boda marta lozano hola 4062© Lorena San José

Traje, camisa, complementos... Todo lo que necesitas saber

Claves para ser el invitado perfecto en una boda

El enlace en Sevilla de Teresa Baca y Álvaro Torres Calderón se convirtió en una pasarela ideal de looks masculinos que seguir y, por qué no, copiar


2 de abril de 2023 - 17:57 CEST

Sí. Han leído bien. “Invitado” en el titular. Porque guías sobre tendencias, estilismos y recomendaciones para convertirte en “la invitada” más   in  de la boda -sin desmerecer ni hacer sombra a la novia, obviamente- hay muchas, pero ¿Qué ocurre con los caballeros? Ocurre que estamos dejados de la mano de Dios. Que no sabemos si elegir traje o chaqué. Si los tirantes son pertinentes o no. Si el pasador de corbata es una horterada o, por el contrario, un complemento indispensable. Si la camisa puede o no llevar botones en el cuello o si hay más colores más allá del azul marino o el gris marengo… Y no, no es baladí.

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Porque para una señora, el abanico se amplía y, por tanto, las reglas se diluyen, pero para la facción masculina donde el outfit es “sota, caballo y rey”, incurrir en un error es mucho más flagrante porque, sencillamente, se nota más. Pero ¿realmente es “sota caballo y rey” o hay un universo por descubrir? Por eso mismo, aprovechando la oportunidad que nos ha ofrecido esta semana el enlace de la súpermodelo Teresa Baca con el empresario deportivo Álvaro Torres Calderón, estamos dispuestos a solventar todas esas dudas para que los señores no solo vayamos correctos a una boda -que fácil fácil ya aventuramos no es-, sino que, además, si queremos arriesgar, lo hagamos con éxito.

© Couche Studio, Olia Likhobitska @olialikhobitska

¿Qué significa ser el invitado perfecto a una boda? Significa dos cosas. La primera sería ser fiel al estilo personal. O, lo que es lo mismo, no ir disfrazado. Y la segunda, equilibrar eso mismo con el protocolo, el formalismo o la etiqueta que la ceremonia requiere. Y una vez lograda la cuadratura del círculo, el doble carpado con tirabuzón sería conseguir ser el más elegante de la fiesta, pero nunca destacando más que el novio.

Una vez interiorizada la idea, sigamos. Para empezar, echar un ojo a la invitación y confirmar el   dress code , si lo hubiera o hubiese. Y cumplirlo no es una opción. Es una exigencia. Aquí, fuera de extravagancias (boda en la playa, ad lib, boda temática…), en el standard, la especificación vendría en caso de si hay o no etiqueta. Que si no, ancha es Castilla. A ver, con sus reservas. Por adelantar a modo spoiler, aunque no te digan nada del protocolo, debes de tener en cuenta si es boda de mañana o de tarde, la época del año, si es urbana o campestre… para decantarte entonces por un color o por una tela, por ejemplo... Pero luego vamos a eso. Sigamos con la etiqueta.

© Couche Studio, Olia Likhobitska @olialikhobitska

Si la boda es de etiqueta rigurosa, el código de vestir es estrictamente formal y requiere del uso de frac, en combinación con una pajarita y chaleco blanco. Es lo menos habitual y también lo más fácil: solo necesitas que cada prenda sea de excelente calidad porque las hechuras del traje en sí permanecen casi inmutables desde el siglo XIX.

Si es de etiqueta, sin más, vamos al esmoquin negro. Fin. Con pajarita negra, camisa de esmoquin -con botonadura joya o oculta bajo jareta- y fajín, pero puedes personalizarlo con un pañuelo de bolsillo o unos gemelos. Aquí, las líneas del traje sí que han cambiado peeeero hoy por hoy que el vintage es tan tendencia, no importa que sea ni setentero (pantalón ligeramente acampanado y chaqueta entallada con solapa mariposa) o ochentero (pantalón slim y solapa fina) porque “mola todo”.

© Plata.forma

Después iría la etiqueta clásica, o seasé, el chaqué. Éste debe ser un tres piezas, con solapa de punta de lanza, chaleco cruzado -fundamentalmente liso, luego desarrollamos-, un pañuelo para dar importancia a la camisa y corbata -gris, para los clásicos- y luego vemos si la fantasía es adecuada, que todo a su debido tiempo...

