No te das cuenta o, mejor dicho, te olvidas, porque tiene esa cosa afable y cercana del chico de barrio. Del deportista que, a base de marcas atléticas impresionantes, consigue, con un esfuerzo ímprobo, estar donde a otro le basta tan solo con un chasquido de dedos. Él, ahora, también puede, ojo, pero ha logrado ese estatus de estrella de otra galaxia -al menos, distinta al standard español- por un afán de superación inigualable. Sin embargo, pese a esa ambición, entre muchas comillas, mantiene la humildad y los modos de un buen niño, casi ingenuo, de provincias, por decirlo de algún modo, cuando, por contra, ha depurado su estilo y sus conocimientos que son más que cosmopolitas que los de cualquier urbanita de pro. Habla de arquitectura, de arte, de escenografía… En el primer contacto que tenemos, en el aeropuerto, de manera fortuita, surge el tema del juicio a Kevin Spacey. Su proceso judicial, su caída en desgracia y el mutismo sobre su exculpación… Es entonces cuando Miguel Ángel Silvestre dice algo que te hace caer de lleno en la cuenta de que no es tu compañero de pupitre con el que hablas, sino que es un actor que ha mirado de tú a tú a las hermanas Wachowski, máxime porque le han dirigido en Sense Eight. Que dio el salto de Benicasim a Beverly Hills sin despeinarse… ¿El comentario? Pues lo típico que no se lo puedo poner en pie, pero que sería algo así como: “menganito de tal, productor de noséquéMayor, me dijo un día que blablabla”. Un gerifalte de la industria por antonomasia en Hollywood y un consejo sobre cómo actuar en la única ciudad donde se puede caminar sobre las estrellas... Eso que como que no es habitual que te comente nadie en 2000 km a la redonda. Sin embargo, Miguel Ángel Silvestre, sí. Porque se mueve en esas esferas. De Timothy Hutton a Daryl Hannah, de Almodóvar a Maria Grazia Cucinotta o Giorgio Armani. Acudimos precisamente con el actor a ver el desfile de alta costura del genio del diseño italiano en L’Arsenale de Venecia. Antes, paseamos con él por el Lido y el Guggenheim. Le reconocen como Il Ducca, de Sin tetas…, Il Signor Alberto, de Velvet... y pronto por su personaje en La Casa di Carta. Y se fotografía y habla con todo el mundo porque se maneja perfectamente en inglés y en italiano. Con fans, pero también con Sydney Sweeney o con Matilde Gioli. Estrellas que se quedan boquiabiertas al ver su naturalidad, su virilidad y sus movimientos de cadera al son de Roisín Murphy y su hit incapable. Porque esa es otra, Miguel Ángel Silvestre no para ni un instante.
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- Miguel Ángel, te veo taaaan relajado y, al mismo tiempo, tan ocupado haciendo vídeos, sesiones fotográficas, eligiendo outfits... que me da la sensación de que tu trabajo es tu forma de vida o al revés… Que estás en tensión, pero que, al mismo tiempo, todo esto te chifla...
-Bueno, es que todos nos vamos a morir, ¿no? (risas) Hay que disfrutar de la vida. De lo que te ofrece. Y a mí todo esto me parece más un juego que otra cosa. Es como una película que vivo y que veo desde fuera.
- Ahí vamos, ¿tú cómo vives estos acontecimientos, estas “hogueras de vanidades”?
-Pues, es bastante estimulante poder acceder a acontecimientos como éste, como la Mostra de Venecia... Y vivir experiencias que ni siquiera el dinero puede comprar, ¿no? Como poder conversar con Giorgio Armani. Alguien al que su talento, más esa mezcla de buenas decisiones tomadas y quizá un componente de suerte y magia, le han convertido en el icono que es. O vivir cosas como poder subir a su barco -como hicimos ayer- en el que todo está diseñado por él, y donde, para poder embarcar, te tienes que poner unos zapatos, de tu número, de su firma. Quitarte los tuyos y ponerte esos. Es una fantasía. Esos pequeños detalles forman parte de una experiencia que no se puede comprar. Vivir eso a mí me hace sentir muy afortunado, muy agradecido a la vida. Que sí, que hay cosas más importantes, como el calorcito del sol, el café con leche por la mañana, la arena de la playa en los pies… Pero esto no deja de ser algo totalmente inusual, la guinda del pastel.
