Apenas queda un día para la boda más esperada del año. Tamara Falcó e Íñigo Onieva darán mañana el ‘sí, quiero’. Y el escenario elegido para su paso por el altar no es otro que El Rincón , el palacio que fuera, durante tantos años, hogar de su padre, Carlos Falcó . Decía su hermana Xandra, hace tan sólo unos días, que el marqués se sentiría “muy feliz y muy orgulloso” con este enlace. “Adoraba a Tamara”, añadía.
Porque Tamara no sólo es heredera de su legado, sino de su título más preciado, el marquesado de Griñón , que, antes que ella, también ostentó su madre, Isabel Preysler, cuando el 23 de marzo de 1980, se casaba con Carlos Falcó en una íntima ceremonia, casi secreta, que causó un gran revuelo.
De la amistad al amor
Él era uno de los aristócratas más conocidos del país. Hijo de Grandes de España –Hilda Fernández de Córdoba y Mariátegui, duquesa de Montellano, y Manuel Falcó y Escandón, heredero del linaje Montellano-, amigo del rey Juan Carlos -con quien su hermano Fernando estudió en el colegio de Las Jarillas- y empresario de éxito. Su vida fue mucho más tranquila y discreta que la del marqués de Cubas -que se ganó a pulso la fama de conquistador-, aunque tampoco ajena a los medios de comunicación. Era sabido que Cristina Onassis, la heredera más rica del mundo, suspiró por conseguir su amor; y había estado casado con Jeaninne Girod del Avellanal, de la que se separó en 1970, y con la que tuvo dos hijos, Xandra y Manolo -ahora padrino de Tamara en su boda-.
Ella aún no era la reina de corazones, pero gozaba de gran popularidad. Su matrimonio con Julio Iglesias la había situado en el foco mediático, y su elegancia innata pronto la convirtió en un icono de estilo para la España de los ochenta.
En 1978 sus caminos se cruzaron en un pase privado que la embajada norteamericana organizó de la película Fiebre del sábado noche. El marqués ya se había divorciado de Jeaninne e Isabel estaba a punto de separarse del cantante.
“Isabel Preysler y el marqués de Griñón, sorprendidos en Gitanillos mientras contemplaban la actuación de Olga Guillot”, decía ¡HOLA! en una de sus crónicas. Nuestra revista hablaba entonces con los protagonistas de la noticia. Y si bien Isabel insistía en que entre ellos sólo había “una amistad que no es de ahora, sino que viene de lejos. Desde que estaba soltera”; Carlos evadía la pregunta directa que lanzaba ¡HOLA!: “¿Estás enamorado de Isabel?” “-A esa pregunta me reservo la contestación. En su momento, me la plantearía”.
Casi a ‘contrarreloj’, al ritmo de Los del Río y ante sus familiares más cercanos
El 23 de marzo de 1980 Isabel y Carlos se daban el ‘sí, quiero’ en la capilla privada de Casa de Vacas , la finca que el marqués poseía en Malpica (Toledo) -y que también serviría de escenario de la boda de su hijo Manolo Falcó con Amparo Corsini en 1999-.
Sólo los familiares más próximos de los novios estuvieron presentes. La duquesa de Montellano, madre de Carlos; el marqués de Cubas; los tres hijos de Isabel -Chábeli, Julio José y Enrique, fruto de su matrimonio con Julio Iglesias-; y los dos hijos que Carlos tuvo con Janinne -Xandra y Manuel- figuraban entre los poco más de veinte invitados.
Rocío Falcó, hermana del marqués de Griñón, y Miguel Pérez Rubio, tío de Isabel, ejercieron de padrinos de esta íntima boda secreta organizada casi a ‘contrarreloj’. Tan sólo unos días antes, Carlos había llamado al párroco del pueblo, Don Manuel, pidiéndole el favor de oficiar la ceremonia; y el servicio de Casa de Vacas se las ingenió para configurar un menú en el que no faltaron ni los langostinos ni varios corderos asados -la tarta nupcial era de Embassy-.
Como regalo de bodas a su hermano, Fernando Falcó logró que Los del Río cantasen la Misa Flamenca y animasen la fiesta que siguió tras la ceremonia.
Para la ocasión, la nueva marquesa de Griñón se decantó por un diseño del modista Jorge Gonsalves. Un vestido realizado en crêpe georgette de color salmón claro, de lorzas intercaladas, con encaje de valencienne teñido al tono, como mostraba el boceto que publicó ¡HOLA! (arriba)
Máxima discreción
Aunque intentaron mantener la máxima discreción -Isabel no entró por el camino habitual a la finca, sino atravesándola por otros secundarios para evitar a la prensa-, la noticia de su boda trascendió a los medios de comunicación, que no tardaron en darse cita, cuarenta y ocho horas después del enlace, ante el chalet situado en el exclusivo barrio de El Viso, en Madrid, que se convertiría en su nuevo hogar.
