El pasado 24 de mayo nos dejaba una de las voces míticas del rock and roll. Tina Turner moría a los 83 años dejando tras de sí un incomparable legado artístico y personal, que ha sido llorado por decenas de personalidades en todo el mundo. La fortuna de Tina no solo residía en su música, pues tenía a su lado algo con un valor incalculable: a su marido Erwin Bach, productor musical alemán. No fue fácil para la intérprete alcanzar la estabilidad amorosa pues su corazón (y su cuerpo) había sido vapuleado por Ike Turner, su primer marido. En su biografía I, Tina (publicada en 1986), detalló los terribles 15 años que había atravesado junto al músico (estuvieron juntos desde 1962 a 1978), que abusaba de ella, tenía problemas con las drogas y sufría un trastorno bipolar. Un comportamiento que el propio Ike, que murió en 2007, reconoció, explicando que había llegado a trasladar las peleas verbales con su mujer al plano físico.
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La ruptura de la pareja marcó a la intérprete, que quiso centrarse en su carrera como solista y dejar su corazón en un segundo plano. Sin embargo el destino puso en su camino al productor alemán Erwin Bach siete años después de su separación. Sus vidas se unieron en un aeropuerto al que él, ejecutivo de la discográfica EMI, fue a recogerla y su inquebrantable amor, en el que no les importaron los dieciséis años que les separaban, nunca se apagó. “El día que conocí a Erwin por primera vez, en un aeropuerto de Alemania, debería haber estado demasiado cansada por mi vuelo, demasiado preocupada con los pensamientos de mi gira de conciertos, 'pero lo noté e instantáneamente sentí una conexión emocional" contó Tina en su libro.
No sabía entonces que Erwin, que tiene 67 años -cuando se casaron, en julio de 2013, boda de la que ¡HOLA! fue testigo, él tenía 57 y ella, 73-, haría mucho más que curar las heridas de su alma. También fue la medicina para su cuerpo, pues le salvó la vida, literalmente. Poco después de su enlace con Bach, comenzaron los problemas de salud de la intérprete: sufrió un accidente cerebrovascular que la apartó del escenario y provocó su ingreso en el hospital. Tras diversas pruebas se descubrió que sus riñones funcionaban al 35% de su capacidad. Con el paso del tiempo su estado no solo no mejoró sino que se agravó con el diagnóstico de que padecía un cáncer de intestino. A sus 76 años, Tina se vio en una situación límite en la que no veía esperanza. Hasta que su marido dio un paso al frente.
El amor le salvó la vida
“Mi marido me dijo que no quería perderme, que no quería a ninguna otra mujer, ni ninguna otra vida", explicó la artista en sus memorias. "Dijo que éramos muy felices y que haría cualquier cosa para mantenernos juntos. Fue entonces cuando me dijo que me daría uno de sus riñones. Su generosidad me sobrecogió". La artista detalla que sabía que esa era la única opción que tenía para salvarse, aunque las opciones de encontrar otro donante eran remotas. La operación se llevó a cabo en la primavera de 2017 y fue un éxito.
La mayor parte del amor de Tina y Erwin tuvo como escenario una ciudad cercana a Zúrich, Suiza, en una magnífica propiedad a orillas de un lago a la que se trasladaron en 1994. El Château Algonquin, el castillo de 5.500 metros cuadrados en Küsnacht fue su refugio. Allí la pareja llevaba una vida tranquila solo sacudida por las dolorosas pérdidas que tuvo que afrontar la cantante. La primera ocurrió en 2018 cuando se encontró el cuerpo sin vida de su primogénito, Craig Raymond, a los 59 años, que terminó voluntariamente con su vida. A finales del pasado 2022 su segundo hijo fallecía con 62 años por complicaciones del cáncer de colon metastásico que padecía y por aterosclerosis, un problema cardíaco que consiste en acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias dentro de las arterias. "Ronnie, dejaste el mundo demasiado pronto. Con dolor cierro los ojos y pienso en ti, mi amado hijo", escribía entonces.
Su marido y su hogar fueron su refugio. “Aquí me siento como en casa. Si estoy en el lago de Zúrich, en la casa que tengo, me siento serena. Realmente tengo todo aquí", confesó la artista. Su muerte deja un legado musical incomparable, cinco décadas de éxitos como Simply the best, Private dancer y We don’t need another hero, que se unen a diversas propiedades inmobiliarias que tenía en Europa. Su fortuna se ha estimado en unos 227 millones de dólares (más de 210 millones de euros) de los que la mitad, según las leyes suizas, corresponderían a su viudo.