A la espera de cumplir 60 años este verano, Belinda Washington se muestra “pletórica, feliz y agradecida”. Tiene motivos de sobra para sentirse así, porque cuenta con una carrera de más de tres décadas: de iniciar un meteórico ascenso como presentadora en los 90 a consolidarse como actriz, como ha demostrado recientemente en series como Lo que escondían sus ojos o el fenómeno Paquita Salas, que dirigieron los Javis. Sin embargo, Belinda siente que el mayor éxito de su vida es la familia que ha formado junto con Luis Lázaro, con el que celebrará 30 años de casada en septiembre. Fruto de esta relación —que continúa más fuerte que nunca— nacieron Andrea, de 26 años, y Daniela, que cumplirá 22 en agosto y que lleva el apellido Washington de manera oficial.
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Ahora, Belinda posa para ¡HOLA! con la menor de sus hijas, que, a sus 21 años, está decidida a seguir los pasos de su madre en el mundo de la interpretación. “Cuando estábamos haciendo la sesión de fotos, pensaba: “Venga, Daniela, es tu momento”, nos confiesa la actriz y presentadora, que ve a su hija con un “futuro lleno de mil posibilidades”.
“A veces, soy muy protectora con Daniela e intento curarme. Soy la típica madre que sale en pijama a buscar a mis hijas. Siempre estoy pendiente de ellas”, añade Belinda
—Belinda, ¿cómo es Daniela?
—Maravillosa. Es admirable en mil cosas: trabajadora, observadora, talentosa, alegre, humilde… Es una potencia creativa, tiene una sensibilidad muy muy acuciada. ¿Qué más puedo decir? Luego, tiene muchos valores y un sentido para todo lo artístico. Todo lo que tiene de bella por fuera lo tiene por dentro también. Junto con mi otra hija, la mayor, es la hija que cualquier madre podría soñar.
—Daniela quiere ser modelo y actriz. ¿Cómo reaccionaste cuando te lo comentó?
—En realidad, es más actriz que modelo. Lo primero que pensé es que si realmente lo deseaba, que no fuera por seguir una estela y que tenía que sentirlo de verdad. De momento, está formándose y, según sus profesores, está teniendo buenos resultados. De hecho, más de una vez ha estado a punto de entrar en alguna serie. Pero todavía no será el momento.
—¿Qué consejo le has dado para esta profesión?
—Trabajo, pasión y humildad. Trabajo y constancia, porque nadie te va a regalar nada. Que tenga pasión, porque ese es el motor, y que se forme mucho, mucho. También mucha humildad, porque cuando llega el éxito hay que tener la cabeza muy bien amueblada para que no te arrolle como un alud. De eso ya me he encargado bastante a lo largo de su infancia y adolescencia. Hemos intentado que nuestras hijas sean dos grandes mujeres con valores.
—¿Qué le distingue a Daniela de su hermana mayor?
—Las dos son maravillosas, pero con Daniela tengo muchísima afinidad. Creo que nos parecemos bastante: en la alegría, en lo apasionadas, en cómo nos ilusionamos y cómo nos fijamos mucho en las cosas… Andrea también es así, pero Daniela es más expresiva.
“Daniela no sabe todo su potencial. Luego es muy sencilla y humilde. Viendo un bellezón así, puedes pensar: “Se lo tiene creído”. Pero ya veis que no”, nos dice la actriz y presentadora
—¿A qué se dedica Andrea?
—Trabaja para la marca La Marelle, es la directora de comunicación y de marketing. No para de viajar.
—¿Cómo es tu relación con tu hija Daniela?
—Nos reímos de las mismas cosas y compartimos mucho tiempo. Tengo una relación maravillosa con mis dos hijas, pero he de corregir cosas. A veces, soy muy protectora con Daniela e intento curarme. Como mis dos hijas viven en casa, soy la típica madre que sale en pijama a buscarlas y siempre estoy pendiente de ellas. Pero es importante dejar que se equivoquen, aunque yo esté cerca. Cuando me necesitan, saben que estoy.
—¿Ya ejerces de suegra?
—Todavía no. Ni tengo prisa. Suegra es una palabra muy fea, aunque yo he tenido una suegra maravillosa. María Luisa era la mejor suegra que podría soñar, pero, desgraciadamente, ya no está en este plano.
Un sueño por cumplir
—¿Te ves trabajando con Daniela?
—¿Sabes que es un deseo que he lanzado al universo? Me encantaría hacer una serie con Daniela. Sería la mujer más feliz del mundo. Me encanta verla crecer. Cuando estábamos haciendo la sesión de fotos, pensaba: “Venga, Daniela, es tu momento”. Siento que le espera un futuro radiante, lleno de mil posibilidades.
