“No estoy bien”. Eran las primeras palabras de Alejandro Sanz en un tuit en el que comunicaba a sus fans que hay momentos en la vida en los que no quiere “ni estar”. Así, literalmente. La confesión corría como la pólvora por las redacciones durante el fin de semana y la preocupación crecía como la espuma entre sus seguidores porque el artista nunca ha sido proclive a mostrar sus desgarros en prosa. Y porque nosotros, el resto de mortales, vivimos en un tiempo en el que no estamos acostumbrados a que los dolores, siempre oscuros y desgarradores, protagonicen los posts de nuestras redes, por otra parte, siempre en continuo estado de fiesta y vacaciones. O como escribía el mismo autor de Pisando fuerte: mecidos por “una brisa de mar” e iluminados por “un fuego artificial en una noche de verano”.
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Dio la casualidad de que, en nuestro ordenador, en ¡HOLA!, volcábamos al mismo tiempo y en negro sobre blanco las reflexiones de su ex mujer, Raquel Perera. Habíamos estado con ella dos días antes de su publicación porque la coach acaba de escribir un libro en el que, a modo de carta de amor a sus hijos, enciende una antorcha para recorrer esas habitaciones del alma a las que nos olvidamos de entrar unas veces, cuando no, cerramos con llave y candado. Un texto o, mejor dicho, “un testamento emocional” tal y como se refiere a él su autora, en el que cada línea está dictada por el amor. Absoluto, puro, sin condiciones. Y sin rencor. Y en donde el nombre del padre de los destinatarios, Alma y Dylan, no aparece bajo una doblez o en un capítulo final. Máxime porque Alejandro Sanz, “es parte de su historia y de su familia”. Y con la familia no hay finales.
Por eso, era obvio que Raquel se pronunciara después acerca de las palabras de su exmarido porque, no en vano, ella ha sido la mujer con la que él ha compartido vida, sus sueños, sus hijos e, incluso, su carrera durante más de una década. Y porque nadie mejor que ella para, después de este trabajo literario que le ha supuesto analizar su experiencia vital y personal, desactivar la alarma y dar un sentido a esos 145 caracteres, honestos sí, pero cargados de desánimo y desazón. “Creo que ha sido una manifestación muy sincera de alguien que en un momento dado se siente triste, cansado”, dijo la empresaria a los micros que la abordaron por la calle, no sin antes, aplaudir el coraje del artista por sacar pecho ante la aflicción: “Nos ha pasado a todos, Además, creo que es muy valiente y generoso y muy útil. Va a ayudar a mucha gente”.
Éste es también el objetivo de Raquel con su incursión literaria: mostrar al lector cómo ella misma ha vivido sus emociones, sus dolores, sus sufrimientos, sus alegrías, para descubrirle que lo suyo no es extraño. Ni único. Que lo suyo es superable. Que no está solo. Que los dramas humanos son compartidos. Especialmente cuando, tras dos años largos de su ruptura con Alejandro Sanz, ella, no sin esfuerzo ni voluntad, ha logrado recolocar las cosas que entonces se desbarataron para conseguir reconstruir y reconstruirse. Hoy, en sus reflexiones hay comprensión, hay empatía, hay perdón, hay reconciliación e, incluso, hay agradecimiento.
“Papá y yo supimos manejar muy bien durante trece años la difícil tarea de convivir, compartir baño y almohada. Y el día que decidimos separarnos fue doloroso para ambos. Puede que yo me llevara la parte más dura, pero fue triste para los dos. Nos miramos, nos abrazamos fuerte mientras nos hicimos la promesa de que haríamos todo lo posible para que os afectara lo mínimo. Os juro que hice verdaderos saltos mortales para no alterar vuestros cándidos corazones. Luego me arranco a jirones la piel solo de contemplar que no pude ponerle todas las puertas al campo. Y es que, como habréis leído ya en este libro, todo lo que no depende exclusivamente de nosotros no lo podemos controlar. Casi me vuelvo loca. No distinguía la verdad de la mentira, pero afortunadamente he podido ordenar, perdonar y colocar todo aquello en un lugar con buenas vistas. Siempre voy a desear lo mejor para papá. Quiero su felicidad siempre”, nos leyó Raquel de su propio relato.
“Fue una de las relaciones que más me han aportado a nivel personal y a nivel mujer. Para mí, ha sido un gran amor en mi vida”
Casi un dictado para explicarnos un proceso, el del final de una relación, que no supone, sin embargo, ni el fin del amor ni el de una familia. Sino una transformación. “Cuando se trata de familia -que yo considero Alejandro como mi familia- no hay finales. Son etapas. Fue un momento… También de pandemia. De diferentes países… Se meten los abogados y no sé… Todo fue un poco… Es que ya ni me acuerdo, sinceramente. Fíjate si lo he borrado de la mente”, nos cuenta en la entrevista que podemos leer en la revista.
Para Perera, todo ha pasado. Aquel momento está más que superado. “La herida no sangra” aunque haya momentos en el que uno descubra que el ser amado, esa persona a la que querías muchísimo, se convierte en un ser cruel o peor aún, “en alguien desconocido. Que eso es algo que es muy difícil de asimilar…”. Sin embargo, Raquel no quiso quedarse anclada ni en el victimismo ni en la autocomplacencia. Tampoco en el odio. Prefirió entender que cuando se rompe un plato, como metáfora de ese fatídico error, el problema está ni en los pedazos ni en ese hecho en sí, sino en la naturaleza de ese gesto: si se hizo adrede o con intención malsana.
“Podía haberme quedado con lo peor y construir un castillo horrible, con fantasmas todo el rato, y quedarme a vivir ahí. Pero, no. Decidí poner flores, las que había ido recogiendo en mi camino, las que había visto florecer en el jardín de mi casa. Y conseguí ordenarlo todo y hacerme responsable de aquello en lo que sí tenía mi responsabilidad. Y, ¿sabes qué es lo que he conseguido? Que yo vuelvo a ser la Raquel de siempre. He pintado mi alma otra vez. He pintado mi espíritu, mi carácter, mi personalidad. Me siento fuerte y sensible a la vez”.
De hecho, viéndose con perspectiva y fortalecida por su trabajo personal, Raquel no tiene problemas en confesar que cuando se dirige a sus hijos sobre la relación con su padre, se lo dice así de “sinceramente”: “fue una de las relaciones que más me han aportado a nivel personal y a nivel mujer. Para mí, ha sido un gran amor en mi vida y siempre le voy a desear lo mejor. Él (Alejandro Sanz) sabe que cuenta conmigo en lo que yo pueda ayudar”.
Es más, su texto, que podría entenderse como una geografía sobre el alma humana donde las cordilleras y los mares son sus cicatrices y sus vacíos, también ha llegado a manos de Alejandro Sanz. “Se lo conté cuando lo estaba escribiendo… Y cuando lo tuve terminado, se lo envié y me dio la enhorabuena. También cree que es un regalo muy bonito para nuestros hijos”. ¿Será este un nuevo aunque difícil comienzo -nadie dijo que los principios fueran fáciles- para ambos? Seguramente, sí, porque queda lo fundamental. “Somos dos padres muy orgullosos y queremos estar muy cerca de nuestros hijos y ayudándoles y que cuando se equivoquen, que cuenten con nosotros, que estaremos para ellos”.