Protagonista a su pesar. Porque no es algo que Alejandro Altaba busque -el protagonismo, queremos decir- sino todo lo contrario. Pero ocurrió. Lo fue. Y nada más y nada menos que el sábado pasado. El 8 de julio, fecha que forma parte ya de la Historia, mal que pese. Hablamos de día de la boda de su tía. Perdón, del día de la boda del Año de la novia más buscada y esperada del Año. Y sí, su tía. Porque su tía, para quien aún no haya atado cabos, Tamara Falcó. Y este joven rubio, de 21 años, de casi dos metros de estatura, dentadura perfecta y ojos de vibrante azul, o lo que es lo mismo, el prototipo ideal del “american way of life” es el hijo mayor de Chabeli Iglesias y Christian Altaba. Efectivamente, el primer nieto de Isabel Preysler y Julio Iglesias. Vamos, que a bote pronto, el joven tendría todas las papeletas para ser un personaje de portada. Por guapo -que la belleza siempre es un don de la naturaleza y un gran reclamo para el quiosco- y por pedigrí. Sin embargo, el joven no es algo que persiga y muchísimo menos que quiera. La fama o véase, la notoriedad. Pero, repetimos, ocurrió. Porque por primera vez era fotografiado junto a su novia. De manera natural. Ni rehuyendo de los objetivos, pero tampoco siendo el perejil de todas las salsas. Y esa primera instantánea, quizás precisamente porque su gran discreción, lo convertía noticia, en exclusiva, en un “scoop” que podría rivalizar con el “sí quiero de para quien es su ojito derecho.De no ser porque Alejandro guarda un discretísimo segundo plano. De entre los más de 400 invitados que acudieron a la celebración de este gran triunfo del amor en el Palacio de El Rincón, era fácil perder el foco. Falta la respiración si enumeramos los numerosos rostros conocidos que acudieron a la cita. De la alta aristocracia española, del mundo del show business y del business a secas, de la moda, de las artes, de la pequeña y gran pantalla… Solo con la familia más íntima, ya podíamos agotar un cilindro de papel. De ahí que la mirada tuviéramos la mirada adiestrada y nos diéramos cuenta de que, en ese reparto de cartas, había una que no habíamos contemplado. Y así era, teníamos una reina de corazones de más.Al igual que su madre, Alejandro se apartó del foco. De él sabemos a través de lo que dicen de él las féminas Preysler. Por supuesto, su madre, pero también su tía y su abuela, por el que sienten una debilidad especial. Porque si bien en HOLA tenemos el honor de ser su álbum familiar, no solo lo somos en sus momentos más felices, sino que también somos ese hombro amigo cuando las cosas vienen mal dadas y el nacimiento de Alejandro pudo haber sido un durísimo golpe que, finalmente, devino en milagro. La llegada al mundo de Alejandro fue, según su abuela, uno de los momentos, por no decir el más angustioso de su vida. Chábeli sufrió graves hemorragias cuando se encontraba en Punta Cana visitando a su padre y durante el parto corrió peligro tanto la vida del niño como la de la madre.Según trascendió, a su lado estuvo en todo momento su marido Christian Altaba e Isabel Preysler, quien llegó desde Madrid tan pronto como tuvo noticia de la amenaza de aborto de su hija. La rapidez con que actuaron los médicos y la celeridad con que Chábeli fue traslada en el avión de Julio Iglesias desde Punta Cana al Hospital Jackson Memorial de Miami, resultaron decisivos para que la historia acabase felizmente. Alejandro vendría al mundo en el quinto mes de embarazo y pesó menos de un kilo. “No sabíamos si saldría adelante… Pasamos una temporada llena de angustia, preocupación y miedo. Y fíjate lo grandísimo y lo sanísimo que está. De eso sí que hay que dar gracias”, explicaba Isabel muy orgullosa en las páginas de nuestra revista. “Sé perfectamente que una abuela no debería tener ‘debilidades’, pero creo que lo justifica un poco el que el nacimiento de Alejandro fuera muy complicado, que estuviera en una incubadora bastante tiempo y que todos sufriéramos mucho”, confesaba. Sabemos también que tiene un caracter parecido al de su madre y que, orgullosa, Chabeli lo define como un joven muy noble, tímido y familiar que siempre está pendiente del bienestar de los suyos, al que no le gusta llamar la atención y, sobre todo, de buen corazón y muy buenr estudiante. “Quiere ser abogado, como su abuelo, porque mi padre es abogado. Así que va a estudiar Leyes en Estados Unidos. Es muy buen estudiante y muy buen niño. Hemos tenido una suerte...