Felipe y Letizia de España; Abdalá y Rania de Jordania; los príncipes Federico y Mary de Dinamarca; Guillermo y Máxima de los Países Bajos; Jigme Khesar Wangchuk y Jetsun Pema de Bután; Carlos Gustavo de Suecia y su hija, la princesa Victoria; Haakon y Mette-Marit de Noruega; Ana María de Grecia y su hijo Pablo de Grecia con Marie Chantal; Felipe y Matilde de los Belgas; Enrique y María Teresa, Grandes Duques de Luxemburgo; Alberto y Charlene de Mónaco; Rama X y Suthida Vajiralongkorn na Ayutthaya de Tailandia; el príncipe regente Alois y su mujer Sofía de Liechtenstein; Letsie III y Masenate Mohato Seeiso de Lesoto; los príncipes herederos Alexander y Katherine de Serbia; Lalla Meryem de Marruecos, primogénita del rey Hassan II; príncipe heredero Fumihito de Akishino de Japón y la princesa Kiko; Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar; Abdullah de Pahang VI, sultán de Pahang y su esposa, Azizah Aminah Maimunah; Margarita de Rumanía y su marido, el príncipe Radu; Abdullah de Pahang y Tunku Azizah de Malasia; Simeón y Margarita de Bulgaria; Theyazin bin Haitham, príncipe de Omán…
Las Casas reales de todo el mundo acudían por primera vez a la ceremonia de imposición de la corona británica. Carlos III había cambiado la tradición. Porque si bien en la coronación de Isabel II acudieron cerca de 8.000 invitados, esas invitaciones se circunscribieron a lazos familiares y altas instituciones de Gran Bretaña. Sin embargo, en el caso Carlos III, se restringía el número, sí, a 2.300 a lo sumo, pero aumentaba el significado de cada convocatoria. Por ejemplo, aparecían miembros de distintas clases sociales, como los representantes de los servicios sanitarios que se habían cargado con el enorme peso de la Covid 19, pero también se extendía a Jefes de Estado y representantes de más de 200 países. Había Casas reinantes como la Borbón en España o la Orange de Holanda, pero también dinastías en el exilio y/o sin trono como Grecia o Bulgaria… Y, ante una celebración de alcance mundial, siempre es divertido hacer un recorrido por la prensa internacional para ver cómo se aborda el hito histórico y analizar, periodísticamente hablando, donde se centra el interés en cada país. Ya sea monarquía o república.
Por supuesto que, en España, nuestros reyes acaparaban toda la atención y la reina Letizia se confirmaba como la celeb más elegante. Eso, sin lugar a dudas aunque en Argentina, en cambio, no lo tenían tan claro y echaban los restos por Maxima. Y en Mónaco, por Charlene que… Pero… ¿Y en Italia? ¿Dónde estaban los Saboya-Carignano? ¿Y los Aosta-Saboya? ¿Filiberto? ¿Aimone? ¿Clotilde Courau o Vittoria? ¿Olga Isabel de Grecia? Ni rastro. Cierto es que el 95% de las informaciones tanto en el país de la pasta y Botticelli como en todos los demás, giraban en torno al rey Carlos o a la reina Camilla, a su historia de amor, también se ponía el foco en Kate, en Guillermo, en Harry… Pero, en esa búsqueda de la proximidad con el lector, en ese intento por encontrar “la italianidad” de la noticia, la ausencia de las dos ramas de la Casa Real Sabauda clamaba “un poquito” al cielo. No es que Italia se caracterice por ser un país especialmente nostálgico con la monarquía, pero se les hacía curiosa esa ausencia, más allá de que, como Emmanuelle Macron para los franceses, Sergio Mattarella, Presidente de la República y su hija Laura, representaban al país de la bota y sus súbditos en la Abadía de Westminster.
