Una semana después de la coronación, el histórico evento seguía ocupando titulares. De la pompa y la grandiosidad de la ceremonia a los detalles de un acontecimiento único que nadie quiso perderse con la excepción de la duquesa de Sussex. Tenía su justificación: su hijo, Archie, cumplía cuatro años, lo había hecho saber y su ausencia no fue ninguna sorpresa, aunque las preguntas sobre cuál había sido el verdadero motivo sobrevolaron palacio.
El soberano ha logrado su destino junto a la mujer que ama, pero ni aun en la cumbre lo tiene todo. Le faltan Harry y sus nietos y quién sabe si hasta Meghan, que tuvo claro que prefería quedarse en California al frente de sus propios planes. Entre ellos, los de preparar una tarta de limón con fruta de su jardín para su hijo y hacer senderismo cerca de su residencia mientras esperaba el regreso de su marido, quien corrió a casa nada más acabar la ceremonia. Al menos es la versión más oficial, porque en paralelo se han publicado otras. De Harry se dijo que no había regresado de inmediato y que se había refugiado en la suite de un hotel para no estar con su familia. Y de Meghan, que había asistido de incógnito y disfrazada de señor con bigote, que resultó ser el compositor galés Sir Karl Jenkins.
“Felicidades a mi nieto Archie. Espero que tengas un feliz día allá donde estés”, dijo el Rey durante el brindis familiar de la coronación en Buckingham
Harry dio la cara y pagó el precio de la rebeldía. Sonreía, pero había tristeza en sus ojos y soledad. En cuanto a Meghan, volvió a quedarse a la sombra. Se está reinventando, tiene nuevos proyectos y en los últimos meses ha estado casi desaparecida.