“, explicaba la primogénita de Isabel Preysler a finales de 2020. Y tiene gracias porque, entonces, cuando le preguntábamos por ese primer amor de su hijo, aseguraba que Alejandro aún no tenía novia aunque reconocía que era ”ley de vida“ que su hijo se ilusionara pronto con una chica. Pues bien. Y ahí es donde queríamos llegar: esa chica ya existe. Le acompañaba, tímida, casi sin desasirse de su mano, durante el enlace religioso y solo se separó de Alejandro para responder complacida y con un abrazo a los siempre tiernos y naturales gestos de cariño de Tamara, recién casada, a la amabilidad de la abuela de su novio y, por supuesto, a la protección atenta de Chabeli. Era su presentación en familia y su presentación en sociedad. Su nombre es Elizabeth Francesa Prioletti y pasó la prueba con nota, máxime porque, dada su sencillez, poco más ha trascendido el hecho de que el nieto de Isabel Preysler tiene ya una relación sentimental, tan sólida incluso que es la mujer que lo acompaña en acontecimiento familiar tan importante.
Protagonista a su pesar. Porque no es algo que Alejandro Altaba busque -el protagonismo, queremos decir- sino todo lo contrario. Pero ocurrió. Y lo fue. Y nada más y nada menos que el sábado pasado. El 8 de julio, fecha que forma parte ya de la Historia de la Crónica Social. Hablamos de día de la boda de su tía. Perdón, del día de la Boda del Año con la novia más buscada y esperada en décadas. Y sí, su tía. Porque su tía, para quien aún no haya atado cabos, es Tamara Falcó. Y este joven rubio, de 21 años, de casi dos metros de estatura, dentadura perfecta y ojos de vibrante azul, o lo que es lo mismo, el prototipo ideal del “american way of life” es el hijo mayor de Chábeli Iglesias y Christian Altaba. Efectivamente, el primer nieto de Isabel Preysler y Julio Iglesias. Vamos, que a bote pronto, el joven tendría todas las papeletas para ser un personaje de portada. Por guapo -que la belleza siempre es un don de la naturaleza y un gran reclamo para el quiosco- y por pedigrí. Sin embargo, el joven no es algo que persiga y muchísimo menos que quiera. La fama o véase, la notoriedad. Pero, repetimos, ocurrió. Porque por primera vez era fotografiado junto a su novia. De manera natural. Ni rehuyendo de los objetivos, pero tampoco siendo “el perejil de todas las salsas”. Y esa primera instantánea, quizás precisamente por la gran discreción que le antecede, lo convertía en noticia. Es más, en exclusiva, en un scoop que podría rivalizar con el “sí quiero” de para quien, para más inri, es su ojito derecho. De no ser porque Alejandro guarda un silente segundo plano a rajatabla.
De entre los más de 400 invitados que acudieron a la celebración de este gran triunfo del amor en el Palacio de El Rincón era fácil perder el foco. Falta la respiración si enumeramos los numerosos rostros conocidos que acudieron a la cita. De la alta aristocracia española, del mundo del show business y del business a secas, de la moda, de las artes, de la pequeña y gran pantalla… Solo con la familia más íntima ya podíamos agotar un cilindro de papel. De ahí, que tiempo antes hubieramos tenido que entrenar la mirada y, ya teniéndola adiestrada, nos diéramos cuenta de que, en ese reparto de cartas, había una que no habíamos contemplado. Y así era: teníamos una reina de corazones de más.
