Los más puretas lo recordarán y la new wave (¿La generación Z? ¿Postmillenial?) descubrirá que, aunque les parezca imposible, había cosas que ya estaban inventadas antes de su nacimiento aunque aún no se le hubiera puesto nombre. Y es que había un anuncio de televisión en los 80s en el que, a diferencia de todo lo que se había visto hasta entonces, carecía de jingle pegadizo. Que lo tuvo ¿eh? Acuérdense del mítico “Al mundo entero quiero dar un mensaje de amor…” pero, es cierto que, de repente, la gran multinacional norteamericana, símbolo del american way of life, apostó por algo nuevo, algo que no tenía sintonía y que se entendía como subliminal. En este spot, al mismo tiempo que se arrancaba de un golpe la chapa de un botellín -en primer plano, empañado por el frio y con gotas de rocío resbalando brillantes por el cristal-, se sucedían concatenadas las imágenes más lujuriosamente apetecibles. Del hielo tintineando en un vaso con una jugosa rodaja de limón, de pan recién horneado, de mozzarella burbujeando sobre una pizza suculenta, de muslos de pollo con un rebozado dorado despeñándose saltarines en un plato y de tomates muy rojos muy rojos golpeándose entre sí mientras el fuego devoraba con sus llaman finas lonchas de bacon sobre las brasas… Y el ritmo de esa oda para los sentidos lo marcaba, como un metrónomo, el sonido primero de la espuma de aquel elixir color caramelo precipitándose sobre los cubitos de hielo, el de la corteza del pan al partirse en dos, el del queso burbujeando al gratinarse, el de la cobertura del pollo al quebrarse al primer bocado, el del filo del cuchillo hendido en la carne del tomate o el crepitar del tocino sobre el hierro al rojo vivo… Era una explosión sensorial. Como fuegos de artificio en tus papilas gustativas, en tu cerebro, en tu espina dorsal, un cosquilleo nervioso que sugestionaba de tal modo tu subconsciente y la parte más primitiva de tu bulbo raquideo que sentías algo que se parecía a un ¡orgasmo! Era, en definitiva, lo que hoy se conoce como ASMR o “orgasmo cerebral”. Eso mismo que, como acabamos de descubrir, es una de las claves del éxito de Rosalía.¿Cómo? Vayamos por partes, máxime cuando Rosalía tiene su propia CocaCola, que pocas veces el círculo se ha cerrado de forma tan perfecta.Empecemos por: ¿Qué es el ASMR? El acrónimo responde a la locución americana: Autonomous Sensory Meridian Response o lo que es lo mismo: Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma. Vale, que nos hemos quedado igual, verdad? Y si les pregunto: ¿no se les ha puesto la piel de gallina alguna vez cuando alguien les susurra al oído? O ¿no han sentido algún extraño placer viendo como alguien aplasta una patata cocida a través de un colador? ¿o han sentido un cosquilleo en la nuca al oir cerrarse una cremallera o ganas de hacer pis con el rumor del agua de un riachuelo entre cantos rodados? Eso sería AMSR y es la nueva revolución de las redes sociales. En especial de YouTube donde, por ejemplo, te puedes topar con una muchacha que, frente a una cámara y un micro, se corta el pelo con tajos secos o roza sus uñas sobre una tarima encerada. El video puede durar dos horas y tiene millones de visualizaciones cuando la máxima de nuestro tiempo -y de esta plataforma- es que más de tres minutos es una pérdida de tiempo. Y ¿cuál es la flor de su secreto? Que la contemplación de esa imagen con la reverberación de ese sonido repetitivo y magnificado genera en el espectador una sensación física y psicológica que aporta calma y tranquilidad a quien la experimenta. No todas las personas responden a los mismos estímulos, sino que estos pueden variar, ahora, los efectos son siempre los mismos. Todos resumibles en una única palabra: PLACER.Científicamente, las personas responden a AMSR experimentando un cosquilleo en el cuello y un sobrevenido ritmo cardiaco pausado que, obviamente, proporciona un estado de placer y/o relajación adictivo con lo que esta práctica ha trascendido eso que, en román paladino, podría sintetizarse en “gustito” por ser utilizado con fines médicos. Actualmente, se recomienda para aliviar crisis de ansiedad, depresión, insomnio e, incluso, dolor crónico a quienes lo practican. Y quien dice repiqueteo de los dedos, habla del crujido de las sábanas recién planchadas cuando se doblan, de peinarse un pelo lacio que, como una cortina, se desfila ordenado sobre un mismo hombro, de la lluvia en un charco, de un cuchillo extendiendo mantequilla sobre una tostada, o de Rosalía pronunciando insistentemente y con la misma cadencia la “r” de su nombre silbando el aire entre sus labios, recreando el taconeo de unos zapatos sobre una tabla de madera, chasqueando los dedos cubiertitos de anillos de oro como los lleva o abriendo y cerrando un abanico mientras “claquetean” las barillas de madera al plegarse la tela sobre su pecho… ¿Caen ahora? Efectivamente, el AMRS es algo algo que ha estudiado la cantante del “Malquerer. Obviamente, el AMRS es algo que ha utilizado la de “Motomami” y, por descontado, es un elemento clave de su éxito. Las palmas, la respiración, los toques no son cosaso que la mayor estrella española de la música haya dejado al azar o a la improvisación en sus canciones sino que su uso responde a un plan meditado. Somos como perrillos de Pavlov en sus manos pero no es algo que ella haya mantenido oculto tampoco.En una entrevista en YouTube para el medio estadounidense W Magazine, la catalana dio una clase magistral de ASMR a sabiendas de que hacía ASMR y de que sus fans verían ad nauseam ese video con ella y la versión más evidente, clara y magnificada de su arte: solo necesitó rular la r de su nombre acompañado con casteñeteo sordo de sus infinitas uñas de gel sobre el cristal como si de una hipnotizadora de serpientes se tratara. «¿Sabes? -dice con una voz polagada de aire mirando fíjamente a cámara-, hay mucha gente que dice mi nombre y no dicen la r como normalmente la pronunciamos en casa. En casa con mi nombre Rosalía decimos ‘rrrr’, la lengua no se coloca en la parte de atrás de la boca sino más adelante. Es como Ro-sa-lí-a. ‘Rrrrr’. Sabes el ‘rrrrrr’. Ese sonido ‘rrrrr’. Hay mucha gente que veo que no usa este sonido demasiado. Pero a mi honestamente me gusta la r. La rrr. La rrrrrrrrr».