—Se te ve muy orgullosa de ella.
—De mis dos hijas. Daniela todavía tiene que descubrirse ella misma. No sabe todo lo que tiene dentro y es impresionante. Ella es pura potencia. En todo. Y luego es muy sencilla y humilde. Viendo un bellezón así, puedes pensar: “Se lo tiene creído”, y ya veis que no, Daniela es muy normal. Ninguna de mis dos hijas es engreída.
—También será un orgullo para ti que use tu apellido.
—Un día, Daniela me dijo que quería cambiarse el orden de los apellidos. Le recomendé que lo hablara con su padre. Como a él le pareció bien, fuimos a comisaría Daniela y yo. Me hizo mucha ilusión.
—No es solo su apellido artístico.
—No, no. En el DNI de mi hija pone Daniela Washington. No deja de ser un apellido, aunque Washington sea muy chulo y potente (ríe). A mí también me preguntan si es el verdadero, pero es que mi padre y mis hermanos se apellidan así.
—En pocos meses cumples 60 años. ¿Cómo te encuentras?
—Sin que suene pretencioso, estoy pletórica. Feliz, agradecida y con ganas de emprender cosas nuevas. Estoy en un momento muy muy creativo. Estoy iniciando una novela, que no sé cuándo saldrá a la luz. También he hecho un corto, Mochilas, que se estrena en el festival de cine de FICCUE, en Cuenca; y estoy preparando otro corto. Luego, sigo cantando con mi banda… Quiero seguir descubriéndome en cosas y disfrutar de mis hijas, de la vida.
—¿Qué tal llevas cumplir años?
—La otra opción es no cumplirnos y no estar en este plano, estar muerta. Nunca he escondido mi edad. Tengo 59 años y cumplo 60 el 29 de agosto. Estoy feliz por haber llegado ahí y por seguir con ilusión. No es cuestión de edad, sino de interior, de ilusión por la vida y seguir de aprendiz de todo.
Sus curiosos inicios
—Tu vida tiene algunos datos curiosos: padre escocés, nacida cerca de Mánchester y criada en España.
—Mi madre, que es malagueña, se fue a Inglaterra a estudiar idiomas. Mi padre, escocés, se acababa de licenciar como ingeniero industrial. En la cafetería de la universidad, mi madre se puso a jugar con un papelito, lo disparó y le cayó en la cerveza de mi padre. Así empezaron un romance. Se casaron en Málaga. Por eso tengo esa vinculación con el norte y con el sur.
—Y de pequeña llegaste a Madrid.
—Más o menos, con ocho o nueve años. Pero antes vivimos en Suiza, porque mi padre estuvo destinado en Ginebra. De pequeña, no hablaba nada de castellano, solo inglés y francés. Me siento de muchos lugares —ríe—: escocesa, española y malagueña. Adoro Málaga y busco siempre estar unida y útil a través de la Fundación El Pimpi. Este año vuelvo a presentar la gala, el 30 de abril, que tiene tres causas: la Casa de la Buena Vida, Pozos sin Fronteras y AFAENES, que es para temas de salud mental.
—Comenzaste tu carrera profesional siendo “chica Hermida”.
—Fue un privilegio, un honor. Empecé a trabajar con Jesús Hermida de una forma inesperada. Entonces, estudiaba Publicidad y trabajaba en Radio 80 vendiendo cuñas publicitarias a puerta fría. De repente, me dijeron que me presentara al casting para el programa, que estaban buscando presentadores. Yo creía que eso estaría está amañado y que no cogerían a la gente de la calle, pero pensé: “No pierdo nada”. Y fui. Después de varios meses de pruebas, me cogió Jesús Hermida y ahí me dijo la frase famosa: “No sé para qué sirves, pero sé que sirves para algo. Como eres un dia mante bruto, prefiero pulirte yo”. Como me presenté al casting cantando, se pensó que yo era cantante —ríe—. Pero fue Begoña, la esposa de Jesús Hermida, quien se fijó en mi potencial… Siempre le estaré agradecida. Por otro lado, creo que no se le ha hecho el homenaje que se merece ni a Jesús, ni a mi querido Arturo Fernández. Fueron dos genios del espectáculo y la comunicación.
—¿Y ese boom de popularidad que viviste en los 90?
—Fue inesperado. “Qué me dices” se pensó como un programa para verano, algo anodino y fresquito. Pero tuvo tanta repercusión y tanto tanto éxito… Incluso superó a los informativos en audiencia. Fue impresionante. De ir por la calle y no poderte mover. De ir a un restaurante y no poder hablar. Pero la gente siempre mostró mucho respeto y cariño. Además, lo compartí con un compañero estupendo, que era Chapis, y un fabuloso equipo de Globomedia y Telecinco.
