Hace más de dos décadas que Eugenia Silva pisó Formentera por primera vez. Una visita en invierno para ver a unos amigos fue el inicio de su idilio con la isla del agua turquesa, las playas blancas y las sensaciones únicas, donde los amaneceres no se olvidan y las puestas de sol en el mar son un regalo de la naturaleza. Cautivada por el embrujo de la pequeña de las Pitiusas, se convirtió en una más entre los lugareños, se compró su Mehari color ‘sáhara’, con el que aún hoy se mueve por caminos y senderos de arena, y no paró hasta encontrar la casa de sus sueños. En ese orden. Desde entonces, cada verano —y en cualquier fecha que pueda escaparse— se refugia en su particular oasis, ‘Can Eu’, la casa que construyó perfectamente integrada en el campo, entre pinos, higueras y algarrobos. Allí, lejos del mundo y dedicada a los pequeños grandes momentos de la vida, como ver correr a sus hijos alrededor de la piscina, recibir a amigos y familia, leer un buen libro o, sencillamente, charlar a la luz de las velas, Eugenia recarga las pilas.
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“Ha sido un año complicado y quería pasar un verano cien por cien familiar. Necesitaba un poquito de calma, que es lo que me da esta isla. Capacidad para descansar y estar tranquila”
Y estos están siendo meses muy difíciles, tras la irreparable pérdida de su padre. Un verano diferente en el que la top y empresaria ha necesitado más que nunca paz y sosiego arropada por los suyos en su pequeño paraíso. En él nos recibe y recordamos los instantes de felicidad, cuando Alfonso, de nueve años, y Jerónimo, de seis, arrancan su sonrisa más allá de la tristeza; su década de amor con Alfonso de Borbón y el buen equipo que forman; sus 30 años de éxitos en el mundo de la moda… y los nuevos retos, ante los que nunca se amilana, como su debut en la actuación en la serie Camilo Superstar, donde da vida a Lucía Bosé.
“Para mis hijos, claro, debo de tener la energía al cien por cien y estar feliz y contenta. Están siempre pendientes de si me lloran los ojos: “Mamá, ¿vas a llorar?”, “mamá ¿estás bien?”, “mamá, ¿estás triste?”. Con ellos es complicado no estar feliz”
—A Formentera vuelves cada verano, pero ¿sentías que necesitabas volver a la isla más que nunca?
—Ha sido un año complicado y tenía muchas ganas de estar tranquila con mi familia, sin necesidad de sentir que tenía que viajar, compromisos sociales, etc. Quería pasar un verano cien por cien familiar. Han venido mi hermana y su familia y también ha venido mi madre. La verdad es que ha sido un año un poco convulso, con lo cual necesitaba un poquito de calma, que es lo que me da esta isla. Capacidad para descansar y estar tranquila.
—Estas vacaciones han sido agridulces para ti, Eugenia. ¿Cómo te encuentras en estos meses duros y cómo has afrontado el verano?
—Pues sí, como te digo, es un verano distinto, echamos muchísimo de menos a mi padre, como todos los días. Quizá, como con él veraneábamos en Marbella, este año… no sé… no he querido estar ahí tanto tiempo. Necesitábamos mucho estar juntos los hermanos, con mi madre, y tratar de disfrutar, que a él le encantaba. Le encantaba la playa, el verano, su cerveza fría, sus aperitivos y bueno…pues seguir un poco la estela que él nos enseñó, que era de disfrute máximo.
“Echamos muchísimo de menos a mi padre. Necesitábamos mucho estar juntos los hermanos, con mi madre, y tratar de disfrutar, que a él le encantaba”
—Tus hijos, Alfonso y Jerónimo, te arrancarán las sonrisas incluso cuando no tengas ganas. Los niños, al final, son los que te ponen las pilas.
—Obviamente, se acuerdan de su abuelo, pero no lo viven de la misma manera. Y para ellos, claro, debo de tener la energía al cien por cien y estar feliz y contenta. Están siempre pendientes de si me lloran los ojos: “Mamá, ¿vas a llorar?”, “mamá, ¿estás bien?”, “mamá, ¿estás triste?”. Pero bueno, con ellos es complicado no estar feliz. Estamos todo el tiempo juntos, pegados, y estoy pasando todas las vacaciones así con ellos, porque la verdad es que lo necesitaba. Estos últimos meses han sido de mucho trabajo, viajes y fines de semana fuera de casa y he querido que se harten de su madre este verano.
