casino dell 39 aurora pallavicini© @troptravelitaly

Il Casino dell’Aurora está en Roma y custodia en uno de sus techos el único ‘affresco’ de Caravaggio que se conserva en el mundo

La rocambolesca y desoladora historia del Palazzo más caro del mundo

Está en subasta pública y ni siquiera Bill Gates y el Emir de Qatar han podido comprarla


17 de junio de 2023 - 14:08 CEST

Cuando uno se encuentra con relatos con tanta historia como éste, que atesora tantos retruécanos y convulsiones como maravillas artísticas y suculentos salseos por los siglos de los siglos amén, uno se pregunta -con no pocas dosis de histeria- ¡¡¿Por dónde empiezo?!! ¿Por el lugar donde sucede la trama? Véase il Casino dell’Aurora, la casa más cara del mundo, con un precio de salida que ni siquiera Bill Gates, el Emir de Qatar o el Sultán de Brunei la han podido comprar aún personándose en la subasta... ¿Por el único Caravaggio que el genial lombardo, maestro del claroscuro, pintó al óleo sobre el techo de un alquimista? ¿Por las rosaledas del jardín, el único reducto que nos queda del arte de la jardinería de la Roma imperial? O ¿Por la guerra que mantienen los hijos de SAR el Príncipe Niccoló Ludovisi-Boncompagni por hacerse con este palacete renacentista que, hasta hace nada, ha estado en manos de la última de las esposas de su padre? ¿Quizás por la historia de ésta, Su (también) Alteza Real Rita Jenrette Boncompagni Ludovisi nacida Rita Carpenter en San Antonio, Texas, ex conejita playboy y ex actriz de serie B? ¿Por su desahucio? ¿Por sus denodados -e ilegales- intentos por volver a entrar en la casa que fue su hogar? O tal vez ¿Por sus causas sociales y la última de sus acciones caritativas: la familia ucraniana que acogía entre estatuas de Miguel Ángel y que ahora ha sido deportada y ha regresado a la guerra?

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© @troptravelitaly

Lo mejor será tomar el ejemplo de Billy Wilder y, sí, comenzar por el final. Con William Holden flotando bocabajo en la gran piscina estilo Hollywood de la decrépita reina del cine mudo Norma Desmond, tal y como arranca El Crepúsculo de los dioses. Quizás porque no hay mejor metáfora para abordar esta historia. Ni esta ciudad. Porque la decadencia forma parte del espíritu de Roma, una urbe, la primera, que vivió sus grandes días de poder y gloria hace 2000 años y que, desde entonces, vive la eternidad flotando en la espuma y el brillo de aquellos días. Desde la Lucrezia Borgia a Anitta Eckberg pasando por Jep Gambardella, Miguel Ángel, Audrey Hepburn o Mrs.Stone y su primavera. Y aún sigue fascinando y sorprendiendo. Igual que este reducto artístico del pasado, idílico, solemne, majestuoso y por momentos, fantasmagórico. Y es que el mismo fin de semana en que los focos volvían a iluminar el complejo fascista de Piazza Augusto Imperatore donde se inauguraba, tras décadas de abandono, un nuevo corazón pulsante del lujo de la ciudad, el Hotel Bulgari; y mientras que las carrozas del Pride recorrían Via dei Fori Imperiali con las banderas del arco iris ondeando bajo el Coliseo Flavio con proclamas contra el Gobierno de Meloni, en Via Veneto, allí donde Marcello Mastroianni buscaba la noticia junto a su fotógrafo paparazzi entre figurantes de Cinecittà y estrellas de Hollywood, una princesa vulneraba la Ley. A sus 76 años, intentaba sortear el cerco policial que le impedía regresar a su casa. Gritos, insultos y alguna camara de tv. Como en un sainete. O una ópera de Rossini.