- Pero porque además tú vives mucho la moda…
-A mí, la moda, desde siempre, me ha gustado mucho. Ver cómo el señor Armani toma decisiones antes del desfile es una lección de vida y, también, profesional. Yo le vi cortar unos pantalones en uno de sus desfiles minutos antes de verlo en pasarela y uffff… Increíble. Tengo la suerte de poder colaborar con Armani desde hace muchos años… El primer desfile al que fui fue ése, en el que le vi cortar unos pantalones con unas tijeras a falta de tres minutos de empezar el show. Recuerdo que, en aquella época, se jugaba mucho porque introducía el neopreno como material para el lujo. Y eso me llamó mucho la atención… He aprendido a entender las decisiones tan importantes que hay detrás de cada colección, ¿sabes? Cómo los diseñadores ofrecen cambios artísticos y cómo estos no pueden ser muy extremos, porque si no, el consumidor no termina de entenderlos o al mercado le entra el miedo… Esas decisiones me parece que son muy, muy interesantes.
- Ya me he dado cuenta, en estos días de ‘Gran Hermano’ que estamos viviendo juntos en Venecia, que a ti las cosas bellas te conmueven, que no pasas de largo, que a ti, te impactan…
-No sé cómo le conmueven las cosas a los demás, pero a mí la belleza me toca… Anoche, por ejemplo, donde cenamos, en la azotea del Guggenheim… Las flores, los vasos que sujetaban las velas, las servilletas, las golondrinas, que son esas barquitas con las que nos llevan y nos traen… A mí, todo eso me parece memorable. Todo. Desde que nos ponemos en manos de los maquilladores que se perfuman las manos hasta toda la experiencia posterior. Emocional y sensorialmente me parece único.
- Tú, cuando te querías dedicar a la interpretación, ¿te esperabas todo este derroche que te rodea? ¿Eras consciente de toda esta maravilla o precisamente querías triunfar porque sabías lo que te esperaba?
-No. Cuando soñé con querer ser actor, a lo único que le daba importancia era a poder contar historias y salir en esas películas que devoraba yo en mi casa, en mi una habitación, esa que alquilé en un piso de Vallecas que compartía…. Ahí, mi obsesión era poder hacer algún día una película como Los lunes al sol, El Bola, Princesas o La ley del deseo. Ése era mi único y mi máximo objetivo. Iba a clases de interpretación y me faltaban horas. Yo quería actuar. Quizás también es que mi generación, al no tener redes sociales, no sabía lo que sucedía alrededor de un estreno o de un actor ¿no? O sea, lo podías ver en ¡HOLA! , pero nunca eras capaz de imaginarlo al completo. Ahora, desde dentro, me doy cuenta de que es una suerte vivir todo esto.
- Que se disfruta más porque es inesperado…¿no?
-Exacto. Es una gran consecuencia de un objetivo que sí busqué y es una consecuencia que no esperaba y, claro, me parece precioso. Recuerdo que de jovencito, que salía con los amigos, y nos poníamos camiseta negra -pegada pegada al cuerpo (risas)- o azul marino, claro… Como las que se ponía en aquella época Jesús Vázquez, ¿sabes? Y decíamos: “Mira, como Armani” (risas). Era como un cumplido entre nosotros. Cuando queríamos decir al otro “Oye, cómo mola lo que llevas”, lo que decíamos era: “¡Qué guapo vas! ¡vas de Armani!” y, por supuesto que no íbamos de Armani porque no teníamos ni un duro. Para nosotros era la expresión del máximo lujo. Era chic.
