Superar los obstáculos no fue sencillo, pero el amor, finalmente, ha triunfado. El pasado sábado, ocho de julio, Tamara Falcó e Íñigo Onieva daban el ‘sí, quiero’ ante cuatrocientos invitados; y lo hacían en un marco de excepción, El Rincón, el palacio que Carlos Falcó dejó como legado a su hija, que hoy ostenta su título más preciado: el de marquesa de Griñón .
Recordaba Tamara que, de niña, solía correr por sus pasillos y salones, y jugaba a ponerse visillos sobre su cabeza, como si fuera un velo, imaginando que, quizá, algún día, sería ella quien se casaría en este espacio con siglos de historia. Aquella pequeña no se equivocaba.
“Mi padre era un enamorado del amor. Creo que me habría animado a seguir mi corazón”, nos confiesa, en exclusiva, la novia del momento. Porque, aunque este ha sido el día más especial de su vida, también ha estado marcado por la ausencia de su padre -fallecido en 2020-, al que estaba muy unida –como recalcaba su hermana Xandra hace tan sólo unos días, “la adoraba”-.
El recuerdo del marqués estuvo “en todo momento”; y Tamara contó, además, con el apoyo de siete de sus ocho hermanos -como ella misma nos explica, el único ausente fue Enrique -, testigos de este acontecimiento que quedará para siempre en el recuerdo de los Falcó y los Preysler.
La imagen de la unión
Nunca antes habíamos visto una imagen así. Las familias Falcó y Preysler posando juntas en una fotografía única.
“El croquis familiar es un poco complicado”, decía, con gracia, Tamara en el documental producido por ¡HOLA! Ella fue la cuarta hija para Isabel Preysler y la tercera para Carlos Falcó. Isabel había estado casada en primeras nupcias con Julio Iglesias -con quien tuvo a Chábeli, Julio Jr. y Enrique-; y Carlos, con Jeanine Girod -madre de sus hijos Manolo, que el pasado sábado, acompañó como padrino a Tamara en su camino hacia el altar, y Xandra-.
Un año después de su boda, casi ‘secreta’ en Casa de Vacas (Toledo), en 1981, el matrimonio daba la bienvenida a su única hija en común, Tamara, la “alegría de la casa”.
En 1985, anunciaban, a través de la revista ¡HOLA!, su separación, que no supuso ningún impedimento para continuar siendo una familia.
Como recordaba Isabel Preysler en Lazos de Sangre , Carlos había sido un gran padre para Tamara, pero también se había entregado con sus otros tres hijos, a los que se ganó con su cariño y dedicación.
“Carlos enseñó a sus hijos [a Chábeli, Julio Jr. y Enrique] a cazar, a pescar, a montar a caballo. Disfrutaban mucho con las ovejas, y llevaban a todos los amigos que querían al campo. Se lo pasaban estupendamente”.
Tanto es así que Julio Jr. y Chábeli compartían, en el mismo espacio televisivo, los “recuerdos fantásticos que atesoraban con él. Le encantaban los niños y tenía mucha paciencia con nosotros”.
Tras su ruptura, Isabel rehízo su vida al lado de Miguel Boyer, padre de Ana -a día de hoy, uno de los grandes pilares de Tamara-; mientras que el marqués volvió a encontrar la felicidad junto a Fátima de la Cierva, con la que tendría a sus hijos Duarte y Aldara, que tampoco faltaron a la boda de su hermana Tamara, a la que todos ya conocen como la novia más esperada del año.