Nunca es buen momento para hacer una dieta. ¿Septiembre? Pfff… Por si no tuviéramos suficiente con la ‘depre postvacacional’, ponte ahora con ¿acelgas hervidas? ¿De verdad? Pero llega el 1 de septiembre y te acuerdas de la madre del ‘pescaíto’ frito y de la que parió al helado de tutti frutti, ese tan rico del paseo marítimo. Shaila Dúrcal y Carmen Morales fueron previsoras.
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Durante el verano, decidieron cambiar de hábitos de vida y hacer frente a los rigores del nuevo curso con las bondades de PronoKal y ¿el resultado? Prepárense a morir de envidia: 20 kilos, la pequeña de las hermanas y 15, la mayor. Y tenían su médico y tenían su gimnasio y, sí, sobre todo se tenían la una a la otra para darse apoyo, sin permitir que la fuerza de voluntad les flaqueara. Primero, porque bastantes sinsabores tiene la vida ya, como para andar contando gramos…
“Cuando ves que en tu matrimonio no hay solución, lo mejor es dejarlo ahí. No esperar a que todo se ensucie”, relata Carmen
Que si Carmen ahora vive sola, con una excelente relación con su ex Luis Guerra, pero ex a fin de cuentas, y que si Shaila, aún con esa carita de niña, cuenta ya con tropecientos mil kilómetros de carretera y manta que le han generado dolores que, con la madurez —acaba de cumplir 44 años— salen y... de qué manera. Y porque, segundo, afortunadamente repetimos, son su hombro mutuo, ese en el que se apoyan cuando las cosas se tuercen. Véase comer brócoli a la plancha el día de tu cumple, o afrontar el desamor y la soledad. Nos lo confiesan. Todo, ya lo verán. Incluida cómo es su relación. Aunque eso tampoco hace falta que te lo cuenten. Basta con verlas.
Se entienden solo mirándose. Se adoran. Y se les iluminan los ojos recordando a sus padres que tan solas las dejaron, que tan grandes eran y que tanto les hacían reír. La risa les sigue acompañando. De hecho, fíjense que lo que partió siendo una broma, quién sabe si algún día se hará realidad: Las Moralashian . ¿Saben de lo que les hablo? Que haciendo un juego de palabras, en un canutazo con los compañeros de las agencias, se compararon con las ínclitas hermanas Kardashian y flirtearon con la posibilidad de que surgiera un reality . Los medios lo dimos por bueno… Y, al final, oye, ¿por qué no? Que arte no les falta. “Nuestros padres nos parieron así: artistas”.
—Oye, ¿qué difícil hacer dieta en verano? ¿O es que PronoKal os lo pone fácil?
—Shaila: No es solo una dieta de verano. Esto es un cambio de estilo de vida totalmente. Es algo muy especial para nosotras, que siempre hemos batallado con el peso en momentos de estrés...
—Carmen: De ansiedad, de trabajo, de nervios... Y el verano es buena fecha, porque es cuando te apetece comer más ligero...
—S: A mí me ha cambiado la vida. Me hace sentirme bien conmigo misma todo el rato y me impulsa a seguir queriéndome cuidar...
—Aha... Pero vamos al morbo. ¿Cuántos kilos?
—S: (risas) Siempre con el morbo... Llevo 20.
—C: Y yo 15.
—Pero ahora que se habla tanto del body positive, de quererse uno tal cual es, a vosotras ¿qué os llevó a decir: “Oye, yo, no. Hasta aquí”?
—C: En mi caso, por algo que nos preocupa a muchas mujeres de mi edad. Empiezas con la premenopausia y es una palabra que te da... miedo. Comienzas a sentir cambios en el cuerpo, cosas que se te van de las manos o, al menos, eso crees... Y para mí fue un superpush decir: “Voy a hacerlo. Me va a ayudar a sentirme mejor”.
