“Nos hemos casado y hay una frase que se repite: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”, y está llena de significado”, nos dice Tamara una vez finalizada la ceremonia, tras haber vivido el momento más emocionante de su boda durante la bendición, como ella misma nos cuenta. Es una novia radiante en su palacio de El Rincón, un lugar con mucho significado, hogar de su padre, Carlos Falcó, convertido, además, en el mágico escenario de su “sí, quiero” soñado.
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Tamara e Íñigo vivieron su gran día rodeados de sus familias y amigos, 400 invitados que compartieron con ellos horas inolvidables, tal y como mostramos la pasada semana en exclusiva en un número único con más de 50 páginas dedicadas al gran acontecimiento del año. Pero hubo mucho más, desde el baile de los novios al espectáculo con el que el Íñigo sorprendió a su ya mujer o la gran fiesta que los recién casados organizaron para los asistentes, transformando los jardines en una animadísima pista de baile.
Repasamos los detalles y nos detenemos en las imágenes inéditas de un enlace que ha hecho historia: Tamara vistiéndose de novia ayudada por Wes Gordon y el equipo de Carolina Herrera, que viajó expresamente desde Nueva York; la significativa foto de sus padres con ella en brazos siendo un bebé que puso a su lado; la Virgen de la capilla del palacio, que la acompañó; la llegada de su padrino, su hermano Manolo, a la habitación de la tía Paloma para acompañarla hacia el altar; los momentos previos de Íñigo, entre los nervios y la emoción, rodeado de sus mejores amigos en las estancias del marqués de Griñón; los instantes también con su madre y madrina, Carolina Molas, que de manera excepcional aparece en este reportaje, como su hijo Jaime, pero como meros testigos de un momento importante en la familia, la boda de un hijo y un hermano, y con el deseo de continuar con sus vidas privadas ajenas a los medios de comunicación.
Isabel Preysler ha estado al lado de su hija viviendo con especial emoción todos los pasos de la boda y aconsejándola con su conocido buen gusto
Las miradas y los gestos de complicidad de la pareja, los abrazos con sus más allegados, las lágrimas de emoción… Toda una galería para disfrutar de cada instante, sin olvidar las significativas palabras del novio en su esperada primera gran entrevista.
Como una princesa
“El momento más emocionante ha sido cuando he visto entrar a Tamara. Ha sido como si entrara una princesa de cuento de hadas”, nos dice Íñigo de la llegada de la novia con su vestido, creado por Wes Gordon en un tiempo récord —cinco semanas—: un diseño con silueta abrigo, cola en cascada y confeccionado en crepé de seda blanco marfil con bordados que representaban hojas de madroño y flores de nardo, detalles extraídos de la ciudad de Madrid y del escudo de la marquesa de Griñón. Sus zapatos eran de Aquazzura. Una vez finalizado el cóctel, Tamara hizo su aparición con su segundo vestido. También de Carolina Herrera New York, con estructura columna en organza de seda color rosa melocotón, con volantes en cascada cortados al bies.
El marqués de Griñón estuvo presente durante toda la celebración de la boda de su hija, que no lo olvidó en ningún momento. Durante la Misa, al pie del altar, Tamara alzó su mirada al cielo en un gesto dedicado a su padre
Maquillada por el equipo de Sisley y peinada por Raquel Álvarez para la misma firma, transformó su elegante moño bajo en un recogido también sencillo, pero con una coleta con ligeras ondas que le otorgaban un estilo femenino y un toque muy romántico. Fue el momento en que Tamara se quitó la impresionante diadema familiar de diamantes de estilo art déco, con la que coronó su look nupcial, y cambió sus pendientes por otros, también de Tous Atelier, en oro amarillo.
Isabel Preysler, que llevaba un vestido con los hombros al descubierto y estampado con peonías, una de las flores favoritas de la novia, y sus nietos Miguel y Mateo fueron los otros grandes protagonistas del día
Como contamos, Tamara deseaba que su boda fuera una alegoría al campo que tanto amaba su padre y todo se pensó para que el ambiente recogiera ese espíritu palaciego que combina la naturaleza con el mayor de los refinamientos. Una estética muy elegante, pero nada ostentosa o pretenciosa, y con el palacio, realmente bonito, como el eje de todo. Integrado en la ceremonia, como ‘pantalla’ de fondo para el cóctel y la cena y presente también en la ‘discoteca’.
La ceremonia fue oficiada por el padre Cruz, a quien acompañaron los padres Ángel y José Luis Sánchez, quien se llevó un pequeño susto al comprobar cómo una vela comenzaba a quemarle de manera fortuita la casulla
Se utilizó un mobiliario exterior de tipo colonial: sillones naturales fabricados con mimbre, ratán, enea, bambú y esparto, mezclados con mobiliarios de forja para dar un toque más especial sin perder el estilo vintage del propio palacio, decoración de Cashmere, como si llevaran allí toda la vida. Y muchos complementos y piezas especiales, como los cojines, fueron elegidos especialmente por la novia. En las praderas de Júpiter tuvo lugar el cóctel con estaciones tematizadas, para reproducir de cerca la experiencia de visita a Azurmendi, el templo gastronómico del chef Eneko Atxa.
