"Milagro" es la palabra que no ha dejado de repetirse en Colombia durante estos últimos días. Y es la que más se repita porque aún cuesta mucho trabajo entender como cuatro hermanos Lesly, de 13 años, Soleiny, de 9, Tien Noriel, de 5 y Cristin, de 11 meses, lograron sobrevivir 40 días perdidos en la espesa selva de Colombia. La segunda palabra que más se repite es la de "heroína" y esa va dirigida a la hermana mayor, Lesly Mukutuy, quien fue una auténtica "guerrera" y se encargó de velar por la seguridad y la subsistencia de los pequeños, quienes ahora se recuperan de la deshidratación sufrida en un hospital militar de Bogotá.
180 militares y más de 90 voluntarios indígenas
La extraordinaria historia de estos 'mini supervivientes' ha dado la vuelta al mundo y a medidas que van pasando los días se van conociendo más y sorprendentes detalles de este increíble rescate llevado a cabo por 180 militares y cerca de 90 voluntarios indígenas que durante un mes han recorrido más de 2.500 kilómetros a pie y contrarreloj buscando alguna pista que les llevará a dar con el paradero de estos niños.
Algunos y debido en gran parte a las condiciones climáticas tan adversas se vieron obligados a abandonar por problemas de salud y los que continuaron no podían creer que finalmente encontraran a los pequeños. Exhaustos sí, desnutridos, también, y llenos de picaduras, pero vivos, al fin y al cabo.
La madre de los pequeños murió cuatro días después
El 1 de mayo la avioneta en la que viajaban los cuatro niños y que pertenecía a una empresa privada sufrió un terrible accidente. Tras haber despegado desde el Amazonas, un fallo mecánico en el motor la hizo precipitarse al vació y como consecuencia de ellos murieron tres adultos que los acompañaban, la madre, que tal y como han informado los niños falleció cuatro días después del siniestro, el piloto y el director de una fundación. Una vez dada la voz de alarma se inició una intensa búsqueda para dar con los menores y aunque las fuerzas flaqueaban, la esperanza permanecía intacta.
Frutos silvestres y construcción de cabañas
Tras el accidente los niños dejaron varias pistas alrededor de la avioneta; un biberón, huellas y una maleta abierta que daban buena cuenta de que ellos habían salido ilesos del siniestro. Durante este largo mes, se han alimentado de frutos silvestres, recolectados por la hermana mayor, quien al igual que sus hermanos pertenecía a una comunidad indígena, motivo por el cual había aprendido ciertos usos y costumbres que le facilitaron desenvolverse en este escenario tan adverso.
Todos ellos, a excepción del pequeño, colaboraron para fabricar 'cambuches', cabañas hechas con materiales rústicos o de desechos, para refugiarse de la lluvia y el frío, y que ellos ya habían construido con anterioridad a modo de juego, por lo que era un “arte” que tenían bastante dominado y que al igual que los deshechos de los frutos que los niños consumían en sirvió de pista para que los rescatistas fueran trazando una ruta.
Sin embargo, aunque todo esto fue clave, hubo una pista que destacó sobre las demás y esta fue las huellas de uno de los niños junto a las de un perro. Según uno de los comandantes de la misión, corresponderían a Wilson, uno de los tres animales que formaba parte del grupo de búsqueda y se había perdido unos días antes. "Donde encontramos las últimas huellas, encontramos huellas de un canino. Nosotros pensamos que el perrito los encontró y los acompañó", dijo Lucho Acosta, coordinador nacional de la guardia indígena, quien también señaló quien tras el rescate el perro sigue en paradero desconocido.
La voz de su abuela
Además, el operativo utilizó como estrategia de búsqueda altavoces con la voz de la abuela de los pequeños, quienes les decía tanto en español como en su lengua indígena nativa que los estaban buscando. "Tienen que estar quietos", decía el mensaje. Sin embargo, los menores, a quien el terreno fangoso les acabo deshaciendo los zapatos, al escuchar ruidos y las voces de los militares se asustaban y se escondían en los troncos de los árboles, lo que dificultaba aún más que las autoridades los encontraran.
El comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de Colombia, Pedro Sánchez, había explicado que el operativo avanzaba con tres hipótesis: que los menores habían muerto, que estaban bajo el poder de las disidencias de las FARC, y la que terminó siendo cierta: que estaban vivos, solos y perdidos.
Al parecer los pequeños, junto a su mamá, estaban huyendo de un padrastro que les maltrataba, aunque también se ha comentado que huían de un grupo armado, pues existen en ciertas zonas de Colombia formaciones que se dedican a desplazar a ciertas comunidades indígenas y que su objetivo era reunirse con el padre, Manuel Ranoque, un líder indígena que había huido de Araraucara debido a las amenazas recibidas, aunque eso aún continúa siendo un misterio.