Luis Zueco (Borja, 1979) es uno de los escritores más leídos de novela histórica en España, autor de éxitos literarios como su trilogía medieval (El castillo, El monasterio y La ciudad) y los más recientesEl mercader de libros o El cirujano de almas. Es, además, director de dos fortalezas medievales restauradas, los castillos de Grisel y Bulbuente, donde madruga y escribe sus obras. La última es El tablero de la reina (Ediciones B), una apasionante novela que ya les recomendamos.
- En tu novela nos recuerdas que el ajedrez moderno surgió hace más de 500 años en España. Esto sorprenderá a mucha gente, ¿por qué lo tenemos tan poco presente?
En España nunca se ha puesto en valor que fue aquí donde nació el ajedrez moderno, algo que me parece increíble. Si hubiera ocurrido en Inglaterra, lo sabría el mundo entero y habría un montón de libros y películas reivindicándolo, pero como fue en España no lo sabemos ni nosotros mismos.
Yo mismo lo desconocía antes de investigar para la novela y descubrir que las reglas modernas del ajedrez son españolas, que las figuras más antiguas que se conservan en Europa están en León y que las referencias más antiguas al ajedrez en Europa son las que figuran en un testamento de Cataluña. Luego está el tratado sobre el ajedrez de Alfonso X el Sabio y, posteriormente, el primer campeonato del mundo disputado en Madrid en 1575, bajo el reinado de Felipe II, y que ganó un español.
Además de todo esto, resulta que hoy en día la apertura más utilizada es la española. Hay que reivindicar que España es la cuna del ajedrez moderno.
-En la Edad Media el ajedrez es un juego de reyes y nobles, pero se hace lento y pesado. Ya no se disputan partidas enteras, sólo problemas a resolver en unos cuantos movimientos. Todo ello cambiará con la reina, una pieza que ni siquiera los árabes o persas tenían. ¿Cómo crees que surgió esta modificación?
El ajedrez refleja su época, se va adaptando al tiempo y lugar donde se juega. No puedes pretender que sea igual en la sociedad islámica que en la cristiana, por eso las piezas cambian y evolucionan.
Que la reina se convierta en la pieza más importante del tablero es algo totalmente revolucionario que sucede a finales del siglo XV en Castilla. Algo muy importante tiene que haber ocurrido para que eso se produzca, un acontecimiento que provoca un shock y hace que el ajedrez, como reflejo de la sociedad, tenga que representarlo. Pienso que esa novedad tan destacada es el ascenso al trono de Isabel. Quien manda ahora en Castilla es una mujer, así que esa pieza, la reina, gana movimientos e importancia.
- Jorge Manrique, Pacheco, el arzobispo Carrillo, los Mendoza… muchos son los que cambian de bando en aquella Castilla convulsa del siglo XV. ¿Jugaban varias partidas a la vez?
La situación de Castilla era terrible, de crisis total, y no sólo por la guerra entre hermanos. Es una monarquía muy medieval que depende mucho de la nobleza, el rey no tenía todo el poder pese a lo que la gente cree. La novela pretende mostrar, precisamente, ese abanico de personajes que son los que mandan realmente y utilizan al rey en su beneficio. No es fácil, ya que muchos de ellos cambian de bando varias veces. Se traiciona con suma facilidad, se firman tratados que no se cumplen, etc.
En esa situación tan grave, de crisis y debilidad, surge la adolescente infanta Isabel. Ella va a conseguir algo increíble, llegar a ser reina sin contar apenas con aliados. Esa etapa inicial suya, cómo accede al poder, me interesaba mucho porque no se conoce tanto y está más olvidada. Los hechos posteriores e importantísimos de su reinado (reconquista de Granada, descubrimiento de América…) son los que han acaparado toda la atención.
Isabel I de Castilla es un personaje muy revolucionario, la primera gran reina de Europa.
- Gadea lo pierde todo, pero descubre su don con el ajedrez. Ruy es un cronista y un “cazador de manuscritos”. Cuéntanos cómo tejiste esta red que envuelve a los dos principales peones de tu novela
Quería que fueran dos personajes totalmente independientes, por eso la novela arranca con dos tramas diferenciadas y muy distintas que el destino va a unir más adelante.
También pretendía que fueran dos prototipos de la época. En efecto, Gadea lo pierde todo de adolescente, pero se sobrepone y descubre ese don que tiene con el ajedrez, su tabla de salvación. Ruy, por su parte, es un amante de la historia, de los libros, un escritor que está muy perdido hasta que aparece Gadea y le da un nuevo rumbo a su vida. Juntos superarán mil dificultades en una época muy dura.