“Mis hijos son fuertes, altos, sanos…Una bendición. Sobre todo, son niños felices, contentos, alegres y curiosos, que para mí eso es muy importante ¡Qué voy a decir de ellos!”
—Por cierto, están enormes, han crecido muchísimo, ¡ahora sí que tienes hombretones!
—Son hombretones, sí. Altos, fuertes, sanos, una bendición. Sobre todo, son niños felices, contentos, alegres y curiosos, que para mí eso es muy importante. Les gusta investigar, conocer, viajar, les gusta relacionarse… ¡Qué te voy a decir de ellos!
—Las vacaciones acaban con la rutina del resto del año, madrugones, colegios, horarios… ¿Qué planes haces con los niños, con qué disfrutáis más?
—Estamos todo el tiempo juntos, con lo cual hacemos plan de barco, hacemos plan de casa, piscina, excursiones, conocer la isla, otra Formentera que no es la que conocemos habitualmente, vamos a comer, vemos películas, nos acostamos tarde, nos levantamos tarde... Todo lo que no podemos hacer el resto del año.
“Siempre creí que, si no era madre, no pasaba nada, porque mi vida era muy completa, pero una vez que tienes el primer segundo de esa vida en tus brazos piensas que todo encaja y que todo tiene sentido”
—¿El momento del día que más atesoras junto a ellos y que no te pierdes?
—El momento del día que más atesoro es el desayuno, esel que más me gusta. Me encanta cuando se levantan con cara de sueño y desayunamos juntos. Es mi momento favorito… definitivamente.
—¿Cómo es un día tuyo en Formentera, a grandes rasgos?
—Comienza con un gran desayuno todos juntos y, luego, a mí por la mañana me gusta hacer algo de deporte o damos un superpaseo, vamos a alguna cala que no conocemos y comemos tarde. Por la tarde aprovecho para que lean y vean alguna película y, cuando pasa un poco el calor, ya hacemos otro plan. Ellos juegan mucho al fútbol, tienen amigos de aquí y se van a jugar al colegio del pueblo de al lado, o nos vamos a la playa, también depende un poco de si tenemos gente en casa.
“Aquí básicamente hacemos un plan totalmente familiar. Por supuesto que tengo rincones secretos, que nunca desvelo, donde puedo bañarme sola en pleno agosto”
—Por lo que dices, da la sensación de que soléis tener mucha gente en casa que “se apunta” a vuestro plan de vacaciones.
—Siempre solemos invitar a gente, normalmente, familia y amigos. Han venido mi hermana y mi cuñado con los niños; después, mi madre y mi tía; han estado también una sobrina mía y Alejandra, la hermana de Alfonso, con su novio y los niños; una amiga mía alemana, y Samanta Vallejo-Nájera y su marido estuvieron el año pasado y han venido en barco y han pasado unos días.
“Alfonso es como su padre, comedido, tranquilo, es muy tímido, muy responsable, y Jerónimo es mucho más aventurero, más lanzado, prueba todo lo que haya de comida, le encanta descubrir sabores”
La casa llena
—Madre mía, Eugenia, eso es un no parar, ¿te estresas o ya estás acostumbrada?
—La verdad es que a mí me gusta tener la casa llena de gente y disfrutar de comidas largas y apetecibles, sentarnos en el porche a leer, charlar a la luz de las velas o escuchar música… Simplemente no hacer nada, que es lo más importante. Olvidarnos de compromisos sociales, de maquillaje…Hay gente que me dice: “No tienes espejo en tu casa”. Y es verdad, no tengo un espejo de cuerpo entero en Formentera, están solo los del cuarto de baño y son muy pequeños, porque al final hay que descansar la cabeza y dedicarnos a otras cosas, y creo que eso es reponer fuerza y energía para el resto el año.
“No hay hotel o barco que se le pueda comparar a mi casa, con mis cosas, mis comidas, mi tranquilidad, mi música, mi sombra de la higuera, la piscina y, luego, un mar maravilloso donde darse unos baños”
—¿Hace cuántos años que vienes a la isla? ¿Cuándo la descubriste?
—Pues hace ahora como 23 años. La descubrí en invierno, porque se vinieron unos amigos míos de Madrid a vivir aquí y vine a conocer su casa y el lugar donde se habían mudado. Y me enamoré de la isla. Y ya empecé a venir tanto en invierno como en verano. Primero me compré el Mehari y luego me puse a buscar casa, hasta que encontré un terreno a través de unos amigos, y la casa la construí a mi gusto con la ayuda de mi amigo Luis Galliussi. Le quedó preciosa, estamos muy orgullosos de ella y nos hace muy felices.
