Su marca está en los 34,92 metros. En tiro de jabalina. Que, en esa disciplina, se tira a todo lo que da. O sea, a conseguir que la lanza, que al menos eso es lo que era en el pasado, alcance el mayor número de metros posibles. No a una diana. En eso, si nos ponemos cursis, Cupido estuvo más acertado. Disparó directo al corazón. Al de Jon Rahm, allá por 2016, cuando ambos eran estudiantes y, hoy, forman una familia. Discretos, poco dados a las fiestas y los oropeles, súper mega triunfadores y, por contra, fuera de foco. Porque ‘El león de Barrika’ hacía Historia este pasado fin de semana y todos los objetivos fueron a su personas. Corregimos, él mismo se convertía en Historia viva del deporte. Y lo hacía con apenas 28 años y enfundándose en su primera chaqueta verde tras lograr imponerse en los Masters de Augusta con 276 golpes. Suponía conseguir su segunda major de su carrera, revalidar su lugar en la cumbre y, por supuesto, lograr la gloria.
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Su grito de fiereza y alegría mirando al cielo recién cumplido el sueño ha dado la vuelta al mundo. El vizcaíno, tras una reñidísima -y larguísima jornada de ¡30 hoyos!-, le daba a España su sexta blazer como ‘maestro’ del golf. Sucedía el mismo día en el que su héroe de infancia Severiano Ballesteros, no sólo había revalidado la suya cuarenta años antes -entrando de esta manera en el Olimpo del Golf-, sino que, de no haber sido porque el cáncer que se lo llevó en 2011, habría cumplido 66 años.
Corría a abrazarlo otro de los campeones míticos del circuito internacional, José María Olazábal, y su padre, Edorta Rahm, que no se ha perdido ni uno solo de los encuentros que ha jugado su hijo desde pequeño y, por supuesto, “su familia”. Así rezaban los pies de foto que enviaban a las redacciones las agencias de prensa internacionales. Evidentemente, se trataba de su mujer y de sus hijos. Pelo suelto y dorado, ella, bajo un sombrero de ala ancha y gafas de lágrima, y dos bebés rubios como la cerveza, uno cogido de su mano, otro en su regazo. Kepa y Eneko. Pero ¿su nombre? Kelley Cahill, una mujer que ha rehuido la vida pública y que ha preferido, ante el fulgor deportivo de su marido, ocupar un segundo plano, pero… ¿Quién es? ¿a qué se dedica? ¿cómo se conocieron? ¿dónde viven? Vamos, todo el repertorio de preguntas de aquel mítico temazo de José Luis Perales lo vamos a desgranar ahora mismo.
Ella, la de la jabalina que decíamos al principio, es estadounidense y en su DNI reza Kelley Cahill. Y no, lo de la disciplina atlética, no es una coña. Porque es bióloga y lanzadora de jabalina. Ex-lanzadora realmente. Gracias a su pericia en este deporte, logró su beca universitaria en la Universidad de Arizona State (ASU) donde, en 2016, el año en el que se graduaba en la misma institución nuestro Número1 del golf (también becado), se conocieron los dos. Para más señas, como en una película rollo Cuando Peggy Sue se casó, es decir, en un baile de fin de curso, porque ella también acababa sus estudios científicos… Y, sí, lo suyo fue un amor a primera vista. Un flechazo. “Tengo muchos recuerdos de este año, pero el más importante fue empezar mi relación con Kelley”, escribió Jon en aquel momento en sus redes sociales donde, muy pocas semanas después del encuentro fortuito, aparecían juntos por primera vez. Se trataba de una foto en la Super Bowl y la complicidad y las miraditas de ambos, por muy amigos que quisieran llamarse, les delataban.