Un ambiente mágico
La cena se sirvió bajo unas grandes carpas tensadas Veleo de color verde bosque, para mimetizarlas con el jardín, decoradas con lámparas de ratán y pequeñas bombillas, sillas de exterior de madera natural y muchísimas velas. Una iluminación, de Cuanto, que transformó el lugar en un bosque mágico bajo la batuta de Ramiro Jofre y su equipo. Los novios hicieron su entrada al son de una de sus canciones preferidas, Walk the Moon, de Shut Up and Dance, y fueron saludando hasta llegar al extremo del comedor.
Tamara reunió a sus hermanos, primos y sobrinos en el día más importante de su vida, protagonizando una excepcional imagen de unión familiar
Ocuparon la gran mesa imperial con espacio para 40 comensales. Al lado de Íñigo, su hermana, Alejandra, y su gran amigo Yago Antón. Y con Tamara, Ana Boyer y el padre Cruz. Frente a ellos, Julio Iglesias, Jr; Alejandra y Jaime Fenwick Onieva, y Luisa Bergel, que presentó a la pareja. Tenían la fachada del palacio iluminada a sus espaldas para poder ver a todos sus seres queridos y amigos sentados entre mesas imperiales y redondas —todas con nombres de sus restaurantes favoritos y a las que se sumaron Chez Tami y Chez Íñigo—.
Al cóctel, con 20 entrantes, como talo de langosta y flores y el plato llamado “nori y caviar”, siguió la cena, en un ambiente mágico y con un menú 5 estrellas a cargo de Eneko Atxa. Toda la decoración floral corrió a cargo de David Henríquez y Antonio Rodríguez, de Floreale
Con perfecta armonía se eligieron la cubertería de plata y las vajillas de Limoges, que fueron seleccionadas junto con Options, el cristal Riedel más exquisito con flores y materiales mas naturales, como el lino, o las servilletas de hilo bordadas con la ‘G’ de Griñón y la corona del marquesado, encargo de Aida Home Living.
La recién casada sorprendió con un segundo vestido, también diseñado por Wes Gordon: un modelo de alta costura, más ligero y confeccionado en color ‘rubor’ y organza de seda
Los menús estaban caligrafiados por El Tintero en un díptico con la inicial de los novios coronada en su portada y el nombre de cada invitado. Durante la cena se combinaron los grandes platos diseñados por Eneko con los cócteles personalizados diseñados por The Bar Edition, entre ellos, el ‘Tía Paloma by don Julio’, porque querían que se respirara fiesta y alegría en todo momento. Sonaron canciones como Shallow, de la banda sonora de Ha nacido una estrella, de Lady Gaga, o If I Ain’t Got You, de Alicia Keys.
El efusivo brindis de Manuel Falcó, que dedicó a su padre y a España, provocó las risas de la pareja, que no podía ocultar en sus rostros la enorme felicidad que sentía
Inicia el baile
Tras los comentados discursos de Manolo Falcó y del propio Íñigo, comenzaba la fiesta. Pero antes, el momento más esperado, el primer baile de los recién casados, que nada tuvo que ver con el que suele verse en las bodas: ni el tradicional vals ni el de los novios agarrados. De hecho, parecía una escena sacada de una película musical. La canción elegida fue Love, de Nat King Cole, una canción publicada en 1964 que combina el jazz y el swing.
Nada del vals tradicional: Tamara e Íñigo quisieron sorprender a sus invitados con su primer baile de casados al ritmo de Nat King Cole, con jazz y swing y escenas de película
En cada paso, los marqueses de Griñón, ya convertidos en marido y mujer, derrocharon una gran complicidad. A pesar de no haber tenido apenas tiempo de ensayar con la coreógrafa Lola González, la que fuera directora de la academia del programa Fama, a bailar —recordemos que Tamara se lesionó el tobillo y que tuvo que viajar varias veces a Nueva York por la prueba de su vestido—, los novios sorprendieron con su soltura y no pararon de disfrutar del momentazo ante su entregado público. De hecho, hay varios instantes en los que la hija de Isabel Preysler acabó en brazos de Íñigo, fundidos en románticos besos de película.
“Nos hemos reído mucho”, nos cuenta Tamara sobre sus clases de baile. “Como nos costó aprendérnoslo, había presión y la pobre estaba desesperada con nosotros (ríe). Es que no hemos tenido tiempo y no pude practicarlo en un mes… El lunes volvimos a practicar y, claro, se me había olvidado”, prosigue. Preguntados ambos por quién lo hizo mejor, la marquesa de Griñón responde: “No sé… Íñigo me lleva muy bien, la verdad”. Su ya marido lo tiene claro: “Tamara anda como si estuviese flotando. Ella, sin duda”.