—¿Qué es lo que más valoras cuando estás en esta casa?
—Paso mucho tiempo en la carretera, como se suele decir: en estudios, localizaciones, en aviones... y la verdad es que lo que me gusta realmente es estar en casa; yo aquí estoy como en ninguna parte. No hay hotel o barco que se le pueda comparar a mi casa, con mis cosas, mis comidas, mi tranquilidad, mi música, mi sombra de la higuera, la piscina y luego un mar maravilloso donde darse unos baños y dar paseos, que me encantan, porque sigo descubriendo cosas de la isla.
“Descubrí Formentera hace unos 23 años, en invierno además, porque se trasladaron unos amigos míos de Madrid a vivir aquí y vine a conocer su casa. Y me enamoré de la isla”
—En los últimos años, el turismo ha crecido tanto… ¿Consigues encontrar paz y tranquilidad?, ¿todavía tienes rincones “secretos”?
—Aquí, básicamente, hacemos un plan totalmente familiar. Por supuesto que tengo rincones secretos, que nunca desvelo, donde puedo bañarme sola en pleno agosto. Es importante mantener la tranquilidad y la intimidad. La isla puede ser una locura, puede estar llena de gente, puede ser divertida, pero también hay que seguir manteniendo su pureza.
—Los niños cambian mucho, tus hijos tienen ya nueve y seis años. ¿Sigue pareciéndose Alfonso más a su padre y Jerónimo más a ti en lo intrépido, en la manera de ser?
—Los niños cambian mucho, efectivamente. Siguen pareciéndose, sí. Alfonso es como su padre, comedido, tranquilo, es muy tímido, muy responsable, y Jerónimo es mucho más aventurero, más lanzado, prueba todo lo que haya de comida, le encanta descubrir sabores. Luego tienen una mezcla grande, porque a los dos les encanta viajar, conocer y acompañarnos a todas partes. Llevan viajando con nosotros desde que nacieron y es muy fácil ir con ellos. A Alfonso me lo llevé con meses a Nueva York, a Los Ángeles y a Kenia, y Jerónimo también ha viajado por todos lados. Y eso hace que se adapten a todo, no son niños caprichosos, no están pegados a las pantallas, la verdad; les gusta descubrir, les encanta probar restaurantes, adoran la comida japonesa, china, la mexicana con muchísimo picante… Todo lo que sea viajar y descubrir, los puedes llevar donde sea.
“Me puse a buscar casa, hasta que encontré un terreno a través de unos amigos, y la construí a mi gusto con la ayuda de mi amigo Luis Galliussi”
—De jovencilla tenías muchas ganas de volar… y así lo hiciste. Te fuiste de casa muy joven, ¿te has arrepentido de algo?
—Es cierto. Yo vivía en Toledo, estudiaba en un colegio de monjas, con un padre muy estricto… Leía el Vogue americano, revistas de arquitectura en casa de mi tío y yo quería ver esas casas, ver esa ropa, conocer esas ciudades y a esas modelos… Y siempre lo busqué y, bueno, me las ingenié para conseguir poder viajar. Primero a París, luego a Nueva York, donde me quedé, y entre medias estuve un tiempito en Milán. La verdad, sabía que quería ver mundo, que quería conocerlo, tenía y tengo una curiosidad muy grande.
—Y ahora que eres madre, si uno de tus hijos te dijera en pocos años que se va de casa a conocer mundo, ¿qué te parecería, cómo te lo tomarías?
—Bueno, no creo que vaya a suceder —ríe—. Están los dos muy apegados a nosotros y, por ahora, no dicen nada al respecto, al revés, no quieren irse ni a un campamento, no quieren ni oír hablar de eso. Pero creo que lo fundamental es darles todas las herramientas para que ellos estén preparados y puedan tomar sus decisiones y, luego, apoyarlos en lo que decidan, siempre que sean decisiones responsables y tomadas con la cabeza. Ellos estudian en un colegio internacional con chicos de todas las nacionalidades y me parecería lógico y normal que quisieran viajar y relacionarse con más gente, ampliar su círculo, conocer y estudiar en otras ciudades. Y yo los apoyaré siempre que sea posible, y si puedo, me voy con ellos. Si deciden irse a estudiar a Boston, yo me voy con ellos —ríe—.
