El sol, haciendo honor a su nombre, resplandeció, el pasado sábado 3 de junio, en la boda de Sol Medina de Orleáns-Braganza y Pedro Domínguez-Manjón Toro, un enlace marcado en el calendario que convirtió a Sevilla en una cumbre de aristocracia y alta sociedad española e internacional. La novia, condesa de Ampurias, es la hija mayor de Ignacio Medina Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, respetado arquitecto y restaurador, cuyo trabajo ha permitido la conservación de numerosos edificios antiguos en la capital hispalense, y presidente de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, y de la princesa María da Gloria Orleáns-Braganza Borbón, duquesa de Segorbe, tataranieta de don Pedro II (el último Emperador de Brasil), prima hermana del Rey Juan Carlos y reconocida decoradora de interiores. Cabe destacar que el duque de Segorbe es el único de los cuatro hijos con vida de Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, XVIII duquesa de Medinaceli, conocida popularmente como Mimi, descendiente directa del Rey Alfonso X el Sabio, once veces Grande de España y una de las aristócratas más fascinantes de nuestro país, que vivía en Casa de Pilatos.
Con su romántico “sí, quiero”, la pareja ponía el broche de oro a una historia que se remonta a su infancia, ya que se conocieron de niños, cuando ambos fueron pajes en la boda de Luis Toro, mejor amigo del duque de Segorbe y tío del novio. La cita era a la una de la tarde, en la iglesia de San Esteban, el templo aledaño al palacio que tanta relación tiene con la Casa de Medinaceli , y que, en el pasado, estuvieron unidos por un pasadizo secreto. Unos minutos antes de la hora señalada hacía su entrada Pedro del brazo de su madre y madrina, Magaly Toro Delgado. Poco después lo hacía Sol, que se vistió en la casa de la Hermandad de San Esteban, del brazo de su padre y padrino.
Quedaba desvelado así el secreto mejor guardado de toda boda, el vestido de la novia, que sorprendió con un romántico diseño en tono champán, con mangas cortas en forma tulipán, realizado en raso de seda duquesa con superposición en el mismo de organza de seda natural y gasa cristal de seda natural, formando drapeados en la parte delantera con un sol bordado en oro, alusión al nombre de la novia y dibujado por ella misma. Una creación, rematada con encaje de Bruselas, firmada por Victorio & Lucchino, que también se encargaron de los trajes de su madre, María da Gloria Orleáns-Braganza, y de su hermana, Luna Medina Orleáns-Braganza, condesa de Ricla. Los diseñadores sevillanos guardan una gran amistad con la familia —el duque de Segorbe les vendió su primera casa en el centro de Sevilla y, posteriormente, ellos le presentaría a su mujer— y se han encargado de vestirlas en numerosas ocasiones.
Sobre el velo de la Reina Amelia de Portugal, madrina y tía de la abuela materna de la novia, Esperanza de Borbón, resaltaba la impresionante corona de perlas y diamantes de la Casa Medinaceli, una joya que ya luciera el día de su boda, el 12 de enero de 1938, su abuela paterna, Mimi Medinaceli, y que, desde entonces, han usado también otros miembros de la familia. Completaba el look con guantes de cabritilla beis y zapatos forrados del mismo tejido del vestido, con puntas de encaje de Bruselas y pequeños soles bordados en oro.
La novia llevó la impresionante corona de perlas y diamantes de la Casa Medinaceli con la que se casó su abuela Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, conocida como Mimi
Más de 400 invitados compartieron el gran día de la pareja, casi la mitad llegados de fuera de España; una cita que reunió a príncipes y aristócratas, a importantes nombres del mundo empresarial y a varias generaciones, que iban desde amigos de los abuelos de los novios a otros de sus padres y sobrinos. Entre los asistentes estuvieron Alicia Koplowitz ; la princesa Ana de Francia, que entró en la iglesia del brazo de su nieta; Beatriz de Orleáns, acompañada por su hijo Francisco y su nuera; la princesa Adelaida, su hija, acudió con su marido, Pierre Louis Dailly; el príncipe Pablo de Hohenlohe-Langenburg de Medina y su mujer, María del Prado Muguiro, hija de los marqueses de Caicedo, y sus hijas, Allegra y Cecilia, que fueron damas de honor de su prima; María Anunciata de Liechtenstein; el príncipe Hubertus de Hohenlohe; Margarita Maldonado Borbón-Dos Sicilias, acompañada por su sobrino el conde de Zamoyski, y reconocidos empresarios, entre otros, Rafael del Pino; José María Pacheco; Enrique Moreno de la Cova y su mujer, la pintora Cristina Ybarra, y Tomás Terry y su hijo, Tomás. No faltaron al enlace Carmen Tello y Curro Romero —ellos mismo celebraron, hace solo unos meses, su boda en el mismo lugar y tienen una gran amistad con los duques de Segorbe— y tampoco Alfonso Diez, viudo de Cayetana de Alba.
