La suya era, sin duda, la boda más esperada del año; y ella la novia que todo el mundo estaba deseando ver. Tamara Falcó se ha convertido en la protagonista indiscutible de este año tras su boda de ensueño con Íñigo Onieva que sólo podrás ver, en exclusiva, en ¡HOLA!
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Tras su paso por el altar, la marquesa de Griñón habla con ¡HOLA! y se confiesa como nunca antes. Del perdón a Íñigo a sus primeras impresiones como casada.
—¿Qué pensaste cuando caminabas hacia el altar?
—Que qué afortunada era.
—¿Y cuando viste a Íñigo?
—Nada, mi marido… Es que ya lo tenía como tal.
—¿Cuál ha sido para ti el momento más emocionante de la boda?
—El momento de la bendición.
—¿Qué sentiste cuando te viste vestida de novia? ¿Pesaba mucho el vestido?
—Fue impresionante. De repente, me pusieron el velo y me dije: “¡Qué soy la novia!” No sé cuánto pesa, pero ha venido (desde Nueva York) en dos baúles. Me ha impresionado muchísimo que 19 personas hayan estado día y noche trabajando en él.
—¿Qué motivos tiene el bordado?
—De lirios, porque es la flor de la pureza. También han seguido el diseño de la tiara. Pero es que es impresionante… Y una locura, porque han tenido un mes para hacerlo.
—¿Qué te dijo tu madre cuando te vio vestida de novia?
—Que estaba guapísima. Como ya os contamos, me dijo en la primera prueba: “Esto sí que es un vestido de novia”.
—Grace Kelly ha sido tu referencia. ¿Por qué es tu musa nupcial?
—Para mí, es la novia por referencia. Me parece la novia más guapa de todas las épocas.
—Tú también estás muy guapa, pero ¿no has pasado calor?
—Sí, porque, además, el vestido lleva lana debajo. No me hubiese extrañado si me hubiera desmayado —ríe—. Menos mal que hemos tenido dos máquinas de aire acondicionado enfocándonos —ríe—.
“Mi padre era un enamorado del amor. Creo que siempre me habría animado a seguir mi corazón”
—¿Alguna vez soñaste con una boda como esta?
—Tampoco he soñado muchas veces con mi boda… Cuando mi padre me dejó en herencia El Rincón, claro que me veía casándome aquí y me imaginaba que también él estaría aquí…
—¿Qué crees que te hubiera dicho tu padre en un día como este?
—Mi padre era un enamorado del amor. Entonces, creo que siempre me habría animado a seguir mi corazón.
—¿Cómo has encontrado a tu madre?
—Me parece que está espectacular. Cuando vi ese vestido en un desfile, supe que era para ella. Y lo gracioso fue que ella tenía sus dudas. La veo muy favorecida porque tiene un hombro muy bonito.
—¿Qué te ha parecido que tu hermana Ana haya escogido uno de tus diseños?
—Se me ha caído la baba. Está encantada, además el modelo del vestido se llama ‘Anita’, pero hemos cambiado los colores, porque los modelos ya estaban en tienda, desde hace dos meses, y se podía encontrar con otra invitada con el mismo vestido… Imagínate.
—¿Has sentido muchos nervios estos días?
—Lo que me ha pasado es que me ha emocionado todo mucho y he estado muy sensible.
—Al menos, las dos docenas de huevos ecológicos a Santa Clara han funcionado y no os ha llovido
—Era algo que nunca puedes controlar. Nadie quiere que llueva en su boda… —Ríe—. Y lo que más me ha preocupado… he confiado plenamente en Wes Gordon, pero es verdad que el segundo vestido prácticamente no lo había visto. Nos habíamos centrado tanto en el primero… Como había muy poco tiempo, con que hubiera uno ya teníamos mucho… —Ríe—.
—¿Te ha sobrepasado la presión estos días?
—No, porque lo tenía muy claro. También he estado en casa de mi madre, con mi familia, y en la Buchinger, que es como un remanso de paz. He tenido tiempo para rezar, para estar tranquila…
—¿Has rezado muchos estos días?
—Sí, he rezado bastante.
—¿Por qué?
