Prometía ser la novia del año. Y no defraudó. Pletórica, Tamara Falcó se abre en canal con ¡HOLA! como nunca días después de su histórica boda con Iñigo Onieva donde, tras más de tres años de relación, ha triunfado el amor. Una historia marcada por diferentes capítulos con un final feliz para ambos tras un año convulso donde ninguno de los dos ha estado ajeno a la polémica.
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La hija de la reina de corazones ha cumplido su sueño, el de pasar por el altar junto al hombre de su vida y, ahora, tras celebrar el día más importante de su vida -hasta la fecha-, la hija del siempre recordado Carlos Falcó nos cuenta sus próximas aventuras, retos y una futura y posible maternidad.
“Verme con el vestido fue impresionante. De repente, me pusieron el velo y me dije: “¡Que soy la novia!””, dice entre risas Tamara, que llevaba un diseño de costura de Carolina Herrera New York, en crepé de seda y corte regio con bordados en cristal
—¿Cuándo tenéis pensado instalaros en la nueva casa?
—Por ahora, Íñigo quiere seguir viviendo en el centro (de Madrid) y donde estamos ahora es mucho más práctico. Lo entiendo. La nueva casa es una gozada, porque es más residencial y un remanso de paz. Pero donde vivimos ahora es céntrico, hay restaurantes, tenemos a nuestros amigos cerca… Además, Íñigo está con su proyecto. Ya decidiremos. No tenemos mucha prisa, la verdad.
—Pero ¿está terminada?
—La obra todavía no. Se suponía que parte de mi familia se iba a quedar allí por la boda… pero seguimos. Es la obra del monasterio de El Escorial (ríe). Pero no tenemos prisa. Tampoco me preocupa mucho porque sé que lo vamos a utilizar muchísimo. Tiene piscina y barbacoa… Luego, necesito un espacio y es perfecto para mis recetas de cocina, porque me he puesto una cocina ad hoc. Y si fuera nuestro espacio vital, tampoco podría utilizar la cocina.
—¿Cómo está siendo la convivencia con Íñigo?
—Es muy cariñoso. Cuando llego supercansada, me dice: “Venga, te cocino yo”. Y me hace su famosa tortilla. Es muy buen roommate, la verdad.
—Por lo que dices, es muy detallista.
—Mucho.
—¿Quién crees que es más complicado a la de convivir o quién tiene más manías?
—Ay… —Se para a pensar—. Es que los dos tenemos las nuestras (ríe). Los dos somos muy ordenados, pero él a lo mejor le da más importancia a unas cosas. Como a la vinoteca. Si tengo algo, pues lo meto porque está fresquito (ríe). En cambio, a Íñigo le gusta tenerla ordenada, porque es muy visual. Sin embargo, Íñigo es de los que se quitan los zapatos y los deja por cualquier lado… (Ríe).
—Pero es una convivencia fácil.
—Sí, muy fácil.
“Si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias a Dios y a que los ángeles nos han llevado sobre sus alas”, dice Tamara, que estuvo acompañada por su ‘familia’ televisiva
—Por ejemplo, ¿cómo os repartir las tareas domésticas?
—Yo me ocupo de todos los menús, de la compra… Mientras que él pasea a los perros… Como se me hace bola por la cantidad de prensa que tenemos en la puerta, el pobre se traga todos los marrones.
—¿Cómo es vuestra relación con los vecinos? ¿Notáis que están muy pendientes de vosotros?
—No, la verdad. Hay muchas oficinas en el edificio. También tenemos el mejor portero de España, porque está superpendiente de los fotógrafos.
‘Los que vengan’
—Después de la boda, ya sabes lo que toca preguntar…
—¿Cuándo viene el primer hijo? (Ríe). Para cuando Dios quiera y ojalá quiera. Ya estamos abiertos. Sí, sí, sí. Creo que para después del viaje de novios…
—¿Para que no haya problemas durante la luna de miel?
—Exacto.
—¿Has hablado con Íñigo de tener hijos?
—Sí, muchas veces. El martes de la semana de la boda, su madre nos dio el regalo y nos dijo: “Ya tengo el cuarto de los niños preparado”. Y yo… (echa una carcajada).
—¿Cuántos niños os gustaría tener?
—Los que vengan, los que vengan.
—Estos meses se ha hablado de muchas cosas y una de ellas es que ya te estarías sometiendo a un tratamiento de fertilidad.
—No es verdad. Pero, desde hace varios meses, estoy con un método natural que se llama Fertilitas. Me lo comentó una amiga y es un método para medir tu cuerpo y asegurarte de que está bien.
La recién casada sorprendió con un segundo vestido, también diseñado por Wes Gordon: un modelo de alta costura, más ligero y confeccionado en color ‘rubor’ y organza de seda
—No es un tratamiento hormonal.
—No, es natural. Una amiga empezó en enero y me dijo: “Tami, si lo llego a saber, lo hubiese empezado antes de casarme”. Como es algo natural y tarda un tiempo… No es un tratamiento de fertilidad como tal, pero te van estudiando tu cuerpo. Aunque es laborioso, es un proceso muy bonito.
—Además, si has empezado antes, no te obsesionarás cuando busquéis el niño.
