Emilio Lara (Jaén, 1968) es doctor en Antropología, licenciado en Humanidades y profesor de Geografía e Historia de Enseñanza Secundaria. Como escritor ha recibido diferentes premios, entre los que destacan el XXIV Premio Andalucía de la Crítica y el XIX Premio de Novela Histórica Ciudad de Cartagena por El relojero de la puerta del sol. En su última novela, Venus en el espejo (Ed. Edhasa, 2023), narra con maestría la historia de una mujer apasionante que revolucionó Roma en la primera mitad del siglo XVII y que fue conocida como "la Papisa", dado su tremendo poder e influencia sobre su cuñado, al que elevó hasta la cima de la Iglesia Católica.
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- Como explicas tú mismo, esta novela partió de una noticia, del hallazgo de un cuadro de Velázquez y su posterior subasta millonaria. ¿Enseguida viste la novela?
Sí, de inmediato me atrapó esa historia y supe que tenía que escribir esta novela. Me sucede como a Vargas Llosa, yo no busco los temas, ellos me buscan a mí.
En este caso, me llamó mucho la atención saber que se había encontrado un cuadro de Velázquez y seguí atentamente las noticias hasta su posterior subasta en Londres.
Era como una novela de detectives, porque había aparecido un cuadro perdido trescientos años después, pero no había asesino ni cadáver, el culpable era el olvido. A partir de ahí, empecé a pensar la trama y a documentarme, tarea que duró varios meses, en los que disfruté muchísimo, antes de escribir. Para mí, el mayor disfrute se da en la preparación de una novela.
- ¿Cómo ha sido el proceso de sumergirte en la vida y época de Olimpia Maidalchini?
Roma es mi ciudad preferida de Europa y la conozco muy bien, fue un placer volver la vista atrás y recordar mis muchas visitas. Para indagar en algunos aspectos históricos concretos, me serví de un buen amigo, canónigo de la catedral de Jaén y doctor en Historia, quien me refirió algunos libros acerca del papado de Inocencio X y la época de Olimpia.
También me sirvieron los recuerdos de un tío mío, sacerdote que estudió en el Vaticano en época de Pío XII. Este Papa tenía una monja que le llevaba la agenda, sor Paulina, y que conoció también mi tío, con la que hablaba en alemán. Esa mujer tenía un carácter muy fuerte y algunos miembros de la curia la apodaban “la Papisa”. Eso también me sirvió para trasladar algunos de esos rasgos a Olimpia Maldachiani.
- ¿Sufrió Olimpia una especie de Damnatio Memoriae por haber aglutinado tanto poder en un tiempo eminentemente masculino?
Hay mucho escrito sobre ella, pero con una gran carga de leyenda negra. Al poco de su muerte un italiano escribió una biografía mezclando verdades con falsedades y calumnias, un tipo que escribía libelos protestantes y que alquilaba la pluma al mejor postor. El resto de obras biográficas y crónicas posteriores bebieron fundamentalmente de esta obra, muchas de ellas escritas en el siglo XIX para injuriar a la Iglesia Católica.
Mi labor se orientó a la selección de todo ese material, para quedarme únicamente con aquello que podría haber de cierto sobre ella, desechando las exageraciones y mentiras.
- Olimpia se volcó en su cuñado, a quien veía preparado para mayores metas si contaba con su respaldo, dinero e influencias. De hecho, llegará a ser nuncio, cardenal y el Papa Inocencio X gracias a ella. ¿Cómo fue esa relación?
Ambos se necesitaban. Las malas lenguas siempre dijeron que eran amantes, pero yo creo que nunca lo fueron, no hay ninguna prueba histórica de ello. Se llevaban muy bien y formaron una alianza empresarial.
El futuro Inocencio X era un hombre muy inteligente, pero muy apocado de carácter, temeroso a la hora de dar pasos prácticos en la vida. Al contrario que él, Olimpia era muy decidida y estaba muy dotada para las relaciones sociales y la diplomacia. Lo que más molestó en su época es que consiguiera todo su dinero y poder sin recurrir a las tradicionales armas de mujer que se entendían entonces, sus encantos femeninos y la seducción. Utilizó las mimas armas que un hombre: inteligencia, osadía, valía y las relaciones personales
Olimpia puso su dinero, inteligencia y arrojo al servicio de su cuñado. Ella le marcó el GPS a su para que llegara a ser Papa. Ya como Inocencio X, él tuvo una gran dependencia emocional, no sabía dar un solo paso sin ella desde el punto de vista político y de gobernación de la Iglesia, salvo en cuestiones doctrinales en las que ella no se metía. Formaron un equipo empresarial maravilloso que funcionó de manera brillante.
- Convertida en una mujer rica y poderosa, destinó buena parte de su fortuna a favorecer a las mujeres de su tiempo más desprotegidas (huérfanas, prostitutas, viudas…). ¿Fue una auténtica feminista del siglo XVII?
