Las Canicas del Diablo, una extraña obra de arte de la naturaleza
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En el norte de Australia, en medio de la nada, existe un enclave que ha sido escogido por la naturaleza para crear una de sus obras maestras más caprichosas, surrealista para unos y extraterrestre para otros. Los aborígenes de la zona conocen este paraje, que consideran sagrado, como Karlu karlu, pero para el resto del mundo es conocido con otro apelativo mucho más sugerente: ‘las Canicas del Diablo’. Y es que la extraña forma de las rocas, únicas en el mundo, dispara la imaginación de aquellos que se atreven a cruzar un abrasador desierto para llegar hasta allí y ver de cerca este paraje que tachan de mágico.
Una ‘varilla de incienso’ en perfecto equilibrio
Agua, viento, erosión y la paciencia del tiempo durante millones de años. Se mezclan todos esos ingredientes en las dosis adecuadas, se agita y se obra el milagro: una maravilla natural con una dimensión sobrenatural que todavía conserva el encanto de lo salvaje. Conocida como la ‘Varilla de incienso’, esta formación rocosa es como un pilar esculpido en piedra arenisca de 150 metros de altura, lo que equivale a un colosal edificio de 50 plantas. Y para darle mayor dificultad, se sostiene a duras penas por un pedestal de tan solo seis metros de diámetro. El singular monolito se halla en el cañón de Enshi, en la provincia de Hubei (China), una majestuosa garganta de 108 kilómetros longitud.
Un mágico cañón de luz que ‘atraviesa’ la montaña
Existen parajes en los que la naturaleza juega a asombrarnos, provocando una mezcla de fascinación y extrañeza. Uno de estos lugares de ensueño se encuentra en la provincia china de Guizhou, donde el río Getu recorre una sucesión de valles y montañas que el viento y el agua han erosionado durante millones de años. Una de ellas tiene en su interior una caverna, de 140 metros de largo y 50 metros de alto, donde al amanecer los rayos del Sol coinciden exactamente con una de las entradas de la cueva, de manera que logran atravesarla.
Las temidas olas ‘tsunami’ que solo unos pocos se atreven a surfear
Los intrépidos deportistas estadounidenses Ben Gravy y Blair Conklin suman una nueva ‘locura’ a su lista de hazañas, que no ha estado exenta de riesgos. Viajaron a Alaska en busca de las llamadas ‘olas tsunami’, que se generan por el desprendimiento de grandes masas de hielo de un glaciar que caen al mar. Estas olas alcanzan poca altura, pero son extremadamente peligrosas debido a los grandes trozos de hielo que arrastran y a que se desplazan a una velocidad muy elevada, pero consiguieron su propósito sanos y salvos.