A punto de cumplir 30 años de casada, Belinda dice: “No creo que haya una fórmula. Cada año hay que pasar una pequeña ITV, de si merece la pena seguir”
—¿Guardas relación con Chapis?
—Tengo un teléfono suyo al que siempre llamaba, pero ha debido de cambiarlo. Chapis siempre me decía que yo era la única que le llamaba, pero ya ni puedo. Si alguien me pasa su número, lo agradecería. O que Chapis se pusiera en contacto conmigo.
—También has formado parte de otro fenómeno, Paquitas Salas, de los Javis.
—Conocí a Javi Ambrossi trabajando en la serie Cita a ciegas, donde él hacía de un personaje secundario. Me dijo: “Tengo una serie y quiero contar contigo, porque me encantas”. Le vi tan emocionado que llegué a pensar que me estaba gastando una broma. Fue muy cariñoso, muy emotivo y muy apasionado. Aunque me contó que no había presupuesto, le dije que lo apoyaría si me gustaba el proyecto. Al principio, mi personaje era muy pequeño, pero en la última temporada ya fue potente. Al leer los guiones, yo misma me sorprendí por lo potente. Pero tenía tanto contenido, tanto trasfondo y tanta verdad… Es tan importante saber lo peligrosas que son las redes o que mandar un WhatsApp en un momento determinado te puede llevar al suicidio… Como Verónica Iveco, que siempre la nombro. Hay que tener cuidado.
—¿Cómo reaccionaron tus hijas cuando se enteraron que trabajarías con los Javis?
—Primero les enseñe el guion, porque era importante saber su opinión. Las dos me dijeron que era un guion potente, pero que adelante. El proyecto fue maravilloso.
—En tu carrera, habrás pasado por altibajos. No sé si ha habido momentos en los que no ha sonado el teléfono. ¿Cómo lo has gestionado?
—Ha habido momentos de más silencio o poco movimiento, pero, como tengo diferentes cestas con diferentes huevos, si no sale una cosa, me pongo a dar clases o a escribir. Puedo actuar y cantar. En momentos que no he tenido trabajo, he llegado a decorar espacios para fiestas y he ido a buscar las telas… No se me caen los anillos. Mientras que el trabajo sea honesto y honrado, no tengo ningún problema en hacerlo.
—Vamos que, si no sale trabajo, lo creas tú.
—Efectivamente. No soy de las que esperan a que el teléfono suene. El trabajo lo genero yo. También hago Los viajes de Belinda, que es un proyecto que creé yo para enseñar esa zona de A Mariña lucense y vamos a por la cuarta edición.
—Este año también tienes otra fecha importante: tu trigésimo aniversario de casada.
—Treinta años de casados y aguantándonos —ríe—. Más ocho de novios… Treinta y ocho años juntos.
“Estuve un año estudiando Diseño de Moda, pero vi que no era mi mundo”, nos explica la joven, que también trabaja como modelo
—¿Hay algún secreto para conseguir un matrimonio tan duradero?
—No creo que haya una fórmula. A ver… nada es perfecto nunca, ni nada es absolutamente sobresaliente siempre. Entonces, es tener el deseo de seguir con esa persona. Cada año hay que pasar una pequeña ITV, de si merece la pena seguir. Y si el día de mañana nuestros corazones dicen que no, no pasa nada y seguiremos siendo amigos. No hay que dar nada por hecho.
—Mucha gente se sorprende cuando descubre que eres cuñada de Miriam Díaz–Aroca. ¿Cómo es tu relación con ella?
—Es como una hermana. Nos llevamos muy bien. Ella me apoya y yo la apoyo. Hemos hecho obras de teatro juntas y tiene muchísimo talento. Haga lo que haga va a brillar. Deseo estar cerca para verla seguir creciendo. Luego, su hija es como una hermana para Daniela.
Habla Daniela
Es inevitable que la menor de las dos hijas de Belinda Washington llame la atención por su impresionante físico. Pero, en las distancias cortas, Daniela encandila con su alegría, su dulzura y educación. Su timidez tampoco le impide responder con sensatez. Así nos lo demuestra mientras se forma como actriz y trabaja como modelo. Para cumplir su sueño en la interpretación, se ha puesto en manos de Paloma Juanes, la representante que gestiona las carreras de Blanca Suárez, Martiño Rivas, Valentina Zenere y Javier Cámara.
—¿En qué faceta te sientes más cómoda, como modelo o como actriz?