“El momento del día que más atesoro es el desayuno, es el que más me gusta. Me encanta cuando se levantan con cara de sueño y desayunamos juntos. Es mi momento favorito… definitivamente”
—Has celebrado ya 30 años en la moda, que se dice pronto, ¿te habías imaginado que seguirías al pie del cañón a estas alturas?
—He celebrado 30 años en la moda y nunca lo había pensado, porque, al final, mi mundo de la moda ¡lo he ido ampliando a lo largo de los años! El espectro es amplio, ahora como productora, con temas de dirección de arte, haciendo cosas distintas ya no solamente delante de la cámara, sino detrás. Lo que yo pensaba que es el mundo de la moda ha resultado ser un universo mucho más amplio y eso me ha permitido crecer como persona y desarrollarme profesionalmente en un campo mucho más amplio. Estoy dentro del mundo de la moda, pero desde otros prismas.
—¿Qué cualidad tuya destacarías por encima de otras que te ha ayudado a mantenerte durante tanto tiempo?
—Yo creo que hay que saber evolucionar y también adaptarse a los cambios, a lo que la gente quiere, a cómo nos comunicamos y a cómo nos presentamos. Como persona curiosa que soy, me gusta porque estoy siempre investigando qué es lo nuevo, qué aportan las nuevas tecnologías, los nuevos diseñadores, los nuevos productos beauty , las nuevas marcas cosméticas, porque, al final, cuanto más conocimiento tenga, más vías tengo para desarrollar mi trabajo y para ver cómo me presento a la sociedad, siempre manteniendo mi propia esencia. Creo que es fundamental. No podemos mantenernos anclados en el pasado, ya que todo va muchísimo más rápido ahora.
—Después de haber vivido 18 años en Nueva York, ¿nunca te planteaste establecerte allí con la familia después de haber sido madre?
—Volví a España cuando vi que vivir en Nueva York con Alfonso hijo era una ardua tarea y que estaba mucho más acompañada en Madrid y era más fácil. A Alfonso padre le gusta viajar, pero, para vivir, piensa que Madrid es la mejor ciudad del mundo, con lo cual desmonté lo que era mi vida allí y me vine. Y la verdad es que estamos muy contentos de haber tomado esa decisión.
“Alfonso me sorprende como padre cada día: es un padre entregado y sin su ayuda no podría desarrollar el trabajo que hago ni viajar lo que viajo. Somos un equipo y nos compenetramos muy bien”
—Has cumplido diez años junto a Alfonso, ¿sois de celebrar aniversarios, habéis hecho algo especial?
—Nos habéis recordado los diez años que llevamos juntos en un reportaje que salió hace unas semanas en la revista, porque nosotros no tenemos ni fecha ni aniversario, la verdad es que ni lo pensamos. No lo sé, son unos convencionalismos que no celebramos, creo que lo importante es estar bien día a día y, sobre todo, reírse. Siempre digo que no hay que tomarse la vida tan en serio y creo que es bueno, sobre todo, dentro de la pareja, como te comento, reírse mucho y no perder nunca la educación y el respeto. A mí me da mucha pereza pelear, no soy nada peleona ni discutidora, evito el conflicto y creo que eso ayuda mucho en una pareja.
“Él me aporta la estabilidad que le falta a mi vida, y a mí no me van mucho las rutinas, me gusta la aventura, así que le aporto un punto de locura diaria y de espontaneidad”
—¿Te ha sorprendido Alfonso como padre?
—Alfonso me sorprende como padre cada día: es un padre entregado y sin su ayuda no podría desarrollar el trabajo que hago ni viajar lo que viajo. Somos un equipo y nos compenetramos muy bien. Creo que él me aporta la estabilidad que le falta a mi vida y a mí no me van mucho las rutinas, me gusta la aventura, así que le aporto un punto de locura diaria y de espontaneidad. En mi vida profesional tengo todo organizado, mi calendario está lleno hasta noviembre y tengo muy pocos días libres, así que en mi vida personal trato de no planificar tanto y estar un poco más libre. No sé, de repente decir: “¡Nos vamos de viaje!”, hacer las maletas y marcharnos.
—Una persona como tú, alabada siempre por su estilo, ¿tiene algún icono de estilo?
—Mis iconos de estilo son hombres —ríe—, me fijo más en el mundo masculino que en el femenino. Mi favorito es Jeremy Irons, porque me parece el personaje más elegante, con un estilo propio increíble, viste de maravilla y tiene un rollo bohemio que me encanta. Otro que me gusta mucho es John Kennedy, Jr. Cómo llevaba el sport, aunque fuera un traje de baño con un jersey o una sudadera y una gorra… Eso era elegancia natural.
