En 2004, cuando era la reina indiscutible de las mañanas y acababa de fichar por Antena 3, a razón de seis millones de euros por cada una de las tres temporadas firmadas, María Teresa Campos se construyó la casa de sus sueños . Situada en una exclusiva urbanización de Las Rozas, a las afueras de Madrid, se hizo una mansión de mil seiscientos metros cuadrados construidos sobre una parcela de más de seis mil trescientos. Allí pasaron gran parte de su infancia sus tres nietos: tanto Alejandra, la hija de Terelu, como los dos de Carmen Borrego, Carmen y José María. Allí, María Teresa también compartió sus años más felices con sus compañeros sentimentales. Incluso Edmundo Arrocet se instaló en la vivienda hasta que la relación se rompió abruptamente, a finales de 2019. Era una mansión llena de recuerdos.
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María Teresa Campos comenzaba una nueva etapa en su vida al instalarse en su nueva residencia, en las proximidades de Aravaca, a las afueras de Madrid. Un inmueble de algo más de ciento cuarenta metros cuadrados, distribuidos en un amplio salón, tres habitaciones, dos cuartos de baño, un aseo y cocina, más otra habitación con baño para el servicio. “Estoy contentísima. Y a un minuto en coche de casa de Terelu”, nos apuntaba entonces María Teresa, quien vivía con la perrita de Terelu, ‘Lula’. Para ella era muy importante tener cerca a sus dos hijas —Carmen también reside en las afueras de Madrid—, quienes volvían a mantener una buena relación después de unos meses distanciadas. En el día de hoy, que se cumple una semana de su fallecimiento, recordamos el día que María Teresa nos abrió las puertas de su nueva casa.
—¿Cómo te encuentras aquí?
—Estoy muy muy contenta. Hay momentos en la vida para vivir de una manera y momentos para hacerlo de otra. Hace mucho tiempo que quería vender la casa en la que vivía.
—Ha costado venderla varios años.
—Sí, porque era una casa maravillosa y no la podía vender a cualquier precio. También hay quien se ha inventado la cantidad.
“Lloré cuando me fui de la otra casa. La vendimos por la cantidad que había que venderla. Pero, cuando salí, me di cuenta de que había dejado atrás una parte de mi vida”
—Se ha hablado de dos millones y medio de euros.
—No voy a decir la cantidad, pero nada tiene que ver. ¿Crees que una casa de esas dimensiones se puede vender por ese precio? Imposible. Para eso, la regalas. Pero la he echado de menos. Allí he vivido casi veinte años de mi vida. Primero, con mi hija Carmen, y luego, con mi nieta Carmen. Había sitio para todos.
—¿Cómo defines tu nuevo hogar?
—Es cómodo, no tiene ni demasiado ni poco espacio… El necesario para una persona o un matrimonio. En este caso, para mi perrita, para mí y para Sonia, que es la persona que vive conmigo. Luego, la casa tiene mucha luz, que es muy importante.
‘Los recuerdos de mi vida’
—¿Cuál es el espacio que más te gusta?
—El salón, porque aquí hay muchas cosas que me recuerdan a la otra casa. Pensaba que no me iban a caber en esta —empieza a señalar muebles—. Aquí también está gran parte de los recuerdos de mi vida.
—¿Qué echas de menos de la otra casa?
—Muchas cosas que están en un trastero. Por ejemplo, los zapatos de tacón bajito, ninguno ha entrado aquí.
—Y eso que tienes dos vestidores.
—Sí. La ropa me cabe toda, porque tengo varias habitaciones para mis trajes, mis camisas… Luego, tengo un cuarto lleno de zapatos. Cada vez que viene alguien, le digo de regalarle algunos, pero el problema es que yo tengo el número treinta y seis y a nadie le valen (ríe).
“Si Terelu y Carmen se llevan o no... Cualquier familia puede tener desencuentros. Me parecen tonterías y que todo se magnifica en televisión”
—¿Recuerdas la primera noche tras la mudanza?