—S: Yo, porque físicamente tengo lesiones. Las típicas lesiones musculares. Como soy muy alta, siempre he tenido escoliosis y, con el exceso de peso, ya me costaba mucho moverme. Me costaba mucho terminar mi show. Me dolían mucho los pies, tenía pesadez... Estar más delgada no significa estar como un palo delgado, sino que, dentro de tu estructura ósea, estés en un peso ideal y saludable.
—Me habláis de un cambio de estilo de vida… Pero vuestra vida sigue siendo igual de ajetreada e, incluso, me da la sensación de que se va a complicar aún más…
—C: Es complicadísimo, sí. Yo, por ejemplo, ahora, en mi nueva vida, digamos que estoy… que vivo sola y...
“Nuestros padres eran genuinos”, recuerda Carmen. “Mi madre dejó el listón muy alto. En lo bonito. En lo mágico. Esa era la combinación letal de ella: era inalcanzable sobre el escenario y muy cercana cuando se bajaba de él”
—Eso me lo tienes que contar bien, Carmen…
—C: Sí. Si lo sabes, ¿no? Luis y yo nos hemos separado y... no es lo mismo cocinar para ti, que cuando cocinas para más gente. Ni siquiera mi hijo vive conmigo ya… Y en esa situación es muy fácil tirar de comida que no es saludable. Y no te hablo ya de hacerte una pizza. Te hablo de, de repente, un picoteo para cenar. Y a ese mal hábito te acostumbras con facilidad.
—De ahí que hacer dieta juntas haya sido un consuelo...
—C: Sí, la verdad... Y que ahora mi hermana se me vaya todo el mes me tiene… (risas).
—S: Me voy todo septiembre fuera… a trabajar. Nos toca vivir otra transición (risas).
—Porque tú, Shaila, ¿has estado todo el verano en España?
—S: En realidad, trabajando en México también y en Estados Unidos. Pero ahora, voy y vengo. La base la tengo en España. Con mi familia, que es lo más importante. Llevaba muchos años fuera… Creo que hice ese sacrificio de irme cuando tenía que hacerlo: con 20 años. Imagino que soñaba con ese otro lado del charco y, sí, he tenido la gran fortuna de hacer escenarios muy grandes... Pero ahora, toca ser fan de mi hermana.
Carmen: “Con mi actuación en Tu cara me suena, rompí por fin mi zona de confort. Ahora, voy a clases de canto... Estoy muy motivada”
—Es verdad, Carmen, ¡que vuelves a las tablas! ¡Por fin!
—S: Es lo máximo, ¿verdad?
—C: Estoy muy ilusionada. Tengo un par de proyectos muy bonitos de teatro.
—De hecho, fue estupendo volver a verte en Tu cara me suena...
—C: Fíjate que, ahí, rompí una zona de confort. Estoy yendo a clases de canto... Estoy muy motivada.
—S: Es bonito, Carmen, que hayas podido romper con esa barrera.
—C: Y necesario
—S: ¡Muy necesario!
—Sobre todo porque habéis mamado del espectáculo en casa. No era natural lo tuyo, Carmen...
—S: Nuestro padres nos parieron artistas. Somos artistas. Lo tenemos dentro. Y nos encanta probar todo. Mi hermana pinta que no veas. Acrílico. A mí, me gusta el pastel.
—C: Papá, recuerda, pintaba muy bien también...
—S: ¡No te haces ni idea! Y nos hacía unas fotos, cuando éramos pequeñas, maravillosas. ¿Te acuerdas del cuadro que le hizo a mamá?
—C: Y nos maquillaba y nos ponía flores...
—Y vuestra madre tenía un concepto estético espectacular...
—S: Por eso logró lo que logró. Ella sabía dónde ponerse, cómo ponerse, qué hacer... Era genial. Por eso la echamos tanto de menos en estas cosas, porque nos encantaría compartirlas con ella.
—C: Tenerla aquí de espectadora, ¿te imaginas? Habría sido feliz.
