Con su perenne sonrisa, Raquel Sánchez Silva posaba ante las cámaras a su llegada al Universal Music Festival, en el Teatro Real de Madrid, donde disfruto el martes del concierto de Rufus Winwright. Ha sido su primera aparición pública desde que Netflix anunciase el inminente estreno de una docuserie sobre la investigación tras la muerte del que fuera su marido, Mario Biondo. Sin hacer ningún comentario y ajena al revuelo que ha suscitado el proyecto, la presentadora, con una colorida falda larga, y camiseta blanca sin mangas, se ha mostrado relajada ante los medios de comunicación.
Raquel Sánchez Silva cumple 50 y hace balance de todo lo vivido la última década
Las últimas horas de Mario Biondo consta de tres episodios y se emitirá en la misma plataforma en la que Raquel triunfa con el innovador reality show Falso amor, que se estrenó el pasado 6 de julio. La periodista de Plasencia no parece dispuesta a pronunciarse, al menos por el momento, sobre el formato que ahondará en uno de los episodios más dolorosos de su vida y que tantos ríos de tinta ha generado.
Hace una década que Mario Biondo fue hallado sin vida en el salón del domicilio que compartía con su mujer. La investigación que siguió a su fallecimiento determinó que se había suicidado, pero los padres del cámara de televisión nunca aceptaron esta resolución y no dejaron de pelear para que se reabriera el caso. Su empeño derivó en un enfrentamiento en los tribunales con la que fuera su nuera, que acabó denunciando por acoso a la familia de Biondo, que la responsabilizaban del trágico suceso y llegaron a intentar irrumpir en su casa, en la de su madre y en la de la asistenta, motivo por el que fueron condenados por la Justicia.
La docuserie, producida por Guillermo Gómez y Luis Velo y dirigida por María Pulido, pone la lupa en esa investigación tras un ingente trabajo de producción con más de 200 horas de grabaciones. En un principio, los padres de Mario Biondo accedieron a participar en el proyecto e incluso grabaron una entrevista en Roma, pero acabaron desvinculándose al descubrir que Guillermo Gómez era el manager de Sánchez Silva cuando sucedieron los hechos. Aseguran sentirse utilizados por no haber sido informados de que quién era el productor ejecutivo.