A lo largo de sus más de dos décadas de carrera profesional, Carolina Cerezuela ha realizado una infinidad de reportajes. Sin embargo, ninguno como este para ¡HOLA! “Es la primera vez que poso con mi madre y mis tres hijos. Que fuese por el Día de la Madre es un motivo superespecial”, nos confiesa la actriz, presentadora y cantante, que no puede sentirse más orgullosa de su familia. Tiene motivos de sobra. Puede que su progenitora, María José Gil, llame la atención por su físico, pero también tiene una personalidad adorable: es dulce y divertida y, como apunta la propia Carolina, “supermoderna”. El otro “regalo de la vida” de la artista son sus tres hijos con el extenista Carlos Moyá, cuyo amor comenzó hace ahora quince años: Carla, que cumplirá trece años en agosto; Carlos, de diez; y la pequeña Daniela, que ya tiene nueve. “Siempre quise, sí o sí, dos niñas y un niño”, añade Carolina.
“La imagen con la que más me defino es la de la mamá pato con sus polluelos detrás. Me gusta tener a mis hijos cerca, es mi necesidad”, confiesa Carolina
—¿Cómo definirías a tus hijos?
—Ninguno tiene dobleces y son muy buenas personas. Carlos es la bondad personificada; es sensato y tiene mucha empatía. Carla es una niña superresponsable, supermadura… Daniela es superdivertida, traviesa y gamberra, pero también supercariñosa y dispuesta a ayudar. Me identifico mucho con ella, mientras que Carla es su padre enteramente. En Carlitos veo cosas mías, como la personalidad, y otras físicas, de su padre.
—¿Cómo te defines como madre?
—La imagen con la que más me defino es la de la mamá pato con sus polluelos detrás. Me gusta tener a mis hijos cerca, es mi necesidad. Luego, me preocupo mucho de su salud emocional, que crezcan con confianza y autoestima.
“Mi hija es un regalo que me ha hecho la vida. Tenemos una afinidad y un vínculo tan grande…”, añade María José
—¿Lo has aprendido de la tuya?
—Aprendo constantemente de mi madre. Tiene una capacidad emocional increíble: abierta de mente, sin tabúes y positiva. Nunca se enfada. Tiene un mérito brutal viniendo de una educación muy autoritaria, donde había otro tipo de valores.
—¿Qué les llama la atención a tus hijos de Carlos y de ti?
—Cuando nos ven reír a carcajadas y nos gastamos bromas. A veces, estamos en el salón, suena una canción y nos ponemos a bailar. O tenemos ese momento divertido y nuestros hijos nos miran como diciendo: “¿Qué hacéis?”. Ahí no ven a dos padres, sino a un hombre y una mujer reírse juntos. Creo que les gusta.
—¿Y de vuestras profesiones?
—Lo tienen normalizado. Tampoco les gusta presumir. Ellos son felices con su normalidad y su sencillez.
—Aun así, Carla quiere ser actriz...
—Sí, le interesa la interpretación y el mundo de la moda. Entiendo que es ese despertar de la adolescencia, porque va a hacer trece años.
—¿Qué se plantean tus otros hijos?
—En esta etapa de niños, quieren ser de todo. Daniela, jugadora de basket y médica. Carlitos, tenista.
—¿Y tu hijo tiene madera?
—Yo no me siento capacitada para responder eso. Le veo en la pista con su padre y se me cae la baba —ríe—.
—Luego, todos tocan instrumentos...
—Sí. Carla y Daniela, el clarinete. Luego, Carla y Carlitos tocan el piano. El niño también probó la guitarra y el saxo. No sabes qué ruido hay en casa —ríe—, pero me gusta cómo la música educa emocionalmente.
—¿Cómo eres como hija?
—Intento estar muy pendiente de mi madre, porque le debo todo. Conforme que me hago mayor, soy consciente de los esfuerzos que ha hecho por mí. Sobre todo, cuando me fui a Madrid con 18 años. Ahora que soy madre, me dice eso mi hija y me mata.
“Con diez años, todo el mundo me decía que le encantaba mi madre y que parecía mi hermana mayor. Es verdad que genéticamente somos muy parecidas”, reconoce Carolina a ¡HOLA!
—De hecho, tu madre te animó a irte fuera, para ser actriz.
—Sí. Por eso digo que se lo debo todo. Desde la vida hasta mi carrera profesional y el criar a mis hijos. Mi madre siempre ha sabido ser mi amiga sin robarme a la madre. Muchas madres quieren ser amigas happy, pasando de todo. Eso me parece un error. Una hija necesita el rol de madre. La mía siempre me ha dicho si hago algo mal, aunque, a los diez minutos, vuelva a ser amiga.