“¿Qué italianos han acudido a la coronación de Carlos de Inglaterra?” se titulaba en la prensa transalpina. Y la entradilla de una de estas informaciones, reproducida en todas las demás con más o menos modificaciones gramaticales, se seguía tal que así. “El único superaristas italiano que ha participado ha sido Andrea Bocelli, pero no en la ceremonia en la Colegiata, sino al concierto del 7 de mayo. Nuestro tenor cantó delante de 200.000 personas, aunque los espectadores que pudieron ver este concierto por televisión fueron millones. Pero también, quien estuvo por motivos familiares, fue Edoardo Alessandro Mapelli Mozzi, marido de Beatriz de York hija de Sarah Ferguson y del príncipes Andrés. Mapelli Mozzi desciende de una notable familia bergamasca dueña del palacio del XVII de Locale Ponte San Pietro. Y quien dirigió Royal Opera House de Londra, que acompañó algunos de los momentos más importantes de la ceremonia, fue el angloitaliano Antonio Pappano, oriundo de Castelfranco in Miscano, en provincia de Benevento y acreedor Cavaliere di Gran Croce dell’ordine al Merito della Repubblica Italiana.
Ahora, ¿qué había pasado con los Saboya en sus dos ramas? Pues que no recibieron invitación. “La elección a la hora de enviar las invitaciones ha sido precisa por parte del rey Carlos: él ha preferido invitar, en su lugar, a presentantes del pueblo que se han distinguido por su dedicación a la sociedad civil, su servicio público y sus actividades benéficas. Por eso, han quedado fuera duques y condes como el Duque de Rutland, Ben Goldsmith, descendiente de la marquesa de Londonderry, Lady Pamela Hicks, hija de lord Mountbatten, tío del Príncipe Felipe (...) y también han quedado fuera los Saboya: Aimone de Aosta y Emanuele Filiberto, que no han sido invitados porque es preciso aclarar que los Saboya no son familia estricta de la casa real británica ni tampoco reyes reinantes dado que Italia es una República. Nuestra Nación será representada por nuestro Presidente Mattarella”. Fin. Efectivamente, ni Emanuele Filiberto ni Aimone tienen ningún cargo de representatividad de nada, pero ahora ¿Alexander de Serbia sí?.
Hay un dicho argentino que dice “no aclares, que oscureces”. Y Emanuele Filiberto cayó en ese error, en el de explicarse, quizás porque, cuando acaecieron los funerales por Isabel II en los que se vio obligado a ausentarse aquejado de covid, se adelantó anunciando que esperaba estar completamente restablecido para la coronación para la que, ¡oh cielos! nunca hubo tarjeton con el membrete de Buckingham. Ahora, lejos de sentirse ofendido, Emanuele Filiberto se sentía honrado gracias a una carta que recibió previamente y manuscrita por el rey Carlos III en donde le habría explicado explicado, dijo, los motivos por los que no era invitado.
“Hace tiempo que me llegó una carta desde Buckingham Palace en donde explicaban el número de invitados que se ha reducido muchísimo con respeto a la coronación anterior y, no es que hayamos cedido el puesto a otras Casas Reales, es que, aunque nosotros somos italianos, Italia es una República, en este sentido, no podíamos ser sus representantes ninguno de nosotros. Mi familia y yo nos inclinamos delante del Presidente de Italia”, declaraba Emanuele Filiberto quien, no obstante, remarcaba sus excelente relaciones con los soberanos británicos. Y con el pueblo británico por extensión porque, tan solo unas semanas antes de la coronación, cuando su bellísima hija Vittoria cumplía 19 años, la BBC, en ese fervor noticioso que tenemos los periodistas por curiosear en las monarquías de ayer, hoy y siempre, habían llevado a cabo un reportaje sobre la joven italiana titulado Queen Vittoria.
Y efectivamente, sí, daba el perfil de reina de cuento. Bella, rubia, quintaesencia de la sofisticación italofrancesa (es hija del Principe de Venecia y Piamonte pero también de la actriz Clotilde Coureau), la princesa Vittoria Cristina Adelaide Chiara Maria de Saboya se convertía a ojos de la cadena pública británica en objeto precioso y delicado al que convertir en protagonista de un especial. Estudiante parisina, influencer, adolescente rebelde… y heredera a un trono que propicio la construcción de algunos de los palacios reales más bellos del mundo, hoy patrimonio de la Humanidad, y todos en los alrededores de Turín. Desde que su abuelo, el hijo Vittorio Emanuele, hijo del último rey de Italia, aboliera la Ley Sálica y su padre anunciara que, una vez que su padre falte, él abdicará en favor de su hija, Vittoria se convertía en aspirante a ser la primera reina de la Casa en sus mil años de Historia. Ya lo había anunciado Emanuele Filiberto en una entrevista con The New York Times y las apariciones de la joven modelo en algunos actos donde la empezado a representar a su familia ratificaban su voluntad. De hecho, Vittoria asistió en nombre de los Saboya al funeral del papa Benedicto en el Vaticano, donde coincidió con la reina Sofía o los reyes de los Belgas.
