Tamara Falcó e íñigo Onieva han hecho por fin realidad su sueño de contraer matrimonio en el Palacio de El Rincón, en la que ha sido considerada la boda más esperada del año. Para darle el “sí, quiero” a su prometido, la marquesa de Griñón confió su look nupcial a Wes Gordon , director creativo de Carolina Herrera.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
En declaraciones a ¡HOLA!, el diseñador estadounidense señaló que en su primer encuentro con la hija de Isabel Preysler en Nueva York, “colaboró con mis ideas sobre el diseño y la silueta del vestido. Hicimos referencia a algunos detalles de los vestidos que diseñé en Herrera y que a ella le habían encantado. También incorporamos esos elementos de diseño en el vestido”.
“Diseñar un vestido de novia se trata, realmente, de reflejar a la novia misma. Puede ser un proceso muy colaborativo entre un diseñador y la novia, asegurándose de crear el vestido de sus sueños. Nos enfocamos en un diseño que fuera moderno y atemporal al mismo tiempo. Su musa nupcial es Grace Kelly, así que intentamos crear algo que evocara ese aire y esa sensación de elegancia. La tela que seleccionamos es de una empresa textil española”, añadió el creador de la casa Herrera.
En el traje nupcial que Wes Gordon creó para Tamara se aprecian, efectivamente, referencias al vestido de novia de la esposa de Rainiero de Mónaco. Con una elegante silueta “abrigo”, manga larga, cola en cascada y confeccionado en crepé de seda blanco marfil —tejido de manufactura española, como nos adelantó el creador— el vestido está adornado con bordados y pedrería de cristal cosida a mano. Una hilera de botones, forrados en el mismo tono del vestido, recorre, de arriba abajo la parte delantera.
Los motivos del bordado representan “hojas de madroño y flores de nardo, detalles extraídos del escudo de la marquesa de Griñón”, según nos trasladan desde el estudio de Gordon. El bordado artesanal está realizado con la “rara técnica del Zardozi —la técnica ancestral que se utiliza en la elaboración de los vestidos de las maharaníes indias—, que data del siglo XII, y que entrelaza hilos de seda, con hilos de metal (oro y plata) y cristal”. Las cuentas se cosen directamente sobre la tela del vestido, en lugar de utilizar composiciones de bordados (como la pasamanería) elaboradas previamente. Para la confección de este vestido fue necesario el trabajo de dieciocho artesanos y se emplearon 400 horas.
El diseño de este vestido, en un guiño al linaje de la novia, tiene además una historia y se inspiró “en la rica herencia de Tamara y su familia”. Además, toma como referencia “los emblemas de diseño de la Casa Herrera y Wes Gordon, que incluyen una silueta llamativa, pero audaz y décadas de experiencia en diseño y artesanía nupcial”, nos indican desde la firma en Nueva York.
Una cascada con ‘rubor’ de volantes al bies
Como viene siendo habitual en los últimos años, la mayoría de las novias optan por lucir un segundo vestido en su gran día. La marquesa de Griñón también quiso seguir esta costumbre y se cambió de traje para poder disfrutar con total comodidad de la fiesta posterior a la ceremonia. En esta ocasión, Gordon diseñó para Tamara un vestido ligero, con estructura columna, en organza de seda color “rubor” y adornado con volantes en cascada cortados al bies.
Beauty look
Para su maquillaje, la marquesa de Griñón confió en el equipo de Sisley París, firma de la que es embajadora, que conoce sus gustos y lo que mejor le sienta. Las claves fueron la naturalidad, la elegancia y la atemporalidad; un maquillaje que huyó de artificios para mostrar a Tamara más radiante que nunca. Juego de volúmenes mate para evitar los brillos —algo más complicado de lo que podría parecer, teniendo en cuenta las temperaturas veraniegas— y un delineado difuminado para conseguir rasgos suavizados y el efecto de una mirada más abierta, elegante y sobria. En las mejillas, tonos rosados para evocar la frescura, y en los labios, el tono más natural. Se trataba de encontrar el equilibro entre el vestido, el maquillaje y el peinado. Un look royal y aristocrático, pero, al mismo tiempo, con el toque contemporáneo y natural de Tamara. El recogido, un sencillo y muy favorecedor moño bajo —realizado por Raquel Álvarez para Sisley—, terminaba de armonizar el conjunto a la vez que daba su protagonismo a la diadema de diamantes de familia.