Verlas interactuar es divertido. Y muy familiar. Te suena a cosas que ya has visto cuando un bebé llega a un hogar. A veces es hasta cómico. Otras parece que estás asistiendo al estallido de una guerra atómica. Pero no, la sangre no llega nunca al río. Hay demasiado amor y tanta ternura en el ambiente que es imposible. La mecha puede encenderse por cualquier cosa. Porque al niño hay que cambiarle de pañal; porque al pequeño le da hipo o se chupa con desazón los nudillos. “Tiene hambre”. “No mamá. Ya ha comido”. “Pues Hugo tiene hambre”. “Mamá, hace una hora y media que ha comido”. “Dirás lo que quieras pero este niño se tomaría ya el biberón. Mira, yo le tengo cogido el punto. A las 2 horas y media, él ya está preparado”. “Mamá, el pediatra ha dicho que no”. “¡Qué sabrá el pediatra…!”. “¡Mamá!”. “Mira, no digo nada. Cre-ma-lle-ra”.
“Dar a luz ha sido lo mejor que me ha pasado en esta vida. Es una sensación tan única y bonita… Es inexplicable traer a alguien a esta vida”, cuenta Zayra
¿Les suena? Son madre e hija. Ahora, mamá y abuela. Pero también amigas. Hasta incluso colegas. Zayra Gutiérrez se ha convertido en madre y naturalmente ha hecho abuela a Arantxa de Benito. Sí, “¡Qué “heavy!”, utilizamos sus mismas palabras para expresar la maravilla. Ambas orgullosísimas. Felicísimas. Jovencísimas. “A mí se me cae la baba todo el rato. Necesitaría un babero de dos kilómetros de largo”, dice entre carcajadas la presentadora, aunque, a decir verdad, tampoco exagera. “Hugo os va a robar el plano en todas las fotografías, chicas”, bromeamos al asomarnos al capazo y verlo tan sonrosadito y con sus ojos azules, como sus padres. “Que nos robe lo que quiera. Es el protagonista… Y mira, mira qué guapo. Mira qué carita. Es que no puedo con él. No puedo con él. ¡No puedo con él!”. Arancha no cabe en sí de gozo y Zayra la mira con cariño y mucha satisfacción.
Cuatro generaciones
Hace diez días que Zayra ha dado a luz. Y, aunque el bebé es buenísimo, las noches son toledanas… “Tiene cólicos, pobrecito mío”, nos cuenta la mamá. “¡Bueno! Pero es que Zayra no te imaginas lo que era… Qué mal lo pasaba. Y yo me volvía loca. Terminaba llamando a mi madre porque a ver, es que, te aturdes… Si yo lo entiendo...”. Y Zayra arquea la ceja y te mira como diciendo: “¿Adviertes la crítica velada?”. Les suena ¿Verdad?
Zayra y Miki, el papá, se han mudado estos primeros días a casa de la matriarca para tener un poquito de ayuda y porque se ha convertido en el punto de encuentro de toda la familia. “Carmen, mi madre, se pasa horas aquí. Y lo mira y lo mira… Se vuelve loca. Como yo”, se ríe Arantxa. “La semana pasada, mi hermano nos vio a las tres sentadas, rodeando a Hugo, y suelta: “Qué fuerte, cuatro generaciones en el mismo banco”. Y es verdad. ¡Qué fuerte! ¿No?”, reflexiona Zayra, que aún se queja de algún dolor de espalda tras el parto y, pese a estar bellísima, también de ese kilito de más por los antojos. “Doritos y donuts de chocolate. Ya, no debía...”, nos confiesa mientras busca en el móvil “ruido blanco”, o lo que es lo mismo, el frush de un secador de pelo que, según ha descubierto en YouTube, deja a los bebés en general, y a Hugo en particular, completamente K.O. “Yo les ponía música”, recuerda Arantxa, a quien a alma juvenil y rockera no gana nadie.