—Me quedé con Sonia. Sola aquí no me quedaría, soy muy miedosa.
—¿Cuántas personas de servicio tienes?
—Dos. A Leo, que lleva treinta años conmigo, aunque no pasa aquí la noche. Luego, está Sonia, que ya dormía conmigo en la otra casa.
—¿Cómo ha sido pasar de una casa de mil seiscientos metros cuadrados construidos, con una gran parcela, a una de ciento cuarenta?
—Una casa no son solo metros cuadrados. Cuando pasas años en una, dejas algo de tu espíritu, de tus amistades y de tus cosas dentro de esa casa. Sentimentalmente incluso. Yo sé lo que he vivido allí. Eso se quedó en la otra casa. Lloré cuando me fui de ella. Sabía que me iba, y me iba porque quería irme y porque la vendimos por la cantidad que había que venderla. Pero, cuando salí de allí, me di cuenta de que había dejado atrás una parte de mi vida.
—Ahora empiezas otra nueva etapa, pero antes tenías doce habitaciones y quince cuartos de baño.
—Eso se lo han inventado.
—Es lo que está registrado…
—Aquí estoy encantada con mi dormitorio, que está muy bien de dimensiones, con una cama maravillosa para mí y para la perrita, ‘Lulita’, que siempre duermo con ella. La cama me la ha regalado Terelu, con una colcha como de terciopelo. Al lado, hay una cestita para perritos y ella, cuando abre el ojo, se mete allí. También he recuperado mi mesita de noche. Junto a mi cama, están mi cuarto de baño y mi armario con los vestidos.
—¿Cómo ha sido amueblar la casa?
—Cuando sabía que me venía aquí, empecé a pensar qué me podía traer y qué no. Por ejemplo, ese mueble —señala un aparador donde tiene su vajilla— sabía que me lo iba a traer. Se lo compré a un anticuario muy conocido de Madrid. Luego, mi amiga Maite me regaló los platos. ¿Y sabes por qué no puede estar en otro lado? Porque es más alto y da contra el techo. Pero aquí está estupendo.
—Habrán sobrado muchos muebles.
—Las mesillas de noche, sofás, parte del vestidor…
—¿Qué has hecho con ellos?
—Le he dejado uno de los salones a la persona que compró la otra casa, pero me he llevado las alfombras. También he dejado un sofá pequeñito de rayas.
—Y subastaste varios muebles…
—Pocos, porque no puedes tirar las cosas. Una amiga mía lleva muy bien el tema de las subastas y cuando se enteró de que había vendido cosas de la biblioteca por ese dinero… No se lo podía creer. Me dijo que, cuando quisiera vender algo, la llamara. Yo no le daba importancia, porque ya no los necesitaba…
—Ahora vives de alquiler. ¿No has pensado en comprarte una casa con el dinero de la venta de la otra?
—No. Si tuviera treinta años, seguramente, pero aquí tengo una vida muy cómoda y un gasto muy normal. Piensa en el dinero que me costaba la otra todos los meses y lo que me cuesta esta… He reducido muchos gastos.
—Y con el dinero de la venta de la otra tendrás para vivir unas cuantas vidas…
—¡Eso lo dice Gustavo! —Su chófer y hombre para todo—. (Ríe). No sé, no sé… A ver cuántas me dan (ríe).
María Teresa responde si le ha afectado la amistad de Edmundo Arrocet con Bárbara Rey: “Imagínate… ¡No he dormido! —Echa una carcajada—. ¡Pero por ella!”
—Hablemos de tu urbanización actual. ¿Qué es lo que más valoras?
—La seguridad. A cualquier hora hay personal de seguridad y eso es muy importante. También la cercanía de mi hija Terelu.
—¿Cómo es tu relación con tus vecinos?
—No conozco a nadie. Bueno, el presidente de la comunidad, Abraham, es una persona encantadora. Cuando entré en el garaje y puse un pie en el suelo, allí estaba. Se porta conmigo…
—A tus nuevos vecinos les llamará la atención encontrarse contigo.