Shaila: “Somos artistas. Lo llevamos dentro. Y nos encanta probar todo. Mi hermana pinta que no veas. Acrílico. A mí, me gusta el pastel. Mi padre… cómo pintaba. Y mi madre era espectáculo puro”
—¿De espectadora? ¿Solo?
—S: Sí, sí. Ella siempre decía: “Yo no voy a estar cantando en el escenario con la garrota. Olvidaos”. Y mi padre, que le hacía bromas, le decía: “Tranquila Marieta que, para entonces, ya existirán los robots que lo harán por ti”.
—C: (risas) Eran genuinos.
—S: Eran muy bromistas. Pero fíjate lo consciente que era mi madre de dejar siempre en listón superalto. En lo bonito. En lo mágico. Esa era la combinación letal y perfecta de ella: era inalcanzable sobre el escenario y muy cercana cuando se bajaba de él.
—Con dos genios como ellos en casa, ¿cómo lograsteis sobrellevar su sombra tan alargada?
—S: Yo siempre digo que era un matrimonio fuera de lo común y, para nosotras, una inspiración. La jefa siempre será la jefa, como decía mi padre. A mí, por ejemplo, me salen muchas cosas de ella, porque la sangre no falla. Pero a los tres nos pasa y los tres somos personas muy diferentes. Ni a Carmen ni a mí se nos puede comparar con ella.
—Y, al mismo tiempo, sois como tres gotas de agua. Os complementáis mogollón. Basta solo con miraros...
—C: Nos entendemos sin hablar.
—S: Para lo bueno y lo malo. Yo... Yo saco de quicio a mi hermana (risas). No lo dice, pero es verdad. Soy la pequeña y los pequeños... tienen que fastidiar a los mayores (risas).
—Carmen, ¿ejerces de ‘la mayor’?
—C: Un poco. A veces.
—S: Me manda callar. Me lo recuerda todo el rato: “Hablas mucho”.
—C: Es que se mete en todo. Hay tres personas hablando de cualquier cosa y ya se mete ella… Como mamá.
—S: Es que de eso trata la vida. Mi madre decía siempre: “Ya me callaré cuando esté bajo tierra”.
—C: Ya… Es cierto.
—Es bonito veros interactuar...
—S: Siempre hemos sido una familia que hemos hablado mucho, que nos hemos querido siempre. Tampoco somos muy tocones ni estamos todo el rato dándonos besos, ¿eh?
—Pero en estos meses, con tu hermana, habrás estado más encima...
—S: ¿Con su separación? Por supuesto. Sé que lo ha pasado mal y que lo está pasando mal, por eso he intentado desviar su mente a otras cosas. A “vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro...”. Aunque, sinceramente, yo a ambos los veo muy bien.
—C: Porque no nos ha pasado nada para enfadarnos. Somos familia. Y somos personas coherentes. Y nos llevamos bien. Y hablamos... Somos vecinos también. Casa con casa. Pero son cosas que pasan. Ya está. En cierta medida, está bien decidir que una cosa acabe antes de que sea…
—S: Feo.
—C: Eso es.
—S: La vida son ciclos que hay que cerrar. Lo que ocurre es que hay veces que dejamos los ciclos abiertos y eso nos impide ir hacia adelante...
—C: Y que, cuando en la pareja hay cosas que no funcionan, tu obligación es intentar resolverlas. Pero si ves que no hay solución, lo mejor es dejarlo. Ese es el momento adecuado porque, si no, llega un punto en el que todo se ensucia, con reproches, con movidas… Y ¿qué necesidad?
Shaila: “Mis padres eran un matrimonio fuera de lo común y, para nosotras, una inspiración. La jefa siempre será la jefa, como decía mi padre. Ni a Carmen ni a mí se nos puede comparar con ella”
—Porque ¿cuántos años llevabas con Luis?