Allí, la nueva marquesa de Griñón atendió a ¡HOLA!: “Como te prometí, no ha acudido ningún profesional de la fotografía ni, mucho menos, un periodista a la boda”, confesaba a nuestro redactor Santy Arriazu. “Isabel se reunió después con su marido en el centro de Madrid (momento que fue aprovechado para obtener una imagen de los dos juntos) y, tras relevar este al chófer, la pareja emprendió una rápida huida de los reporteros gráficos que les acosaban enfilando, a más de 150 kilómetros por hora y tras haberse saltado cuatro semáforos en rojo, por la autopista de La Coruña”, rezaba nuestra crónica.
Nuestra revista se puso, también, en contacto con Julio Iglesias, primer marido de Isabel. Mientras ella daba el ‘sí, quiero’ a Carlos Falcó, el artista se encontraba a miles de kilómetros, en las Bahamas, grabando una canción en inglés, Paloma blanca. El cantante confesó que sabía que su exesposa pasaría por el altar, pero desconocía la fecha. “Me parece bien que mis hijos acompañaran a su madre. Se trataba de un acontecimiento muy importante en su vida e hicieron bien en acompañarla”, aseguraba Julio.
Luna de miel con destino ‘falso’
“He preferido retrasar nuestro viaje por los niños. No quería que asociaran la idea de la boda de su madre con una inminente aunque corta separación. Son muy pequeños todavía para comprender en toda su dimensión lo que significa que me haya vuelto a casar. Y no quería, bajo ningún concepto, es que pudieran pensar: ‘Casarse es que se vaya mamá”. Isabel posaba por primera vez en su chalet de El Viso, y contaba a ¡HOLA! su decisión de posponer su luna de miel.
Tal y como detalla Romualdo Izquierdo en su libro, para despistar a los medios de comunicación sobre la luna de miel, el marqués saca unos billetes con un destino falso. Lo que hicieron fue ir en coche desde Malpica (Toledo) a Portugal, donde cogieron un avión hacia Londres y, desde la capital británica, pusieron rumbo a las Islas Vírgenes, en el Caribe.
Un año más tarde, Isabel daba a luz a Tamara, su cuarta hija y la tercera para el marqués de Griñón. “No se consigue de la noche a la mañana ensamblar a dos familias”, comentaba la socialité a ¡HOLA! Sin embargo, durante los cinco años que duró el matrimonio -la pareja firmó el divorcio en 1985- lo consiguieron.
Falcó y Presyler, dos sagas y una ‘modern family’
Cada uno aportaba hijos de sus anteriores matrimonios. Isabel, tres -Chábeli, Julio José y Enrique-. Carlos, dos -Xandra y Manolo-. Pero aquello no fue ningún impedimento para formar una familia muy unida.
“Carlos les enseñó a cazar, a pescar, a montar a caballo. Disfrutaban mucho con las ovejas, y llevaban a todos los amigos que querían al campo. Se lo pasaban estupendamente“, aseguraba Isabel Preysler en el programa Lazos de sangre . Unos recuerdos que, también, compartían en el mismo espacio televisivo Julio José y Chábeli, quien desvelaba: “Tengo unos recuerdos fantásticos con él. Le encantaban los niños y tenía mucha paciencia con nosotros”.
Tanto es así que Isabel, emocionada, revelaba ante las cámaras de RTVE, que el comportamiento de Carlos con los hijos de su primer matrimonio fue tan ejemplar que Julio Iglesias se acercó a darle las gracias en una cena en la que coincidió con el añorado marqués de Griñón.
Una amistad que duró hasta el final
“Fue una temporada un poquito difícil, pero después pasando el tiempo llegamos a ser más amigos y más amigos hasta ser buenos amigos. Es una cosa que siempre le agradecí. Teníamos que vernos, que hablar, y Carlos que era un gran señor lo hizo muy fácil”, comentaba Isabel en Lazos de Sangre.
En 1985, los marqueses de Griñón se divorciaban. Su matrimonio se había acabado, pero les unía algo más importante, Tamara, que siempre fue su prioridad. Con el paso de los años, se convirtieron en buenos amigos.
“Era un hombre bueno, buen padre, buen amigo”. Con estas cariñosas palabras, Isabel se despedía de uno de los grandes amores de su vida, que falleció en 2020, a causa del coronavirus.