—¿Qué admiras de tu madre?
—Su capacidad de adaptación, de reinventarse, su alma libre. Es una persona positiva. Jamás tiene un mal día, ni te pone mala cara, ni te da una mala contestación. Nunca, nunca.
—¿Qué has heredado de ella?
—Además de la genética, porque es verdad que físicamente somos muy parecidas, creo que la parte más emocional, más familiar, más afectiva.
“Firmo ya para llegar así de bien”
—Habrás escuchado que, más que una madre e hija, parecéis hermanas.
—Con diez años, todo el mundo me decía: “Tu madre me encanta, parece tu hermana mayor”. Siempre me ha encantado tener una madre así, porque también he heredado su feminidad, el gusto por la estética. Le gusta cuidarse, arreglarse, la alimentación… El mejor regalo que me ha hecho es aprender a cuidarme por dentro y por fuera.
—Pero no a todo el mundo le gustará que le comparen con su madre.
—¡Firmo ya para llegar así de bien a su edad! Es verdad, físicamente pone el listón muy alto. Veo complicado llegar como ella. Está estupenda. Pero por su alma, su positivismo y su aura. Es así en cuerpo y mente.
““Moyita” no deja de sorprenderme. Es un hombre muy completo: me da risas, amor, estabilidad… Y tenemos una prioridad total: los niños”, dice Carolina sobre su marido
—Tenéis hasta el mismo tatuaje.
—Sí, Por mi 43º cumpleaños, que fue en enero, quería hacerme dos tatuajes en los brazos: uno por mis hijos y otro por ella. Quería tenerla tatuada y las dos nos hicimos un dibujo de una madre abrazando a una hija. Le pedí que se lo tatuara y le encantó.
—Tu marido y tú vais a cumplir doce años de casados en verano.
—Once de casados, pero quince juntos. Cuando nos casamos, mi hija mayor iba a hacer un año.
—¿Qué balance haces?
—Como digo, “Moyita” nunca deja de sorprenderme. Es un hombre muy completo: me da risas, amor, estabilidad… Sobre todo, tenemos una prioridad total e inviolable: los niños. La familia es como un búnker.
—¿Qué es lo mejor de tu marido?
—Su tempo. Es tranquilo, lo relativiza todo y sabe dar el valor a las cosas.
—¿Qué has aprendido de él?
—A decir no y la paciencia. Antes no tenía casi. No te digo con las personas, sino con todo.
“Me siento su hermana gemela en cuanto a pensamiento, forma de sentir y ver la vida En el aspecto físico, veo una diferencia…”, apunta María José entre risas
—En tu caso, afirmas no hacer deporte…
—No soy carne de gimnasio. Ni corro, ni clases de spinning, ni pilates… No puedo. Lo que me encanta es la montaña y caminar. Por ejemplo, el otro día me hice catorce kilómetros. Pero no es el fitness de levantar pesas. En casa tenemos un gimnasio pequeñito y hago algo con pequeñas pesas y algún abdominal, pero no lo que hace Cristina Pedroche —ríe—.
—Cuéntanos tus proyectos.
—Anglada y yo hemos lanzado un single hace poquito, Karma Chamaleon. Ahora estamos editando otra canción que esperamos lanzar antes del verano y otras para septiembre. También perfilando conciertos para verano y septiembre.
Habla María José
Nada más empezar la sesión de fotos, la madre de Carolina nos deja fascinados. No solo tiene ‘cuerpazo’ y belleza, sino también frescura. Es más, María José Gil habla con ¡HOLA! de su familia con la misma naturalidad que de los problemas de salud a los que se ha enfrentado. Sólo hay una cosa que se resiste a revelar: su edad.
—¿Cuántas veces te dicen lo estupenda que estás? Dicen que pareces más su hermana que su madre.
—No sé, me lo tomo con mucho cariño… Nunca pensé que podía tener una hija con esta afinidad. Te lo va regalando la vida, día a día, desde que ella era pequeñita. En todo este tiempo, me siento hermana gemela en cuanto a pensamiento e ideas.
—Ya no es que te consideres su hermana, sino directamente su gemela...
—En la forma de sentir y ver la vida, sí. En el aspecto físico, veo una diferencia… —ríe—. Ya tengo muchos años.
María José, que llegó a trabajar de modelo en su juventud, nos cuenta que “empujó” a su hija a que fuera actriz: “Mis padres me cortaron las alas”
—¿Puedo hacer ua pregunta indiscreta?
