julia navarro3© Juan Manuel Fernández

Café con letras

Julia Navarro nos presenta 'Una historia compartida': 'Los libros me han hecho regalos de vida impresionantes'

Tomamos un café con Julia en la plaza de Oriente, muy cerca de donde vive, pasea y escribe desde hace años


Actualizado 5 de mayo de 2023 - 18:20 CEST

Julia Navarro aparcó durante un tiempo la novela que estaba escribiendo para ofrecernos este relato personal con algunos de sus recuerdos, viajes, lecturas e inquietudes, herramientas con las que saca a la luz a muchas mujeres olvidadas en la historia, sin dejar de mencionar a los hombres que formaron parte de sus vidas. Una historia compartida(Plaza & Janés, 2023) es el libro más íntimo, muy diferente a novelas anteriores, de una de las autoras más leídas de nuestro país.

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© Plaza&Janes

Julia, después de triunfar con ocho novelas sorprendes con Una historia compartida y un registro muy diferente, ¿cómo surgió la idea de este libro?

Se trata de un libro que escribí durante la pandemia, en los días de encierro. Cuando terminé mi anterior novela De ninguna parte y empecé con la siguiente, sentí la necesidad de evadirme, de marcharme, de dejar de ver la vida a través de los cristales. Entonces, comencé a recordar viajes, lecturas e historias y, así, surgió esta obra, casi en un diálogo íntimo conmigo misma, a modo de diario. El libro responde a una forma de recordar esa vida que ansiaba que me devolvieran. Sin la pandemia no lo hubiese escrito y, después, tampoco.

Entiendo que algunos lectores se hayan podido desconcertar con este cambio de registro. Mi mundo es la novela y, ahora, tras este libro, sigo escribiendo la próxima.

En Una historia compartida rescatas del olvido a numerosas mujeres: diosas clásicas, filósofas, premios Nobel, científicas, escritoras… pero sin olvidarte de ellos, ¿era ese uno de tus objetivos, no contribuir más a la guerra de sexos?

No podía escribir sólo de ellas si quería comprenderlas bien, ya que ninguno de nosotros tenemos sentido si no es en relación con los demás. Por eso, sentía curiosidad por conocer cómo eran los hombres que rodeaban a estas mujeres con las que me había ido encontrando en mi vida y lecturas. No se puede contar una historia a medias, de ahí el subtítulo del libro: Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos.

Siempre se ha transmitido la historia desde una parte, desde la supremacía masculina, obviándose el papel de muchas mujeres cuyas aportaciones en el campo de la ciencia, de la filosofía, del arte y de la música han sido realmente importantes. Salvo excepciones, no nos han contado estos logros conseguidos por mujeres en distintos ámbitos.

Yo no quería hacer lo mismo. La historia, o es de todos o no es historia. No nos podemos explicar los unos sin los otros, para bien y para mal.

Sin embargo, se comete ese error hoy en día también, quizás de otra manera...

La denominada cuarta ola del feminismo tiene unos planteamientos diferentes a lo que ha sido el feminismo clásico. Me parece interesante y considero que hay que escuchar a las jóvenes y debatir con ellas, aunque yo tenga otro punto de vista, ligado a ese feminismo clásico. Sin embargo, intento comprender sus razonamientos y las conclusiones que plantean.

Detesto el pensamiento uniforme y me parece muy peligroso lo que ocurre actualmente, ya que nos quieren educar en un pensamiento único: esto es lo correcto y no se puede pensar otra cosa que no sea eso. A mí, por el contrario, me interesa el debate, el contraste de ideas; no podemos avanzar como sociedad si todos nos encorsetamos en un pensamiento único.

Pero, sobre todo, lo que más me preocupa es el retroceso en la libertad de expresión que vivimos hoy en día por esa uniformidad de pensamiento. Muchas veces, no decimos lo que pensamos por miedo a que no se ajuste a los cánones de lo políticamente correcto y nos condenen al ostracismo.

© Juan Manuel Fernández

Cuentas en el libro que fue la abuela Teresa quien alimentó tu pasión lectora. ¿Cómo lo recuerdas?

Mi abuela me enseñó a leer y fue la persona que me inculcó el amor por la lectura. Yo me sentaba todas las tardes a su lado y ella me hacía leer en voz alta, hábito que no sé si, actualmente, estará muy presente en la educación de los niños. Tengo el recuerdo y su imagen intactos, como si en estos momentos le escuchase decir: "entona", "hay una coma", "tienes que hacer la coma", "vuelve a leer la frase", "no tiene sentido", etc.

Las lecturas en voz alta ayudan a aprender a leer y facilitan la comprensión lectora, precisamente uno de los déficits que hoy en día presentan los alumnos, como tantas veces escuchamos decir a los profesores.

Más allá de las ventas, ¿una de tus mayores satisfacciones personales como escritora ha sido que tu novela Tú no matarás forme parte de los fondos de la biblioteca de Alejandría?

Los libros me han hecho regalos de vida impresionantes: los dos que más me han tocado el alma, los dos más importantes, han sido que ese libro esté en la biblioteca de Alejandría y, también, que Javier Marías me invitara a formar parte del Reino de Redonda.