Pero ella, como contábamos, no nació princesa. Recibió el título, así como sus derechos sobre el Casino dell’Aurora de su difunto esposo pero, después de 19 años durmiendo bajo su techo y entre murales del Guercino o de Domenichino, y un mes “en la calle”, había sido privada de todo. ¿Qué quería ahora? ¿Recoger las pertenencias que se había olvidado? ¿Okupar la casa? ¿Apropiarse de lo que Bante, Ignazio y Francesco Boncompagni Ludovisi, sus hijastros, reclaman como suyo alegando que la propiedad pertenecía a su abuelo y no a su padre? O tal vez... ¿Publicidad? Esta última pregunta quizás si podemos responderla. Ella fue la tercera y última esposa del príncipe, pero antes, ya era conocida. Escandalizó primero Washington, después enamoró al príncipe y se escondió del foco y, por último, cayó en la mayor de las desgracias. Así que, muy contrariamente a lo que se decía en las noticias asociando a su nombre el triste apelativo de “rubia dudosa”, podemos decir que Rita rubia lo ha sido siermpre. Oxigenada incluso o tal vez… Ahora ¿Dudosa? Jamás. De hecho, su atribulada vida social y sentimental siempre ha estado bajo la luz y al albur de los taquígrafos.

© @lady_tibi

Su nombre aparecía en titulares ya en 1978. The Washington Post dijo de ella que era “una de las cuatro mujeres jóvenes más dinámicas de la ciudad” porque, entonces, estaba casada con el congresista John Jenrette del que se divorció en 1981 tras ser condenado por soborno durante la llamada redada anticorrupción Abscam del FBI pero, ésa es otra historia. En los 70, Rita se desenvolvía en el mundo de la política y los alrededores de la Casa Blanca como pez en el agua. Era la época del Watergate y nuestra protagonista ejercía como directora de investigación del Partido Republicano de Texas, primero, después como profesora en el Instituto Político Taft de la Universidad Trinity y hasta llegó a ser la coautora de un informe con Ray Hoehle sobre el programa Alimentos para la Paz, que se presentó a la Comisión Presidencial sobre el Hambre Alimentaria en el Mundo con Carter.

Pero llegaría el escándalo de su marido y si bien, al principio ella prestó testimonio a su favor, luego lo denunció ante las autoridades tras encontrar 25.000 dólares bajo una de las tablas del parqué de su casa unifamiliar. Ahí, comienza su carrera mediática. Se convierte en una asidua de los talk shows y en 1981, su gran hit: se desnuda para Playboy tan solo con una boa de plumas sobre su piel que, evidentemente, ocultaba en la portada lo que se veía con todo lujo de detalles en las páginas del interior. Sus fotos se acompañaban con una entrevista ad hoc en donde daba pelos y señales sobre las corruptelas de su ex marido, pero también sobre su arte amatorio. Tras el divorcio, alimento durante semanas de la prensa amarillista, tuvo que dejar la ciudad del Pentágono. No obstante, en la costa oeste la esperaban con los brazos abiertos. Hugh Hefner, el magnate de la industria del cine para adultos, consideró que aquella “lideresa de opinión” era “una rubia excepcional y vivaz” a la que había que exprimir y, con semejante padrino, Rita participó en series y telefilmes. Incluso, hizo alguna película de serie B como La masacre de la isla de los zombies donde gritaba más que hablaba y se desnudaba más que se vestía. Tuvo el suficiente éxito como para convertirse en una actriz de culto y hasta llegó a grabar un single, Di Reggae Picnic. No por nada, ella había rodado en Jamaica…

© @iamdavidrau

© @wenjiazhu

La princesa decidió dedicarse al periodismo. La Fox la contrata como periodista estrella de su magazin A Current Affair y se convierte en una dama de los medios de Nueva York, especialmente, por su azote continuo al matrimonio Trump -entonces, formalizado con Ivanka-, y en una adalid de las causas sociales al tiempo que en inversora inmobiliaria… Por arte de birlibirloque, en uno de los numerosos cócteles del Hotel Waldorf, su mirada azul eléctrico se cruzó con la verde aceituna de un príncipe italiano que, por si le faltaba algo, también estaba emparentado con la industria automovilística y los Agnelli. Corría el año 2003 y un amigo suyo le pidió que viajara con el príncipe a Roma y fuera su broker. “Él quería transformar una finca en las afueras de Roma en un gran resort”, recordaba Rita en una entrevista a Il Corriere della Sera con motivo de la muerte del Príncipe Niccoló. “Fuimos muy felices durante 19 años. Él fue el verdadero amor de mi vida”, confesaba.

