Aquel día de agosto, Garbiñe Muguruza salió a dar un paseo y tomar aire. El hotel donde se alojaba en Nueva York mientras participaba en el Abierto de Estados Unidos estaba cerca de Central Park y qué mejor que caminar por el pulmón de Manhattan para respirar. Necesitaba despejarse y distraer un rato la mente de la gran exigencia y concentración que supone la alta competición. Así que aburrida de estar en su habitación, se puso unos jeans, se calzó las zapatillas y pensó quizá en hacerse unos selfis para compartir después con sus seguidores. Y, cuando menos lo esperaba, mientras caminaba sola inmersa en sus pensamientos, el amor se cruzó en su camino. Pura serendipia. De película made in Hollywood. Un flechazo como sacado de otra época, más que de esta era 3.0 de los likes, los match y las apps de citas. De ese instante, en el verano de 2021, han pasado casi dos años. Hoy, la campeona de tenis, en un momento muy especial de su vida, tras decidir tomarse un paréntesis, nos anuncia su boda con Arthur Borges , aquel atractivo admirador que, al pasar por su lado y reconocerla, le deseó suerte en las pistas y con el que acaba de comprometerse. A sus 29 años, la deportista sabe lo que es triunfar en su carrera y ganar grandes torneos como Roland Garros, Wimbledon y la Copa de Maestras, además de haber alcanzado el número uno mundial. Y por fin también ha ganado su partido más personal.
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—Garbiñe qué sonrisa y qué buena noticia…
—Con la vida que he tenido de viajes y de competición, siempre ha sido difícil encontrar a una persona con quien compartir la vida, porque la nuestra es un tanto particular, y como que le damos poca importancia a esta parte, pero estoy muy contenta de compartir con vosotros este momento porque es muy bonito y porque no solo hay que celebrar siempre los trofeos, sino también este lado más humano de los deportistas.
“Me pidió que me casara con él de manera muy romántica. Preparó una mesa bajo un árbol en uno de mis hoteles favoritos, en Marbella, y cuando me lo propuso, me puse a llorar”
—Tú misma lo dices, que con tu vida como deportista de élite es difícil encontrar el amor. ¿Cómo apareció Arthur, cómo lo conociste?
—No daba por perdido encontrar el amor, pero estaba ya un poco ahí diciendo: “Bueno, pues ya será cuando sea”, y apareció en el momento menos pensado. Estaba en Nueva York compitiendo en el Abierto de Estados Unidos, un torneo muy importante, un Grand Slam, y uno está centrado. Mi hotel estaba cerca de Central Park y, aburrida en la habitación, pensé en ir a dar un paseo por el parque. Salgo y en una de esas calles me lo cruzo caminando y de repente él se gira y me dice: “Buena suerte en el US Open”. Me quedé pensando: “¡Qué chico tan guapo!” —ríe—. Y, a partir de ahí, pues conectamos y todos los días íbamos a dar paseos por Central Park. Muy romántico, la verdad. Fue realmente un flechazo a primera vista, porque desde el primer momento tuvimos una atracción, fue algo totalmente inesperado que surgió así, encontrándomelo por la calle —vuelve a reír— y muy bonito.
—Arthur te reconoció por la calle, pero evidentemente tú no sabías quién era él, aunque te paraste.
—A él le gusta el tenis; cuando me vio, me reconoció y me deseó suerte, pero fue muy tímido. Y yo, al verlo, fue como: “Guau, hola, ¿quién eres?”, y empezamos a hablar. Y sí, surgió un flechazo. Pero, como dices, yo no sabía nada de él y me gustó mucho que fuera de otro mundo, pertenece al mundo de la moda y el lujo. No forma parte del tenis y para mí fue algo importante, que no todo sea tenis en mi vida.
—¿Y te habías arreglado o te pilló en el momento bajo a la calle rápido en pantalón de deporte?
—Iba en jeans y él, vestido de traje, así guapo, porque trabajaba. Me pidió una foto y ahora tenemos la foto del momento exacto en que nos conocimos enmarcada. La pidió así como fan tímido y tendremos toda la vida ese momento, es muy bonito.
“Lo nuestro fue un flechazo. Estaba en Nueva York compitiendo en el US Open. Salí del hotel a dar un paseo, me lo crucé, se giró y me deseó buena suerte”
“Yo soy tradicional”
—De aquel momento a ahora han pasado casi dos años.
