En toda Familia Real o aristócrata que se precie, los vestidos de bautismo se guardan durante generaciones como oro en paño. Es una de las tradiciones más extendidas y que, en la práctica, sigue estando vigente. Así podría ocurrrir con el bautizo de Ana Sandra Lequio, la nieta de Ana Obregón y Alessandro Lequio, que, tal como desveló Marisa Martín-Blázquez en El programa de AR, podría celebrarse a principios de verano, cuando la niña cumpla tres meses.
Tal como contó también, la pequeña podría llevar el mismo faldón que lucieron antes el Rey don Juan Carlos, el Rey Felipe VI y sus hermanas, las Infantas Elena y Cristina de Borbón, y los respectivos hijos de ellos: Felipe y Victoria Federica de Marichalar; Juan, Pablo, Miguel e Irene Urdangarín; y la Príncesa de Asturias, Leonor, y la Infanta Sofía. Se trata del traje de cristianar de los Borbón, una de las reliquias mejor conservadas de la familia, confeccionado con tela de hilo de color beige con sobrecapa, puntillas de Valenciennes, encajes bordados a mano con guirnaldas de flores y cintas de raso.
Este faldón se usó, por primera vez, el 26 de enero de 1938 en el bautizo de don Juan Carlos de Borbón, que recibió las aguas bautismales de manos del cardenal Eugenio Pacelli (después Papa Pío XII), en la capilla del Palacio Magistral de los Caballeros de la Orden de Malta. La elección del templo se debió a su cercanía con el Palacio de Torlonia, donde se celebraría posteriormente la recepción para los invitados y algunos de los monárquicos españoles que quisieron acercarse a conocer al futuro Rey de España.
El edificio era propiedad de Alessandro Torlonia, príncipe de Civita Cesi, quien se había casado en 1935 con la infanta Beatriz de Borbón y Battenberg, tía paterna del bautizado. Alessandro y Beatriz eran, por otra parte, los abuelos del actual colaborador de El programa de AR, Alessandro Lequio. Tras el bautizo, se guardó el traje en un paño blanco de terciopelo, que, tal como dicen, es como se deben guardar los vestidos de cristianar y se puso en un baúl junto a otros recuerdos, a la espera de volverlo a usar algún día.
Ese días llegaría treinta y cinco años después, el 27 de diciembre de 1963. Fue, ese día, cuando la Infanta Elena, primogénita de los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía de Grecia, vistió el mismo faldón para recibir las aguas del Jordán, en el Palacio de La Zarzuela. Actuaron como padrinos doña María de las Mercedes, abuela de la neófita, y el infante don Alfonso de Orleáns y Borbón. La ceremonia fue oficiada por el nuncio del Papa, en España, monseñor Riberi. A la ceremonia acudieron sus abuelos, los Condes de Barcelona, que pisaban el suelo español. Al bautizo de Elena de Borbón le siguió, dos años después, el de su hermana, la Infanta Cristina.
El faldón se usó, por primera vez, el 26 de enero de 1938, en el bautizo de don Juan Carlos de Borbón
Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, Infanta de España, nació en la clínica de Nuestra Señora de Loreto, de Madrid, el 13 de junio de 1965. La segunda hija de los Reyes de España fue bautizada una semana más tarde, el día 20 de junio, por el arzobispo de Madrid, monseñor Morcillo, en el Palacio de la Zarzuela. La pila bautismal había sido traída del convento de Santo Domingo de Guzmán.
Era una pila medieval de piedra blanca revestida de metales nobles, en la que había sido bautizado el santo dominico. Actuaron como padrinos doña María Cristina de Borbón, condesa de Marone, tía de don Juan Carlos, y don Alfonso de Borbón Dampierre. No pudierob asistir a la ceremonia el Conde de Barcelona ni tampoco la Reina Victoria Eugenia, aunque sí viajó, desde Estoril, doña Mercedes para conocer a su nueva nieta.
A la celebración del bautismo del actual Rey de España, Felipe de Borbón, acudió su bisabuela, la Reina Victoria Eugenia, treinta y siete años después de haber abandonado el país. La mujer de Alfonso XIII, que había estado también presente en el bautizo de su nieto, en el que había ejercido de madrina, volvió a tocar, entonces, la tela del vestido como quien acaricia la historia de una vida, la historia de la memoria.
El actual monarca fue bautizado en el palacio de la Zarzuela el 8 de febrero de 1968 ,en la misma pila bautismal en la que sus hermanas recibieran el primer Sacramento: la pila de Santo Domingo de Guzmán. Recibió el nombre de Felipe Juan Pablo Alfonso de la Trinidad de Todos los Santos. Victoria Eugenia, madrina del infante Felipe, sostuvo al neófito mientras el arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro Morcillo, vertía sobre su cabeza el agua bautismal. El conde de Barcelona actuó como padrino.
Con el nacimiento de los nietos de los Reyes, el faldón, ya una auténtica reliquia real, volvió a desempaquetarse. Y como sesenta años no pasan en balde, no quedó más remedio que hacerle unos pequeños arreglos. Por un lado, habían llegado al mundo con la altura más acorde a los nuevos tiempos. Por otro, la “tradición” de bautizar a los bebés “reales” a los pocos días de nacer dejó paso también a la nueva costumbre de que recibieran las aguas bautismales habiendo cumplido, al menos, dos meses.
El vestido quedó guardado otra vez en el Palacio de Torlonia y fue rescatado de nuevo para los bautizos de las hijas de los entonces príncipes de Asturias, Leonor de Borbón y la Infanta Sofía. “La reina Victoria Eugenia se lo cedió a mi abuela, la infanta Beatriz, para que lo custodiara. Se presta y de nuevo regresa al palacio, donde se custodia hasta la siguiente ocasión“, explicó, en una ocasión, Alessandro Lequio, que también bautizó con el faldón a su hijo, Aless, nacido de su matrimonio con la actriz y presentadora Ana Obregón, y a la menor de sus tres hijos, Ginevra Ena, nacida de su matrimonio con María Palacios, con el faldón de cristianar de los Borbones.
Como veníamos diciendo, Ana Obregón está pletórica y aprovecha cada instante junto a la recién nacida, todo un regalo para ella desde que llegara al mundo el pasado 20 de marzo en Miami. No puede evitar mirarla embelesada y con un amor que le retrotrae a los tiempos en los que tenía a su hijo en brazos.“He luchado a través del océano, con uñas y dientes, por tener un poquito de mi hijo aquí y poder decirle algún día a mi niña, con todo el orgullo y gritarlo al mundo entero, que es la hija de un héroe”, declaró en la revista ¡HOLA! La actriz luce desde entonces una gran sonrisa y ha dicho adiós al luto.
Su único objetivo en estos momentos es cuidar y proteger a la pequeña. “Nunca te faltará mi amor inconmensurable ni nada económico. Sólo espero que cuando seas mayor seas una mujer fuerte, feliz, generosa, solidaria, sana y que perdones, como yo lo he hecho, a los que te negaron tu derecho a vivir”, expresó.