María Teresa Campos ha fallecido este martes por la mañana a los 82 años. El pasado domingo saltaron todas las alarmas, cuando la ‘reina de las mañanas’ era ingresada de urgencia en “estado muy grave” debido a un cuadro de insufiencia respiratoria aguda. Hasta el centro se desplazaron sus hijas, Terelu y Carmen Borrego, para arropar a su madre en este delicado momento. Através de sus memorias, Mis dos vidas , la presentadora desveló algunos de los momentos más inéditos y algunas de las vivencias más dramáticas de su vida, que ahora recordamos.
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El libro se dividió en dos partes. La primera, desde su nacimiento en Málaga hasta su llegada a Madrid; la segunda, desde su llegada a la capital de España hasta el que era su momento actual. “Sé que no es una, sino dos; dos vidas separadas nítidamente como dos océanos, como aparecen separados los países en los mapas y el laberinto de huesos en una radiografía”.
María Teresa Campos Luque fue educada para ser una señora de su casa, una mujer que debía entregarse por completo y en exclusividad a su marido y a sus hijos. Pero la realidad fue muy diferente, porque el azar la llevó por otros caminos. “Me casé y fui madre. Pero ni el matrimonio fue para siempre ni mi existencia se ha reducido a la familia como elemento único y definitivo”, expresaba la presentadora.
Famosa desde los cuatro años
“La primera vez que mi nombre apareció en los periódicos tenía poco más de cuatro años. No es un farol”, relataba la presentadora de Día a Día. Fue una realidad dramática y uno de los primeros recuerdos, de su vida. Ocurrió el 30 de noviembre de 1945 en Málaga que, como el resto de España, estaba herida y dividida por la guerra civil.
“Antonio Rueda Morales, el chico de los recados del salón de limpia botas de la calle de Santa Lucía, caminaba por el Pasillo de la Cárcel (hoy avenida de la Rosaleda). Antonio, de catorce años, iría pensando en sus cosas cuando, de pronto, se encontró con algo que le llamó la atención: una bola negra. Creyó que se trataba deuna pelota e hizo lo que habría hecho cualquier chaval de su edad: la cogió”.
“La primera vez que mi nombre apareció en los periódicos tenía poco más de cuatro años”
La supuesta pelota cayó al suelo y en ese momento se produjo una fuerte explosión, un estruendo que inundó como un sobresalto ensordecedor la calle de Santa Lucía. “El chico de los recados del salón de limpia botas no estaba jugando, como creía, con un balón: jugaba con una bomba.Y allí, en ese instante, estaba yo, con algo más de cuatro años, a tan sólo cincuenta metros, cogida suavemente de la mano de mi tía Elvira”, relataba la comunicadora.
Las consecuencias podrían haber sido “fatídicas” si le hubiese dado a María Teresa Campos en la cara, sin embargo, el impacto alcanzó su cuerpo: “Aún hoy tengo cicatrices en los brazos y las piernas, marcas imborrables que me acompañan desde entonces como prueba de aquella mañana de noviembre en que fui lo que ahora llamaríamos un daño colateral”.
Su primer amor y la radio
Ignacio fue uno de sus primeros amores. “En la pandilla de los chicos había uno que destacaba... por guapo. Nos gustaba a todas, pero me lo llevé yo. Así, de una manera bastante precoz —tenía catorce años—, me eché novio”, confesaba para sus lectores. Y añadía: “La primera vez que Ignacio me pidió un beso reaccioné airadamente: ‘¿Tú te crees que esto es el cine...?’ ¿Qué pensaba aquel niñato, que Málaga era Hollywood? No hace falta que aclare que, ni de lejos, se trataba de los besos de tornillo de ahora...”. Porque María Teresa siempre fue una mujer de carácter, y así lo demostró en la pequeña pantalla.
Por otra parte, sus inicios en la radio fueron por casualidad. “Un día fui con mi prima Leli a ver algo muy característico de aquel tiempo: un programa de radio de cara al público. Era en Radio Juventud de Málaga, el medio de comunicación de referencia más importante de la ciudad”, y así, sin planearlo le hicieron una prueba. “El medio me hace popular en Málaga, pero llegan los problemas con el que seguía siendo mi primer novio (Ignacio). Empiezan los celos, la desconfianza, esas mezquindades que nunca he podido soportar”, afirmaba.
“En la pandilla de los chicos había uno que destacaba... por guapo. Nos gustaba a todas, pero me lo llevé yo. Así, de una manera bastante precoz —tenía catorce años—, me eché novio”
“Un día, en el más puro estilo de machito prematuro de sus diecisiete años, me plantea solemnemente una elección: ‘La radio o yo’. Me quedé, por supuesto, con la radio... A mí no me sometía ningún hombre a un pressing, al chantaje de ‘la radio o yo’”. Y ahí, la comunicadora tomó conciencia de que en la vida quería algo más que casarse y tener hijos: quería trabajar.
Su boda y su marido
Y en la radio, sin salir de sus paredes, conoció al hombre que se convertiría después en su marido: José María Borrego. “Curiosamente, no era el compañero que más me gustaba. Le tenía echado el ojo a otro, pero la casualidad propició, una vez más, que mi vida tomara un nuevo rumbo...”. “Nos hicimos novios. Este iba a ser el definitivo. A los dos nos unía la radio. El era muy serio, bastante adusto. Tenía seis años más que yo, aunque, como ya he dicho, por su físico y personalidad la diferencia parecía más abultada”.
José María y ella se entendían muy bien: “teníamos la misma profesión”. Además, relataba que se sentía protegida a su lado. Pero no todo era color de rosa. “José María tenía un carácter muy fuerte. Se enfadaba por cualquier cosa y pasamos peleados una buena parte de los siete años de noviazgo. Era muy susceptible: saltaba por la tontería más pequeña. Como era el encargado de emisiones en la radio, si yo tenía un fallo en el trabajo podía dejarme de hablar durante quince días”.
“Al cabo de unos cinco años de noviazgo, en una de esas escapadas tan suyas, yo me fui a un guateque y allí conocí a un hombre que me gustó, un tipo bajito que tenía una conversación estupenda”
“En esas etapas de silencio él se iba arriba y abajo con unas y con otras. Yo me enteraba, porque, naturalmente, siempre había almas caritativas dispuestas a que estuvieras puntualmente informada de lo que estaba pasando”. Y ella tomó una decisión: “Al cabo de unos cinco años de noviazgo, en una de esas escapadas tan suyas, yo me fui a un guateque y allí conocí a un hombre que me gustó, un tipo bajito que tenía una conversación estupenda”, desvelaba en sus memorias.
“Empecé a salir con él, nada, tres o cuatro días..., porque, ¡ay!, cuando José María se enteró de la historia fue a buscarme inmediatamente. Jamás volvió a dar la ‘espantá’, a alejarse de mí para aterrizar en los brazos de la correturnos de guardia. Pero también es verdad que, para entonces, algo se había roto definitivamente”, afirmaba.