- Es que los 90 eran además los años de Armani en los Oscars…
-Eso es… Pues recuerdo cuando fui al primer desfile de Armani, llamé a mi amigo Alfredo. A Alfredo Pascual, que éramos inseparables, y le dije: “Tete, no te lo vas a creer, pero me han invitado a un desfile de Armani”. Y él me contestó: “Qué guapo, hermano. Vas de Armani. Pero de Armani de verdad”.
- ¿Qué le pasa a uno por el cuerpo cuando estás a 2000 kilómetros de casa y un grupo de chicas, en otro idioma, grita tu nombre?
-Pues, al principio, te sorprende. Te llama mucho la atención estar en un país que es muy diferente al tuyo y darte cuenta de que alguna de tus historias ha podido conmover a gente que tiene una cultura totalmente diferente a la tuya. También te sorprende lo lejos que pueden llegar producciones que, a lo mejor, no tenían la pretensión de llegar tan lejos. Y la carambola de la vida ha hecho que sean un pelotazo en China o aquí, en Italia. Pero luego, con el tiempo, no le prestas atención… O sea, vivo el ruido de mi alrededor. Mejor dicho, vivo la canción, porque es precioso, pero intento que sea una música de fondo. Intentas acostumbrarte a esa sensación, porque si no, vivirías todo el rato en otra dimensión. Yo me centro ahora mucho más en vivir lo que tengo justo enfrente. En lo real, en mis amigos, en mi madre…
- Hace miles de años, cuando yo te conocí, la pregunta que se hacía entonces era ¿cuándo vas a dar el salto internacional? Ahora ya…
-El salto internacional lo doy en Benicasim, que es donde he vivido toda la vida y donde está mi familia. Eso es lo verdadero…. Y… luego te voy a decir uno de los Doms 3D más importantes, posiblemente el mejor del mundo, lo están construyendo en Benicasim. Ya no sería una metáfora lo que te estoy diciendo…
- ¿Tú donde te encuentras más cómodo trabajando? ¿En España o fuera?
-Cada lugar tiene su encanto. Me encanta ser un extranjero en un lugar donde soy voyeur de cosas que no he visto nunca. Y por otro lado, me encanta estar en casa y sentir la familia y rodar con mi gente, en una cultura que conozco mejor… Pero me gusta mucho descifrar el mapa de un espacio que no conozco o una cultura que no conozco. Me gusta compaginarlo.
- Tú eres un tipo atrevido, ¿no? Hablas con todo el mundo, chapurreas el idioma que sea… No te da miedo nada.
-¿Sí? ¿Tú crees? No sé si es atrevimiento, porque el atrevimiento sería como, en igualdad de condiciones, ver a dos personas reaccionar, pero hay gente que le da importancia a unas cosas y yo a otras…
- Me refiero a que lo desconocido no te impone…
-O que igual me he rodeado de gente que me ha dicho, “tete, tira para adelante. Tú puedes hacerlo”. He tenido esa suerte.
- Ahora, ¿con qué estás?
-Ahora estoy con la promoción de 30 monedas y de Los Enviados, la serie que hice con Campanella...
- Y La Casa de Papel... O Berlín, mejor dicho...
- Mmmm.... Pero no te puedo decir nada más de lo que tengo entre manos que los productores me matan…
- Qué difícil no contar nada con las redes ardiendo como las tendrás… Todo el mundo te preguntará, qué haces, dónde estás… ¿Tú cómo convives con las redes sociales? Me da la sensación de que…
- Bien. Muy bien. Creo que las redes nos dan una información externa de otra parte del mundo brutal. Muchas veces, esa información está muy manipulada. También hay que tener cuidado con eso. Creo que hay que usarlas como lo que son, como una forma de contacto con otras personas. En mi caso, con todos aquellos que puedan tener algún tipo de interés por mi vida o los proyectos que hago. Y darle esa importancia justa. Así se lo intento explicar a mi sobrina muchas veces y a mi sobrino. Que en la redes sociales no todo es verdad.
- Las vives desde lo positivo.
-Todo lo vivo desde lo positivo, tete.