—Llevamos algo menos de dos años, sí, porque lo conocí en agosto.
—¿Ha sido igual de romántica la petición de mano que vuestra historia?
—No me decepcionó —ríe—. Fue muy romántico, un día inesperado. Fue como hace un mes, yo estaba haciendo un par de cosas de trabajo en Marbella y me lo pidió en el hotel Marbella Club, que es uno de mis favoritos. Me llevó de sorpresa, me dijo: “Ponte guapa, que vamos a cenar”. Y yo le respondí: “Si siempre me pongo guapa” —ríe—. Me preparó una mesita debajo de un árbol y dije: “¿Qué es esto?”. Como que me parecía raro, pero pensaba en cualquier otra cosa y, cuando me lo propuso, me puse a llorar, no sabía cómo reaccionar. Le dije que sí entre lágrimas de emoción y todo fue muy romántico.
“No me he retirado en absoluto, pero debía tomarme un respiro y recuperar todas las cosas que me he perdido durante tantos años de carrera deportiva”
—¿Y hubo, como quien dice, rodilla al suelo?
—Sí, sí. Rodilla en el suelo. Yo soy tradicional, así que tenía que ser todo un caballero.
—¿Habéis empezado ya a planear la boda? ¿Tenéis fecha?
—Nos gustaría que fuera el año que viene, aunque todavía no hemos concretado nada. Tenemos que decidir el lugar también, muchas cosas, pero no me he puesto todavía a ello, la verdad.
—Pero sí habrás pensado si quieres que sea en España, en Venezuela, en Finlandia, en Ginebra… Si en verano o en invierno…
—Me gusta el buen clima, quiero verano y sol, quiero cerca de la playa y quiero España porque es el sitio adecuado, el que más nos une también.
“Arthur trabajaba en Nueva York para Tom Ford, y fue muy valiente, porque dejó todo, se mudó a Ginebra conmigo y se vino a viajar y a apoyarme en mi carrera”
—Es decir, que al aire libre, lo tienes claro.
—Total.
—¿Será con muchos invitados o pensáis en algo más íntimo?
—Me gustaría más una boda íntima, con la gente con la que realmente queremos compartir ese momento. Aunque luego cambie, porque vas sumando a uno y otro, pero de momento me inclino por una boda más pequeña.
—Como apasionada de la moda que eres, ¿tienes una idea de cómo quieres que sea tu vestido de novia?
—Me gustaría un vestido que acentuase mi figura, eso seguro, que si hay algo bueno de ser deportista es tener un cuerpo atlético, así que tengo que mostrar un poco mis curvas. Pero no muy sexy, que sea elegante y cómodo para bailar, porque no quiero estar sintiéndome como que no me puedo mover —ríe—. No he pensado firma o diseñador, pero, si tuviera ya una idea concreta, tampoco la contaría, para que Arthur no lo leyese. Somos en ese aspecto muy tradicionales, yo no puedo saber nada de él y él me dice: “¡No me digas nada!”. Sorpresa total.
—Háblanos un poquito de Arthur, ¿de dónde es, a qué se dedica?
—Nació en las islas Canarias y después se fue a Finlandia. Es mitad español y mitad finlandés. Y trabajaba en Nueva York para Tom Ford, era director de una división de moda. Es una mezcla como yo, que soy mitad venezolana y mitad española, nos entendemos. Es como la sensación de que somos ciudadanos del mundo, así que en ese sentido está muy bien.
“Pienso en un vestido de novia que acentúe mi figura, eso seguro, pero no quiero que sea muy sexy, sí elegante y cómodo para bailar”
—Tú vives en Ginebra; él, decías que en Nueva York. ¿Se ha mudado a Suiza o vivís vuestra relación en la distancia?
—La vida de un deportista es corta e intensa, es como que estás conmigo o no estás, porque si no, no te voy a ver nunca. Realmente no se si podría tener una relación a distancia. Y él fue muy valiente, dejó todo lo que tenía en Nueva York y se vino conmigo a viajar y a apoyarme en mi carrera, y aluciné un poco porque no todo el mundo tiene ese valor para apostar en el amor así tan rápido. Él fue: “Me voy contigo porque siento que es lo que tengo que hacer”. Y se mudó conmigo a Ginebra.
