Rosa López ha regresado a sus raíces y a su infancia, un periodo lleno de luces y sombras que transcurrió en un barrio humilde de Granada, junto a Albert Espinosa que la acompañó en el recorrido que hacía entonces de su casa al colegio. En ese camino, la cantante no solo ha recordado ese periodo tan crucial de su vida, sino que también se ha reecontrado con algunas de las personas que la acompañaron en esa época, como los propietarios de un restaurante asiático a los que abrazó entre lágrimas.
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En El camino a casa, la que fuera ganadora de Operación Triunfo ha contado que solia ir con sus hermanos a ese establecimiento. "Veníamos donde estábamos agusto", ha dicho. Sus amigos, igual de emocionados al encontrarla, recordaron al padre de Rosa, "una buena persona", y aseguraban que ella no había cambiado nada a pesar del tiempo. Lo que seguro que no ha cambiado es el cariño que siente por su gente.
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Durante la entrevista hubo tiempo para los recuerdos felices, como los que encarnaban los dueños de este restaurante, a los más amargos. A las puertas del colegio donde estudió de niña, Rosa López ha contado cómo hizo frente al acoso escolar que sufrió por su sobrepeso. Recuerda el instante como una anécdota más que vivió en su infancia. Harta de las burlas, la granadina se plantó ante uno de sus compañeros. "Una vez en el comedor no sé quién me tiró algo. Yo ya estaba hasta el mismísimo. Ese día, no sé por qué, me levanté de la silla, me llevé comida y se la restregué en la cara, como en las películas, igual'', contó ante la sorpresa del presentador.
''Fue un momentazo'', asegura Rosa, que a continuación revela que al chico que le hizo eso, un repetidor mayor que ella, la citó fuera del colegio para verse las caras. La cantante, que entonces era una adolescente y pesaba 80 kilos de peso, señalaba que aún así estaba muerta de miedo. "Yo estaba aquí esperando, pero acojonada, sobre todo esperando a que llegara mi hermano Octavio para sentirme segura", revelá.
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Otra de las anécdotas a destacar fue las cartas que les escribió a los chicos de los que se enamoró en el colegio, uno de ellos Enrique, el hijo de la portera, con el que vivió su propio momento 'tierra tragame'. "Ese día tocaba Educación Física y me puse mi faja, la de mi madre, debajo del chándal", explica la cantante, para correr y que no le"botaran las carnes". "Y ese día, no podía ser otro, nos ponen a hacer un ejercicio y que nos pongamos por parejas y a mi me toca a Enrique, para darnos unos masajes. Una calor, un sofoco y yo con mi faja puesta", cuenta con gracia diciendo lo mal que lo pasó. "Incluso cuando me tocó sonó la faja", recuerda, al mismo tiempo que admite lo bueno que fue él que, aunque se dio cuenta de la situación, "no dijo nada".
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