Como se podrán imaginar, el complejo turístico nunca se terminó, pero qué importa eso cuando hay amor… El amor, de hecho, pareció transformarla. Nunca más su nombre volvió a salir más allá de los ecos de sociedad. Nunca le fue infiel al príncipe. Se mantuvo siempre a su lado. Hasta el fin. Las malas lenguas acusarán a la princesa de dejar morir al príncipe, muy aficionado al whisky de malta, porque lo único que le interesaba del italiano era su dinero. “Lo hicieron pasar por un borracho, pero hablaba siete idiomas. La psiquiatra a la que acudimos cuando quisieron incapacitar a mi marido dijo que no solo era capaz de entender, sino que también era brillante”, alegaba princesa en la misma entrevista mientras que en Roma, donde hasta las estatuas hablan y denuncian las cuatro verdades del barquero, el rumor se expandía como una mancha de aceite. Quizas es que lo suyo fue un gran amor, pero nacido de un gran malentendido: Rita pensó que Niccolò era el rico y él pensó lo mismo de ella. Nada que ver. Ni un centavo y ni una lira. Así las cosas, solo les quedaba amarse a pesar o quizás precisamente por el equívoco.

Antes de morir en 2018, el príncipe indicó, entre sus últimos deseos, que Rita tenía derecho a vivir en la Villa en usufructo. Algo que no fue del agrado de los hijos del príncipe. Primero, porque la ingente cantidad de obras de arte del palacio -desde esculturas del siglo V aC al Ottocento italiano- que aún se estaban inventariando con lo que, una venta “ilegal” era un temor plausible. Segundo, porque la princesa había abierto de par en par las puertas del Casino y vivía de las visitas y tour privados al palacio, sin financiación pública ni permisos, y tercero, porque se estaba cayendo a pedazos y sus reformas no iban en consonancia con un palacio de semejantes características. De hecho, los primeros signos de ruina de este Kensington alla romana, con sus consecuencias civiles y penales, llevaron a los hijos del príncipe a impugnar la decisión de su padre dando lugar a una batalla legal aún irresuelta. ¿Qué lo impide? Que ante la falta de acuerdo, se decidió por una medida salomónica: sacar el palacio a subasta. Y... ya llevamos cinco: La primera subasta, del 18 de enero de 2022, estimó el valor de la vivienda en 471 millones de euros. Una segunda subasta el 30 de abril fijó el precio en 376 millones de euros, una tercera subasta redujo el precio a 301 millones de euros el 30 de junio. El 18 de octubre, la cuarta que fijó el precio en 180 millones de euros. Y la última, por ahora, de abril del 2023, 145… Todas han quedado desiertas. Es la casa más cara del mundo, pero no hay quien la compre. Ni Bill Gates al teléfono.

Durante las dos primeras subastas, Rita pudo seguir morando en la Villa, pero hace un mes, justo el día después de que la quinta Asta volviera a resultar infructuosa, Rita fue desahuciada. Sucedía el pasado 20 de abril. Sus hijastros, como decimos, habían argumentado ante el tribunal que la casa era del abuelo, que la princesa estaba dañando la propiedad más cara del mundo y estaba cobrando por recorridos masivos e indiscriminados para conseguir liquidez... pero fue el derrumbe inesperado de uno de los muros exteriores del palacio en via Lombardia lo que precipitó las cosas y les daba la razón en cierta forma. La juez Miriam Iappelli ordenaba el desalojo de la propiedad de sus moradores, véase la princesa y la familia de ucranianos a la que estaba dando cobijo en Il Casino, como antes, a lo largo de su dilatada historia, había albergado a Tchaikovsky, a Henry James cuando escribió Las Horas italianas... Contaban tan solo con 30 minutos para recoger todas sus pertenencias. La princesa se quedaba sin nada. Sin activos, sin recuerdos, sin casa… Y mientras dirigía sus pasos hacia casa de los Principes de Ruspoli, un precinto policial sellaba hasta nuevo aviso el hogar ancestral de los Boncompagni Ludovisi suspendido en el limbo.