—Eso es lo que pienso. También me estoy casando con 41 y pensaba: “¿Qué pasa si después me pongo a hacer el proceso?” El método se lo trajo de Estados Unidos un amigo de mi hermano Duarte, que estaba en la Fundación Más Vida. De repente, mi amiga me habló del tratamiento. El amigo de mi hermano ya me avisó que se tarda, porque hay que reunirse con una monitora, conocer tu cuerpo...
—Y todo eso ya lo has hecho.
—Lo he estado haciendo, aunque, la verdad, no he sido la mejor alumna del planeta (ríe). No siempre rellenaba bien mis gráficas o ponía las pegatinas (ríe).
—Pero no tomas pastillas.
—No. Pero me han dicho que tengo la vitamina D baja y que también me vendría bien tomar vitamina B6.
—¿Y ya has empezado a tomar todo eso?
—Empecé, pero se me ha hecho ahora un poco bola. Como estoy a mil cosas, lo he dejado un poco todo on hold.
—¿Te preocupa el reloj biológico?
—Claro que me preocupa. Pero también confío mucho en Dios, y si quiere que tenga hijos, los tendré.
“Quiero que el matrimonio dure toda la vida y que sea muy bonito”, nos dice Tamara, emocionada, ya convertida en mujer de Íñigo Onieva
—Hay muchas formas de reproducción. No sé si te has planteado incluso a congelar óvulos…
—Bueno, no me quiero ver en esa tesitura. Primero vamos a ir por la vía natural. Por eso me he preocupado en tener el cuerpo sano. Si después tenemos problemas, ya veremos.
—¿Cómo te has visto en esta puesta a punto?
—Para mí, la Buchinguer es un sitio de relax. Además, he ido con mi madre, así que ha sido la despedida de soltera perfecta de madre e hija. Te lo digo de verdad, porque pasábamos mucho tiempo juntas.
—Aunque no es una clínica exclusivamente para perder peso, estás más estilizada.
—Me he deshinchado. Evidentemente, ayunar hace que pierdas volumen, pero también te liberas mucho del estrés.
—¿Es muy indiscreto preguntar cuánto has perdido?
—Tampoco he perdido mucho. Solamente tres kilos y medio. Pero ha influido el no estar estresada.
—¿Has estado muy estresada estos meses?
—Sobre todo, por la presión mediática. Lo de no poder salir a la calle tranquilamente…
—¿Te han afectado los comentarios sobre el físico?
—Es que nadie está gordo porque quiere. Para la gente que está delgada es muy sencillo decir que hay que dejar de comer. También es una cosa más de cómo de manejar el estrés. Por eso, hacer esos comentarios a alguien sobre su peso…
—¿Te afectan los comentarios o pasas?
—No es que pase. Sé que lo estoy intentando hacer lo mejor posible y hay veces que te sale mejor y otras peor. Durante el confinamiento, pese a sufrir la muerte de mi padre, que fue un duro golpe, podía hacer mucha terapia y estaba en casa de mi madre con toda mi familia. También tenía un espacio para ejercitarme… Como decía mi primo, no habíamos hecho tanto ejercicio en toda nuestra vida (ríe). Pero es que no había nada mejor que hacer. Ahora tengo mucho trabajo, sesiones de fotos… No quiero ir de diva, pero tampoco me da tiempo para hacerme la comida y tiro del catering.
“¿Para cuándo el primer hijo? Para cuando Dios quiera y ojalá quiera. Creo que para después del viaje de novios…”, nos dice Tamara
—Pero ya no tienes esa presión de hace unos años y has aprendido.
—Creo que sí.
—Lo importante es cómo te sientas tú.
—Total.
—A nivel profesional, ¿qué proyectos tienes a la vista?
—Seguir con mis contratos con Porcelanosa y con mis empresas… Me gustaría dedicarle más tiempo a TFP, porque queremos desarrollar más la marca. Pero es que la boda me ha quitado mucho tiempo.
—¿Hay algún proyecto para explotar El Rincón?
—Estamos en ello… Lo del restaurante pop up que abrimos tuvo mucho éxito. De hecho, vinieron más empresas para cerrar fechas, pero yo no podía.
—Pero te gustaría seguir experimentando en ese mundo de la gastronomía y hostelería.
—Cien por cien. Necesito tener mi espacio como de creatividad.
—¿E Íñigo? ¿Entiendes su cambio profesional?
—Sí, lo entiendo. Porque lleva trabajando desde hace muchísimo en su nuevo proyecto.
—¿En un restaurante?
—Sí.
“¡Cómo he disfrutado! Y creo que también todo el mundo”, nos asegura Tamara en el fin de fiesta, lista para emprender, pocos días después, su luna de miel. Un viaje que, nos anunciaba Íñigo, “será muy completo”
—¿Le estás ayudando de alguna forma?
—No quiere, aunque él siempre me pide cosas. Por ejemplo, cuando estuve en Nueva York —por la prueba del vestido—, Íñigo me mandaba referencias. En un momento dado, le pregunté si quería que yo participase en el proyecto. Me respondió que, primero, lo suyo era mío y, luego, que también él quería un proyecto propio.
—Para sentirse él realizado.
—Claro. Eso también es importante.
—¿Cómo te ves con Íñigo dentro de diez años?
—Ojalá muy felices. Muy tranquilos y muy contentos de que hayamos tomado este rumbo en nuestras vidas.
—¿Con muchos niños?
—¡Ojalá! (Ríe).