—¡No me la hagas! —ríe—. Estoy jubilada desde hace bastante tiempo… Hay mujeres que no la quieren decir, y yo tampoco. A lo mejor, el día que lo haga, os asustáis.
—Pero, ¿has superado los 70?
—Bueno, sí. ¡Y ya! —ríe—.
—¿Cómo es Carolina como hija?
—Es un regalo que me ha hecho la vida. Tenemos una afinidad y un vínculo tan grande… Y no hablo de estar 24 horas juntas. Ni dos. A veces, estoy en Alicante y ella en Mallorca… Psicológicamente hablando, tenemos una unión muy grande.
—¿Qué admiras de tu yerno, Carlos?
—Doy gracias a que mi hija haya encontrado a alguien como Carlos. Es la mejor persona que conozco y la más humilde.
—¿Cómo eres como suegra?
—Tengo la suerte de ser independiente en su casa y dejo mucho vivir. Podemos comer o cenar juntos, pero tengo mi zona independiente.
—¿Dentro de la casa?
—Sí, pero ni compartimos garaje. Somos totalmente independientes. Luego, jamás opino de nada. Si me preguntan qué pienso, digo: “Lo que digáis vosotros”.
—Cuando tu hija decidió ser modelo y actriz, tuviste mucho que ver.
—Sí, la empujé. Equivocadamente o no, quería que saliera de una ciudad tan pequeña como Elche. A ella le llenaba este mundo en el que yo no pude estar porque mis padres me cortaron las alas. Ni me dejaron ser azafata de vuelo. Hice cosas de modelo de muy jovencita, pero a escondidas de mis padres. En vez de pagarme con dinero, me pagaban con ropa. Estaba muy mal visto… Es que fue hace muchos años.
—¿Trabajaste de modelo en Elche?
—En Valencia. Había un complejo que se llamaba Lanas Aragón: un ‘súper’ con ropa, artículos de cocina… Me salió un trabajo, viajando a Valencia y Bilbao, pero mis padres se negaron en redondo y yo era obediente.
—¿A qué te dedicaste entonces?
—Era administrativa. Cuando ya tuve a las dos niñas, hice una oposición para funcionaria del Estado. Elegí para el Ayuntamiento de Elche, que era más cómodo.
—Ya jubilada, ¿cómo te ves?
—Estoy encantada de disfrutar de mi tiempo libre, de mi familia, de los nietos… Pero, sobre todo, de disfrutar como persona. Me suelen decir que tengo la vida cubierta con los nietos, pero no es solo eso. Tengo una vida personal muy rica y salud para disfrutar de ella.
—Tras tener problemas de salud.
—Sí. Sobre todo, estrés emocional. Hace quince años se me juntaron varios problemas, como la muerte de mis padres. El mundo se me cayó y toqué fondo… En quince días, me quedé totalmente calva.
—¿Todo el pelo?
—Cejas, pestañas… Todo. Llevé peluca cinco años. Estuve ingresada en la Universidad de Navarra y el pelo me lo devolvió un médico catalán, que era el director de Dermatología de la Clínica Mayo en Massachusetts y venía una vez al mes a Barcelona. Él me dijo: “Si sigues los consejos, tendrás pelo”.
—¿Cuáles fueron esos consejos?
—Me enseñaron a tener una buena dieta y a dormir. También a pensar, a ponerme un escudo ante los problemas. Me enseñaron a gestionar la vida y las emociones, que es algo que nadie te explica.
—Ahora se habla mucho de salud mental, pero antes no se tenía tanto en cuenta.
—No. La gente no sabe lo importante que es gestionar la vida… Es tan importante saber que estás vivo y disfrutar de las cosas, como tomar un café. Da igual que llueva o haga aire, si estás vivo, respiras y estás bien. El no tener que hacer pruebas en un hospital es un lujo.
—Lección que has aprendido de la vida.
—Justo. Me gusta sentir a la gente, emocionarme con una puesta de sol. Y una película la disfruto a rabiar.
—¿Cuál es el secreto para estar así?
—Sigo la dieta mediterránea y hago ayuno intermitente tres o cuatro veces por semana. Luego tomo muchos complementos: omega tres, espirulina, magnesio, potasio… También resveratrol, ubiquinol, que es uno de los mejores antioxidantes. También hago pesas, y eso que estuve casi dos años sin andar por una operación de la columna. Me niego a hacerme cirugías estéticas, aunque admito pinceladas: tratamientos de cutis, un poquito de ácido hialurónico y bótox. Nada más. Ni labio. No quiero que mi cara sea otra.