—Cada uno va a lo suyo, son respetuosos. Solo veo a los guardias de la casa.
—En tu otra casa vivías muy resguardada. Ahora, te pueden escuchar los vecinos. ¿Te intimida?
—Ni se me ha ocurrido pensarlo. Nada. A lo mejor, como lo mío ha sido público durante muchos años, le doy menos importancia. Pero, en este lugar, no pasa eso.
—Antes vivías a cuarenta kilómetros de Madrid.
—Te va a extrañar, pero es lo que menos me importa porque salgo muy poco y ya no tengo que hacer todos esos kilómetros en coche. Lo mejor es que mi hija Terelu vive al lado y Carmen, también cerca.
—Por lo que dices, estás encantada y eso que se publicó que te estaba costando amoldarte.
—Eso no es verdad. Me distraigo mucho y tengo a Gustavo, que viene a casa, comemos y, luego, jugamos a las cartas. Distraerme me viene bien. Luego, tengo una televisión al lado de la cama.
—¿Qué programas ves?
—(Piensa). Hay cosas que no aguanto porque son un coñazo. Algunas que anuncian como ‘la serie de más éxito…’. Pues será un éxito, pero es un coñazo (ríe). Lo que me gusta ver por la noche son las bombas de Juanra Bonet —el programa ¡Boom!— y Pasapalabra.
“Hace poco hablé con el hijo de Edmundo y los invité a casa. Le confesé que me preocupaba si estaban enfadados por mis comentarios sobre su padre. Él respondió: “Por Dios, si todos te queremos muchísimo”
—¿Y programas de corazón?
—Veo Sálvame porque están mis hijas. Claro que lo veo. Soy muy amiga de Jorge (Javier Vázquez) y de muchas personas que están en el programa. Si no salgo, que no suelo salir, o no juego a las cartas, lo veo.
—¿Cuál de tus hijas está más pendiente de ti?
—Las dos por igual. En el día a día, tienen su trabajo y hablamos más por teléfono. La que más llama y da más el coñazo soy yo.
—Pero Terelu vive cerca, ¿no la ves más?
—No puedo hacer ninguna distinción. Carmen me llama todos los sábados para que vaya a comer a su casa y, allí, juego a las cartas con José Carlos. Ya el domingo voy a casa de Terelu, como hago desde hace años. Luego, el lunes me vengo aquí.
La relación entre Terelu y Carmen
—Estas Navidades, tus hijas tuvieron un reencuentro muy bonito, tras meses separadas.
—Ni me acuerdo.
—¿Cómo las ves ahora a las dos?
—Es que no las veo.
—Pero ¿no han estado juntas en esta casa?
—Si se llevan o no… No entro en ese tema, porque me parece una tontería. Mis hijas se han llevado siempre bien y siguen llevándose bien. Somos una familia muy unida y seguiremos siéndolo. Con eso ya he dicho todo. Cualquier familia, por muy unida que esté, puede tener un desencuentro en algún momento. Es lo normal, no le he dado importancia.
—¿Sabías que se iban a arreglar?
—He tenido seis hermanos y anda que no he discutido con ellos… Lo que pasa es que todo lo que dices en televisión se magnifica.
“Me molesta mucho que, con la edad que tiene y estando tan guapa, Terelu pase de enamorarse. No puedo entenderlo”
—¿Has tenido que mediar entre tus hijas?
—No, no, para nada. Es que no le doy importancia. No ha pasado nada fuera de lo normal.
—Terelu dice que procura que no te llegue todo lo que sucede en televisión para que no sufras. ¿Lo consigue o te enteras de todo?
—Claro. Pero, si digo algo, me regañan. O dicen que, si me pongo así, apague la televisión o ponga otra cosa.
—De todas formas, tus amigas te llamarán para contártelo todo.
—No. Saben que no hablo de eso. Las que son mis amigas de verdad, con las que yo hablo, porque a otras no les cojo el teléfono y santas pascuas, saben perfectamente que yo no me meto en esas cosas.