—Como actriz. Ambas me gustan, pero la interpretación me llena más. Es lo que estoy estudiando. He hecho distintos cursos en la Central de Cine, con Víctor Antolí, Natalia Mateo…, y quiero seguir formándome.
—Aún no has debutado como actriz, aunque has hecho castings y te has quedado a las puertas de algún proyecto, ¿quizá alguna serie grande?
—Sí, era una serie grande. Pero todo pasa por algo, y si ese no era mi destino, vendrá otra cosa.
—¿Tan grande como Élite?
—Bueno, no quiero decir mucho… Mejor no voy a contestar (ríe).
—¿Cómo reaccionaron tus padres cuando les dijiste que querías ser actriz?
—Están encantados y agradezco que confíen en mí. Estuve un año estudiando Diseño de Moda, pero vi que no era mi mundo. Cuando lo dejé, mi madre se lo tomó muy bien y mi padre, al principio, no sabía cómo saldría todo. Pero, cuando me vio involucrada y a tope, él confió en mí.
—¿Tienes referentes en la interpretación?
—Veo a mi madre como un punto de mira y aspiración, pero no tengo referente como tal.
“La palabra que más define a mi madre es alegre. Siempre está contenta, aunque tenga algún problema. Eso es lo que más admiro de ella. También su locura”, nos dice Daniela
—¿Cómo te defines como persona?
—Diría que soy bastante positiva, alegre, espiritual y muy muy sensible. A veces, puedes pasarlo mal, pero también es un detector de energías. Cuando estoy con gente, enseguida noto si vibra conmigo o no. También tengo genio y pronto, aunque, si lo mides bien, eso nunca está mal.
—¿Y a tu madre?
—La palabra que más la define es alegre. Siempre está contenta, aunque tenga algún problema. Siempre lo lleva todo bien. Eso es lo que más admiro de ella. También su locura, porque se agradece no tomarse todo tan en serio.
—¿Cómo es tu relación con tu madre?
—Estamos muy unidas. Compartimos muchas cosas y eso nos ayuda. Al final, una madre como mejor amiga es lo mejor que se puede tener, porque siempre va a estar ahí. Por otro lado, me respeta y no me obliga a contar lo que yo no quiero. Cuando tengo un problema, siempre me ayuda y no deja que me estanque en un problema pequeño.
—¿Por qué decidiste ponerte el apellido de tu madre?
—Fue hace como dos años. No lo pensé mucho. Me gustaba más cómo sonaba. También es verdad que me siento más afín a la familia de mi madre, aunque también quiero muchísimo a la de mi padre.
—¿Has seguido la carrera de tu madre?
—Sí. Uno de los trabajos que más me gusta de ella es Niños robados . Ahí la vi y pensé: “¿Quién es ella?”. Me impactó mucho, porque vi a una persona totalmente distinta y desconocida.
—Pero a tus amigas les llamará más la atención Paquita Salas.
—Sí. Y lo entiendo porque fue un boom. Estuvo muy guay y también es otro de sus trabajos que más me gustan.
—Tu madre nos dice que uno de sus sueños sería trabajar contigo.
—Sería un sueño también para mí. Sería un aprendizaje y nos llegaríamos a conocer todavía más. Sería muy guay.
—¿Qué proyectos tienes a la vista?
—Ahora mismo, seguir estudiando y formándome mucho mucho. También seguir como modelo. En unos días me voy a Mánchester a trabajar.
—¿Qué aficiones tienes?
—Me encanta bailar. De hecho, quiero apuntarme a una escuela de baile. De pequeña, nos poníamos a bailar mi prima María, la hija de Miriam [Díaz-Aroca], y yo. Hacíamos shows con mis padres como jurado. También me encanta pintar y el deporte, que me hace sentir muy bien y te coloca en un lugar muy sano.
—Ya que mencionas a tu tía Miriam Díaz-Aroca, ¿qué admiras de ella?
—De mi tía me gusta su alegría, que sea muy muy espiritual y su locura ante la vida. Luego, su sentido del humor, que es muy afín al mío. Mi madre y ella son muy parecidas. Me encantan cuando se juntan. Tengo recuerdos de cuando ellas trabajaban juntas en el teatro y, cuando terminaban la función, nos íbamos a comer un kebab. Su hija María es como mi hermana. De todas mis primas es con la que más me llevo y mejor me lo paso.
—¿Estás soltera?
—Sí.
—Y en el amor, ¿tienes algún prototipo?
—No, aunque me gustan más morenos que rubios, la verdad. También altos… Pero prototipo como tal… Me entra más una persona por su energía y personalidad que por el físico.