Delicadas organzas, brocados exquisitos, cristales y perlas, patrones impolutos y exclusivos, manos sapientes y una mirada certera sobre la belleza, el volumen y la pureza de las líneas y el corte. Un universo de tejidos, agujas e hilos, que solo es accesible a unos pocos. Casi elegidos. Porque es propio de otro tiempo. De cuando la moda nacía y moría en grandes salones palaciegos y los vestidos se diseñaban y cosían sobre el cuerpo de la mujer que los iba a lucir. Hablamos de la alta costura, l’haute couture, una forma de hacer moda que, tras la irrupción aniquiladora del prêt-à-porter, en los 60, con Yves Saint-Laurent, mucho más rentable, solo unas escogidísimas maisons con el músculo y sabiduría suficiente pudieron seguir manteniendo. Porque hablamos de artesanía, de personalización, de sofisticación, de exclusividad. De lujo.
Su hija, Eugenia, de 16 años, acaba de terminar el curso con unas notas excelentes. Este era el regalo perfecto
Margarita Vargas había sido invitada en más de una ocasión a conocer las entrañas de allí donde se obra el milagro: los talleres donde el diseñador esboza la magia y un ejército de couturiers, vestidos con batas blancas, ejecutan el trabajo con la misma precisión que un cirujano para sacar a la luz la belleza de las clientes y, con dotes de prestidigitador, ocultar aquello en lo que la naturaleza fue menos generosa. Sin embargo, por azares de la vida, la duquesa de Anjou no había encontrado el momento. Quizá, necesitaba que su hija, Eugenia, de 16 años, fruto de su feliz matrimonio con Luis Alfonso de Borbon y con una increíble inquietud por aprender, fuera ese “necesario” acicate. Porque, además, la niña sacado unas buenísimas notas en el colegio —según hemos podido saber— y este podía ser un buen regalo de fin de curso. Y también la excusa perfecta para pasar un fin de semana de chicas en la Citè de la Lumière y descubrir los secretos de la moda. En definitiva, vivir ese maravilloso sueño solo accesible a unos pocos.
“Ha sido maravilloso”, nos cuenta la duquesa de Anjou, quien ya había sido invitada en otras ocasiones a “vivir la experiencia” de la Alta Costura
Un privilegio
“Ha sido maravilloso”, nos cuenta Margarita. De hecho, aunque confiesa que siempre tuvo ganas de vivir la experiencia, disfrutarla en primera persona y en compañía de su hija fue aún mejor de lo que había imaginado en sueños. “Impresionante. Es que no tengo palabras… Ha sido todo un lujo poder ver este mundo de cerca, algo a lo que, al final, muy poca gente tiene acceso. Un privilegio”.
“Ha sido todo un lujo poder ver este mundo de cerca, algo a lo que, al final, muy poca gente tiene acceso”
“A Eugenia siempre le ha gustado la moda. Siempre. Pero... desde chiquita. Ella cosía… Hacía sus pinitos durante el coronavirus”, rememora al mismo tiempo que comienza a ser consciente de que las imágenes que llegan a su mente de aquello que parecía un hobby infantil era en realidad algo más. “Literalmente, así. Eugenia estaba como en su mundo. Me decía: “Mamá, es que yo... Yo tengo que estudiar algo que tenga que ver con la moda”; “Mamá, es que ¡ya lo estoy viendo! ¡Yo tengo que trabajar en este mundo!””, recuerda divertida, aunque con la convicción también de que este viaje relámpago de madre e hija como un par de amigas a París ha significado algo “superimportante”. Algo casi revelador para su hija: “Eugenia no se lo podía creer. ¡Estaba feliz!”.
“Mamá, yo tengo que estudiar algo que tenga que ver con la moda”, nos confiesa Margarita sobre las inquietudes de su hija
Fiestas privadas y front row
Porque Margarita y Eugenia estuvieron en el front row de Giorgio Armani Privé y también en el de Elie Saab… Pero no solo eso. Accedieron al backstage de la pasarela parisina y, en el caso del maestro nonagenario italiano, acudieron incluso a la posterior cena exclusivísima que se sirvió a guest stars y vips de la industria. Allí pudieron saludar y conocer al genio con su sempiterna maglietta nera y a su mano derecha, su sobrina Roberta Armani, exmodelo y hoy directora de Relaciones Públicas Globales de la firma.
Margarita y Eugenia no solo tuvieron la oportunidad de ocupar el front row, sino que vivieron los nervios del backstage
“Si me tuviera que quedar con una sola cosa, es muy difícil…”, nos cuenta Margarita, aún abrumada. “Quizá, la maravilla de poder tocar esos vestidos o saber todo el trabajo que hay detrás... O mejor, haberlo vivido con Eugenia. Fue tan especial todo lo que vivimos que no me podría quedar con una sola cosa”, afirma Margarita, que, mientras compartió primera fila con actrices como Emma Thompson y Kate Hudson y modelos internacionales como Alessandra Ambrossio en el desfile de Armani Privé, en el del diseñador libanés coincidió, sin embargo, con Olivia Palermo, Nieves Álvarez —a quien también vimos en Stéphane Rolland— y Caroline Daour, celebrities que pudimos ver junto a jóvenes royals de la aristocracia europea, como Olympia de Grecia, Carlota Casiraghi o Beatrice Borromeo.
Un team principesco, habitual en esta exclusiva cita en la que, en cambio, también hubo lugar para sorprendentes asistencias, como fue el caso del actor de Élite Aron Piper, en Jean-Paul Gaultier, convertido en estrella internacional; el de la cantante Shakira, a quien vimos tanto en Fendi como en Vicktor & Rolf, donde lució un original modelo de los diseñadores belgas con una gran estructura cosida en la solapa donde se leía la palabra “no”, o la modelo Kaia Gerber, que volvió a subirse a la pasarela y no podía ser de una forma más revolucionaria: con un ‘vaquero’ en el Château de Chantilly y de la mano de Valentino.
“Aunque sea un cambio de etapa, de década, y eso dé vértigo, estoy contenta. A veces, siento que el tiempo no ha pasado”
Cumpleaños feliz
Aunque si hablamos de revoluciones, Margarita está viviendo la suya propia y tiene que ver con la edad. ¡Acaba de pasar de década! “¡Cuarenta años! ¿Que cómo lo llevo?”, nos repregunta entre risas. “Lo llevo bien... creo” y vuelve a reír. “La verdead es que estoy supercontenta. Muy contenta. Con la familia que tengo. Con mis niños. Con mi marido. Y conmigo misma”, nos dice sincera. Porque recuerda que, afortunadamente, lo esencial está bien y puede sentirse agradecida con la vida porque sigue cumpliendo años feliz, sana y rodeada de quien más quiere. “Aunque sea un cambio de etapa, de década, y eso dé vértigo, estoy contenta... Aunque yo, a veces, siento que el tiempo no ha pasado y que sigo teniendo 20 años”.