Una de las invitadas más esperadas y que más expectación despertó fue Isabel Preysler , quien llegó acompañada por el matrimonio formado por Juan Arena (expresidente de Bankinter) y su mujer, Bárbara Pan de Soraluce. Isabel eligió un romántico vestido, de la firma The 2nd Skin Co., en color rosa palo, corte “midi”, manga larga y un elegante drapeado lateral, acompañado por un tocado a modo de diadema de Mimoki. De esta manera, y con la mayor de las sonrisas, Isabel encara las semanas más frenéticas previas a la boda de Tamara, el próximo 8 de julio, en el palacio de El Rincón. La lista de asistentes era casi interminable. Inés de Cominges; Margherita Ruffo di Calabria; Albert Boadella con su mujer, Dolors Caminal; el exalcalde de Sevilla Alejandro Rojas-Marcos; Cósima Ramírez, vestida por su madre, Ágatha Ruiz de la Prada; el periodista y escritor Antonio Burgos junto a su esposa, Isabel Herce, y los condes de El Abra, entre muchos otros.
La ceremonia, oficiada por el obispo auxiliar de Sevilla, Teodoro León Muñoz, contó con la participación de la soprano Mariola Cantarero, el quinteto de cuerda Tótem Ensemble, la Escolanía de Los Palacios y el trompetista solista José Fuerte. Durante la comunión se escucharon las Bachianas, del compositor brasileño Villa-Lobos, que fueron especialmente elegidas por la duquesa de Segorbe en homenaje a sus orígenes y emotivos recuerdos. Se vivieron otros momentos muy especiales, como la lectura del Salmo por la hermana de la novia, un fragmento que mencionaba el sol y la luna, como sus nombres.
La novia llevó la impresionante corona de perlas y diamantes de la Casa Medinaceli con la que se casó su abuela Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, conocida como Mimi
Y es que las hijas de los duques de Segorbe están muy unidas y Luna, además de ejercer de testigo, también ayudó con toda la organización de la boda y se encargó de la ilustración de las invitaciones . La condesa de Ricla, que estudió en la escuela Parsons, de Nueva York, es artista y, tras vivir cinco años allí, regresó en 2015 a Sevilla, donde ayuda con la gestión del hotel Las Casas de la Judería. El pasado 3 de junio añadía otro motivo de celebración: la presentación de su hijo, Galateo, que justo cumplía un mes, junto a su prometido, Giovanni Rapazzini de Buzzaccarini, en cuyo palacio familiar de Padua (Italia) será bautizado próximamente el pequeño.
Sol contó también con el cariño de sus hermanos, los príncipes Pedro, Alejandro y Felipe Karageorgevitch, este último heredero de la Casa Real serbia, que acudió con su mujer, la diseñadora gráfica Danica Marinkov, y su hijo, Stefan. El novio, asimismo, estuvo rodeado por su familia: sus padres, Pedro Domínguez-Manjón, ingeniero de caminos, y doña Magaly Toro Delgado, ambos pertenecientes a dos ilustres familias sevillanas, y sus hermanos, Magdalena Domínguez-Manjón Toro con su marido, Rafael Carvajal y García Corona, y Luis Domínguez-Manjón Toro.
Una vez finalizada la ceremonia —la iglesia estaba decorada por el florista de ambas familias—, los recién casados y sus invitados se trasladaron dando un pequeño paseo a Casa de Pilatos para disfrutar de un almuerzo servido por el catering Alfardos de Carmona. El imponente palacio de la Casa Medinaceli se engalanó para la ocasión con cientos de flores, una decoración de la princesa María de la Gloria Orleáns-Braganza Borbón con su buena amiga Mercedes Moreno, de Mermoca. Como sorpresa, una vez finalizado el banquete, hubo un grupo de bailarinas y música de samba de Brasil, a los que siguió un flamenquito de uno de los hermanos Domínguez y, ya caída la noche, un productor musical de Londres y buen amigo de las hermanas Medina pinchó como DJ la mejor música como broche final a una velada inolvidable.
Los novios habían logrado su sueño mezclar sus dos “mundos” en su boda. Sol ha vivido en Madrid, Escocia, París y Nueva York y, ahora, junto a su marido, que es ingeniero industrial especializado en tecnología e inteligencia artificial, comienza una nueva etapa.