—Terelu vuelve a ejercer de presentadora. Supongo que estarás muy contenta.
—Tiene mucha profesión. Al principio, pensé que María Patiño y ella eran dos personas muy diferentes, pero creo que se han compenetrado muy bien, con las diferencias que tiene cada una. Me gusta verlas.
—Hace unos meses, tras sus problemas de salud, Terelu nos aseguró que no quería ningún otro hombre en su vida. ¿Volverá a enamorarse?
—Debería. Me molesta mucho que, con la edad que tiene, estando como está, con un trabajo bonito y tan guapa, mi hija pase de eso. Terelu tiene muchos amigos y se lo pasa muy bien, pero no puedo entenderlo.
—¿Qué te parece el regreso de tus dos hijas a Sálvame?
—Muy bien. Quieras o no, es el programa estrella de la cadena. Luego, hay muchas maneras de hacer Sálvame y hay muchas personas allí que son de una forma. Me gusta ver a Jorge. Cada vez me gusta más, porque lo veo con una manera de ser dando más importancia al programa y a sí mismo.
‘Ay, lo que pasó con Alejandra…’
—Ahora que tus hijas comparten programa, ¿temes que haya nuevos desencuentros?
—Me parece una tontería, pero todavía más la importancia que se le ha dado a tonterías. ¿Me he explicado bien? Cuando dicen: “Ay, lo que pasó con Alejandra…”. Yo lo vi y no creo haber visto una cosa del otro mundo. Pero todo se magnifica en televisión. Eso no significa que lo que vive uno en un plató lo lleve a su casa. No tiene porqué. Una habla y la otra le contesta, y esa es la naturalidad de la vida.
—Hablando de Alejandra, ¿cómo la ves en televisión?
—Tiene un estilazo y físicamente… Es una niña que el medio la quiere, porque ella ni se pasa ni no llega. Ella está con normalidad.
—¿Qué opinas de que haya dejado la carrera de Derecho para formarse como actriz?
—Fui yo quien le dijo: “Alejandra, ya te conocen en televisión, pero deberías hacer otra cosa. ¿Por qué no estudias Arte Dramático? Luego, te presentas a castings. Puedes hacer papeles en series, que es una cosa bonita”. También le digo que estudie inglés. Hablamos mucho y ella me escucha. Me gusta darle consejos porque sigue todos los que le doy. Me llama constantemente. Nuestra relación es muy bonita.
—Alejandra expresa libremente lo que piensa. ¿Alguna vez le has pedido que sea más comedida?
—No creo que se pase… A lo mejor, ha habido momentos con Carmen… Es que no los he visto. Cuando me preguntan pensando que voy a hablar mal de mi familia, digo: “El lujo de mi vida es mi familia”. Siempre hemos sido una familia unidísima.
—También se casa tu nieto, José María, el hijo de Carmen. Estarás contenta.
—Sí, claro que lo estoy. Pero no sé ni el día que se casa.
—¿Has hablado con Rocío Carrasco, tras su docuserie?
—Sí, hablé como si no hubiera pasado nada. Creo que le pregunté qué hacía y ella me contestó: “Lentejas” (ríe).
—¿Cómo la encuentras anímicamente?
—Creo que está bien. El año anterior, en el día de Reyes, le pedí una cosa: “Soy una persona mayor y no quiero morirme sin demostrar que no has sido una mala madre”.
—¿Viste su docuserie?
—Hubo muchos momentos de mucho dolor. Eso lo he vivido. Yo lo he vi-vi-do.
—¿Y tú? ¿Cómo estás de salud?
—Todo me sienta mal… Cosas gastrointestinales y no como… Pero nada grave. Son las pequeñas cosas que van saliendo al cumplir años. Tengo un grandísimo respeto por el doctor Calleja y muchas veces le mando las analíticas. La última vez me llamó para decirme que hay mujeres de veinte años a las que ya les gustaría tener esa analítica (ríe).