—Quiero que el matrimonio dure toda la vida y que sea muy bonito. En un momento dado, me decía: “¿Y si me estoy equivocando?”. Como mis padres se habían casado tantas veces… También pensaba que no hubiera llegado hasta el matrimonio si hubiese sido un error, aunque, desde luego, más cosas no han podido pasar —ríe—. Pero, si Dios realmente no quería que me casase, me hubiese pasado algo.
—¿Cómo has notado a Íñigo estos días?
—Ha estado en un momento muy emocional. A principios de semana, preguntó si había ensayos y le contesté: “¡Si no hay tiempo!”. Esto es el vivo y el directo —ríe—.
“Nos hemos casado y hay una frase que se repite: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”, y está llena de significado”
—Habéis hecho el curso prematrimonial, ¿verdad?
—Ha sido muy especial. Mucha gente lo hace en un curso exprés, pero el nuestro ha durado cinco meses. Para mí, era muy importante hacerlo. Y creo que para Íñigo también lo ha sido.
—¿Cómo has tenido presente a tu padre? ¿En qué momento te has acordado de él?
—En todo momento. Desde que Íñigo se cambiara en su cuarto hasta el maridaje del menú, que está hecho con sus vinos ‘AAA’, que están dedicados a sus tres hijas, porque las tres tenemos tres ‘A’ en nuestro nombre —Alejandra, Aldara y Tamara—. También los pajes van vestidos de austríaco —mi padre siempre se vestía así y lo consideraba elegantísimo—, de la misma firma que suele vestir a los hijos de Kate Middleton.
—Tu hermano Manolo ha sido el padrino perfecto.
—Sí. Cuando se lo dije, ni lo dudó. En nuestra pedida, que celebramos en casa de mi madre, hizo un speech superbonito y nos transmitió lo importante que era el matrimonio para él, dijo que le había hecho ser mejor persona. Que lo cuente alguien que lleva tanto tiempo casado…
—De tu boda con Íñigo, se puede decir que es el triunfo del amor.
—Eso desde luego —ríe—. El amor es Dios. Nos hemos casado y hay una frase que se repite: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”, y está llena de significado.
—Sin duda, has demostrado el significado de la palabra perdón. ¿Esperabas ser tan generosa o te has sorprendido a ti misma?
—Muchas gracias. Es que aún no me lo creo. Evidentemente, pones de tu parte, pero perdonar es una gracia, un don. No es algo que puedas forzar.
—¿Te ha costado perdonar?
—Hombre, me ha costado. Perdonar es muy complicado.
—Ahora mismo, ¿tienes confianza plena en él?
—Quiero pensar que sí, porque, si no, no me estaría casando con él. Conozco a amigas que llevan esto… que a lo mejor son muy celosas y siempre tienen sus dudas.
—Pero tú no eres celosa.
—No y espero no serlo en un futuro. Evidentemente, sí hay un pasado, pero, bueno… pasado pisado.
—Y hay que seguir hacia delante. ¿Sientes que todo esto os ha reforzado como pareja?
—Definitivamente. Había muchas cosas que necesitábamos. Por ejemplo, igual necesitaba aprender el poder del perdón o el amor al prójimo, seguir queriendo cuando alguien te hace daño. Para Íñigo también ha sido una forma de llegar con honestidad a este momento.
—¿Crees que ahora hay más transparencia entre vosotros?
—Sí. Claramente.
—Como dices, el perdón es una gracia y no todo el mundo tiene la capacidad de perdonar.
—Es una gracia, pero no quiere decir que la herida te deje de hacer daño. No es el mismo daño que en el pasado pero, evidentemente, hay un daño ahí. También hay que saber ver a la otra persona con todas sus heridas.
—Íñigo tiene mucha suerte de tenerte.
—Muchas gracias. Me lo dice sin parar. También me siento muy afortunada teniéndole a mi lado.
“Me ha costado perdonar, pero quiero pensar que tengo confianza en Íñigo. Si no, no me casaría con él”
—¿Qué es lo que más aprecias de su personalidad?
—Íñigo es muy alegre, supercariñoso y superatento con todo el mundo. Siempre quiere que todo el mundo esté bien… Pero también es un poco burro —ríe—. Él dice que es su lado vasco —ríe—.
—También ha experimentado un lado más espiritual, más religioso. ¿Cómo valoras este acercamiento a la fe?
—Lo valoro muchísimo. Evidentemente, es muy importante para mí que estemos alineados en ese aspecto, pero lo que me gusta es que lo ha encontrado por sí mismo. Es decir, ha salido de él porque no es algo que alguien pueda hacer por ti.