En la BBC utilizaron como percha informativa la ceremonia religiosa que la familia Saboya celebró en la Abadía de Altacomba (Hautecombe), en el mausoleo real y familiar que poseen en ese enclave de la hoy región francesa, en el mes de marzo. Un acto en recuerdo del rey Umberto II y donde la joven Vittoria hacía realidad un sueño que podría material de celuloide en una película de Hollywood con su traje negro, pelo dorado recogido, sonrisa casi tímida… Aunque con obstáculo casi insalvable, también muy cinematográfico. Y es que si su ascensión al trono no es que sea muy fácil ya de por sí, habría otro problemilla de nada que saldar y es que... hoy por hoy que ostente la regencia de los Saboya está en entredicho. ¿Cómo?.
Aquí es donde nos encontraríamos quizás con el quid de la cuestión de por qué no había silla para los Saboya en Westminster. No solo en que Emanuele Filiberto haya participado en Ballando con le stelle en televisión (nuestro, Mira quien baila) sino en que el trono sabaudo tiene dos pretendientes y quizás sea el segundo de ellos, Aimone, el que hoy goce de una posición más ventajosa para conseguirlo y quien habría tenido más papeletas para estar en Londres antes que su primo Emanuele Filiberto. O ¿es que no se acuerdan que los padres de ambos se pegaron en la boda de Felipe y Letizia en 2004 y el rey Emérito tuvo que mediar entonces no sin terminar aquella afrenta con un “Nunca más”?
“Los reyes de hoy no tienen una vida fácil”
La batalla por ostentar la cabeza de la casa Saboya y, por tanto, de tener el primado en la sucesión al trono italiano entre ambas ramas de la Casa Saboya, los Saboya-Carignano y los Aosta-Saboya, se lleva sucediendo desde el fin de la II Guerra Mundial y la conversión de Italia, tras unos comicios, en una República. La guerra se recrucedió cuando, tras la muerte de la reina María José, en 2001, Vittorio Emmanuele solicitó al Papa Juan Pablo II que ejerciera su influencia sobre el parlamento italiano para abolir una disposición constitucional que prohibía la entrada de los descendientes masculinos del último rey al país lo que permitió a él y a su hijo Emanuele Filiberto volver a pisar el país desde su exilio en Suiza. Antes, deberían jurar lealtad a la República y prometer ser meros “ciudadanos de a pie”. Esta disposición, para la Unión Monárquica Italiana y la Consulta de Senadores del Reino, no fue peccata minuta sino una “traición” en toda regla por lo que destituyeron de facto a Vittorio Emanuele como jefe de la Casa Real y nombraron a su primo, Amadeo de Aosta, que nunca dejó el país por cierto, como legítimo heredero de la Casa Saboya y del trono italiano. Con la muerte de Amadeo en 2021, es Aimone quien pugna con Emanuele Filiberto por el trono, y por ende, sus hijos Vittoria y Umberto, respecticamente. Umberto tiene ahora 14 años y es fruto del matrimonio de Aimone con Olga de Grecia.