Los más puretas lo recordarán y la new wave (¿La generación Z? ¿Postmillenial?) descubrirá que, aunque les parezca imposible, había cosas que ya estaban inventadas antes de su nacimiento, solo que no se les había puesto nombre. Y es que, en los 80, triunfaba un anuncio de televisión que, a diferencia de todo lo que se había visto hasta entonces, carecía de jingle pegadizo. Que la CocaCola -porque hablamos de esa bebida carbonatada símbolo del american way of life- ya lo había tenido, ¿eh? Acuérdense de aquella mítica canción que decía: “Al mundo entero quiero dar un mensaje de amor…” pero, en ese momento es cierto que, de repente, la gran multinacional norteamericana quería apostar por algo nuevo, algo que, entonces, se ‘malinterpretó’ como subliminal.
En este spot, al mismo tiempo que se arrancaba de un golpe la chapa de un botellín -en primer plano, empañado por el frío y con gotas de rocío resbalando brillantes por el cristal-, se sucedían concatenadas las imágenes más lujuriosamente apetecibles. Del hielo tintineando en un vaso con una jugosa rodaja de limón. De pan recién horneado. De mozzarella gratinada sobre una pizza suculenta. De muslos de pollo con un rebozado dorado despeñándose saltarines en un plato. Y de tomates. Tomates muy rojos muy rojos golpeándose entre sí mientras el fuego devoraba con sus llaman finas lonchas de bacon sobre las brasas…
Y el ritmo de esa oda para los sentidos lo marcaba, como un metrónomo, el sonido primero de la espuma de aquel elixir color caramelo precipitándose sobre los cubitos de hielo; el de la corteza del pan al partirse en dos: el del queso burbujeando al fundirse; el de la cobertura del pollo quebrándose al primer bocado; el del filo del cuchillo hendido en la carne del tomate; o el del crepitar del tocino sobre el hierro al rojo vivo… Era una explosión sensorial. Como fuegos de artificio en tus papilas gustativas, en tu cerebro, en tu espina dorsal. Era, en definitiva, lo que hoy se conoce como ASMR. Eso mismo que, como acabamos de descubrir, es una de las claves del éxito de Rosalía.
¿Cómo? Vayamos por partes; máxime cuando Rosalía tiene su propia CocaCola, que pocas veces el círculo se ha cerrado de forma tan perfecta.
Empecemos por: ¿Qué es el ASMR? El acrónimo responde a la locución americana: Autonomous Sensory Meridian Response o, lo que es lo mismo, Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma. Vale, que nos hemos quedado igual, ¿verdad? Y si pregunto: ¿No se les ha puesto la piel de gallina alguna vez cuando alguien les susurra al oído? ¿O no han sentido un extraño placer viendo como alguien aplasta una patata cocida a través de un colador? ¿No han sentido un cosquilleo en la nuca al oír cerrarse una cremallera? ¿Ganas de ir al baño con el rumor del agua de un riachuelo corriendo entre cantos rodados? Eso sería AMSR y es la nueva revolución de las redes sociales.
En especial de YouTube donde, por ejemplo, te puedes topar con una muchacha que, frente a una cámara y un micro, se corta el pelo con tajos secos o sorbe fideos. El vídeo puede durar dos horas y tiene millones de visualizaciones cuando la máxima de nuestro tiempo -y de esta plataforma- es que más de tres minutos es una pérdida de tiempo. ¿Y cuál es la flor del secreto de su éxito? Que la contemplación de esa imagen con la reverberación de ese sonido, repetitivo y magnificado, genera una sensación física y psicológica que aporta calma y tranquilidad a quien la experimenta. No todas las personas responden a los mismos estímulos, sino que estos pueden variar; ahora, los efectos son siempre los mismos. Todos resumibles en una única palabra: placer.