© @eno_evo

¿Abordamos la historia del palacio en un flash back? Ahí va. El Príncipe Niccoló era el último descendiente de una saga familiar, los Boncompagni-Ludovisi, que se remonta a los tiempos de la antigüedad y apellidó, por ejemplo, a los papas Gregorio XIII y Gregorio XV. E Il Casino dell’Aurora fue parte de su residencia, un coqueto palazetto de caza dentro de la mítica Villa, de 2.800 metros repartidos en cuatro plantas, que se levantó en 1570 en una colina estratégica de la Ciudad Eterna, en el mismo emplazamiento que antes ocupaba la villa de Julio César y, después Gli Horti Sallustiani. Su primer propietario fue el cardenal Francesco Maria Del Monte, quien encargó en 1597 la obra de arte excepcional que encierra la casa: un Caravaggio. Merisi pintó sobre yeso un mural de tan solo 2,75 metros de ancho para adornar el techo de su laboratorio de alquimia con Júpiter, Neptuno y Plutón. Sería la única vez que lo haría.

Pero el Caravaggio no es el único tesoro que se resguarda en Il Casino. También alberga, en su jardín delantero que trazó LeNotre, el jardinero de Luis XVI, una escultura de Miguel Ángel y, en el interior, techos pintados al fresco por Guercino y Domenichino; un escalera de Maderno, autor de la fachada de San Pedro del Vaticano, un telescopio que Galileo Galilei, la mayor colección de cartas de María Antonietta, un archivo digital de 150.000 documentos sobre la historia de la villa… No en vano era la más grande intramuros de la ciudad, un vasto espacio de exuberantes jardines, villas y fuentes de casi 36 hectáreas, perdidas con los avatares de los siglos. Especialmente, tras la unificación italiana en el XIX cuando los Ludovisi, dueños la Villa desde 1622 -momento en que se la compran a los principes de Piombino-, deciden vender a la ciudad gran parte de la propiedad para la construcción de la actual via Veneto, hoy, uno de los más glamurosos distritos comerciales del mundo. De hecho, el que era el palacio principal de la familia, el palazzo Margherita, se convedrtirá en sede real de los Saboya. Actualmente, la embajada de Estados Unidos.

Stendhal, Gogol, Goethe... escribieron sobre este rincón casi olvidado de Roma. O al menos eso contaba Rita sobre el estado en el que se contró el palazzo a principios de los 2000: “Estaba abandonada, había pájaros volando a través de ella y le dije a Nicolò: ‘Tenemos que abrir la villa, tiene que ser vista por italianos y otras personas, necesitan entender la belleza y la cultura de todo esto’”. Así que, durante esos años, la pareja también realizó varias iniciativas de caridad con la mansión como centro y como objetivo: reformarla. En 2010, Il Casino dell’ Aurora que se llama así por un fresco con apolo surcando los cielos, abrió sus puertas al público como tesoro nacional, tal y como así lo había decretado un año antes el Estado Italiano. El palazzo padeció siete años de restauración para conseguir otros tantos de renovado esplendor, hasta que volviera a cerrarse por el desacuerdo familiar, tal y como contamos, en 2018 con los problemas hereditarios.

Rita ha apelado a la intervención del Estado. “Me gustaría que el Estado lo comprara, pero no sé si es una posibilidad porque no sé si tienen el dinero, ese es el problema. Y no soy la única heredera”, dijo la princesa a The Guardian cuando daba comienzo la primera subasta de la Villa, la que se llamó “Subasta inmobiliaria del siglo” y que llevaba aparejada un petición pública en change.org titulada “S.O.S cultura in svendita, que superaba las 50 mil firmas firmas. En ella se solicitaba, por iniciativa popular, que el gobierno italiano aportara dinero para la compra de la propiedad. “Usemos los fondos europeos para salvaguardar lo que es nuestro”, puede leerse en la petición, que reclamó que no se “malvenda” otro pedazo de Italia a algún multimillonario extranjero”, rezaba el documento en internet. Pero la cifra de salida a subasta era entonces ingente. Y sigue siéndolo. Tan solo el mural de Caravaggio estaría tasado en 350 millones de euros… Y que, para rizar el rizo de las complicaciones, al ser un edificio que está bajo tutela del Ministerio de Cultura Italiano, no puede ser modificado o refaccionado, ni convertirse tampoco en un hotel de lujo…

Caerse abajo mientras se encuentra un comprador sí que puede... Puede que la Stanza della distilleria donde Bernini jugaba a las cartas o los paisajes de Paul Bril y Giambattista Viola de sus paredes ya solo puedan verse en los libros de texto… “Qué final tan brutal para una historia tan hermosa”, gritaba este fin de semana la princesa.