“.- Pero ¿Qué ha pasado aquí? Que si ya Capri en agosto es imposible, lo de hoy no tiene nombre. ¿Ferragosto tiene la culpa?
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
.- No. JLo
.- ¿Cómo?
.- Jennifer López . Ella es la culpable. Desde que la vieron en Capodichino, gestionar las reservas ha sido una locura. Dicen que ayer se pagó la noche de hotel en Anacapri a 18.000 euros ¡Todo el mundo se quiere cruzar con ella y hacerse un selfie! Y para mí que, después de sus actuación sorpresa en ‘Anema e Core’, ésa ya se ha ido…”
Y la camarera de ‘Le Camerelle’ tenía razón. Ésa, o seasé, la diosa latina de Hollywood ya había dejado la isla. Tenía compromisos laborales que cumplir y, personales a los que dedicarse: nada más y nada menos que el cumple de Ben Affleck y su aniversario de bodas. Es decir, 54 años por un lado y 1, por el otro. Luego abordaremos éso, antes, regresemos a Capri y el revuelo que la estrella de Brooklyn había provocado. Porque si bien ya habitualmente esta isla -quintaesencia del Mediterráneo, el lugar donde Tiberio construyó su Villa Jovis y jugaba con sus pececitos desnudos en la Grotta Azzurra, el escenario donde Sophia Loren enamoraba a Clark Gable, o donde Jacky O, bautizaba sus pantalones pesqueros y Richard Burton le tiraba a Elizabeth Taylor las polpette al pomodoro cardado abajo- es un pedazo de maravilloso caos, la de On the floor, había conseguido elevarlo al infinito. Era practicamente intransitable. Y no solo On the floor, es decir, por tierra, nos quedaríamos cortos si no mencionáramos que también por mar y por aire.
Porque hablamos del “día después”, cuando las redes ardían con cientos de vídeos de la cantante, pero de eso aún nadie era consciente. Papparazzi de todo el mundo surcaban en moto las estrechas y superpobladas calles del peñón con sus grandes objetivos al cuello, pero también el cielo anticiclónicamente azul con los drones y, por supuesto, el mar con gomonas y lanchas de velocidades vertiginosas y los clásicos gozzo, para los más precavidos y sigilosos… Sin contar con los turistas móvil en mano. Porque el razonamiento era meridiano: si el día antes, JLo había recorrido todos los rincones de Capri palmo a palmo y boutique a boutique, ¿por qué no iba a volver a hacerlo? ¿Por qué no iba a volver a por otro bikini al 50% en Calzedonia? Y quien dice Calzedonia dice… Luego les enumero. Pero es que el Pershing 43, su veloz ático de superlujo sobre el mar ya no estaba amarrado en la Marina Grande… Mmmm… Daba igual, seguro que volvería. Ella misma lo había dicho: Capri era su “elemento”. No podía ser que solo se quedara un día... Aunque su día diera para mucho… Casi 24 horas imparables.Porque para el que suscribe, encontrarse en el epicentro de la noticia ocurrió por casualidad. Vacaciones familiares pero… de repente ¡Zas! delante de tus propias narices que, por cierto, se estaban pelando por la insolación y la falta de bronceador. A Jennifer, eso no le habría pasado nunca. Como contaba la empleada del restaurante antes de servir unos spaghetti alle vongole veraci por 24 euros de nada, JLo había aterrizado en el aeropuerto de la capital campana casi en secreto con el compromiso de rodar un anuncio y hacerse unas fotos para una de las firmas de las que es imagen, Luisa Via Roma, la misma que, junto a UNICEF, hace un año, patrocinaba un concierto privado sobre el escenario de la Certosa di San Giacomo. Muy pocos fueron entonces los elegidos a la cita y 4 eran los 0’s del cubierto para verla en directo. Este año, en cambio, había sido gratis. O casi.
Jennifer llegaba a Nápoles con sus hijos Emme Maribel y Maximilian David. A los niños, se les vería después en el puerto deportivo de Marina di Stabia en la eslora de un gran yate blindado… pero, al día siguiente, JLo publicaba en redes una foto de ella, sola, sin niños, sin Ben, almorzando en Nerano, centro neurálgico de la Costiera Amalfitana. O sea, Capri, a tiro de piedra. Rodear las islas de Nureyev y el cabo de Sorrento y, ya. Lo mismo que se tarda en comerse unos spaghetti y unos ravioli alla Nerano (con ajo, calabacín y aceite oliva). De hecho, así fue cómo pasó. A las 15, y tras apretarse entre pecho y espalda dos platitos de pasta, Jennifer López atracaba en la isla a bordo de su bólido marino y se sumergía, con su misma capacidad de la campeona en apnea Alessia Zecchini, en las profundidades abisales del shopping. Se recorrería Via Camerelle de cabo a rabo.