Ahora, si la invitación no dice nada de nada… Ahí, señores, entramos en el desmadre. Sí. Porque las bodas son un acontecimiento complicado. Porque incluyen varias horas del día y, porque aunque la mecánica sea sencilla (ceremonia, almuerzo, juerga, perdón, fiesta) cada una de las fases podría tener distintos códigos de vestuario. Como apuntábamos más arriba, si la invitación marca un dress code claro y conciso, estamos salvados, pero si no, habemus problema. Para muchos, la solución es un traje azul (porque aquí, como si fuéramos Madonna con los jerseys de cuello alto o las falda a media rodilla, no contemplamos la existencia y/o posibilidad del blazer convaquero o cualquier otro tipo de virguería como opción) eso sí, ese traje azul debe ser impecable.

El azul marino es un color que te salva de todo. Por un lado, es lo suficientemente discreto y sobrio como para encajar perfectamente en un acontecimiento que requiere una cierta formalidad y, para más inri, se puede ajustar a las dos franjas del día (tonos claros para la mañana y oscuros para la noche). No es beige (opción veraniega y mañanera), pero tampoco es negro (demasiadad noche) por lo que cuadra a la perfección con el código occidental del uso del color en cualquier momento del día. Pero ¿cómo desmarcarte del resto de invitados cuando un alto porcentaje de asistentes hará la misma elección que tú? o ¿cómo diferenciar un día de boda, festivo y especial, con un día normal y corriente en el que también vas vestido de traje azul marino a la oficina?

© GTres

Aquí, como en todo en esta vida, la diferencia es cuestión de matices. De los detalles. De la forma de llevarlo 1), de 2) la confección, el tejido y la hechura del traje en cuestión, que eso, perdón, es fun-da-men-tal siempre y 3) véase la sección complementos: corbata, calcetín, pañuelo, cinturón/tirantes, gemelos, pasador y zapatos.

Y no, no se nos ha olvidado la existencia de otros colores. El beige, el gris o el marrón chocolate, éste último, para los intrépidos. Si bien un traje gris es intercambiable con lo que vayamos a decir del azul, este tono es más recomendable para el otoño y el invierno. Y lo mismo pasa con el estampado príncipe de Gales, ya sea en su versión marengo/antracita o en la acero/humo. Su condición de clásico le da pase directo al armario más formal, aunque raramente, en España, nos acordamos de él cuando, con chaqueta cruzada, camisa blanca y corbata negra, pareces recién salido de la sastrería de Don Draper. Y quién no quiere parecerse a Don Draper...

Sin embargo, el beige/mostaza/tostado se ajustaría más a bodas de mañana, preferiblemente, además, de primavera y verano. ¿Y el blanco? Depende de si este color va indicado en la invitación. Solo en este caso. Y tiene un motivo: ir vestido de blanco restaría el protagonismo al novio y no, no sería apropiado. Y en cuanto al marrón chocolate... A ver, sólo es una opción otoñal y muy relacionada con los complementos -en rosa y/o azul-, si no es así, abortemos operación. ¿Que qué opinamos de los twist de color, blazer de un color y pantalón de otro? El contraste debe ser total. Ni diferentes tonos de azul ni diferentes tonos de gris. Ni azul con gris. Hablamos del blanco y negro o del blanco y azul. Esas dos opciones solo serían plausibles si la boda es de tarde/noche. Y con pajarita. Si no, no way, my friend.

© Mirto

¿Y en cuanto al tejido? La llamada lana fría es el paño idóneo. Especialmente, claro, si hace o comienza a hacer calor. Los linos o los linos con seda son, como las bicicletas, solo para el verano y a sabiendas de que, sin la prestancia necesaria, puedes terminar -o casi incluso empezar- hecho un acordeón. Sobra decir que, con estos tejidos, solo contemplamos cortes de sastrería. Nada de guayaberas, patas de elefante, frunces o cinturillas atadas con cordel o goma. Eso ¡jamás! Y porque, para las líneas del traje, la opción más acertada sería el corte recto y de líneas puras, dado que, aunque aquí nos pese, no siempre seguir las tendencias a rajatabla es la opción más correcta… En una boda, recorrer la vía del clasicismo estético es como coger la autopista en una bifurcación en la que la otra opción es un sendero de tierra batida. Un regular fit con solapa en punta de lanza o solapa de muesca es un triunfo seguro pese a que quizás los cortes slim y las solapas estrechas estilicen más. Bueno, es la diferencia entre parecer un futbolista o ser como Sean Connery.