Olimpia Machialdini fue una gran defensora de las mujeres. No quería que se repitiera en otras lo que a ella le hicieron, al ser ingresada de pequeña en un convento en contra de su voluntad. Por eso, decidió emplear parte de su dinero en ayudar a mujeres vulnerables, lo que la hizo muy popular y querida en Roma entre esas capas femeninas desfavorecidas. Para la alta sociedad, Olimpia era como una mezcla de estrella de rock y primera ministra, salía siempre en los “avisos”, precedente de la prensa en la época, y sus andanzas se conocían en media Europa.
Con esta novela quería rendir homenaje a este personaje interesantísimo. Olimpia fue una mujer de poderío y tronío que quiso vivir bien y ser independiente en un mundo de hombres, rescatando del arroyo a mujeres desvalidas para darles una segunda oportunidad en la vida.
- Velázquez en tu novela es un tipo de pocas palabras y muy prudente. Retrata a reyes, cardenales, al Papa, a damas cortesanas y nobles, pero también a bufones, barberos, criados, mujeres... ¿Un genio que retrataba el alma de todos con la misma dignidad?
Velázquez, junto con Picasso, son los dos pintores andaluces universales. De Velázquez hay mucho escrito, pero no conocemos nada de él. Era muy reservado, pero también muy disfrutón, le gustaba el teatro, los toros, leía mucho y tenía una importante biblioteca.
Es el primer pintor de la historia que retrata a gentes de las clases bajas y los pone al mismo nivel que la realeza. Eso no lo había hecho nadie antes, ni se volverá a hacer. Cuando va a Italia por segunda vez, con más de 50 años, se enamora tórridamente de una joven bellísima, que posó para el lienzo “Venus en el espejo”, cuadro del que el propio pintor tenía una copia en su casa. Fue, sin duda, el gran amor de su vida.
- Roma es el tercer gran protagonista de tu novela, la Ciudad Eterna atrapa a todos, también al propio Velázquez por sus maravillas y una realidad muy distinta a la que está acostumbrado. ¿Era tan diferente del Madrid de entonces?
Roma era muchísimo más fascinante y cosmopolita que Madrid. Es la Roma del Renacimiento y del Barroco, en la que había muchos españoles y donde nuestra lengua se oía por sus plazas y calles.
Era, también, mucho más liberal. Los miembros de la curia se mofaban de nuestra obsesión con los judíos y la pureza de sangre de los cristianos viejos. Allí se vivía con unas costumbres mucho más relajadas, no había ese rigor moral ni tenían una Inquisición tan severa como la de España.
Roma era una ciudad mucho más multicultural y la cuna del arte, además de gozar de un clima más suave, donde las mujeres eran más abiertas, y el vino y la comida, exquisitos. Aquello era el paraíso terrenal.
- En Venus en el espejo, Velázquez lee y ríe con el Quijote, y también recomienda El Buscón de su amigo Quevedo, ¿es el pequeño homenaje de un novelista de hoy a ese Siglo de Oro español?
Velázquez pudo sentir fascinación por Cervantes y el Quijote, aunque se trata de una licencia mía, un giño al genial escritor. El Quijote es el libro por antonomasia, lo he leído tres veces y en cada ocasión lo he disfrutado más.
Velázquez sí que le hizo un retrato a Quevedo, de quien era amigo. Un escritor prodigioso, pero con mucha más mala leche que Cervantes, quien siempre refleja un poso de humanidad en sus personajes.
- ¿Cuánto hay de historia y cuánto has puesto de tu imaginación en la novela?
De historia hay mucho porque me gusta que todas mis novelas tengan una carga histórica muy fuerte, pero como es una novela, quiero que ante todo sea literatura. El peso de la ficción es importante, pero trato de que el conjunto resulte verosímil, que la gente dude entre lo que realmente existió y lo que no existió, pero podía haber ocurrido. Para ello, no tiene que chirriar nada, ni los personajes de ficción ni los históricos.
La novela histórica es una novela de entretenimiento, cuyo objetivo es el de viajar al pasado con billete de vuelta al presente. Si la gente aprende algo de historia, mejor, pero ante todo es una obra de ficción que tiene que despertar emociones.
- Por último, ¿cómo pasa el verano Emilio Lara? ¿Aprovechas para leer y documentarte para una próxima novela sin perder de vista la actualidad?
Me gusta la playa y voy a La Manga del Mar Menor. Leo mucho, siete u ocho horas al día, una mezcla de clásicos (Dickens, Faulkner) y de tendencias actuales. Me gusta pasear, ir a cenar y al cine de verano.
Soy también un gran lector de periódicos en papel, al igual que me ocurre con los libros. Uno de los mayores placeres es el segundo café del día con la prensa.
Además, como las historias me buscan a mí, estoy siempre alerta por si Cupido me lanza una flecha y surge el enamoramiento con alguna de ellas.