—C: Casi 12. De casados. Pero, juntos, más. Tres de novios… Son años... Por eso, lo intentas y lo intentas, pero es preferible dejar la historia en un momento en el que se puede dejar bien.
—S: Yo veo que os entendéis mucho mejor. Se ven “más matrimonio” ahora, ¿no te parece?
—C: Bueno, Shaila, tampoco. Lo que creo es que todo irá evolucionando, pero que siempre seremos familia todos.
—Al principio de una ruptura, también necesitas tomar distancia.
—C: Tienes que hacer ese trabajo. Y estar contigo misma y escucharte. Y ¿el cambio de vida? Pues no te voy a decir que esté sola, porque no estoy sola pero...
—S: ¡Estoy yo!
—C: (risas) Estás tú, es cierto, pero después de 15 años compartiendo tu vida con alguien, el silencio de la casa, de repente, es casi ensordecedor. Pero, ahora, toca escuchar a tu propio yo.
—S: ¡Estamos estupendas, hermana! (risas).
“Después de 15 años compartiendo tu vida con alguien, el silencio de la casa, de repente, es casi ensordecedor. Pero ahora toca escuchar a tu propio yo. Y en esas estoy”
—A ti, Shaila, ni te pregunto qué tal con Dorio…
—S: Yo estoy muy enamorada. Yo, a mi marido, le digo: “tú no te vas a librar de mí” (risas).
—¡Rollo amenaza!
—S: (risas) Mira, nosotros nos casamos en un momento en el que ya, para él, era su segundo matrimonio y yo era jovencita. Me casé con 28, así fui creciendo con él… Yo, por muy grande que sea la pelea que podamos tener, no me veo yéndome. O yéndose él del lado del otro. Nos llevamos muy bien. Mi padre nos lo decía, que teníamos togetherness, ‘síndrome’ de no poder estar el uno sin el otro. Y nosotros estamos juntos todo el rato. En el trabajo y en casa. Él es mi mánager, mi músico, mi productor...
—Y ¿cómo lo hacéis? ¿Podéis separar?
—S: Es algo que aprendimos: no traer las discusiones del trabajo a casa. Porque si yo discuto algo artista, sé hasta dónde puedo llegar… Pero también sé lo que él hace para impulsarme. Dorio me saca muchas veces de mi zona de confort y, en un principio, no me gusta nada pero, después, se lo agradezco muchísimo.
—Eso es confianza plena.
—S: A veces, le digo: “Eres igual que mi padre” y mi padre desde el cielo seguro que me dará la razón.
—Quizá Carmen, tu nueva situación personal es lo que te ha hecho volver a mirar a los escenarios, ¿no?
—C: Y que el gusanillo de la interpretación se lleva siempre dentro y que éste era un momento en el que ya nadie dependía de mí.
—S: Porque cuando Christian era pequeño, como mamá soltera, te era difícil, Carmen...
—C: Fíjate que, de bebé, era manejable pero, luego, se hizo más difícil porque un niño necesita una rutina. Esa rutina se la pude dar cuando mi hijo más me necesitaba, con la adolescencia. Pude estar con él todo lo que necesitaba. Y eso que he tenido un niño buenísimo, noble y más bueno que todas las cosas.
—S: Y que ahora está en Italia de viaje y pasa total de nosotras... (risas).
—Todo llega a su debido momento. Se coloca ¿no? Está claro que tenéis que poner en marcha Las Moralashian ...
—S: Oye (risas), al final, ¡poca broma!
—C: Trabajar juntas molaría...
—S: ¿Te imaginas una peli de acción? Tendríamos que hacer algo totalmente diferente a como somos nosotras.
—No es tan descabellado, acordaos de…
—S: ¿Oceans 8? Con Sandra Bullock. Qué buenas todas las actrices... La he visto 80 veces.
—C: Pues aprovecho para reivindicar más papeles para mujeres mayores de 50. ¡Las mujeres somos fantásticas!
—S: La rabia es que no podamos vivir sin ellos…