- Se aprecia también un homenaje a Alfonso X el Sabio, a su labor de mecenas y protector de lenguas y saberes, entre ellos el ajedrez
Es un rey que me gusta mucho. Como Julio César, se dio cuenta de la importancia de la historia, de contar su historia. Nos quedamos con su apodo “el Sabio”, pero no sabemos muy bien todos los logros que consiguió.
Él asume las conquistas de su padre y tiene que gestionarlo. Conquistar Sevilla y Córdoba no es fácil, pero asentarte luego ahí e integrar a una población tan diversa, tampoco. Entonces, se dio cuenta de que el ajedrez era muy útil para la convivencia entre gentes de diferentes religiones y procedencias. Por eso, “El libro de los juegos” es, en realidad, el libro del ajedrez en su mayor parte, porque en él veía una utilidad política clara.
- Por cierto, ¿es Luis Zueco un buen jugador de ajedrez?
Aunque ya no juegue habitualmente, sí que lo hice de pequeño. Me gusta mucho la cultura del ajedrez, todo lo que le rodea, tiene algo distinto y especial. Es un juego muy noble, cuando vas a matar al rey avisas con el jaque y, en realidad, nunca llegas a matarle. Eso viene de la Edad Media, ya que estaba muy mal visto matar a un rey o que un rey matara a otro. Por eso el ajedrez da la oportunidad de rendirse al rey derrotado.
Además, no interviene el azar, es el juego más justo porque iguala a todos y siempre gana el mejor. También hay mucha simbología, todas las piezas descansan juntas y mezcladas una vez acabada la partida, del peón al rey.
- Escribir una novela es, en realidad, ¿cómo jugar una partida de ajedrez contra ti mismo?
Es una batalla sí, es complejo. Me marco la base de la novela al comenzar, pero luego hay muchas subtramas, personajes que crecen y tienes que hacerles hueco, otros que no terminan de funcionar, a veces no te acuerdas bien que pasó en un año y tienes que volver a consultar la documentación, etc.
La novela histórica es compleja y, además, yo la complico más aún al introducir el misterio en la trama. Así, tengo muchos frentes abiertos en su estructura. La gente no sabe lo complicado que es y, sobre todo, no se valora lo suficiente la cantidad de horas que los escritores estamos solos trabajando. Es de los trabajos más solitarios que hay y eso no siempre es fácil de llevar, ya que implica un desgaste importante.
- Siempre nos gusta conocer un poco las rutinas del autor. En tu caso, aún más, al vivir en un castillo. Cuéntanos un poco cómo te organizas a la hora de escribir.
Me levanto muy temprano en el castillo de Bulbuente, donde vivo ahora. Escribo de seis de la mañana a doce. A esa hora ya tengo mucho material y la jornada prácticamente hecha en cuanto a escritura. También me muevo mucho, si noto que una sala ya no me transmite, recojo todo y me instalo en otra para reactivarme. A veces incluso me voy al otro castillo.
También necesito tener todo a mano, documentos, libros, mapas… y mucho espacio para desparramar todo por el suelo, las paredes y la mesa. El privilegio que tengo de escribir en un castillo es evidente, por el espacio disponible y el entorno inspirador.
- Todas tus novelas se convierten en éxitos, ¿cuál crees que es tu principal virtud para lograr ese impacto en miles de lectores?
Creo que hago novelas muy fluidas. Estoy muy obsesionado con el ritmo, por eso es tan importante borrar luego lo que sobra. Me puede gustar y parecer muy interesante un párrafo, pero debo suprimirlo si no aporta nada a la historia, ya que el lector percibirá que es de relleno. Es la peor labor, desagradable, pero muy necesaria. Yo quito mucho. En cualquier caso, lo importante es escribir y avanzar, ya llegará el momento de parar y eliminar lo que esté de más.
En una novela histórica se trata de llegar a un equilibrio. Importa sobre todo la trama, pero también debe haber historia. Tienen que pasar cosas, muchas cosas y, de paso, como ocurre en El tablero de la reina, el lector viaja hasta el siglo XV, se ha enterado de las guerras de Castilla, de cómo llega Isabel a ser reina, etc.
Por último, para mí es importante que te pueda leer un chaval de 13 años y un señor de 80, alguien que sabe de historia o ajedrez y alguien que no. Es difícil, lleva mucho más trabajo que si te centras sólo en un grupo.