Ha comenzado la cuenta atrás para la gran boda del año. Quedan solo diez días para que Tamara Falcó contraiga matrimonio con Íñigo Onieva, después de casi tres años de relación. El broche de oro a una historia, también de aprendizaje y superación, donde el amor ha triunfado con mayúsculas. El 8 de julio es la fecha marcada en el calendario parade el inicio de esta nueva etapa de sus vidas, un día que, sin duda, será inolvidable.
Tamara e Íñigo se darán el “sí, quiero” en un lugar idílico que no podría estar más cerca del corazón de la novia: El Rincón, el que fuera durante años el hogar de su padre, Carlos Falcó. Situado en las inmediaciones de la localidad madrileña de Aldea del Fresno —a casi 60 kilómetros de la capital—, acogerá a los más de 400 invitados que asistirán al enlace.
El sábado 8 se casará con Íñigo Onieva, rodeada de su familia y ante más de 400 invitados, en su querido palacio El Rincón, el que fuera hogar de su padre
Como cualquier novia, Tamara vive esta recta final con mucha emoción e ilusión y los lógicos nervios, inmersa en todos los preparativos y disfrutando de este momento junto a su futuro marido. Nos lo cuenta en primera persona, con su imborrable sonrisa por bandera, cuidando cada detalle para que todo salga perfecto, pero teniendo muy claro lo más importante para ella, el Sacramento .
—Tamara, no queda nada para el gran día. ¿Cómo te encuentras y cuáles son tus sensaciones?
—Estoy muy feliz, muchas gracias. Estamos aprovechando estas semanas para cerrar los últimos detalles, disfrutando de cada momento y fase. Al final, es una etapa que solo vives una vez y, aunque nos estamos esforzando para que todo salga perfecto, lo importante de esta celebración es el Sacramento. Así que, cuando pierdo un poco el norte, me acuerdo de qué es lo que realmente importa. Además, todo es más fácil porque tengo a un gran compañero y a un equipo maravilloso detrás, que está preparándolo todo con el mismo cariño como si fuera su boda. Estoy muy contenta y agradecida, la verdad.
—¿Qué es lo que te está pareciendo más complicado a la hora de organizar una boda tan grande?
—El espacio es maravilloso y muy especial para mí, pero, al final, hace mucho tiempo que no se celebran bodas allí. Además, queremos que la nuestra sea distinta a todas las que ha habido, por lo que estamos cuidando hasta el más mínimo detalle para que así sea. ¡Hemos desbrozado, podado y plantado hasta césped!
“Íñigo ya ha llevado huevos a Santa Clara… ¡Dos docenas y ecológicos! Estoy tranquila sabiendo que tengo a la Divina Providencia”, confiesa la novia a ¡HOLA!
—Ya hemos comprobado lo bonito que está El Rincón.
—También nos están haciendo un mural precioso para que el salón quede bonito. Mi cuarto de novia lo está haciendo, con todo el cariño, una de mis más íntimas amigas, que es decoradora, y su madre, que tiene un gusto excepcional. A esto hay que sumarle la extraordinaria labor que están haciendo los equipos de producción, los floristas y hasta el coro... Cuando hicimos la prueba en la iglesia de San Fermín de los Navarros, hicieron que se nos cayera alguna que otra lagrimita.
Un novio “feliz”
—¿Cómo encuentras a Íñigo y cómo está gestionando él esta cuenta atrás?
—Le veo feliz, la verdad. Está encantado con todo el cariño que han demostrado su familia y sus amigos estas últimas semanas. Además, a él le encanta organizar eventos, está muy implicado y es hipereficaz. La verdad es que está siendo un momento muy bonito para ambos y lo estamos disfrutando juntos, eso es lo importante.
—Llevamos varias semanas de lluvias. ¿Tienes intención de llevar huevos a las monjas de Santa Clara?
—¡Ya los han llevado Íñigo y su tía Natalia! —Ríe—. ¡Dos docenas y ecológicos! —Vuelve a reír—. A Clara, mi amiga, también se lo he pedido, pero creo que se le ha olvidado...
“Mi madre está emocionada. Y yo feliz de que me acompañe en todo. Por ejemplo, en la elección de las mesas, porque tiene muchísimo criterio y siempre tiene algo que aportar”
—¿Y si llueve? ¿Te preocupa lo que pueda pasar?
—Tenemos al que yo considero que es el mejor equipo en producción de eventos y lo primero que nos dijeron es que necesitábamos un plan B, por si acaso. Y aunque discutimos mucho al respecto, porque yo quería que fuese al aire libre todo, ahora me alegro mucho de haberme rodeado de tan buenos profesionales y de haberles hecho caso.
—¿Cómo está viviendo tu madre esta recta final? ¿Está más nerviosa que tú?
—Mi madre está emocionada. Hemos tenido la oportunidad de pasar dos semanas en la clínica Buchinger, mano a mano, y hemos viajado juntas a Nueva York para ver mi vestido. Ella, Wes y su equipo se llevaron divinamente desde el principio. Además, le encanta cómo me queda el vestido.
—¿Tu madre se ha implicado de alguna forma con los preparativos?
—Estoy feliz de que me acompañe a todo. Por ejemplo, en la elección de las mesas, porque es una persona con muchísimo criterio y tiene siempre algo que aportar. Además, claro está, que es mi madre del alma. Su vestido también se lo escogí yo —ríe—. Lo vi en un desfile y supe que era perfecto para ella. Ayer estuvimos probándolo y me encanta cómo le queda. Pero, claro, a ella siempre le queda todo bien.
“Íñigo está muy implicado y es supereficaz. Está siendo un momento muy bonito para ambos y lo estamos disfrutando juntos. Eso es lo más importante”
—Estas semanas has estado con ella un centro de bienestar para ponerte a punto. Además de los tratamientos que te has podido hacer, ¿te ha ayudado a desconectar y relajarte?
—Para mí, la clínica Buchinger es un retiro que hago anualmente, en el que reseteo mi cuerpo, mi mente y mi espíritu. No se trata solamente de adelgazar, como se ha llegado a decir. Es mucho más, es medicina integral. Y en un momento con tantos nervios y después de trabajar mucho, sabía que tenía que descansar para llegar fresca a la boda. Y eso he hecho.
—Entonces, ya estás preparada para el gran día.
—Estoy tranquila sabiendo que tengo a los mejores profesionales detrás y a la Divina Providencia, que, como decía mi padre, “nunca abandona a sus pajaritos”.