Y que, si no, también está Miki, que tiene mucha mano y no hace falta preguntarle por su felicidad. Basta con verlo acarciar al bebé. “¡Flipas! No duermo solo por verlo”. Él está al cuidado del niño mientras entrevistamos a la mamá y a la abuela. “No sé si voy a poder atenderte como Dios manda —advierte De Benito—, porque yo lo veo, así todo vestidito de “pijito” para las fotos y es que ¡me lo como!”. “Así está todo el día. Ha llegado el bebé y no atiende a nada”, se disculpa su hija antes de que le demos al rec, complacida en realidad de que Hugo sea el nuevo Rey de la Casa.
—Zayra, ¿cómo fue el parto?
—Fue lo mejor que me ha pasado en esta vida. Es una sensación tan única y bonita… Es inexplicable traer a alguien a esta vida. Lo viví de manera muy intensa porque es doloroso. Y con mucho miedo al principio. Quería que todo saliese bien —y todo salió bien—, pero duele… Ahora, cuando te dan a tu bebé, se te pasa todo.
—¿Y tener a tu hijo en brazos?
—Fue una sensación única, fantástica, increíble. La mujer más feliz del mundo.
—¿Te acompañó Miki?
—Miki fue un ejemplo como padre. Y claro que entró en el parto. Todo el equipo que me atendió le dijo que ningún padre ha estado tan pendiente de su mujer como lo estuvo él.
—Arantxa, ese momento en el que te dicen: “Ha nacido Hugo”
—Fue un instante mágico, inolvidable, irrepetible. Me llamó Zay y me puso su primer llanto. Se me caían las lágrimas de emoción. Y después, cuando entré en el paritorio y le vi, me rompí de la emoción. Me parecía increíble. ¡Un hijo de mi hija en mis brazos! Indescriptible. Lloramos todos abrazados. Fue un momento que jamás podré olvidar.
Zayra afirma que solo ve “ventajas” en ser madre con 22 años: “Siempre he querido ser madre joven, y lo he sido con el hombre al que amo, con el que quiero pasar el resto de mi vida”
—Porque, ¿cómo viviste la noticia de que ibas a ser abuela en un principio?
—El momento de la noticia… Fue un shock —se miran—. Pero Zay lo tenía clarísimo desde el primer momento que se enteró de que iba a ser madre… Tras la noticia, me enseñó la ecografía y le dije “es un niño”. “¿Cómo lo sabes?”, me preguntó. Y yo lo intuí. Soy una brujilla. A partir de ese momento, empecé a aceptar las cosas como son.
—¿Y cómo son?
—Pues que Hugo es una bendición de Dios. Desde hace diez días no me quito esta sonrisa de la cara. Estoy con el babero más largo de mi vida. Mi nieto —¡ay, como suena eso!— es la alegría de la casa. Estamos enamorados de él.
—”Arantxa de Benito es abuela”. Lo dices en alto, ¿y...?
—Y... No sé —risas—. Supongo que te cambia la perspectiva. Cuando tu hija, con 22 años, te dice: “Vas a ser abuela, mamá”, yo no podía cerrar la boca —risas—. Ahora tampoco puedo, pero porque es una pasada vivir esto. Es una etapa de la vida que quiero disfrutar a tope y en la que me siento muy vital.
—¿No te da miedo la palabra “abuela”?
—Para nada, aunque “abuela” suene fuerte. En mi caso, es un estado de felicidad indescriptible. Soy madre de dos hijos, de 21 y 22 y, ahora también “una nonna” joven, enérgica, llena de vida. Ser madre y abuela es una sensación maravillosa. Pero es fuerte que el Día de la Madre tenga que hacer dos regalos, ¿eh?
—Tú siempre has sido una mujer de espíritu joven. Y rockero
—Me sigo sintiendo igual. Eso no cambia.
—Tú eres madre. ¿Temías de alguna manera que Zayra tomara una responsabilidad tan grande siendo tan joven?