La coreografía no solo fue ejecutada a la perfección, sino que también nos permitió ver el segundo vestido de la novia en todo su esplendor
La luz de los drones
Los momentos de cine no terminaron aquí. De improviso, se apagaron las luces y se mantuvo una total oscuridad en los jardines de palacio durante unos largos instantes que generaron cierta incertidumbre entre los invitados. Entonces, comenzó a sonar la canción A Sky Full of Stars, de Coldplay, y la mirada de todos se dirigió al cielo de El Rincón, que se iluminaba de repente. En la oscuridad de la noche, aparecían 200 drones creando a todo color diferentes formas —desde un corazón hasta el propio palacio—-, las iniciales ‘TF’ e ‘IO’ —Tamara Falcó e Íñigo Onieva— y un claro mensaje, Love is in the air , la canción disco que popularizó el australiano John Paul Young en 1977, que puso fin al espectáculo amenizado con una selección musical. Era el romántico regalo que Íñigo quiso hacer a su ya esposa, con el título de ‘Nosotros’.
Íñigo sorprendió a Tamara con un espectáculo en el cielo en el que 200 drones crearon, a todo color, distintas formas: desde un corazón hasta el propio palacio de El Rincón, incluidas las iniciales de la pareja
Un espectáculo mágico y de última tecnología que confió a la empresa UMILES Drone Light Show, conocida por su aparición en El hormiguero y en otros medios de comunicación. “Quería un desarrollo creativo, que fuera una combinación de figuras geométricas y que, por otro lado, contase parte de su historia”, nos cuentan Antonio Hervás, senior digital marketing manager, y Ernesto Albacete, director comercial. Se trataba de un show completamente personalizado en el que Íñigo se involucró durante todo el proceso creativo —más de tres meses de preparación— porque quería el factor sorpresa en un momento muy concreto y que Tamara (también los invitados) no olvidara jamás el efecto del espectáculo audiovisual. Luces en el cielo y música —también elegida por el novio— en palacio.
Chocolate, dulces... y parrilla
A continuación, la formación londinense Aston Band, la misma que amenizó la cena, tomó el control de la fiesta. La decena de músicos, entre los que se encontraban cuatro cantantes y hasta un saxofonista, propuso una selección mucho más movida para animar a la gente a lanzarse a la pista —de 100 metros cuadrados y enmoquetada en tonos arena y verde agua—, comenzando por interpretar en directo el ya clásico Crazy in Love, de Beyoncé, seguido por el movido Single Ladies de la cantante.
Tamara e Íñigo se mostraron cómplices y entregados durante toda la fiesta, desde el concierto de Aston Band hasta las sesiones de los tres DJ que amenizaron la noche
El escenario, de 50 metros cuadrados a distintas alturas, se montó junto a la fachada oeste del palacio, integrándolo en la estructura del mismo para no alterar ni cambiar la fisonomía del edificio, sino resaltar su línea con la iluminación, en la que también destacó el verde, continuando esa idea de fusión con el jardín. Los invitados no tardaron en reaccionar y animarse. Entre los más ‘bailones’ estuvieron Alejandra Onieva, con algunos de sus primos, y Manuel Falcó con su hijo Carlos. Por supuesto, Tamara e Íñigo también lo dieron todo, como hicieron cuando The Aston Band tocó Happy, de Pharrell Williams, o Get Lucky, de Daft Punk. Incluso se subieron al escenario para unirse a la banda, lo que hizo que los invitados se animaran mucho más.
Los invitados cayeron rendidos ante unos entregadísimos Tamara e Íñigo, que derrocharon química durante toda la celebración y no dejaron de bailar desde el primer tema que sonó, Single ladies, de Beyoncé
En torno a las 3:30, comenzó la sesión de DJ —Clark Winter, Mario García y Timothy Carel, Chambord— cuya base de operaciones se instaló en la escalinata interior del palacio, decorada con un neón con los nombres de los novios. El ambiente de celebración, los cócteles, la mesa de chocolates Pancracio y la impresionante mesa de dulces, regalo de Johanna von Müller-Klingspor y su Coolinaria Catering, hicieron que la fiesta se alargara hasta la madrugada. También los novios pusieron a disposición de los invitados una parrilla en la que se iba cocinando buena carne para los más hambrientos a medida que transcurría la noche. Una recena de lujo para un día inolvidable. “¡Cómo he disfrutado! Y creo que también todo el mundo”, aseguraba Tamara en el fin de fiesta, lista para emprender, pocos días después, su luna de miel, un viaje que, según nos adelantaba Íñigo, “será muy completo. Habrá un poco de todo”.