace Coodington, en el de Cenicienta… Ella, que parecía que pasaba por allí como una figurante, era la protagonista de aquel número de Vogue tan conflictivo. Ella, sí. Haciendo posturitas en la Casa Museo de Hendrick Andersen de Roma para Mario Testino. Y si bien todos se quejaban de que era demasiado joven o demasiado delgadita o demasiado británica, solo ella y nadie más que ella podía ser la elegida para el número más importante del año. De aquel año. Del 2009 que, paradojas de la vida, quedará para siempre inmortalizado para la posteridad como el símbolo de un tiempo que hoy día con las redes, la crisis editorial y la Inteligencia Artificial, nunca volverá a repetirse. Pero Sienna, sin embargo, sí ha trascendido a ese tiempo. Permanece inmutable. Perdón, ha cambiado pero ha cambiado con el tiempo, adelantándose a él incluso.
Entonces, en 2009, era ya conocida, por un lado, por ser la re-ex de Jude Law . Re-ex porque se habían dejado en 2004 después de que el actor de Alfie le fuera infiel con la niñera. Pero, a comienzos de 2009, habían vuelto a ser pareja tras reencontrarse en un estreno en Broadway para precisamente dejarse después, justo cuando esta revista salía a la calle. Y, por otro, porque, era darle una portada y conseguir que todo lo que ella llevara puesto encima en esa foto, se agotara en un santiamén. Fue la primera trendsetter. La primera icon fashionist . La primera it girl cuando ninguno de estos términos se habían acuñado aún.
Tras un tiempo en el que no sabemos si por estrategia o no, había dejado su espacio en manos de las influencers del mundo, en 2022 dio un golpe de mano. De repente, Sienna volvía a ocupar su trono en la moda y lo hacía en un ámbito casi desértico por el ‘edadismo’ que impregna la sociedad contemporánea. Con más de 40, chicas de 20 querían copiar su estilo en Anatomía de un escándalo , la serie de Netflix que, el invierno pasado, se convertía en un fenómeno de estilo. En el sentido más estricto del término. La serie estaba bien, cuidada, interesante... pero si algo llamaba la atención era su factura: era impecable. Y la dirección de escena y el estilismo eran... absolutamente maravillosos.. Que sí, que hay vida más allá de Sexo en Nueva York y And Just Like That… Porque, en un ejercicio casi ‘hitchcokiano’, el estado de ánimo de la primera dama engañada que interpretaba La Miller se iba dibujando también en sus outfits, capítulo a capítulo. Desde los momentos más festivos, a la incredulidad, la reafirmación y la confianza en su marido, la tragedia, el enfrentamiento, la recomposición, la dignidad… Algo así como la Grace Kelly de Crimen perfecto, pero en clave siglo XXI… De los rojos y los metalizados a los ocres y negros, de los verdes hoja y el tabaco a los azules bebé, los rosas y los blancos… Y, por supuesto, los beige. Mucho beige y camel. Líneas depuradas. Patrones perfectos. Colores neutros… Puntitos pijines de los 90s y primeros de los 2000 -de los que ella es emblema ad eternam- con la ropa college y los cuadros escoceses, jerseys Eaton, cuadro príncipe de gales, muy Ralph Lauren combinados con momentos Calvin Klein y momentos muy Armani. Era un personaje, vale, pero también era ella. Esa mujer y ese estilo eran Sienna Miller.
Pero no solo de la mesura vive el hombre… O, mejor dicho, Sienna Miller. Después de que hace tan solo dos semanas, la actriz destapara en Ibiza y por sorpresa que va a volver a ser madre y en esta redacción nos hirviera el cerebro a la hora de intentar pergeñar cómo sería el estilo premamá de este icono porque sabemos que definirá el de tantas y tantas mujeres que, con su edad, decidan ser madres, ella ha vuelto a darnos una lección: la de que no tenemos que dar nada por supuesto ni nada por preconcebido. No en vano, a sus 41, dio un giro de timón enamorándose de un modelo y actor 15 años más joven que ella, Oli Green. Quizás por eso, esta última semana la hayamos visto con un outfit original, juvenil y casi sorprendente en ella. Aunque, si te fijas bien, no tanto…
Ha sido durante la celebración del Vogue World 2023 donde, con un conjunto de camisa y falda de Schiaparelli, dejaba su barriguita completamente al descubierto . Pocas veces la hemos visto tan provocadora... Siempre que entendamos, claro está, que enseñar la tripa sea provocador, obviamente. Porque, por lo demás, Sienna ha sido fiel a sí misma. Desde el mismo punto y hora que el diseño de Schiaparelli era color hueso, tenía un toque sport -el cuello camisero- y su imagen, con un recogido messy bun con flequillo desfilado y su maquillaje efecto glow y los labios nude, es su marca de identidad desde que la conocemos, allá por el siglo pasado.
Sienna ya ha sido madre. En 2012 dio a luz a su hija Marlowe fruto de su relación con el también actor Tom Sturridge y aunque Sienna puede decirse que ha mantenido una línea muy marcada, también ha sufrido una evolución en su estilo. Mejor dicho, una depuración, porque ella ya, de por sí, era bastante pulida. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que no reciclará su ropa de hace once años. Y no porque no le vayan nada, sino porque ha dado un paso adelante.
En los primeros 2000 era una de las adalides del boho y boho chic . Líneas amplias, cortes románticos, elementos campestres, tejidos y complementos naturales y etnicos… Volúmenes cómodos y favorecedores cuando se está embarazada porque no hay tacones, sino sandalias o botas; porque los cinturones son a la cadera; porque las superposiciones de gabanes y faldas son fáciles y ocultan y muestran lo justo y necesario… De hecho, hasta ahora, ese mix del que Sienna fue inventora, ha sido una alternativa fashionista para las madres que querían estar a la moda, ser femeninas y no por ello estar incómodas. Véase Sara Carbonero.
Hoy Sienna mantiene ese mismo leit motive pero dandole una vuelta de tuerca sin pasarse, sin que chirríe. Hacia una madurez más estructurada, más acorde con su edad pero, también, acorde con el devenir de las tendencias. La inglesa -y nos sirve de ejemplo tanto su último Schiaparelli y aunque parezca una contraposición también su Anatomía de un escándalo- ha abandonado los estampados, los frunces, los volantes… Sus drapeados son más arquitectónicos, los patrones son cuadrados, más amplios, de apariencia más rígida, pero sólo en apariencia, porque los tejidos siguen siendo naturales, los colores se hacen monocromos y, aun manteniendo el mismo gusto por los complementos artesanales, todo es más geométrico. Sport sí, pero sofisticado. ¿Será éste el futuro de la moda premamá? Solo necesitamos otra salida de Sienna Miller a otro evento público para confirmarlo. Efectivamente, aún no lo sabemos, pero estamos asistiendo a una nueva revolución en el mundo de la moda . Y no es ninguna tontería. Basta con que se acuerden de aquella cita de El diablo se viste de Prada y el azul cerúleo.