Y ¿Cuáles son las reglas para llevar el traje y que no parezca que te ha caído de un quinto? Atención que va en puntos:

© Bibiana Fierro y Equipo

* Debes de saber abotonar la chaqueta de tal modo que, si sólo hay uno, tiene que ir abrochado. Si son dos, únicamente el de arriba y si el blazer es de tres (desiste de esta opción de americana) se abotonan los dos de arriba.

* Las mangas de la chaqueta deben permitir ver el puño de la camisa, de medio centímetro a un centímetro y medio aproximadamente.

* El cuello de la camisa debe asomar un centímetro por encima del cuello de la chaqueta

* Los hombros de la chaqueta deben ajustarse perfectamente.

* El largo del pantalón no debe sobrepasar el empeine o llegar hasta la mitad del talón del zapato.

* Si el pantalón lleva dobladillo, éste puede oscilar entre los 4 o 5 cm. En España, es de 4, en Italia, son de 5.

Superado el tema traje, vayamos a la camisa. Probablemente la camisa blanca sea la prenda del  formalwear  que más kilómetros ha recorrido en la historia. Por supuesto, es infalible y, como todo, su prestancia dependerá del corte y del tejido. Popelín de algodón y, si eres bailongo, con un porcentaje infinitesimal de fibra (elastano o whatever) te permitirá moverte con mayor flexibilidad. La hechura perfecta sería sisa amplia, mangas SIN ceñir y contorno ligeramente entallado con pinzas. Ligeramente, repetimos. Lo ideal sería con puño vuelto, entretelado, para el gemelo, y cuello italiano / napolitano, que es el que está abierto en diagonal y es corto porque, aunque el inglés también es muy elegante, éste tiene las proporciones perfectas para lucir el nudo de la corbata. Y si está entretelado, divino.

Ahora, hay un mundo más allá del blanco. Corto, también es cierto. Azul, rosa, rayas azules o rayas rosas. ¿Cuadros? Vichy. ¿Colores? Rosa, azul y blanco. ¿Verde? Mmmm vichy infinitesimal. Y San Seacabó. Los vainilla, los garbanzo, los crema… hace siglos que no se llevan… Y fin. Y ya no hay más preguntas, señoría.

© GTRES

Es el turno de la corbata. Y decimos bien, corbata. La pajarita, olvídala. Si no vas de etiqueta, obvio. ¿Por? Porque el boom preppy que comenzó con Gossip Girl en 2007 y se alargó hasta El gran Gatsby de 2013 con Di Caprio ya pasó… Pasó hace diez años, para ser exactos, queridos. Y sí, vale, la corbata agobia, pero aporta ese must de fantasía y color que es taaaan necesario en el outfit masculino formal. Y no llevarla JAMÁS es una opción. Especialmente en la Iglesia y el convite. Llegados a este punto, si eres poco dado a la innovación, tienes problemas de daltonismo o te mueres de miedo a la hora de elegir colores, hay una regla que nunca falla: monocolor y ancho standard. ¿Qué color? Que combine con la camisa. Si es blanca, con tu color de piel. Si es azul o rosa y eres intrépido: para el azul, colores cálidos; para el rosa, colores fríos. Si eres clásico, colores fríos para el azul, colores cálidos para el rosa. Si estás living con las tendencia: color block con la camisa. ¿Que te gustan las corbatas estampadas? Otro truco para no meter la pata: elige aquella corbata que en su dibujo tenga un color predominante que combine con el de tu camisa y/o traje. Y nunca nunca nunca combines corbata con pañuelo de bolsillo. Esto, grabaoslo a fuego.

El tejido de la corbata, seda, tricot, lino o lana… Excepto la lana -perdón por el perogrullo-, todas son aptas para cualquier época del año, aunque el lino también sería más adecuada para el verano. La pala, en la medida clásica, puede variar entre los 7,5 a 8,5 centímetros de ancho pero siempre debe ir en consonancia con las solapas del traje. La regla sartorialist dice que debe coincidir la parte más ancha de la solapa con el ancho de la corbata. El largo es mucho más restrictivo. La punta tiene que llegar a la cintura. A media hebilla. Ni más largo ni mas corto. Ahí.