—¿Cuál es, hoy por hoy, tú mayor lujo, Eugenia?
—Mi mayor lujo es el tiempo que me falta. Para mí los días tendrían que ser de 36 horas porque siempre me falta tiempo, con lo cual, cuando puedo tenerlo, lo disfruto muchísimo haciendo lo que sea.
“Estoy muy agradecida con la vida y con cómo me trata, aunque pasen cosas absolutamente devastadoras y tristes. Cuando pienso en mi padre pues… pienso que he tenido el mejor padre del mundo”
—¿Dónde y en qué circunstancias eres más feliz?
—La verdad es que soy bastante feliz, soy muy disfrutona, me gusta la frase carpe diem, vivir el momento. Creo que todo puede cambiar en un segundo y hay que disfrutar, valorar las cosas, estar felices por los días que vivimos y cómo los vivimos. Y, sobre todo, estoy muy agradecida con la vida y con cómo me trata, aunque pasen cosas absolutamente devastadoras y tristes. Cuando pienso en mi padre, pues pienso que he tenido el mejor padre del mundo, es quien más me ha apoyado, quien me ha puesto los pies en la tierra cuando más lo necesitaba, el que más me ha ayudado. Siempre decían que éramos iguales, que yo era un calco suyo…
—¿Qué es lo que más te reconforta en un mal día?
—Pues mira, me pego cuatro voces a mí misma en mi despacho, llamo a mi amigo Jesús o a mi madre y damos un superpaseo —caminar calma la mente— o hago algo de ejercicio, yoga, por ejemplo. Desconecto un rato y luego vuelvo a ser persona.
—Si tuvieras que elegir un momento concreto de tu carrera, ¿cuál sería?
—Quizá, algo que marcó un antes y un después fue irme a Nueva York, porque en ese momento Nueva York cambió mi vida. Salir en Vogue americano, conocer a Anna Wintour y que apostara por mí cambió mi carrera por completo.
“Un número en el carné de identidad no te define. Tus pensamientos, tus actos, tus palabras, tu “modus vivendi”, tu carrera, tu vida, tus hijos… Esas son las cosas que te definen”
—¿Y uno de tu vida en general?
—Obviamente, el nacimiento de mis hijos. Siempre creí que, si no era madre, no pasaba nada, porque mi vida era muy completa, pero una vez que tienes el primer segundo de esa vida en tus brazos piensas que todo encaja y que todo tiene sentido.
No ponernos barreras
—Los años en el mundo de la moda parece que han dejado de condicionar… ¿Tú has sufrido en algún aspecto la tiranía de la edad, como le pasa a muchas actrices?
—Creo que es fundamental no ponernos barreras nosotras mismas, porque si no lo hacemos nosotras, nadie nos las puede poner. Pienso también que las revistas de moda, las periodistas… tienen que aprender. El otro día leí un artículo: “La minifalda a partir de los 40”. ¿En qué momento alguien ha dicho que no te puedes poner minifalda a partir de los 40? ¿Quién ha decidido esto? Porque nadie lo ha decidido. Entonces, ¿por qué hay una periodista que piensa que tiene que haber una edad límite para ponerse minifalda? Cuando nosotras mismas dejemos de tener esos prejuicios podremos vivir nuestra edad, nuestro físico y nuestros pensamientos con total libertad. Otra cosa… cuando hablan de ti ponen tu nombre y entre paréntesis tu edad. ¿Por qué? ¿De verdad le afecta al lector saber que tengo 47, 43, 45 o 73?
—Un número no te define, a esto te refieres.
—Exactamente. Un número en el carné de identidad no te define. Tus pensamientos, tus actos, tus palabras, tu modus vivendi, tu carrera, tu vida, tus hijos… Esas son las cosas que te definen. Por eso creo que, cuando rompamos nosotras mismas esas barreras y esas tiranías para con nosotras, podremos vivir más felices. Retomando lo que decías, lo lógico es que haya modelos de todas las edades, porque hay consumidores y consumidoras de todas las edades. A mí no me representa una niña de 16 con una piel tersa, joven y con unas piernas infinitas, no. A mí me representa una persona de mi edad con una piel cuidada, bonita, con un pelo estupendo, pero no una niña de 16, porque tengo 47. Pienso que el mundo de la moda y de la belleza ha sido inteligente y se empiezan a utilizar los role models, los modelos de todas las edades, porque los consumidores son de todas las edades.
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