Acuario de 1994 y oriunda de Lago Oswego, en Portland, Oregón, Kelley era, por aquel entonces, una estrella deportiva del Centro Universitario. En año 2013, tal y como aparece publicado en la web de la Uni, había conseguido el segundo puesto en el PVCC Outdoor en jabalina con un lanzamiento de 34,69 metros, aunque su récord personal estaba en 34,92 metros. También pertenecía al equipo universitario de boxeo, al de tenis… De hecho, con la raqueta había competido de manera profesional… E, incluso, Kelley también jugaba a fútbol americano, un deporte en el que, según ha dicho el mismo Rahm, su mujer era más que buena. “¡Sí, ella lanza un espiral! Mejor me quedo con el golf”. Por eso, tal vez, forman un tándem perfecto. Kelley sabe lo que supone conseguir una meta, sudar la camiseta, las horas de esfuerzo, de disciplina, de ausencias, de tiempo que robas a tu familia, a tu descanso e incluso a tu pareja. “Entiende las decisiones probablemente egoístas que, la mayoría de las veces, tenemos que tomar personas como yo”, ha declarado Rahm de ella cuando se le ha preguntado por su vida de casado, su papel como padre y sus obligaciones como deportista de elite.
De casado porque, desafiando a la mala suerte, tras un noviazgo de tres años, la pareja pasaba por el altar a finales de 2019, un 13 de diciembre. Y lo hacía, en la otra “catedral” a la que la casa de los Rahm está más unida. Y no, no fue en el césped San Mamés, sino en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña de Bilbao. “¡Fue una boda de ensueño y en un lugar muy especial! Tengo la suerte de haberme casado con mi media naranja, ¡Kelley Rahm!”, dijo la estrella del golf. Porque todo parecía sacado de una película. De hecho, hasta el templo llegaba la americana junto a su padre como si en una cinta de Hollywood se tratara: en un flamante Rolls-Royce al más puro estilo Sarah Jessica Parker, perdón, Carrie Bradshaw en su boda con Mr. Big. O lo que es lo mismo: apostando por un vestido de corte princesa -como le hiciera a la eterna neoyorkina Vivianne Westwood-, compuesto por una falda de tul con volumen y un cuerpo bustier, con escote corazón, cubierto de bordados de encaje y aplicaciones de pasamanería floral.
Ésta sería la primera de sus bodas, porque la suya era una historia de amor transoceánica, obvio, con lo que la segunda tendría lugar en San Diego. “Las dos bodas significan mucho para nosotros porque somos conscientes de que todos los miembros de las dos familias no pueden volar a ambos lados del Atlántico para estar reunidos”, explicó Jon Rahm que seguía de esa manera el ejemplo de otros mitos del deporte español enamorados de bellezas “sureñas”, como fue el caso de Pau Gasol que hizo lo propio con Catherine McDonnel celebrando enlace en San Francisco y en Girona.
Amante del deporte, la naturaleza, la música… pero, sobre todo y especialmente, de la gastronomía y la enología españolas. De hecho, una de las primeras cosas que aprendió a decir Cahill en castellano fue “un vaso de vino, por favor”. Porque Kelley es adicta confesa a los cucuruchos de papel llenos de virutas de jamón ibérico y, por supuesto, como buena vasca de adopción, al txacolí, los pintxos y la camiseta rojiblanca del Athletic de Bilbao. De hecho, hasta que Adidas no adujo “conflicto de intereses”, en la bolsa de los palos de Jon Rahm lucía el escudo de la escuadra de su corazón… Pero también Cahill sigue las tradiciones nacionales, como las 12 uvas en Nochevieja. Pero, hay que decir que, por el momento, todo en casa llega de importación.
Desde que se casaron, la familia reside en Scottsdale, a las afueras de Phoenix, la ciudad donde arrancó su historia y hogar también del Phoenix Open, uno de los eventos del circuito golfístico más especiales para Jon, quien alguna vez ha jugado su legendario hoyo 16 enfundado en una camiseta de Arizona State. Allí, en abril de 2021 nació el primogénito de la pareja, Kepa, el mismo año en el que, por primera vez, Jon Rahm pisaba la cima ganando primer puesto en el ránking mundial del Golf, en agosto de 2022 llegó su segundo pequeño, Eneko. Sería el mismo día en el que en Estados Unidos se celebra el Día de la Madre. “Feliz Día a todas las mamás, especialmente a mi esposa hermosa que va a ser mamá por segunda vez. No podría estar más orgulloso de ti. Te amo Kelley”.