—En un momento dado, dejó la noche. ¿Te preocupa que vuelva a ella, aunque sea por trabajo?
—Creo que esa es una etapa que Íñigo ha cerrado, pero lo ha hecho por sí mismo, otra vez. Vio que ese camino no le llevaba a ningún lado.
—¿Cómo es su relación con tu madre?
—Muy buena. Íñigo siente mucha admiración por mi madre y, al mismo tiempo, mi madre le tiene mucho cariño.
—Probablemente, todas las madres sean las personas más críticas que podemos tener. ¿Cómo ha gestionado la tuya todo lo ocurrido?
—Mi madre respeta mucho mi opinión. Sabe que todos sus hijos somos adultos y podemos tomar nuestras propias decisiones. Creo que, para nuestras madres, no existe la pareja perfecta, porque ellas siempre piensan que deberías estar con… —se para a pensar—.
—¿Con la persona más importante posible? ¿Con un Rey?
—¡Exacto! —Ríe—. Pero mi madre me ha repetido que lo importante es vernos felices y es lo que le importa.
—¿Han hablado tu madre e Íñigo a solas?
—Creo que sí que han hablado.
—¿Y qué te ha comentado Íñigo?
—A él siempre le ha sorprendido el corazón que tiene mi madre y lo comprensiva que ha sido con todo.
—¿Y tu madre de Íñigo?
—Tampoco hemos hablado tanto de Íñigo —ríe—. Estas semanas hemos estado con el momento boda porque, claro, he sido la última en casarse en casa.
—¿Qué es lo que más valora tu madre de Íñigo?
—Aprecia mucho sus valores familiares, lo pendiente que está de su propia familia y de la nuestra.
—¿Y qué puedes decirnos de tu relación con la familia de Íñigo?
—Ellos prefieren no estar en el ojo del huracán, pero la verdad es que me llevo muy bien con todos.
—¿Cómo os conocisteis Íñigo y tú?
—En el cumpleaños de nuestra amiga Luisa Bergel.
—¿Fue un flechazo?
—Para Íñigo, sí lo fue. Yo lo tuve que conocer más.
—¿Qué fue lo que más te llamó la atención al principio?
—Después del cumpleaños, que me invitara a desayunar. Se lo comenté a una amiga y me dijo: “Qué mono”. Porque, realmente, en un desayuno nunca hay nada...
“No creo en supersticiones. Siempre pasan cosas… Si hemos llegado hasta aquí, ha sido gracias a Dios y a que los ángeles nos han llevado sobre sus alas”
—¿No veías ninguna otra intención?
—Exactamente. A partir de ahí, empezamos a hablar más y más…
—¿Ahí ya tuviste claro que era el hombre de tu vida?
—La verdad es que me he dejado llevar. Cuando estás saliendo con alguien, siempre es algo que te planteas. Si no, no estarías en una relación. En mi caso, he dejado que todo fluyera. No pensaba: “Es él, es él”.
—Durante estos meses, te has enfrentado a numerosos obstáculos, porque te ha pasado de todo…
—Con obstáculos, pero también con muchas soluciones. Si me torcía tobillo, estaba ahí mi fisio para recolocármelo. Y las otras cosas creo que también las hemos sacado un poco de quicio.
—Y con un poco de guasa
—A mí me encanta reírme de mis propias situaciones. Otras cosas me sorprendieron. Cuando me contaron lo de las joyas —el robo reciente—, me estaba probando los pendientes en ese mismo momento, pero llamé a la joyería y me dijeron que allí no había entrado nadie.
—También ha habido personas que han puesto más obstáculos. ¿Cómo lo has vivido estas últimas semanas?
—Creo que tienes que centrarte más en la gente que te quiere y en las cosas buenas. Hay mucha gente que ha contado auténticas barbaridades… Pero también hay muchas personas que me han dicho que sea muy feliz. Realmente, Íñigo y yo hemos sentido mucho cariño.
—Después de todas esas cosas que os han pasado, habéis conseguido casaros. ¿Qué le dirías ahora a toda esa gente que decía que esta boda estaba gafada?
—Es que no creo en esas supersticiones. Siempre pasan cosas… Si hemos llegado hasta aquí, ha sido gracias a Dios y a que los ángeles nos han llevado sobre sus alas.