Los muñecos de Mari Carmen se han quedado huérfanos y aunque han perdido la voz, conservan el alma. Para toda una generación es imposible contemplar a doña Rogelia y no sentir su entrañable mal genio. Por eso, su hijo, Miguel Almanzón, el de carne y hueso, ha asegurado: "El destino de los muñecos está en nuestros corazones. Ahí es donde se van a quedar, en los corazones de todos los que hemos crecido con ellos y creo que es lo que mi madre quería". Aún así, los hijos de tela de Mari Carmen se conservarán, tambíen físicamente, pero es muy probable que no los volvamos a ver.
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De doña Rogelia al pato Nicol, los inolvidables muñecos creados por Mari Carmen
"Mi madre una máxima que tenía es: 'Nunca enseñes a ninguno de los muñecos si yo no estoy porque entonces lo que yo hacía de dar vida a materia inerte, esa magia desaparecerá', así que no me queda otra que cumplirla, que me tira un rayo mi madre que no se andaba con tonterías", ha revelado. Tampoco quería Mari Carmen ser enterrada con ellos. "No seas macabro", le reprochó con humor a su hijo cuando se lo sugerió según ha contado él mismo en Y ahora Sonsoles. Así, de acuerdo con su voluntad y, tal y como informa La Razón, los muñecos disfrutaran de un retiro dorado en la casa que Miguel tiene en Madrid.
Allí se trasladarán doña Rogelia, esa mujer tradicional, probablemente manchega, como Mari Carmen, que tiraba de acento para dar vida a una señora que gesticulaba a más no poder mientras remataba sus frases con la coletilla 'leñe'; el pato Nícol, una especie de 'macarra' muy castizo que era duro por fuera, pero un patito por dentro; Daisy, una adolescente de trenzas rubias y excesivo maquillaje sin pelos en la lengua; y el león Rodolfo, tierno y sensible, pero tan irreverente como sus compañeros. Aunque los muñecos descansarán en Madrid, parte de ellos se va con Mari Carmen. Como reza su epitafio, escrito por ella misma: “Siempre Mary Carmen y vuestros muñecos reíremos desde el cielo”
Mari Carmen y sus muñecos falleció el pasado 15 de junio a causa de un infarto a las puertas de su casa de Puerto de la Cruz en Tenerife. Tenía 80 años y ningún problema grave de salud, por lo que su muerte cogió a todos por sorpresa. A pesar de su edad, se mantenía activa y entre los proyectos que se quedaron en el tintero se encuentra un libro con tintes biográficos para compartir con los lectores los momentos más destacados de su vida y también iba a participar en el rodaje de la película Prohibido reír, que une dibujos con imágenes reales y cuenta la historia de un payaso maléfico que domina el mundo y prohíbe la risa.