Paola Marzotto sostiene que tiene muchas vocaciones: “Me gusta hacer muchísimas cosas. Me gusta escribir, me gusta pintar…”. Y en verdad, a lo largo de su fascinante vida, la aristócrata italiana ha tocado, como se suele decir, muchos palos: periodista, modelo, diseñadora, política… Las nuevas generaciones la conocen por ser la madre de Beatrice Borromeo, esposa de Pierre Casiraghi, y, por tanto, consuegra de Carolina de Mónaco. Pero lo que la ha traído a España es la fotografía, una de las facetas que más ha desarrollado últimamente, aunque la ejerce desde que tenía 20 años. Paola acaba de presentar en el patio central de la Escuela de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid Mi Giverny, una muestra de 24 fotografías de gran formato con las que rinde “un sentido homenaje a la belleza y a la maravilla de la Madre Naturaleza”, que podrá visitarse hasta el 31 de mayo.
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Las imágenes capturan la esencia de las transformaciones estacionales del estanque de nenúfares que tiene en su casa de Punta del Este (Uruguay). El resultado es una saga de doce fotografías en verdes vibrantes (captadas en el otoño austral de 2022) y otras doce en una gama de azules profundos, los colores de las sombras del verano (las realizó entre noviembre y diciembre del año pasado), todas de carácter impresionista. “Parecen cuadros —explica Paola— porque lo que he hecho se llama pintar con la luz. No he utilizado filtros ni Photoshop, solo he jugado con la luz”.
Elegante, con mucha clase, cercana y gran conversadora, la hija del conde Umberto Marzotto y de la legendaria Marta Marzotto —una gran dama de sociedad que fue considerada todo un icono de estilo en el siglo XX— desciende del noble linaje de los fundadores de una de las industrias de moda más grandes de Italia —hace años, fueron propietarios de Valentino y Hugo Boss—. Pero Paola lleva tiempo desvinculada de ese mundo. “Hace poco me han ofrecido lanzar una línea de moda, pero no me interesa, es una de las industrias más contaminantes. La mayoría de las marcas que presumen de ser sostenibles no lo son realmente”, comenta, sacando a la luz su activismo, la faceta en la que se ha volcado al cien por cien.
“A mí no me gusta hablar de medio ambiente, es horrible, no me gusta hablar de ecología, otra palabra de la que se ha abusado; a mí me gusta hablar del planeta y de la gente. Estamos en un mundo que se está fundiendo por el calor que provocamos nosotros mismos y la gente tiene un rechazo mental a la realidad de esta época impresionante”, apunta rotunda antes de poner el acento en su propia aportación para frenar este deterioro: “Hace ocho meses que no venía a Europa. No he visto a mis hijos ni a mis nietos desde septiembre. Hablamos por teléfono, nos vemos por Zoom… El problema es que yo no quiero volar, me siento muy culpable cada vez que tomo un avión”. Sin embargo, nos adelanta que en unos días visitará en Italia a su otro hijo, Carlo; a su nuera, la diseñadora Marta Ferri, y a sus “nietitos”. “Claro que vuelo, porque para mí es una necesidad ver a mis hijos. Pero es peligrosísimo, la polución que creamos inútilmente… ¡Cuánta gente vuela sin necesidad! Yo vuelo, claro que vuelo, por eso siempre digo que somos todos pecadores”. Paola confiesa también su pesimismo al respecto, porque a día de hoy “es imposible vivir sin volar de cuando en cuando. Pero veo que hay mucho desperdicio, muchas cosas que son inútiles”.
“No como carne, aunque me encanta”
Reconoce que, al igual que a sus 67 años cuando se mira al espejo se sorprende y exclama: “Pero ¿cómo puede ser que haya pasado así el tiempo?”, también se pregunta cómo es posible que el mundo tenga este problema. “Jamás hubiéramos pensado que pudiéramos llegar a tener tanto microplástico en todos los rincones del planeta. No sé cuanta cantidad de microplástico ingerimos a la semana y, después, vemos que cada vez hay más enfermedades autoinmunes, más cáncer… ¿Por qué será? Por lo que comemos”, subraya, aunque comer sano “es la cosa más cara del mundo, hoy en día es el lujo más grande”, añade. Paola reconoce que ella no come apenas carne —ni cordero ni cerdo ni ternera ni carne roja— y que está tratando de quitarse el pescado. “Acabo de estar en la Antártida, a bordo del ‘Almirante Irizar’ (rompehielos de la armada argentina) y me daban carne dos veces al día. No es que no la coma porque no me gusta, me encanta la carne. Pero comerla se traduce en un daño al medioambiente importante”.
Contra las críticas a la reina Camilla
El viaje desde Latinomérica a Madrid le impidió ver la retransmisión de la coronación de Carlos III el pasado sábado 6 de mayo. “No soy monárquica, soy republicana —aclara—, pero la habría visto si hubiera tenido oportunidad, me parece divertido”. La fotógrafa admira al monarca británico “porque es el único que tiene una conciencia medioambiental”, y, aunque conoció a Diana, no duda en salir en defensa de la Reina Camilla, a la que cree que se le ha criticado injustamente. Paola, que nunca llegó a contraer matrimonio con el conde Carlo Ferdinando Borromeo, padre de sus dos hijos, afirma sin tapujos: “Camilla habrá cometido errores, pero yo sé lo que es estar en la parte de la amante y lo incómodo que puede llegar a ser. Pero por qué tanta crítica, es la mujer que Carlos siempre amó y todavía siguen juntos”.
Paola revela que próximamente se estrenará en Netflix un importante trabajo documental que ha dirigido Beatrice, “aunque no puedo dar detalles”, y reconoce lo orgullosa que se siente de sus dos hijos. “Son muy trabajadores, como también yo he trabajado mucho. No quiero decir que no seamos unos privilegiados, somos muy afortunados, pero sabemos que eso también implica muchos deberes”.
Marzotto también se siente muy orgullosa de los orígenes campesinos de su familia, que después se convirtieron en empresarios. “Recuerdo que mi madre, que era muy inteligente, era como un pozo de sabiduría, me decía cuando yo era una adolescente: “Los aristócratas son gente que se cree muy importante y no cuentan nada”, es decir, no importan nada”, dice muerta de la risa, evocando la arrolladora personalidad de su madre, cuyas fiestas en su casa de Roma eran legendarias.