Porque esta rama de los Saboya, los Aosta-Saboya, sí tiene simbargo lazos familiares de consanguinidad con la casa Windsor a través de tres líneas dinásticas pero, especialmente, con la familia de Felipe de Edimburgo, y por ende, con nuestra reina emérita Sofía. Y no se trataba solo del dibujo del un árbol genealógico sobre un pergamino, sino que la relación era intensa e íntima. El marido de la reina Isabel se tomaba vacaciones bastante a menudo en la villa toscana de Amadeo. No en vano, la abuela Irene era prima hermana de Andrés de Grecia, padre de Felipe. “¿Qué me va a ofender? En cierta forma, no envidio en absoluto a Carlos. Los reyes de hoy no tienen una vida fácil”, ha declarado Aimón, manager global de Pirelli a Il Corriere della Sera desde Baku, donde se disputaba el Gran Premio de Formula 1. “No fui invitado a la coronación. En realidad, la relación familiar era entre mi padre Amadeo, primo del rey en segundo grado, con quien tenía lazos familiares tanto con la familia griega como con la familia española”, proseguía el heredero sabaudo quien a su vez recordaba. “Mi padre se asomó al balcón de Buckingham Palace después de la conoración del reina Isabel en el 53. Recordaba a menudo el banquete de la coronación donde él comió en la mesa de los niños. De hecho, estuvo sentado al lado del actual rey Carlos”. “Yo no me siento particularmen ofendido por no haber sido invitado, porque los Aosta -Saboya no tenemos ningún papel institucional… El puesto que ahora ocupa Carlos es dificilísimo y le deseo todo lo mejor. La monarquía ejerce un gran papel en un Estado y se demuestra cada día en los países europeos que la ostentan, pero a los reinantes no se les pone fácil hoy día”.
Pese a sus reticencias reales, Aimone sería el heredero al trono tras la muerte de su padre en 2021, víctima de un cáncer, quien sí, en cambio, quiso ser rey. Máxime cuando la batalla judicial con su primo Vittorio Emanuele ha durado decadas y que gozaba del favor -no siempre oficial pero sí explicito- del resto de casas reales europeas. Amadeo III era hijo de Irene de Grecia y Aimone de Saboya, que gobernó brevemente en Croacia con el nombre de Tomislav II bajo el auspicio de Mussolini prolongando la Italia fascista a lo largo de la costa adriática más allá de Istria. Pero, a pesar de su aristocrático origen, su infancia no pudo ser más trágica: la renuncia de su padre a la corona croata y el apoyo que le ofreció a su primo, Victor Manuel III, le valió una “venganza” por parte de los nazis que le apresaron a él y a su madre y les enviaron al campo de concentración nazi de Hirschegg donde permanecerían hasta el fin de la guerra en 1945.
Una vez liberados del campo de concentración, madre e hijo se instalaron en Ginebra donde esperarían a un padre que nunca llegó exiliado en Argentina donde moriría en 1948. Pero Amadeo recibió como herencia las pretensiones a distintos tronos que nunca pudo ejercer y también la motivación de unirse con su boda -precoz- a los 21 años, con otra integrante de la realeza sin trono: Claudia de Orleans. Y con su mirada puesta en su destino, no dudó en reforzar y reestablecer sus lazos familiares con las casas reales reinantes. Él fue el encargado por ejemplo de sostener sobre la cabeza de Juan Carlos I y la reina Sofía las coronas de la ceremonia ortodoxa de su boda ateniense.
Fruto del matrimonio Aosta-Orleans, fueron tres hijos siendo Aimone, el varón, el llamado a ser el rey de los italianos, un monarca primo de nuestro Felipe VI tanto por parte de madre como de padre, y con derecho a utilizar el apellido Saboya y el escudo, aunque eso estuvo en juicio desde 2006 hasta 2018. Fue en esa fechas cuando los Aosta ganaron su apelación en la Corte de Arezzo con una sentencia que le permitía a Amadeo y sus descendientes utilizar esta distinción al mismo nivel que a su primo Emanuele Filiberto y los suyos que lo querían ostentar en exclusividad y quienes tuvieron que darles por daños y perjuicios 200.000 euros en compensación… De ahí las tortas en el Palacio de Oriente con la reina Sofía y Ana María de Grecia separando a los primos -y sus primos- con el rey Juan Carlos de juez de ring...
Aunque parezca mentira, los “púgiles” Amadeo y Vittorio Emanjuele consiguieron hacer las paces antes de la muerte del primero y el segundo Vittorio Emanunele compartió un sentido pésame cuando dejó este mundo… No obstante, parece que para evitar otras controversias como la de la boda real española, da la sensación que las Casas Reales prefirieron optar por aquello de o todos o ninguno. Así, desde la boda de Alberto y Charlene en 2011, a donde solo fueron los Saboya -Carignano, lo más inteligente ha sido ahorrarse cuatro cubiertos para no enemistarse con nadie. Quizás todo vuelva a cambiar cuando las casas reinantes descubran lo bien que queda, luce y eleva una bella Vittoria Saboya-Carignano en una foto real.