—Tiene 22 años, cierto, pero desde hace muchos años Zay quería ser madre joven. Para ella era un sueño. Así que, hoy, desde hace diez días, es un sueño hecho realidad. Eso no quita para que, desde el primer momento, le hablara de la responsabilidad de tener un hijo...
—Zayra, ser madre, ¿te ha cambiado?
—Me ha cambiado la vida. Pero para mejor.
—De ser una teenager, ahora eres mamá…
—Mi forma de ver la vida es otra. Eso es verdad. Ahora tengo una responsabilidad, pero es la responsabilidad más bonita del mundo. Sí que recuerdo que, en el hospital, cuando acababa de dar a luz y me llevaron a planta, pensé: “Ostrás, soy madre. “Wow”” —risas—. Pero muy contenta.
—Dicen que, cuando tienes hijos, empiezas a entender los miedos de los padres, su forma de ser, sus miedos… ¿ Ya te pasa?
—Me doy cuenta de las cosas que me decía mi madre de pequeña y que yo odiaba que me lo dijese. Me doy cuenta que tener un hijo es tener un compromiso de por vida.
Entre las diferencias sobre cómo se quiere a un hijo y a un nieto, la presentadora responde: “Como abuela, sientes un amor especial. El bálsamo de la vida. Es un lazo de amor sublime. Es ternura”
—Hubo un momento en que se puso el foco en una etapa rebelde tuya. Ahora, en muy poco tiempo, tu situación es otra, ¿no?
—Todo el mundo tiene una mala etapa y ha habido gente más loca que yo… Pero desde que soy madre, todo lo veo distinto, sí. Y obviamente he madurado. He cambiado muchas cosas de mi vida. A mejor.
—Se ha hablado de lo joven que eres para ser mamá. Sin embargo, antes era lo habitual. ¿Ves más ventajas en ser una madre joven o sientes que a Hugo ha venido un poquito pronto?
—Yo solo veo ventajas. Siempre he querido ser madre joven, y lo he sido, y lo más importante, con el hombre al que amo. Con el que quiero pasar el resto de mi vida. Hugo ha venido en el mejor momento. Y no me arrepiento. Lo repitiría una y otra vez
—Arantxa, ¿te ha sorprendido Zayra?
—La siento más madura, sí, pero ser madre la hará madurar aún mucho más.
—¿Estás muy encima de ella?
—Me dice Zay que, como abuela estoy siendo un poco intensa —risas—. Le doy consejos, la ayudo y estoy a su lado cuando me necesita. Pero veo que ella está fuerte. Siempre he sido una madre que se ocupa y preocupa por sus hijos y hace las cosas lo mejor que puede, sabe, intuye o siente. Quizás haya sido una madre protectora, a veces sobreprotectora. Pero es que no ha sido fácil. Ser madre ha sido la asignatura mas difícil.
“Me siento afortunada de saber que, si Dios quiere, me quedan muchos años para disfrutar un montón de él”, asegura Arantxa de Benito, la joven y vital abuela
—Dicen que, cuando se es abuelo, el amor es distinto, más profundo…
—Es un amor tan especial... El bálsamo de la vida. Es un lazo de amor sublime. Es ternura.
—También se dice que los abuelos son más permisivos, más tolerantes con los nietos...
—Porque la crianza le corresponde a sus progenitores. A mí, complacer y amar a mi nieto. Los abuelos son una parte de la familia muy importante. En mi caso, mis abuelas fueron emocionalmente muy importantes… Y mi madre, mejor abuela con sus nietos, imposible.
—Afortunadamente, tu nieto podrá disfrutar de ti y tú de tu nieto muchos años. Puedes ser una figura capital en su educación y crecimiento… Eso es una suerte
—Exacto, me siento afortunada de saber que, si Dios quiere, me quedan muchos años para disfrutar un montón de él.
—¿Cómo has visto a Guti como abuelo?
—No le he visto. Zay me dijo que estaban felices y eso es lo importante. A Zay le hizo mucha ilusión que fueran todos al hospital.