Desde el Laboratorio del Profumo Carthusia hasta la Piazzetta, esa que cruza a solateras un remedo de Khasshoggi en È stata la mano de Dio, de Sorrentino quien, a todo esto, tenía colapsada Napoles con el rodaje de su última película L’aparato umano y Robert de Niro, pero ése es otro tema. Volvamos a Jennifer y a su recorrido en zigzag. De Etro a Yves Saint Laurent; de Gucci a Louis Vuitton; de Valentino a Dior; de Bottega Veneta a Chanel; de Cucinelli a Scervino, comprando y admirando prendas y complementos made in Italy. Como el suje negro de 25 euros con el que se le ve soplando la vela de su tarta de aniversario… Que ella también aprovechó las rebajas...
Un largo paseo por la street fashion isleña bajo un gran sombrero panamá negro, pantalones cargo de lino y una blusa de tricot de algodón estilo… Capri. Y seguida por un nutrido grupo de colaboradores: secretarias, ayudantes, guardaespaldas… y, entre ellos, su entrenador vocal Steve McKey y su productor Benny Medina. Un mini séquito que no dejó a JLo sola ni un solo momento para, después, escoltarla hasta guarecerse -sola- en el oasis del Gran Hotel Quisisana, el lugar que Jennifer eligió para pasar su única noche en Capri. Allí donde sustituiría el rumor de las olas por el perfume del gelsomino notturno que separa este lujosísimo resort -propiedad de la familia Morgana- de mundanal ruido y con el que, por primera vez, cambiaba las sábanas de algodón egipcio del Tiberio Palace, donde se había hospedado en otras ocasiones. La recibiría el gerente de establecimiento, Adalberto Cuomo, su esposa Rossella, y su hermana Jade. Ah, y el concejal de Medio Ambiente y Patrimonio de Pompeya, Marcello Lala, con el que se hizo un selfie.
Tras una siesta reparadora y que en Italia se cena pronto, la del Anillo pa’ cuando tenía una parada obligada: ‘Ristoro Aurora’, donde la dueña, Mia d’Alessio, le había preparado una revisión de la tarta favorita de la artista: la torta caprese (de chocolate y almendras) que, a partir de ahora, estará en la carta del establecimiento ad aeternam, obvio. Y, de allí, regresó al hotel para cambiarse de look. ¿Cómo? ¿Qué se cambió de outfit? O sea, ¿Qué su actuación viral no fue del todo improvisada sino que esta dama del espectáculo lo tenía todo calculado? Puede. Eligió un vestido extra mini de paillettes plateadas y unos tacones de aguja interminables. ¿Su destino? El club ‘Anema e Core’.
Cuentan que en este mítico rendez vous de la hight society internacional desde los años 50 ya se olían la tostada… O sea, que las reservas se habían cotizado en Wall Street y casi se habían subastado en Sothebys a razón de los precios y los figurones que ocupaban las coffee tables que se diseminan por la mayólica que asola el espacio. Y cuando la diva hizo su aparición entre las buganvillas fucsia que custodian la puerta de entrada en este rincón todo “alma y corazón” de la isla, los asistentes prorrumpieron en un aplauso cerrado al tiempo que, Gianluigi Lembo, el patrón del local, corría a abrazar cariñosamente a JLo. Como se podrán imaginar, lo que tuvo lugar entre aquellas tres paredes y su balcón asomado al mar forma parte ya de la Historia de la Humanidad Rosa: un minishow de la actriz que quedará para el recuerdo y YouTube. En el video, que se ha hecho viral, aparece sentada en la mesa del centro de la pista de baile junto a su nutrido grupo de amigas. Después, se arranca a cantar y a bailar entre panderetas con su nombre y cintas con los colores de la bandera italiana y entre vítores donde, para entendernos, los típicos olés españoles se sustituyen por bella, mozzarella y tarantella, ella interpreta una personal versión de That’s Amore, aquella que popularizó en su día Dean Martin.
Pero ése fue el punto culminante de la fiesta. Antes, López escuchó las canciones napolitanas que interpretó en su honor Lembo y ésa fue en realidad la espita que prendió la llama. Porque el napolitano la invitó a acompañarle con las notas de I Will survive, el mítico grito resilente de Gloria Gaynor, y ella no se lo pensó dos veces: Cogió el micrófono y llevada por el entusiasmo, siguió y siguió hasta interpretar y bailar uno de sus mayores éxitos Let’s get noise. La fiesta, señores, terminó a las 9 de la mañana y, tras echarse un sueñecito en su suite presidencial y despedirse de los dueños y personal del Quisisana, asegurando que volvería pronto, se volvió a embarcar. Dicen que a hacia Positano, donde la esperaba Ben tras dejar en la ciudad de los Medici, o sea, en Florencia, a la otra Jennifer de su vida, su ex, la Gardner, que también viajó a Italia para felicitarlo por su 54 cumpleaños. ¿JLo necesitaba desquitarse? Chi lo sa...