—Hasta que lo conociste, el tenis ocupaba 24 horas en tu vida, ¿cómo pudiste ir compaginando ese lado profesional y personal?
—Fíjate que fue una ayuda también para mi tenis, porque me sentí feliz y eso te ayuda para todo. Te sientes invencible, todo te sale bien, todo es perfecto. Sí fue algo diferente para mí, pero no creo para nada que me afectase, sino al contrario, qué bien que hay algo más, qué bien que me puedo distraer del tenis, de la competición, de pensar que mañana juego y con quién me toca, ¿no? Normalmente, la vida de un tenista es solitaria porque es un deporte individual y poder compartir y hablar de otras cosas me ayudó mucho también para poder airearme.
—Ahora te has alejado de la competición, se habla de retirada, ¿es así o se trata de un paréntesis?
—No es una retirada en absoluto, pero sí he notado que este año debía tomarme un respiro porque echaba de menos realmente pasar tiempo con mis padres, con mis hermanos, recuperar un poco todas las cosas que me he perdido durante tantos años de carrera deportiva, ¿no? Estoy en ese momento y estoy muy contenta de haber tomado esa decisión, realmente lo necesitaba, ya está.
“Con la vida que he tenido de viajes y de competición siempre había sido difícil encontrar a una persona con quien compartirla”
—Decías en tus redes que te ibas a tomar estos meses con tranquilidad, ¿tu idea está en volver a las pistas después del verano?
—Creo que va a ser más una cosa de todo el año. En principio he dicho el verano, pero quiero aprovechar este momento y ya que he decidido tomarme un respiro extenderlo lo máximo posible, porque luego la vida de un deportista es muy dura, así que sí me gustaría alargarlo hasta finales de año.
Por amor a la vida normal
—¿Estás descansando del tenis por amor?
—Por amor no diría, descanso por estar tantos años en una vida de deportista profesional. Es tan sacrificada, llega un momento en que dices: necesito un descanso y punto. Es echar en falta a los tuyos, querer estar con ellos, pasar una Navidad juntos… O sea, realmente, por amor a la vida normal —ríe—. No es que haya dicho: ahora he visto a Arthur y me enamorado y… Es realmente un conjunto de todo.
—¿Qué cualidades tiene Arthur que le han convertido en el hombre de tu vida?
—Es una persona paciente, eso me gusta. Tiene un buen sentido del humor. Es atlético y deportista y eso es importante para mí. Aparte de que es guapísimo y tiene un estilazo —ríe—. Los dos encajamos bien y convivimos bien desde el primer momento, es como si nos conociésemos de antes.
“Claro que quiero añadir otros trofeos que me faltan, pero estoy muy contenta, he cumplido muchos de mis sueños, también ser número uno”
—¿En vuestros planes entra formar una familia pronto? ¿Te gustaría ser madre?
—Sí, me gustaría tener una familia, pero la decisión es un poco complicada, porque mi sensación es que el día que lo decida será el día que no me vea jugando más. Me impresiona la dificultad que es tener hijos y competir, yo no sé si sería capaz, también porque el cuerpo cambia mucho. Quiero pensar que el día que decida tener familia será un nuevo capítulo en mi vida, pero sí, me encantaría.
—¿Qué significa para ti llegar adonde has llegado en el tenis: ganar torneos, títulos de Grand Slam, estar en el número uno, algo tan difícil de lograr?
—Ha sido una locura. Bueno, es toda una vida dedicada a tus sueños, cosa que es genial y he sido afortunada de haberlo conseguido. Porque es muy difícil, todo el mundo quiere esos torneos y títulos y, en ese sentido, estoy muy orgullosa con lo que he logrado. Claro que quiero añadir otros trofeos que me faltan, pero realmente estoy muy contenta, se han cumplido muchos de los sueños que he tenido, también ser número uno… y pase lo que pase estaré muy contenta porque esos títulos ya los tengo.
—¿Cómo definirías el momento de tu vida en el que estás ahora?
—Feliz y tranquilo, porque mi vida no es tranquila y lo necesitaba, de paz, de poder descansar físicamente, de los dolores físicos, de las rodillas, de los tobillos, del hombro, de tanto jugar, eso se aprecia también, poder levantarse sin dolor. Son muchos detalles, el cuerpo también recibe bien tomarse un descanso.