Al igual que su madre, Alejandro se apartó muy pronto del foco. De él sabemos a través de lo que dicen de él las féminas Preysler. Por supuesto, su madre, pero también su tía y su abuela, por el que sienten una debilidad especial. Porque si bien en ¡HOLA! tenemos el honor de ser su álbum familiar, no solo lo somos en sus momentos más felices, sino que también somos ese hombro amigo cuando las cosas vienen mal dadas y el nacimiento de Alejandro pudo haber sido un durísimo golpe, Un trance que, afortunadamente, devino en milagro. La llegada al mundo de Alejandro fue, según su abuela, el momento más angustioso de su vida. Nació prematuro a los cinco meses de gestación. Y es que Chábeli sufrió graves hemorragias cuando se encontraba en Punta Cana visitando a su padre y durante el parto corrió peligro tanto la vida del niño como la de la madre.
Según trascendió, a su lado estuvo en todo momento su marido Christian Altaba e Isabel Preysler, quien llegó desde Madrid tan pronto como tuvo noticia . La rapidez con que actuaron los médicos y la celeridad con que Chábeli fue trasladada en el avión de Julio Iglesias desde Punta Cana al Hospital Jackson Memorial de Miami, resultaron decisivos para que la historia acabase con éxito. Alejandro pesó menos de un kilo. “No sabíamos si saldría adelante… Pasamos una temporada llena de angustia, preocupación y miedo. Y fíjate lo grandísimo y lo sanísimo que está. De eso sí que hay que dar gracias”, explicaba después Isabel aliviada y agradecida en las páginas de nuestra revista. “Sé perfectamente que una abuela no debería tener ‘debilidades’, pero creo que lo justifica un poco el que el nacimiento de Alejandro fuera muy complicado, que estuviera en una incubadora bastante tiempo y que todos sufriéramos mucho”, confesaba.
Sabemos también que tiene un carácter parecido al de su madre y que, orgullosa, Chabeli lo define como un joven muy noble, tímido y familiar que siempre está pendiente del bienestar de los suyos , al que no le gusta llamar la atención y, sobre todo, de buen corazón y muy buenr estudiante. “Quiere ser abogado, como su abuelo, porque mi padre es abogado. Así que va a estudiar Leyes en Estados Unidos. Es muy buen estudiante y muy buen niño. Hemos tenido una suerte...“, explicaba la primogénita de Isabel Preysler a finales de 2020. Y tiene gracia porque, entonces, cuando le preguntábamos por ese primer amor de su hijo, aseguraba que Alejandro aún no tenía novia. Eso sí, reconocía que era ”ley de vida“ que su hijo se ilusionara más tarde o más temprano y apareciera esa chica.
Pues bien. Y ahí es donde queríamos llegar: la chica ya existe. Le acompañaba, tímida, casi sin desasirse de su mano, durante el enlace religioso y solo se separó de Alejandro para responder, complacida y con un abrazo, a los siempre tiernos y naturales gestos de cariño de Tamara, recién casada; a la amabilidad de la abuela de su novio; y, por supuesto, a la protección atenta de Chabeli. Era su presentación en familia y su presentación en sociedad. Su nombre es Elizabeth Francesa Prioletti y pasó la prueba con nota, máxime porque, dada su sencillez, poco más ha trascendido del hecho de que el nieto de Isabel Preysler tenga ya una relación sentimental. Tan sólida que es la mujer que lo acompaña en acontecimiento familiar tan importante.
Como Alejandro, Elizabeth estudia en la American University de Washington, en Columbia, en donde se licenciará en dos años y forma parte de la hermandad feminina de las Sigma Delta Tau. Anteriormente, en Caldwell, New Jersey, su ciudad natal, fue alumna de la Mount Saint Dominic Academy, una escuela preparatoria universitaria católica femenina con más de un siglo de Historia. Ahora que Tamara está casada y ya se sabe cómo es el primer año de casados de una pareja enamorada, será Elizabeth quien seguro se ocupe de esas tardes de compras que, antes, la marquesa de Griñón compartía con su sobrino en ese paraíso de las compras que es Miami. “Le tuve toda una tarde convencido de que lo mejor que podía hacer era venirse conmigo de compras y probarse ropa”, relataba Tamara las pasadas Navidades.