—Siempre afirmas que no te quieres retirar. ¿Te ves en un nuevo programa, de presentadora o colaboradora? ¿Llegan ofertas?
—Prácticamente todas las semanas me piden que haga cosas. Hace unos días, hice una en Telemadrid con Anne Igartiburu. Es un repaso a toda mi vida hecho con tanto cariño… Tengo muchas ganas de verlo por televisión.
—¿Y algún otro proyecto?
—Pues no lo sé. Ya le dije a Anne que no puedo entender que no haya un sitio para mí en televisión. Cuando voy por la calle, siempre me preguntan cuándo vuelvo y dónde estoy. Si viera que nadie me echase de menos, yo sería la primera en no querer volver. Pero no es lo que siento. Todo el mundo tiene derecho a trabajar, pero veo a personas a las que siempre les dan las cosas y no entiendo por qué… Otra vez este, otra vez, otra vez… Y me pregunto: “¿Por qué lo pondrán tantas veces?”.
Edmundo Arrocet y sus hijos
—¿Te apetece enamorarte o ya no piensas en los hombres?
—¿Por qué ya no voy a pensar en los hombres? ¡En los que merecen la pena! (Ríe). Hay cosas que me dan risa.
—Pues concretemos. ¿Qué piensas cuando escuchas el nombre de Bigote Arrocet y que te pregunten por él?
—Ya he pedido que, cuando hablen o escriban de él, que no pongan inmediatamente el ‘ex de María Teresa Campos’. ¿Por qué no dicen el famoso humorista del 1, 2, 3?
—¿Te ha afectado su amistad con Bárbara Rey?
—¿A mí? Imagínate… ¡No he dormido! (Echa una carcajada). ¡Pero por ella! (Vuelve a reírse).
—Hay quien dice que Bárbara ha actuado así para vengarse, por supuestos problemas que tuvisteis en el pasado.
—¡Qué dices! De todo lo que hemos hablado, esto sí que es una auténtica tontería. ¿Qué problema voy a tener con ella? Sí hubo una cosa con su hija, pero ni me acuerdo qué es ni creo que ella se acuerde.
“El año pasado, le pedí una cosa a Rocío Carrasco: “Soy una persona mayor y no quiero morirme sin demostrar que no has sido una mala madre”
—¿Has podido hablar con Ana Rosa Quintana tras su recaída en el cáncer?
—Mira… Se me pone la carne de gallina. Cuando me despierto, lo primero que hago por la mañana son unos ejercicios que me recomendó Maxi, el hijo de Edmundo, porque me llevo maravillosamente con todos sus hijos. Hace poco hablé con Maxi y le dije: ‘Veniros a casa, que ya no vivo tan lejos y hay sitio para vosotros. Así, veo a Leoncito y al nuevo miembro de la familia, Magno’. Le confesé que estaba preocupada por si estaban enfadados conmigo, por comentarios que he hecho de su padre. Inmediatamente, su respuesta fue: ‘Por Dios, María Teresa. ¿Te crees que nos vamos a enfadar contigo? ¡Si todos te queremos muchísimo!’.
—Pero te había preguntado por Ana Rosa.
—Sí. Cuando hago esos ejercicios por las mañanas, pido por personas que lo necesitan… Me dan ganas de llorar (se emociona). Doy las gracias por curar a mi prima Ana, que es un puntal en mi familia. También pedía por Diego Gómez, mi compañero de tantos años en la radio, que se murió, y por su mujer, Lucía. Ahora, todos los días, pido por mi prima María Amparo y por Ana Rosa. Estoy tranquila con Ana, porque he oído que se lo han cogido a tiempo y, sobre todo, tiene a sus hijos y su marido. El día que pongan El programa de Ana Rosa, pero presentado por Ana Rosa… No se lo creerá, por cómo es la confrontación en esta profesión, pero el día que la vea otra vez en televisión, que tiene mucho gusto arreglándose…, ese día será muy feliz para mí.