Científicamente, las personas responden a ASMR experimentando un cosquilleo en el cuello y un sobrevenido ritmo cardiaco pausado que, obviamente, proporciona un estado de satisfacción y/o relajación adictivo. Tan positiva es la exposición a esta práctica que ha trascendido eso que, en román paladino, podría sintetizarse como ‘gustito’ para ser utilizada con fines terapeuticos. Actualmente, se recomienda para aliviar crisis de ansiedad, depresión, insomnio e, incluso, dolor crónico . Y quien dice vídeos de cómo te das tijeretazos en el pelo o de cómo comes ramen, habla del crujido de las sábanas recién planchadas cuando se doblan, de peinarse un flequillo lacio que, como una cortina, se desfila ordenado sobre la frente una y otra vez, de un cuchillo extendiendo mantequilla sobre una tostada... o de Rosalía pronunciando insistentemente y con la misma cadencia la ‘r’ de su nombre mientras el aire rula entre sus labios.
De Rosalía recreando el taconeo de unos zapatos sobre una tabla de madera. De Rosalía chasqueando los dedos cubiertitos de anillos de oro como los lleva o de Rosalía abriendo y cerrando un abanico mientras ‘claquetean’ las barillas de madera al plegarse la tela sobre su pecho… ¿Caen ahora? Efectivamente, el ASMR es algo algo que ha estudiado la cantante del Malquerer. Obviamente, el ASMR es algo que ha utilizado la de Motomami y, por descontado, es un elemento clave del éxito de la única española en tener dos Grammy. Las palmas, la respiración o los toques no son cosas que haya dejado al azar o a la improvisación en sus canciones, sino que su uso responde a un plan meditado. Sí. Es verdad lo que están pensando: somos como perrillos de Pavlov en sus manos pero, no faltemos a la verdad, no es algo que ella haya mantenido oculto tampoco.
En una entrevista en YouTube para el medio estadounidense W Magazine, la catalana dio una clase magistral de ASMR a sabiendas de que hacía ASMR y de que sus fans verían ad nauseam ese vídeo con ella y la versión más evidente, clara y magnificada de su arte: solo necesitó rular la ‘r’ de su nombre, acompañado con casteñeteo sordo de sus infinitas uñas de gel sobre el cristal para hipnotizarlos como si de una encantadora de serpientes se tratara. “¿Sabes? -dice con una voz pausada mirando fíjamente a cámara-, hay mucha gente que dice mi nombre y no dicen la ‘r’ como normalmente la pronunciamos en casa. En casa, con mi nombre, Rosalía, decimos ‘rrrr’, la lengua no se coloca en la parte de atrás de la boca sino más adelante. Es como Ro-sa-lí-a. ‘Rrrrr’. Sabes el ‘rrrrrr’, Ese sonido ‘rrrrr’. Hay mucha gente que veo que no usa este sonido demasiado. Pero a mi honestamente me gusta la ‘r’. La ‘rrr’. La ‘rrrrrrrrr”.
De Najwa Nimri a Dua Lipa: las artistas que utilizan esta ‘estrategia psicoemocional’
En honor a la verdad, Rosalía no es ni la primera ni la última de las artistas que se dedica al ASMR, aunque también es cierto que ella lo ha incluido, incluso, en sus listas de Spotify, como es el caso de 1 noche de diabluras, concebida para el perreo, vale, pero con ASMR entre corte y corte. No obstante, hay otros artistas, también españoles, que se han apuntado a esta ‘estrategia psicoemocional’ como AuronPlay o Najwa Nimri. Y, a nivel internacional, se pueden encontrar este tipo de vídeos protagonizados por todo el elenco de Sex Education, Dua Lipa o Cardi B. Ahora, como siempre, ha sido la de Sant Cugat del Vallès ha sido la primera en jugar con las conectividad neuronal y las conexiones entre cortezas occipital, frontal y temporal dando un paso más allá.
Y, rizando el rizo, precisamente de manos Coca Cola. La de Rauw Alejandro es la nueva colaboración de la línea Creations de la compañía de refrescos con la que ha lanzado un nuevo sabor y un nuevo sencillo, Lie Like You Love Me. Dos productos en uno porque ambos comparten un mismo alma, véase -claro- ASMR. Para su promoción, la artista publicó un tiktok sirviéndose una lata de bebida que ya acumula más de un millón de likes y más de diez millones de reproducciones y, en ese vídeo, Rosalía no abre ni la boca. What? Sí. Solo pronuncia un discreto ‘salud’ pero, antes, eso sí, deja que se escuchen los sonidos metálicos de sus dedos apretando la lata, del gas explotando en contacto con el hielo y del sonido de su boca haciéndose agua. Y si alguien necesita más datos sobre esas sensaciones, la de Con altura personalizó el envase con dibujos y colores vibrantes para que expresar lo que le provocó en su cerebro el primer sorbo del nuevo sabor. El sabor Rosalía.