© EuropaPress

Y vamos con los dos últimos complementos obligatorios en una boda: Los zapatos y el cinturón. Deberán ser siempre oscuros, negros o azul marino (a no ser que el traje sea negro) y en la misma piel. O mate o enlucida. Y en el caso de que el zapato lleve herraje metálico, a juego con la hebilla del cinturón, ésta siempre discreta. Si el outfit elegido pretende ser más actual, los zapatos pueden ser unos mocasines o monk strap, en caso de que sea más clásico o formal, el cordón es lo ideal. Tipo Oxford o tipo Derby, con la puntera redondeada a ser posible. Y un apunte más: la elegancia en los zapatos de hombre es diversamente proporcional al numero de puntadas (sic) que éstos tengan. Ni que decir tiene que los zapatos deben estar lustrosos, limpios y sin rozaduras. Y el calcetín, oscuro y largo. Es decir, en negro, gris o azul marino y no se tiene que ver piel cuando nos sentemos. ¿Tirantes? Apunta colores: blanco, negro, gris y granate para el esmoquin y sumémosle el azul para el traje formal. Y ya.

Vayamos ahora a esas piezas opcionales si eres un poco Barbie complementos: chaleco, pañuelo, gemelos, pasador de corbata y tirantes.

Empezamos por un territorio espinoso ¿Chaleco sí o no? ¿chaleco de color? ¿Fantasía? A riesgo de pecar de clásicos, de un tiempo a esta parte, se pusieron especialmente de moda los chalecos de colores estridentes y estampados “locos” para introducir un toque de “modernidad” en una indumentaria, la masculina, que adolece de ¿cierto aburrimiento? Pues bien, en una boda, y contradiciendo a las tendencias, no son lo más “pertinente” porque... Hacen mucho ruido. Al novio lo ensordece, que es algo que nunca hay que hacer, y segundo porque dirige las miradas a una parte de la anatomía masculina que, a veces, sería preferible disimular: la panza. En resumidas cuentas que, si quieres ponerte chaleco y darle un toque personal, que la textura sea diferente a la del tejido de la americana por ejemplo. Con eso ya estaría. ¿Que quieres más? Bueno, pues que los colores o sean lisos y suaves o los estampados sean lo más clásicos posible si bien, en un caballero, ya son extramodernos. Digamos que cachemir, vichy, raya o topitos.

© Couche Studio, Olia Likhobitska @olialikhobitska

En cuanto al pañuelo de bolsillo, éste no debe sobresalir -mucho- del ídem. Su labor es la de dar autoridad el look y complementar -más aún- a la camisa y a la corbata. Por eso, hay que tener en cuenta el color, estampado y textura. Con la información justa y necesaria. Que sume, sin generar un cortocircuito en quien nos mira. Sobre todo, y esto es lo dificil, porque como ya tenéis marcado en la piel como el ganado, los pañuelos nunca jamás de los jamases deben combinarse con la corbata (al igual que las señoras no deben combinar bolso y zapato). Un truco que ayuda es que el pañuelo de bolsillo luce más si está hecho de un material diferente al de la corbata. Y está más integrado si funciona la combinación de color. A partir de ahí, crea. Y en cuanto a la forma de doblarlo, no hay ni forma correcta ni tampoco inadecuada. Para los más gruesos, dobleces perfectas es lo más adecuado; para las sedas melifluas, jugar con los picos es lo más divertido.

Para utilizar gemelos, lo fundamental es que la camisa tenga puño vuelto o francés. Hagamos como que no existen los cubrebotones. No sabemos ni qué son... Y la primera regla sería que el metal con el que estén confeccionados haga juego con los otros metales que llevemos encima. A partir de aquí, esto es como una señora con un buen joyón o con una cadenita fina con un diamantín. Gusto de cada uno porque los gemelos son, aunque no lo parezca, uno de los elementos que mayor personalidad le dan a un look y están al margen de la etiqueta, la época del año y el momento del día.

Algo muy parecido a lo que ocurre con el pasador de corbata, un complemento que parece muy de señor de 90 años o de camarero o de viajante de productos de droguería pero que, bien llevado, puede ser “ultramoderno”. Normativas: busca un alfiler de corbata cuya longitud sea de aproximadamente entre el 70 y el 80% de la anchura de tu corbata. Debe quedar colocado entre el tercer y cuarto botón de tu camisa o a la misma altura que el bolsillo del pecho de tu chaqueta y, por supuesto, tiene que ser del mismo tono de metal que los otros adornos metálicos (hebilla, el reloj, gemelos...) Ahora, todo concedido si el pasador es vintage y fantasía (cuanto más, mejor). Ahí, caballo ganador seguro.

Por último, nos quedaría, como dirían las revistas antiguas, el corte el pelo “el mejor complemento de cualquier cara”. Pero, señores, eso requiere otro post.