Cuando fui a presentar el libro en Egipto, en el instituto Cervantes de Alejandría, nos organizaron luego una visita a la nueva biblioteca. Al terminar, uno de los responsables me dijo si quería dejar algún ejemplar. ¡No podía creerlo, casi se me saltan las lágrimas!

El día que Javier, generoso como era él, me preguntó si me gustaría formar parte del Reino de Redonda, yo contesté que sí apresuradamente. Pero, después, pensé que quizá no lo merecía; "si te arrepientes no pasa nada, los reyes podéis ser arbitrarios" le dije. Y él me contestó: "no, no, no me arrepiento", y me nombró duquesa del Reino de Redonda.

"Si me preguntaran qué me gustaría ser en el caso de nacer de nuevo, entre mis opciones estaría la de ser monja". Explícanos un poco esta frase de alguien que estudió en las Teresianas y no guarda gratos recuerdos de esa etapa.

Mi relación con las monjas empezó fatal y tuve una experiencia horrible con la directora del colegio y con mi profesora, pero ha mejorado mucho con los años, sobre todo al conocer en el tercer mundo a misioneras cuya existencia es una sacudida para las conciencias, pues entregan su vida por los demás. Siempre lo digo, cuando hay un conflicto la ONU se marcha, las embajadas se cierran, los periodistas se van y los únicos que se quedan son los misioneros. Eso me ha hecho respetarlos al máximo y admirarlos, tengo muchos amigos y amigas entre ellos a los que quiero muchísimo.

Por otro lado, también escribí esa frase recordando otra que Octavio Paz le dedicó a Sor Juana Inés de la Cruz: "ingresó en el convento para poder pensar". Y es que, en el Siglo de Oro, muchas mujeres escogían la vida conventual para tener vida propia, para poder pensar por sí mismas, leer y escribir. El convento era, curiosamente, un espacio de libertad en esos tiempos y, a veces pienso que, en esta vida caracterizada por las prisas, esos lugares donde las mujeres podían pensar no estarían tan mal.

En el periodismo querías ser como Oriana Fallaci, ¿cuándo escribiste tu primera novela pensabas en algún modelo o referente como autora?

Oriana Fallaci fue la periodista más importante del siglo XX en un mundo de hombres. Para quien soñaba con ser periodista, ella era el modelo, la periodista que siempre estaba donde pasaba algo, donde tenía que estar.

Cuando escribí La Hermandad de la Sábana Santa no tenía ningún referente porque, en realidad, nunca me había planteado escribir una novela. Fue una casualidad la que me hizo parar y narrar una historia.

En cualquier caso, la literatura y el periodismo son caminos paralelos: el periodista cuenta una historia real y el escritor una historia fruto de su imaginación. Desde los principios de los tiempos, los seres humanos tenemos la necesidad de contar historias y otros de escucharlas o de leerlas. Forma parte del ADN de la humanidad.

© Juan Manuel Fernández

Siempre nos gusta conocer cómo escriben las autoras sus libros, ¿sigues madrugando tanto para hacerlo? ¿Qué otros ritos o manías tienes?

Madrugo mucho, aunque menos que antes. Al principio intenté hacer compatible el periodismo con la escritura, hasta que me di cuenta que ni por tiempo ni por salud me era posible conjugar ambas pasiones. Si hubiese tenido 20 ó 30 años, no habría dejado el periodismo, pero como no era así y prácticamente lo había hecho todo ya en el oficio, decidí jugármela y dedicarme exclusivamente a escribir novelas. No me arrepiento.

Tengo la foto de mi madre y de mis abuelos encima del escritorio. Cuando escribo me acompaña mi perro Argos, antes lo hizo Tifis. Ahora me pongo a trabajar a las siete, escribo por la mañana y luego parte de la tarde. Necesito también caminar, trabajo andando, pensando, ordenando las ideas en mi cabeza cuando me atasco.

Mencionas a un montón de mujeres que son autoras muy leídas hoy en día. ¿Se han roto ya todos los prejuicios en los ambientes literarios?

Es cierto que, hasta hace no muchos años, había una mirada despreciativa hacia la literatura escrita por mujeres. Se consideraba menor y creo que muchos críticos ni siquiera se molestaban en leer esas obras, pues pensaban que carecían de interés.

Esto es algo que ya se va superando. En definitiva, son los lectores quienes tienen la última palabra y llevan mucho tiempo demostrando que sí les interesan los libros firmados por mujeres. Se ha ensanchado el espacio y ahora lo compartimos, como debe ser.

Por último, ¿qué libro has disfrutado últimamente y recomiendas a la audiencia de HOLA.com?

El último que he terminado de leer es Dos, una novela de Irène Némirovsky que acaba de publicarse. Irène murió en Auschwitz y es una escritora extraordinaria que retrata el alma con una delicadeza y precisión que estremecen. Es una de mis autoras favoritas, una mujer rescatada en los últimos años y cuyos textos van saliendo con cuentagotas.